octubre 20, 2018

25 años del Grupo


El Grupo Bariloche de Solidaridad con Cuba llegó a sus 25 años

Fue fundado el 20 de octubre de 1993, por iniciativa de varios asistentes a una charla informativa sobre la actualidad cubana, en la biblioteca Sarmiento de nuestra ciudad.

La consigna decía que defender la soberanía de Cuba, es defender nuestra propia soberanía, basada en el principio de la libre autodeterminación de los pueblos.

Entre las actividades más destacadas a lo largo de estos 25 años, podemos mencionar la realización de programas de radio en emisoras locales, la organización de talleres de lectura y la proyección de películas y documentales sobre la Revolución cubana, con posteriores debates, la organización y coordinación de Brigadas Solidarias para poder viajar a Cuba, y la gestión de becas para poder estudiar en la isla.

En un mundo y en particular en un continente como el nuestro, donde las políticas neoliberales amenazan con la propia supervivencia de la espacie humana, desde el Grupo Bariloche de Solidaridad con Cuba estamos dispuestos a continuar sosteniendo nuestros principios, ya que el pueblo cubano y su proceso revolucionario socialista nos siguen demostrando que un mundo mejor es posible.

San Carlos de Bariloche, 20 de octubre de 2018

octubre 08, 2018

Arte Cinematográfico en el Teatro Paico


Arte Cinematográfico en el Teatro Paico
En el marco del ciclo de Cine Cubano y Videos Debate el Grupo Bariloche de Solidaridad con Cuba y el Teatro Paico, los invitan a la proyección del documental:
“Che: Ausencia Presente”
Aleida Guevara recuerda con ternura al hombre conocido a través del mundo como el Che. ¿Quién era el verdadero Che? Aleida Guevara, hija del Che, tenía siete años cuando murió su padre. Este documental nos muestra un Che nunca antes visto. Nos habla de la relación del Che con su esposa, Aleida March y sus hijos. Aleida recuenta anécdotas tales como la vez que su padre cenó con la familia, estando ya clandestino en Cuba disfrazado como "el viejo Ramón".
 Duración: 34 minutos.
Compartiremos la proyección con música de Cuba de varios artistas que la representan en vivo a cargo del dúo “LA LUZ DEL COMANDANTE”
Los esperamos este viernes 12 de octubre a las 20 hs. en el Teatro Paico, calle Paico 617, Barrio Frutillar.
La entrada es libre y “a la gorra”.
Invitan el Teatro Paico y el Grupo Bariloche de Solidaridad con Cuba.

octubre 06, 2018

Taller de lectura 115 - El proyecto constitucional y la comunicación


“El proyecto constitucional y la comunicación”

Por Rosa Miriam Elizalde
29 de agosto de 2018 – Tomado de Cubadebate

Transcripción de la conferencia de la Vicepresidenta Primera, Dra. Rosa Miriam Elizalde, en el taller “La prensa cubana en la encrucijada de la reforma constitucional”, realizado en la Casa de la Prensa, el 15 de agosto de 2018

Permítanme seguir el hilo de la propuesta de Ronquillo (Ricardo Ronquillo, Presidente de la UPEC) y el llamado que nos hace la Dra. Martha Prieto, que me antecedió. Hay dos planos que debe encarar el periodista en el debate propuesto en torno a la nueva Constitución: uno, el de traducir en los medios lo que está aconteciendo en el país, una responsabilidad que tenemos como profesionales; otro, el de interpretar las libertades y derechos que en el ámbito de la comunicación trae la Carta Magna.

Al hablar de los derechos a la comunicación apelo a lo que consideró como tales el Informe McBride de 1980. No es un solo derecho. Cuando hablamos de la comunicación se trata de un conjunto de derechos indisolublemente unidos. Ese conglomerado es el que garantiza la comunicación democrática y en él están incluidos:

• Derechos de reunión, discusión y participación
• Derechos a buscar información, ser informado e informar
• Derecho a la cultura
• Derecho de protección de la vida privada.

El Informe McBride es relevante, fundamentalmente, por vincular el derecho a la comunicación con los problemas estructurales del ámbito infocomunicacional, en particular con la concentración de la propiedad mediática. Por eso el Informe de 1980 propuso declarar patrimonio común el espectro radioeléctrico y establecer medidas antimonopólicas para contrarrestar el monopolio de la prensa, una variable de primer orden que hay que tener en cuenta en el nuevo contexto mediático.

En las últimas décadas asistimos a transformaciones tecnológicas que impactan decisivamente en la sociedad y disputan y reconfiguran el espacio público, de modo que no son totalmente válidas las antiguas nociones de libertad de expresión, libertad de prensa, derecho a la información, a la privacidad y a la cultura.

Entre el siglo XVIII y el XX, el sujeto de la libertad de expresión era fundamentalmente el empresario de los medios y los que practicaban ese oficio, los periodistas, pero en los últimos años ese concepto se ha expandido notablemente. Ahora el sujeto de la libertad de expresión es la sociedad en su conjunto.

Las nuevas tecnologías de la información y la comunicación pueden dotar con un megáfono a cada individuo que se conecta a la red. En consecuencia, hay obligaciones inexcusables para el Estado -que debe garantizar los nuevos accesos-, pero también para los ciudadanos, que deben acatar reglas de convivencia para que ese espacio público expandido gracias a los nuevos medios y a los nuevos sujetos de la comunicación no se convierta en pasto de la anarquía, la concentración mediática, la invasión de la privacidad y otros males que ponen en riesgo todos los derechos individuales de la inmensa mayoría de los ciudadanos, y no solo aquellos relacionados con la comunicación.

Un repaso de las Constituciones cubanas

Es significativo que desde 1869 hasta 1976 la mayoría de las Constituciones cubanas incluyeron la libertad de prensa como parte de los derechos individuales de los cubanos.

En su libro Doscientos años de periodismo en Cuba, el historiador de la prensa Juan Marrero reseña que este asunto fue factor de contradicciones ante la imposibilidad de conciliar las exigencias de la guerra con los procedimientos democráticos consagrados en la Constitución mambisa.

De hecho las constituciones que le siguieron, tanto la de Baraguá como la de Jimaguayú, se concentraron en limar las confrontaciones entre civiles y militares, y no recogen normas relativas a los derechos civiles, salvo el deber de servir a la causa de la independencia.

Solo con la excepción de este paréntesis que media entre la Constitución de Guáimaro y la de La Yaya, de 1897, la mayoría de las leyes fundamentales cubanas incluyen la libertad de prensa como parte de los derechos individuales de los cubanos. Sin embargo, el reconocimiento de estas libertades, tanto en la República en armas como en la neocolonial, fue parcial. Quedó consagrado el derecho de quienes informaban, pero no necesariamente el de los informados.

Al clausurar el Primer Congreso de Periodistas, en 1941 -al año de ser aprobada la Constitución de 1940-, el escritor y ensayista Jorge Mañach reconocía que el aparato constitucional, “atendiendo más a los antecedentes y a los ejemplos venidos de afuera que a sus propias realidades entrañables”, improvisó una cultura jurídica “basada en esquemas utilitaristas, desecada de todo sentido ideal y profundamente humano, y una política no de abnegación, de servicio social, sino una política frívola, de cínico desenfado y de oblicua explotación”.

Y añadía Mañach: “Lo que hemos tenido es un periodismo de negociantes. Si de algo ha padecido la prensa no ha sido de la conducta misma de los periodistas, sino de los pecados de las empresas”.

Solo en la Constitución de 1976 se separan por primera vez, dos derechos íntimamente ligados pero diferentes: el de la libertad de expresión y el de la libertad de información. A la vez, se excluye la propiedad privada de los medios, en el entendido de que esta pone en riesgo tanto a la libertad de expresión como al derecho a la información al reducirlas a la libertad de los propietarios o, en el caso de un monopolio, a la libertad del propietario.

Pero en este recorrido de más de un siglo hemos tenido un enorme vacío jurídico en materia de los derechos a la comunicación. No hubo leyes orgánicas para la prensa desde Guáimaro hasta hoy. La última ley de prensa en Cuba data de 1886 –la Ley de Imprenta para Cuba y Puerto Rico-, hija de la Constitución de la monarquía española. En la República -y ese llega hasta hoy- las disposiciones dictaminadas no se complementaron con una normativa específica, sino con legislaciones parciales y decretos derivados de los artículos constitucionales.

Cuba tampoco tuvo un órgano que se ocupara directamente de la prensa, derivado de una ley orgánica. Existió un Ministerio de Información constituido a dedo por Fulgencio Batista, que rompió el orden constitucional e instauró una dictadura militar el 10 de marzo de 1952. Ese mismo día nombró a Ernesto de la Fe ministro sin cartera para que ejecutara la férrea censura de prensa. Con la misma velocidad que creó el Ministerio de Información lo hizo desaparecer. El órgano inconstitucional duró dos años, luego de un abominable papel ante los sucesos del cuartel Moncada, de Santiago de Cuba.

En 1954, Batista nombró a Ramón Vasconcelos, director del periódico Alerta, ministro de Comunicaciones y el Ministerio de Información pasó al olvido. Entre los decretos famosos de Vasconcelos estuvo la prohibición de los homosexuales en la televisión. En esta etapa la censura en la prensa se aplicó durante 630 días de los 759 que duró la guerra insurreccional en la Sierra Maestra, entre el 2 de diciembre de 1956 y el 1 de enero de 1959.

Medios públicos en Cuba y derechos digitales

Hay que reconocer que los medios públicos en Cuba nacieron con la Revolución. A nadie se le hubiera ocurrido en aquellos primeros años de cambios institucionales discutir el dilema Estado-gobierno, el rol del medio en relación con la verdad, la definición de los contenidos, cuál sería la participación de los que se oponían a esa Revolución ni cómo debía ser financiada la prensa. La única teoría posible era una práctica que, para empezar, negó todo el estatus anterior y dio un golpe demoledor a la propiedad privada de los medios.

En el fragor de las contradicciones, a inicios de los años 60 del siglo pasado los cambios revolucionarios se aceleraron y radicalizaron, y muchos propietarios de medios armaron sus maletas con la convicción de que contribuirían al colapso y la segura derrota que preveían para el gobierno revolucionario. Otros abandonaron las redacciones. De este modo, en un período muy corto, la prensa de exclusiva propiedad privada y mayoritariamente sostenida por el negocio de la publicidad, pasó a convertirse en propiedad social.

En 1976, se refrendó constitucionalmente ese hecho y se estableció que la ley -una ley que todavía no existe – regularía el ejercicio de las libertades de expresión, información y apropiación socialista de los medios. Eso no quiere decir que no hubiera intentos de los legisladores y de los periodistas de elaborar una Ley de Prensa.

En la defensa de su doctorado, en el 2004, el Dr. Julio García Luis recordó que a mitad de los años 80 del siglo pasado hubo cierto boom de “leyes de prensa” en los países socialistas, y ese eco llegó a Cuba. Se consideró que esta era una vía para resolver los problemas de la prensa, sus atribuciones, su capacidad de intervención social y los derechos y deberes recíprocos hacia sus interlocutores: el Estado, el Partido, las fuentes en sentido general.

Bajo el liderazgo de la UPEC, en noviembre de 1985 estuvo terminado un anteproyecto que finalmente no llegó a la Asamblea Nacional. Según Julio, en ese momento los periodistas consideraron que más que una ley, “los problemas había que resolverlos en el terreno profesional, político y moral, y sentíamos ciertamente temor de lo que resultaría una vez que fuera aprobada una ley y se tratara de un estatuto jurídico”.

Finalmente, la balanza en los últimos años se ha inclinado por normas jurídicas para la información y la comunicación, que están ahora más cerca que nunca. Como reconocíamos en nuestro reciente Congreso de la UPEC, no solo tenemos una política de comunicación que registra principios que coinciden con la voluntad del sector y abre posibilidades teóricas a la transformación de este escenario, sino que esta debe concretarse a corto plazo en uno o en varios decretos-ley que ayudarán a ordenar jurídicamente nuestro entorno para fortalecer los derechos comunicacionales. A mi juicio la nueva Constitución despeja aún más este camino.

¿Cuáles son las fortalezas de esta nueva propuesta constitucional en el ámbito de la comunicación? En primer lugar, las disposiciones obligan a toda autoridad y a los organismos del Estado a hacer pública la información que poseen, salvando las restricciones que legalmente estén establecidas. Por tanto, defiende la condición del ciudadano de recibir información del Estado, lo que significa que la ley sancionará a las autoridades competentes que no garanticen ese derecho.

Creo, como otros compañeros, que cuando se propone en el Artículo 56 que “todas las personas tienen derecho a recibir del Estado información veraz, adecuada y oportuna, conforme a las regulaciones establecidas”, la palabra “adecuada” es demasiado ambigua y podría abrir una brecha a arbitrariedades, por lo que a falta de otra mejor se podría perfectamente eliminar.

El Artículo 60 salvaguarda el papel político y clasista de nuestra prensa al definir el tipo de propiedad en que ella se sustenta -la socialista de todo el pueblo- y pone un valladar a la empresa privada sobre los medios en Cuba. Sin embargo, no se cierra la posibilidad de que se reconozcan otros tipos de propiedad y gestión en la prensa, lo cual deja abierta la puerta a medios “no fundamentales” como los blogs, por ejemplo, que son de propiedad personal, u otros tipos de propiedad mediática que el Estado decida conservar por interés de la colectividad y sujetos a ley.

Esta es una oportunidad excepcional para que se proceda a un reordenamiento de primer orden de toda la regulación relativa al tema de los medios, la infraestructura y la generación de contenidos y servicios infocomunicacionales, y su postulado es más general que el que utiliza la Política de Comunicación -antesala de las normas que deberán regir en este ámbito, y que está en estos momentos en proceso de implantación.

Los derechos a la comunicación y a la participación social que declara este documento, necesitan tener en cuenta el nuevo entorno digital que replantea no solo la noción tradicional de espacio público, sino los mecanismos para la protección, uso, conservación y difusión de la información.

Sin embargo, se echa de menos un enunciado constitucional sobre el derecho de los cubanos al acceso a los servicios de telecomunicaciones, incluidas la banda ancha y la Internet, que permita fijar también sus límites para propiciar razonamientos éticos de nuevo tipo frente a la privacidad, la propiedad intelectual, el acceso libre al conocimiento, el derecho a la expresión en las redes digitales, las nuevas definiciones sobre el género, la identidad y las comunidades digitales, el plagio, la sobrecarga informacional, la brecha digital y el control social digital.

Donde único se habla de la infraestructura de telecomunicaciones es en el acápite del derecho a la soberanía -en el Título I dedicado a los “Fundamentos Políticos”, Capítulo II, sobre las “Relaciones Internacionales”.

Considero que la nueva Constitución podría declarar de manera explícita que el Estado garantizará el derecho de acceso a las tecnologías de la información y la comunicación (TICs), así como a los servicios de telecomunicaciones, incluido el de banda ancha e internet. Por supuesto, reconocer este derecho presupone luego establecer los límites de la legalidad dentro de los cuales pueden ser establecidos y conducidos los llamados “derechos digitales” para que estos se hagan efectivos, como ya expresan otras constituciones en el mundo.

Tal declaratoria sería coherente con los objetivos de la Política Integral para el Perfeccionamiento de la Informatización de la sociedad en Cuba, de julio de 2017, y con los más importantes documentos partidistas de los últimos años. De hecho, en febrero de 2015, el entonces Vicepresidente Primero -y hoy Presidente- Miguel Díaz Canel, expresaba la intención del Estado cubano de garantizar el acceso universal a estos servicios:

“El Estado trabajará para que este recurso esté disponible, accesible, costeable para todos… Hay una responsabilidad del Estado y la sociedad para que eso se haga efectivo, y también presupone la convivencia con otros derechos fundamentales: el derecho a la información, la comunicación, la participación, la rendición social de cuentas, unida a la responsabilidad individual y colectiva”.

Breve conclusión

Una breve conclusión, antes de terminar. Basta una revisión comparada de las constituciones cubanas para advertir las fortalezas que en materia de derechos de comunicación se expresan en el nuevo proyecto constitucional. Primero, expresa claramente la necesidad de que el Estado regule el sistema de comunicación social, con lo cual se eliminaría el vacío jurídico que ha caracterizado en más de un siglo el funcionamiento de ese sistema en su conjunto. Se pone límites a la influencia de una excesiva coyunturalidad, que en ocasiones se ha prestado para decisiones volubles y caprichosas.

También, garantiza de modo adecuado las prerrogativas del Partido y el gobierno para contar con el sistema de prensa a la hora de defender y proteger los intereses del socialismo cubano y los derechos de los ciudadanos siempre que las circunstancias lo requieran, y declara la necesidad de que el Estado establezca un marco regulatorio que defina funciones, atribuciones, derechos, deberes, y responsabilidades recíprocas de todos los que intervienen en la comunicación.

Creo, finalmente, y esta es una propuesta a título personal, que deberíamos incorporar en los derechos a la comunicación de este proyecto los relacionados con la ciudadanía digital, porque están íntimamente ligados hoy a tres cuestiones importantes que afectan desde la convivencia de las personas, la cultura y la economía hasta las relaciones internacionales: el acceso a la información, la privacidad y la neutralidad de la red.

Es crucial el impacto de estos tres temas en nuestra vida común cada vez más trenzada por las redes, y aunque no es posible tratarlos desde la perspectiva de un solo país, es importante si queremos ayudar a construir la base jurídica que nos permita hacernos oír y actuar frente a posibles acuerdos o amenazas internacionales en esta materia.


Es lo que quería compartir con ustedes esta mañana, compañeros. Muchas gracias.

Síntesis del taller 114


“La historia ha demostrado que ¡sí se pudo, sí se puede
y siempre se podrá!

El texto fue tomado de las versiones taquigráficas del Consejo de Estado cubano sobre el discurso pronunciado por el General de Ejército Raúl Castro Ruz, Primer Secretario del Comité Central del Partido Comunista de Cuba, en el acto central por el Aniversario 65 del asalto a los cuarteles Moncada y Carlos M. de Céspedes, en la Ciudad Escolar 26 de Julio, Santiago de Cuba, el 26 de julio del 2018. Enumera los más importantes logros y desafíos de la Revolución socialista, en un país libre, independiente y soberano, y con un pueblo unido que está dispuesto a defender la obra realizada. Menciona el avance del plan de viviendas, la construcción de los almacenes de San Luis en Santiago de Cuba, y la necesidad de incrementar las exportaciones. Hace referencia al proyecto de la nueva constitución de la República, que en estos días está sometido a consulta y aprobación de todo el pueblo cubano, en un trascendental ejercicio político y democrático. Habla acerca de la economía, donde se mantiene una tensa situación en las finanzas externas debido a la baja en la producción del azúcar causado por una prolongada sequía, y al efecto devastador del huracán Irma. Así como la más rápida y fácil fuente de recursos es el ahorro, también se hace necesario destinar los fondos disponibles en la producción de servicios que generen ingresos de divisas. Luego menciona que a inicios de éste siglo debido a la resistencia y la lucha de los pueblos, en Nuestramérica han llegado al poder diversas fuerzas progresistas y de izquierda que han impulsado la unidad alrededor del ALBA con organizaciones integradoras como la CELAC y la UNASUR, proclamando a América Latina y el Caribe como Zona de Paz. Estos avances a favor de los pueblos no fueron del agrado de poder en Washington, lanzando métodos de guerra no convencional hacia varios países, como Honduras, Paraguay y Brasil. Por otro lado la derecha también logró recuperar algunos países mediante la vía electoral, utilizando mecanismos fraudulentos en algunos casos y mediante la manipulación política y mediática en otros. Logrado su objetivo de poder, criminalizaron las fuerzas de izquierda y reinstalaron los principios de la Doctrina Monroe, que se basa en el concepto de que América debe ser para los americanos, es decir para los americanos de América del Norte. Estos hechos nos demuestran que es primordial no descuidar jamás la unidad de los revolucionarios, lo que quedó plasmado en el reciente Encuentro del Foro de Sao Paulo en La Habana. Con respecto a las relaciones entre Cuba y los Estados Unidos, a pesar de las profundas diferencias políticas e ideológicas, se habían alcanzado algunos acuerdos bilaterales favorables. Desde agosto del pasado año, y debido a improbados ataques sónicos al personal diplomático, Estados Unidos retiró a la mayoría de sus funcionarios de la Embajada en La Habana, generando de esta manera la paralización de los trámites de visas, impidiendo de esta manera los viajes de cubanos a ese país. Por otro lado se ha recrudecido el bloqueo y su aplicación extraterritorial, como parte de un largo camino de agresiones hacia Cuba, que se inicia a partir del triunfo de la Revolución en enero de 1959 con el único objetivo de promover la subversión del pueblo cubano contra su gobierno. Este discurso pronunciado el día del 65 aniversario del asalto al Moncada, que a decir de Fidel “nos enseñó a convertir los reveses en victoria”, ya que la Revolución finalmente triunfó justo cinco años, cinco meses y cinco días después del asalto. Recordemos que la gesta del Moncada ocurrió el 26 de julio de 1953, y la Revolución triunfó el 1° de enero de 1959.

Durante el posterior debate se comentó que el discurso de Raúl contiene un análisis muy esclarecedor, con importantes datos históricos, así como su perspectiva frente a los nuevos desafíos que deben enfrentar, básicamente en lo relacionado al debate popular por las correcciones y/o modificaciones del proyecto de nueva Constitución cubana. Esto demuestra el grado de participación democrática que se da en Cuba, respaldado en la formación cultural y política de su pueblo, bajo la consigna de que “nuestra fortaleza es unidad”. Un concepto que incorpora José Martí al crear el Partido Revolucionario Cubano, como único partido, para poder organizar y coordinar el tramo final de la guerra contra el colonialismo español a fines del siglo XIX, con un programa para la fundación de la República de Cuba. Siguiendo ese ejemplo, Fidel Castro lidera el asalto al cuartel Moncada en el año 1953, también con un programa bien definido, y que luego se amplía y se profundiza quedando documentado en el alegato conocido como “La historia me absolverá”.  Éste nuevo programa se fue implementando a partir del triunfo de la Revolución en 1959, hasta la creación de la primera Constitución, en 1976. Se debate también alrededor de los conceptos de democracia. En Cuba se defiende una democracia socialista que es de carácter popular y participativa, como “el gobierno de los humildes, para los humildes y por los humildes”. En cambio las democracias capitalistas son representativas y burguesas, cuyos gobiernos surgen de los sectores más ricos de la sociedad, para la defensa de sus propios intereses.

Por último se acordó abordar para el próximo Taller de Lectura un texto de Rosa Miriam Elizalde, periodista cubana y Doctora en Ciencias de la Comunicación: “El proyecto constitucional y la comunicación”

Grupo Bariloche de Solidaridad con Cuba, 06 de octubre de 2018

octubre 01, 2018

Taller de lectura 114


Raúl Castro: La historia ha demostrado que ¡sí se pudo, sí se puede y siempre se podrá!
Por: Raúl Castro Ruz

Discurso pronunciado por el General de Ejército Raúl Castro Ruz, Primer Secretario del Comité Central del Partido Comunista de Cuba, en el acto central por el Aniversario 65 del asalto a los cuarteles Moncada y Carlos M. de Céspedes, en la Ciudad Escolar 26 de Julio, Santiago de Cuba, el 26 de julio del 2018. «Año 60 de la Revolución».

(Versiones Taquigráficas-Consejo de Estado)

Santiagueras y santiagueros;

Compatriotas:

Como les anticipé en diciembre del pasado año, hoy pronunciaré las palabras centrales del acto nacional por el aniversario 65 del ataque a los cuarteles Moncada y Carlos Manuel de Céspedes.

Ninguno de los que tuvimos el privilegio de participar en estas acciones, bajo el mando de Fidel, podíamos entonces soñar que estaríamos vivos un día como hoy, con un país libre, independiente y soberano, una Revolución socialista en el poder y un pueblo unido presto a defender la obra realizada, fruto del sacrificio y la sangre de varias generaciones de cubanos.

No solo por su historia celebramos este aniversario 65 en Santiago de Cuba, sino también para reconocer el trabajo que desarrolla la provincia en beneficio del pueblo.

Bajo la dirección del compañero Lázaro Expósito Canto, primer secretario del Comité Provincial del Partido (Aplausos), en estrecho vínculo con el gobierno que encabeza la vicepresidenta del Consejo de Estado Beatriz Johnson Urrutia (Aplausos), se ha desplegado un trabajo integral en varios frentes de la economía, que han permitido incrementar la oferta de bienes y servicios a la población con calidad y precios asequibles.

Se avanza sostenidamente en el programa de la vivienda con el empleo de diferentes tecnologías e iniciativas en el uso de materiales locales de la construcción, prosiguen a buen ritmo inversiones priorizadas de importancia nacional como la terminal portuaria multipropósito y la base de almacenes de San Luis.

Se trabaja además en la creación de condiciones para incrementar las exportaciones de frutas, ron, langosta y productos de la acuicultura.

Se reordena la actividad comercial a partir de proyectos de desarrollo local, que otorgan una mayor autonomía a los municipios en la gestión y satisfacción de las demandas de la población aprovechando los recursos propios, lo que se traduce en superiores aportes al presupuesto y garantiza sostener lo alcanzado y seguir invirtiendo en el desarrollo.

Es palpable el entusiasmo de los santiagueros y de toda la provincia; sin embargo, resta mucho por hacer en la esfera productiva y de los servicios, para generar con eficiencia la riqueza y proseguir elevando la calidad de vida del pueblo y hacer realidad el propósito de que Santiago de Cuba sea una ciudad cada día más bella, higiénica, ordenada y disciplinada, digna de custodiar los restos inmortales de muchos de los mejores hijos de la nación cubana, entre quienes sobresalen el Héroe Nacional, el Padre y la Madre de la patria y el líder histórico de la Revolución Cubana (Aplausos).

En los próximos meses conmemoraremos importantes acontecimientos históricos, entre ellos, el 150 aniversario del inicio de las luchas por la independencia de la patria el 10 de Octubre de 1868, y el 60 aniversario del triunfo de la Revolución, el Primero de Enero de 1959, ocasión en que los mambises sí entraron victoriosos a Santiago para quedarse definitivamente al lado de su pueblo.

Hace apenas cuatro días la Asamblea Nacional aprobó el Proyecto de Constitución de la República, el cual será objeto de una amplia consulta popular en los próximos meses y, con las opiniones y propuestas emanadas de ese proceso democrático, nuevamente será analizado en el Parlamento para elaborar el texto definitivo que se someterá a referendo, mediante el voto directo y secreto de cada ciudadano, para su aprobación y posterior proclamación.

La Constitución de la República es la ley fundamental sobre la cual se asienta el Estado y, por tanto, es el documento jurídico y político más importante de cualquier país, ya que define los fundamentos de la nación, la estructura de los poderes y su alcance, así como garantiza los derechos y deberes de los ciudadanos.

La actual Constitución, aprobada hace 42 años en un escenario nacional e internacional muy diferente al actual, requiere ser reformada, con el propósito de incluir las transformaciones socioeconómicas implementadas en correspondencia con los acuerdos adoptados en el Sexto y Séptimo congresos del Partido Comunista de Cuba.

Se iniciará un trascendental ejercicio político y democrático cuyo éxito dependerá, en primer lugar, de la participación activa y comprometida de los cubanos, bajo la conducción del Partido Comunista y el concurso de la Unión de Jóvenes Comunistas y las organizaciones de masas, en el cual debe lograrse que cada ciudadano comprenda la necesidad y el alcance de los cambios que debemos introducir en la Constitución, de modo que se garantice el carácter irrevocable del socialismo y la continuidad de la Revolución.

No ignoramos las complejidades que caracterizan el actual escenario en los planos interno y externo.

En cuanto a la economía, como expresara el presidente Miguel Díaz-Canel al intervenir en la clausura del reciente período de sesiones de la Asamblea Nacional, se mantiene una tensa situación en las finanzas externas, como consecuencia de las afectaciones a los ingresos previstos por exportación de azúcar y en el turismo, provocadas por una prolongada sequía, el devastador huracán Irma y eventos de intensas lluvias fuera de época, primero, y luego la tormenta subtropical Alberto.

A ello se sumó el reforzamiento del bloqueo norteamericano y sus efectos extraterritoriales que impactaron el comercio y las transacciones financieras.

A pesar de estos factores adversos, como ya se informó, se obtuvo un discreto crecimiento de la economía en el primer semestre, lo cual constituye un resultado alentador; sin embargo, se hace necesario asegurar las exportaciones y reducir todo gasto no imprescindible para destinar los fondos disponibles a las producciones y servicios que generen ingresos en divisas.

Tener siempre presente que la más rápida y fácil fuente de recursos es el ahorro y por tanto debemos lograr que deje de ser una mera consigna para convertirse en una norma de conducta de los cuadros y trabajadores en todos los niveles.

Pasando a la situación que se viene conformando en nuestro continente, debo señalar que a inicios de este siglo, como parte de la resistencia y la lucha de los pueblos contra los nefastos efectos de los modelos neoliberales, llegaron al poder diversas fuerzas progresistas y de izquierda que impulsaron la unidad y la integración latinoamericana y caribeña. En ese contexto se derrotó el proyecto imperialista Área de Libre Comercio de las Américas, conocido como ALCA, y surgió la Alianza Bolivariana para los pueblos de Nuestra América (ALBA).

En 15 años salieron de la pobreza 60 millones de personas y más de 3 millones del analfabetismo, que se erradicó en Venezuela, Bolivia y Nicaragua. Se graduaron más de 20 000 médicos latinoamericanos y caribeños en la Escuela Latinoamericana de Medicina. Se devolvió la visión a dos millones 992 838 pacientes extranjeros mediante la operación Milagro, además de más de un millón cubanos. Con la generosa contribución venezolana nació Petrocaribe.

Los nuevos gobiernos progresistas rompieron décadas de soberanía limitada y de subordinación al poder imperial y crearon las condiciones propicias para avanzar en la integración regional, al constituirse organizaciones sin la égida de los Estados Unidos, como la Comunidad de Estados Latinoamericanos y Caribeños (Celac) y la Unión de Naciones del Sur (Unasur), a donde acudieron gobiernos de tendencias políticas diferentes bajo el principio de la «unidad en la diversidad», y se reactivó el Mercosur.

La exitosa trayectoria de la Comunidad del Caribe (Caricom), la participación de todos sus Estados miembros en la Celac y en la Asociación de Estados del Caribe (AEC), así como la membresía de algunos en el ALBA contribuyeron al avance de esta unidad regional.

Los jefes de Estado y de Gobierno de América Latina y el Caribe firmaron en La Habana, en enero de 2014, la Proclama de América Latina y el Caribe como Zona de Paz, que los comprometió a respetar plenamente el derecho inalienable de todo Estado a elegir su sistema político, económico, social y cultural, a no intervenir en los asuntos internos de cualquier Estado y observar los principios de soberanía nacional, igualdad de derechos y la libre determinación de los pueblos, así como la solución pacífica de diferencias, al tiempo que proscribió la amenaza y el uso de la fuerza.

Esta coyuntura no resultaba del agrado de los círculos del poder en Washington que pusieron en práctica los métodos de guerra no convencional para impedir la continuidad u obstaculizar el regreso de gobiernos progresistas, orquestaron golpes de Estado, primero uno militar para derrocar al presidente Zelaya en Honduras, y luego parlamentario-judiciales contra Lugo en Paraguay y Dilma Rousseff en Brasil. Desplegaron el control monopólico de los medios de prensa en interés de promover procesos judiciales amañados y políticamente motivados, así como campañas de tergiversación y desprestigio contra figuras y organizaciones de izquierda.

La derecha también consiguió recuperar en algunos países el poder político mediante triunfos electorales, algunos de ellos fraudulentos y otros al amparo de la manipulación política y tecnológica, falsificación de datos económicos y campañas de intimidación con el apoyo de los medios de comunicación hegemónicos.

Como era de esperar, no vaciló en desmontar las políticas sociales de amplio beneficio popular, utilizar el poder judicial con el pretexto del enfrentamiento a la corrupción para la criminalización de las fuerzas de izquierda y el encarcelamiento de líderes progresistas.

El gobierno de los Estados Unidos declaró hace pocos meses y sin el menor recato, la total vigencia de la Doctrina Monroe, que se resume en la frase «América para los americanos» —naturalmente, los del Norte—, la cual reserva a las naciones latinoamericanas y caribeñas un estatus de dependencia y sumisión a los intereses imperiales. Así lo demuestran sus acciones agresivas e intervencionistas, el despliegue de fuerzas militares y la búsqueda incesante de nuevas bases en la región.

Uno de sus propósitos es revertir los avances conquistados en la integración y el ejercicio de la soberanía sobre los recursos naturales para imponer su agenda racista, supremacista y en contra de los pueblos, mediante una ofensiva neoliberal dirigida a destruir una década de desarrollo y ahondar las diferencias en esta, la región de mayor desigualdad del planeta.

Por otra parte, los Estados Unidos, con la complicidad de algunos gobiernos, han intentado revigorizar la OEA, convirtiéndola en el escenario de la arremetida contra Venezuela. Cuando por la actitud digna de un numeroso grupo de naciones no alcanzaron sus propósitos, conformaron agrupaciones oficiosas de países, para concertar medidas coercitivas unilaterales y otras acciones intervencionistas, socavar la unidad regional, frenar la Celac y paralizar Unasur.

Estos hechos vuelven a demostrar que el camino es no descuidar jamás la unidad de los revolucionarios y mantener siempre la lucha, teniendo presente que los adversarios nunca cejan en el empeño de la restauración de los modelos de exclusión y explotación, y que cuando los supuestos valores y reglas de la sacrosanta democracia representativa no les sirven para llegar al poder, no vacilan en acudir a los golpes de Estado, a la violencia o, incluso, a la guerra.

El recién concluido XXIV Encuentro del Foro de Sao Paulo en La Habana, con la asistencia de representantes de todos los continentes, constituyó un imprescindible espacio de concertación política ante la necesidad de reconducir las luchas de las fuerzas políticas de izquierda y los movimientos sociales. Su Declaración Final

«Nuestra América en pie de lucha» es un verdadero programa unitario de acción frente a los peligros para la paz y las amenazas y oportunidades para las fuerzas políticas de la izquierda y los movimientos populares y sociales en la región.

Aprovecho la ocasión para reiterar nuestra solidaridad con la Revolución bolivariana y chavista, encabezada por el presidente Nicolás Maduro Moros.

A Nicaragua, al Frente Sandinista de Liberación Nacional y al presidente Daniel Ortega les expresamos la invariable solidaridad de nuestro pueblo, Partido y Gobierno.

Reclamamos la libertad del compañero Lula da Silva y su derecho a ser el candidato presidencial del Partido de los Trabajadores (Aplausos), como exigen constantemente miles de brasileños y numerosas organizaciones del mundo.

Si mañana se celebraran elecciones en Brasil, no hay duda de que Lula ganaría las elecciones en la primera vuelta (Aplausos). Por eso está preso.

Felicitamos al entrañable pueblo mexicano y al presidente electo Andrés Manuel López Obrador por este resultado histórico.

A continuación me referiré a las relaciones con los Estados Unidos, país con el cual se mantienen vínculos diplomáticos formales, que cuentan con canales oficiales de comunicación, varios acuerdos bilaterales y una cooperación mutuamente beneficiosa dentro de un grupo limitado de áreas.

A pocos días de haberse anunciado el restablecimiento de las relaciones diplomáticas entre ambos países, el 17 de diciembre de 2014, señalamos desde nuestro Parlamento, unos días después, que entre los gobiernos de Cuba y de los Estados Unidos existían profundas diferencias en cuanto al ejercicio de la soberanía nacional y las concepciones de democracia, el modelo político y las relaciones internacionales. No obstante, reiteramos la disposición al diálogo respetuoso y recíproco sobre las discrepancias y advertimos que no debía pretenderse que Cuba renunciara a las ideas por las que había luchado por más de un siglo, en aras de mejorar las relaciones con los Estados Unidos.

Desde agosto del pasado año, con el pretexto de afecciones a la salud de sus diplomáticos, en lo que algunos denominan ataques sónicos, o sea, ruidos que afectan a los diplomáticos —ahora también acusan a China de lo mismo—, cuyo origen nadie ha podido explicar ni probar, aunque periódicamente lo repiten, se han degradado los vínculos bilaterales y fueron expulsados injustamente 17 funcionarios de nuestra embajada en Washington y retirada la mayoría del personal de la sede diplomática en La Habana, con la consiguiente paralización de buena parte de los trámites de visas, en detrimento de los viajes a Estados Unidos de los ciudadanos cubanos.

Igualmente se ha recrudecido la aplicación extraterritorial del bloqueo norteamericano, en particular la persecución de nuestras transacciones financieras.

La ocasión es propicia para recordar el contenido de un Memorando de un subsecretario asistente de Estado para Asuntos Interamericanos —lo que viene siendo aquí un viceministro de relaciones exteriores para atender las cuestiones de la región latinoamericana—, llamado Lester Mallory, de fecha 6 de abril de 1960, hace ya más de 58 años, pero es un hecho que los cubanos nunca debemos olvidar, y por eso quiero recordar y citar textualmente algunos párrafos o frases:

«La mayoría de los cubanos apoyan a Castro (…) No existe una oposición política efectiva (…) El único modo efectivo para hacerle perder el apoyo interno (al gobierno) es provocar el desengaño y el desaliento mediante la insatisfacción económica y la penuria (…). Hay que poner en práctica rápidamente todos los medios posibles para debilitar la vida económica (…) negándole a Cuba dinero y suministros con el fin de reducir los salarios nominales y reales, con el objetivo de provocar hambre, desesperación y el derrocamiento del gobierno». Eran más las recomendaciones que hacía a su gobierno central.

Yo nunca he leído nada más cínico que estas palabras. Esto fue, recordándoles, el 6 de abril de 1960, o sea, un año y nueve días antes de los bombardeos del 15 de abril de 1961, preludio de la invasión de Playa Girón.

Así surgió en 1959, el mismo año del triunfo, el largo camino de las agresiones a nuestro país, que hoy continúan renovadas.

Al propio tiempo, los pronunciamientos públicos de los principales funcionarios del gobierno de los Estados Unidos en estos momentos respecto a Cuba se caracterizan por el irrespeto, la agresividad, el injerencismo y la burda manipulación de la verdad histórica. Decenas de millones de dólares son destinados cada año, aprobado en sus presupuestos, a promover la subversión en el empeño de provocar cambios políticos contrarios al orden constitucional de nuestro país.

El pasado mes de junio un funcionario diplomático norteamericano, al intervenir en una reunión de la Organización de Estados Americanos, la desprestigiada OEA, expresó: «Los países de las Américas tienen que aceptar que Cuba es la madre de todos los males en términos de debilitamiento de la democracia en el continente y de los derechos humanos». Hace pocos días el citado personaje repitió el mismo enfoque agresivo hacia nuestro país.

Estas posturas nos recuerdan también la fracasada «Comisión para asistir a una Cuba Libre», creada por el entonces presidente George W. Bush que, embriagado con la aparente victoria en la segunda guerra de Iraq, llegó incluso a designar un interventor norteamericano que administraría Cuba luego de ser ocupada, tal y como era práctica en los buenos tiempos de las cañoneras yanquis por América Latina.

No es nada casual que en el proyecto de nuestra Constitución se reafirme que la defensa de la patria socialista es el más grande honor y el deber supremo de cada cubano y se le incorpore que en la doctrina de la guerra de todo el pueblo se sustenta la concepción estratégica de la defensa de la nación.

Los cubanos somos un pueblo pacífico y amistoso; no amenazamos a nadie, muchas veces hemos dicho que para nosotros evitar la guerra equivale a ganarla, pero con ese fin hay que derramar ríos de sudor preparándonos para combatir hasta la victoria si alguien intentara apropiarse de Cuba.

Nuevamente se ha conformado un escenario adverso y otra vez resurge la euforia en nuestros enemigos y el apuro por hacer realidad los sueños de destruir el ejemplo de Cuba. No será la primera vez, ni tampoco la última, que la Revolución cubana deberá enfrentar retos y amenazas. Hemos corrido todos los riesgos y resistido invictos 60 años (Aplausos).

Para nosotros, igual que para Venezuela y Nicaragua, está muy claro que se estrecha el cerco y nuestro pueblo debe estar alerta y preparado para responder a cada desafío con unidad, firmeza, optimismo y fe inquebrantable en la victoria.

Desde el propio 26 de Julio de 1953 los revolucionarios cubanos nos hemos forjado en un incesante batallar y hemos llegado hasta aquí sobreponiéndonos a reveses y venciendo agresiones de todo tipo.

Cómo no recordar a los jóvenes que un día como hoy fueron salvajemente torturados y asesinados tras fracasar la acción de tomar el cielo por asalto para no dejar morir al Apóstol en el año de su centenario.

En este mismo lugar, hace 45 años, Fidel expresó: «El Moncada nos enseñó a convertir los reveses en victoria. No fue la única amarga prueba de la adversidad, pero ya nada pudo contener la lucha victoriosa de nuestro pueblo. Trincheras de ideas fueron más poderosas que trincheras de piedras. Nos mostró el valor de una doctrina, la fuerza de las ideas, y nos dejó la lección permanente de la perseverancia y el tesón en los propósitos justos».

Y añadía el Comandante en Jefe: «Nuestros muertos heroicos no cayeron en vano. Ellos señalaron el deber de seguir adelante, ellos encendieron en las almas el aliento inextinguible, ellos nos acompañaron en las cárceles y en el destierro, ellos combatieron junto a nosotros en la guerra. Los vemos renacer en las nuevas generaciones…». (Aplausos)

En el propio año 1959, pocos meses después del triunfo del Primero de Enero, hubo que enfrentar bandas armadas organizadas y financiadas por la CIA, sabotajes, cientos de planes de atentados contra los principales dirigentes, especialmente contra el Jefe de la Revolución, el bloqueo económico, comercial y financiero, campañas mediáticas, la invasión por Playa Girón, la crisis de octubre o de los misiles, la introducción de plagas y enfermedades, múltiples acciones terroristas organizadas y financiadas por el gobierno de los Estados Unidos, con un saldo de miles de víctimas mortales y de hijos de la patria mutilados o incapacitados.

En la década de los años noventa del siglo pasado, tras la desaparición de la Unión Soviética y el campo socialista y ante la arremetida implacable y oportunista del imperialismo que se entusiasmó con el anhelado colapso de la Revolución, los cubanos, en medio de enormes carencias materiales, pusimos a prueba nuestra inquebrantable capacidad de resistencia y la voluntad de defender la soberanía, independencia y el Socialismo.

Ello fue posible gracias al inigualable pueblo con que contamos y a la unidad forjada por Fidel desde los primeros años de lucha.

Hoy, a 65 años del Moncada, con la independencia ya conquistada y la presencia permanente de Fidel entre nosotros, podemos afirmar que por difíciles que sean las circunstancias, por grandes que sean los desafíos, nuestro pueblo defenderá por siempre su Revolución Socialista. La historia ha demostrado que ¡sí se pudo, sí se puede y siempre se podrá! (Aplausos)

Ya han transcurrido 65 años del Moncada, una gran mayoría de la población nació después de estos acontecimientos de los que estamos hablando. Como se sabe, la Revolución triunfó cinco años, cinco meses y cinco días después del Moncada, por lo tanto, faltan cinco meses y cinco días para celebrar el aniversario 60 del triunfo de nuestra Revolución (Aplausos), y para celebrar o conmemorar tan importante fecha, ese día nos volveremos a encontrar aquí en Santiago (Aplausos).

Muchas gracias.

Miren qué hermoso amanecer con las montañas de la Sierra Maestra observándonos, continúa aquí al frente, sigue hacia el noreste hasta la Gran Piedra y concluye en los límites de la provincia de Guantánamo. Y como establecen los geógrafos, Santiago de Cuba es una ciudad totalmente serrana, rodeada por la Sierra Maestra, ese es un orgullo del cual nunca hablamos.

¡Hasta la próxima!

(Ovación).