Círculo de Lectura # 188 –
Diciembre de 2024
“Cuba: Uno de los peores
escenarios en medio de la crisis electroenergética”
25 de octubre de 2024 - La Tizza Cuba
https://medium.com/la-tiza/cuba-uno-de-los-peores-escenarios-en-medio-de-la-crisis-electroenerg%C3%A9tica-da21c027f752
Pasadas las 11 de la mañana del viernes 18 de octubre de
2024 se produjo el colapso del Sistema Eléctrico Nacional (SEN) en Cuba. En
pocas palabras, se traduce en un «apagón» que abarcó todo el país. Puede
afirmarse que este constituye uno de los peores desenlaces en medio de la
actual crisis electroenergética que vive la Isla.
Un día antes, en el horario de la tarde, circuló un mensaje
del presidente cubano, Miguel Díaz-Canel Bermúdez, en el cual anunciaba: «He
orientado al primer ministro, Manuel Marrero Cruz, junto a directivos del
Ministerio de Energía y Minas, informar al pueblo en comparecencia especial
hoy, a las 8:30 p.m., sobre la situación de emergencia energética que atraviesa
el país».
Dicha comparecencia se retrasó varias horas por «problemas
técnicos». En ella se señaló a la falta de combustible como el factor que más
incide en el déficit energético. Asimismo, se mencionaron otros dos: el estado
de la infraestructura y el incremento de la demanda. Además, se abordaron las
perspectivas de trabajo a corto, mediano y largo plazos en este rubro. A pesar
de ejemplificarse la complejidad del escenario existente, el mensaje final
–emitido por el primer ministro apenas unas horas antes del colapso del CEN–
fue: «Ya están los pasos próximos que nos permitirán ir a una recuperación, y
lo más rápido es el combustible (fuel oil y diésel) [con] que ya cuenta el país
para estabilizar la compleja situación actual».
Si nos ponemos rigurosos, ninguna de las informaciones
transmitidas en el espacio «justificaron» la emisión de este programa especial;
así como la connotación mediática que se le dio.
Para ejemplificar el alcance de la crisis,
ya existente en la noche del 17 de octubre, puede mencionarse que desde hace
varios meses el sistema electroenergético cubano no logra satisfacer la
demanda. El día 10 de octubre la máxima afectación por déficit en la capacidad
de generación alcanzó los 1153 Megawatts (MW), el viernes 11 se amplió a 1467
MW, el sábado 12 llegó a los 1278 MW, el domingo 13 de octubre –sin coincidir
con el denominado «horario pico»– se afectaron 1346 MW, el lunes 14 el déficit
máximo alcanza los 1358 MW y para el martes 15 se eleva hasta los 1641 MW
(Gráfico 1).
En los últimos meses, la demanda máxima en Cuba oscila entre
los 3000 y los 3500 MW. Contrario a lo que pudiera considerarse, es equiparable
con la de otros países del área que presentan índices poblacionales similares
al de la Isla. Para ejemplificar: la República Dominicana, con una población
que ya en este 2024 supera a la cubana, registró el pasado 26 de junio un
récord de demanda (hasta ese momento) de 3662,27 MW; en Bolivia, con 11,3
millones de habitantes según los datos oficiales de población obtenidos en el
Censo de marzo, se reflejó una demanda máxima de potencia en el Mercado Eléctrico
Mayorista (MEM) durante el mes de septiembre (día 25) de 1752,02 MW
(aproximadamente, la mitad en comparación con Cuba); en el caso de Ecuador,
país que supera a Cuba en unos siete millones de habitantes y hacia donde se ha
producido un movimiento migratorio de cubanos y cubanas, la demanda ronda los
4000 MW y se ve impactado por un significativo déficit; y Haití, con cerca de
once millones y medio de habitantes –país al cual muchos cubanos y cubanas se
han dirigido a comprar productos y comercializarlos en la Isla luego–,
demandaba en 2020 unos 500 MW [ello en un país en el cual el acceso a la
electricidad (porcentaje de la población) se informó en 49, 3 % en 2022].
Causas: explicaciones
y comprensiones
Como se mencionó, las principales causas de la crisis
energética son:
la falta de combustible, el estado de la infraestructura y
el incremento de la demanda. Las dos primeras, de manera particular, inciden en
las salidas del sistema de las principales plantas generadoras.
Desde la perspectiva gubernamental, ambas reciben el impacto
de la política de bloqueo económico, comercial y financiero impuesto por los
Estados Unidos a Cuba; la cual ha impedido en los últimos años contar con los
financiamientos necesarios y la disponibilidad en tiempo y forma para conseguir
el combustible.
No es solo cuestión de tener el dinero, sino de tenerlo a
tiempo para pagarle a los proveedores y que llegue el combustible a las plantas
generadoras de electricidad. Se debe considerar que cada barco que traslada
combustibles a Cuba proporciona el suficiente para aproximadamente 10 días. Eso
significa que hay que mantener y hacer los enlaces necesarios para que no se
vea interrumpido el suministro a las centrales productoras de electricidad.
Los envíos han estado afectados en los últimos años,
particularmente desde el segundo semestre de 2019. En el preámbulo de la
pandemia de la Covid-19 se dificultaron más por la agudización de la política
hostil norteamericana, que pudimos ver durante el mandato de Trump, política
que se ha mantenido durante la administración de Biden.
En esas circunstancias, las operaciones de persecución
financiera de los barcos de combustible y la posibilidad de pagar ese
combustible, han impedido un normal funcionamiento de la economía cubana.
La política de asfixia y genocidio y su incremento se
entiende no solo por la persecución financiera a esas transacciones para pagar
a tiempo, sino porque la acción norteamericana también busca torpedear las
principales fuentes de ingresos de la economía cubana. Un ejemplo: si se
visualiza la composición de la economía cubana hace seis años, podemos observar
que la venta de servicios profesionales –médicos, sobre todo– constituía una de
las principales fuentes de ingresos. En este periodo ha caído significativamente
la venta de servicios médicos (proveedores de recursos necesarios sobre todo
orientados a la salud pública), así como el turismo, el cual ha sido
desactivado o mermado por políticas públicas de migración como la Electronic
System for Travel Authorization (ESTA). Se trata, en efecto, de un país que es
objeto de un ataque planificado, quirúrgico y sistemático que no permite su
funcionamiento en condiciones normales.
Por lo tanto, este pico de la crisis energética tiene que
ver, durante los últimos meses, con la insuficiente capacidad financiera para
contar con combustibles fósiles y con las piezas de repuesto y otros insumos
básicos para poner en funcionamiento el Sistema Eléctrico Nacional, que hace
apenas diez años tenía el doble de la capacidad actual (producto de la campaña
dirigida por Fidel y conocida como «Revolución Energética»).
Es así que, a las 11:00 de la mañana del 18 de octubre, ese
sistema fue a cero total. «Cero total» significa, en términos del suministro
eléctrico, según los especialistas, una condición que es muy rara y es muy
grave. Esto pone en evidencia la precariedad material en áreas claves que
enfrenta el pueblo cubano.
Digamos que compartimos la perspectiva gubernamental, así
como el diagnóstico sobre la responsabilidad que tiene en la actual crisis la
política de asfixia estadounidense. No obstante, preguntémonos:
¿Se resuelve –y comprende por nuestra población– la crisis
actual con la simple mención a la responsabilidad de dicha política de asfixia?
No. Al menos cinco factores se conjugan:
El primero, un natural desgaste temporal. No es lo mismo
enarbolar una consigna de resistencia, o de condena al imperialismo
estadounidense, durante una década que por más de 65 años. Dicho desgaste se va
acumulando con la irrupción de sucesivas generaciones políticas.
En segundo lugar, la complicidad entre varios actores –que
se articulan por razones y desde enunciados diferentes– en disminuir el peso
real y efectivo que continúa teniendo la política hostil de los Estados Unidos
contra Cuba.
El tercero, la desesperanza y la desmovilización que son
hijas de las crisis de larga duración. Ya son más de treinta años desde los
inicios de los noventa.
Cuarto, el reto político que constituye dirigir un país con
una práctica de liderazgo –el de Fidel Castro– que se dilató, cuando menos,
casi medio siglo.
Y, finalmente, la afectación del prestigio, la legitimidad,
el apoyo y la confianza que –por diversas causas– marca a la actual dirección
nacional cubana en sus diferentes estructuras.
Necesidad de ver el
cuadro completo
El asunto no se trata solo del apagón «total» y se debe ver
el «cuadro completo»: las condiciones de hostilidad económica que han llevado a
este momento. Esto es corolario de una política histórica puesta en práctica
desde el 6 de marzo de 1960, cuando se plantea que la única manera previsible
de lograr el derrocamiento de Fidel Castro y de la Revolución, es generar y
mantener un curso de acción con medidas que provoquen la desafección al
gobierno a partir de la desesperación en las personas. Es decir, la política de
los Estados Unidos, enfocada en esta dirección, ha buscado y materializado
medidas cuyas consecuencias lleven a un escenario como el actual, en el cual
sea la desesperación de las personas la que solvente la protesta social contra
un régimen legítimamente establecido.
En este plano, una cuestión evidente es que, al producir la
destrucción progresiva y sistemática de las condiciones materiales de vida se
pueden crear las circunstancias de posibilidad para que un tipo de convulsión
social se manifieste.
Lo cierto es que hasta hoy eso no ha sucedido. Sí se han
producido legítimas y puntuales expresiones de protestas en algunos lugares,
que han trascendido y sido amplificadas utilitariamente por medio de las redes
sociales reaccionarias.
Sin embargo, esto no ha logrado articularse en un tipo de
convulsión social generalizada por un conjunto grande de factores: el primero
de ellos es que, aun en esta difícil coyuntura, hay una importante proporción
del pueblo cubano que tiene confianza en las posibilidades y en lo que pueda
hacer el gobierno y el Estado cubanos.
Eso es importante y sigue siendo una fortaleza, pero no
constituye un «cheque en blanco»: dicha confianza se fundamenta en que gobierno
y Estado actúen, cada vez más, en representación de la Revolución.
De hecho, lo que se ha visto, pero que ha trascendido menos
debido a los contextos de circulación de noticias falsas, son expresiones de
organización popular en los barrios con el objetivo de ayudar a quienes se
encuentran en condiciones más complejas, materializadas en caldosas y ollas
colectivas y en la solidaridad de personas que, contando con generadores
eléctricos o equipos de refrigeración, los han puesto a disposición de los
demás.
No se está, por tanto, en un punto en que pueda ser
inminente un tipo de convulsión social. No obstante, la agudización de las
circunstancias, unidas a que no se aprecia en el horizonte la posibilidad de un
cambio en la política norteamericana que permita hacer respirar a la economía cubana,
hace muy difícil pensar en una mejoría rápida y real de las circunstancias
vividas. Es un momento muy complejo y difícil, pero que no está en el punto de
convulsión social. Para que esto se dé tienen que coincidir, al menos, «dos
campos de posibilidad»:
Uno, las condiciones de orden material, es decir, la
pauperización de la vida, que es lo que se ha intentado generar y que ahora
evidencia un pico.
Dos, las condiciones de posibilidad desde el punto de vista
subjetivo y cultural, es decir, la tensión psicológica que lleve a ese punto de
desesperación. Este segundo campo de posibilidades no tiene masa crítica aún,
sin embargo, hay que estar atentos pues el enemigo cuenta con más posibilidades
y recursos para crear campañas en ese ámbito.
La gravedad de lo experimentado durante el pasado fin de
semana consiste, no solo en el problema de las «personas que llevan muchas
horas sin electricidad», sino en que es el escenario aspirado por los
anticubanos para provocar algún tipo de ensayo de convulsión social, que
termine o que le dé un golpe definitivo a la Revolución. El asunto, por tanto,
es parte de las medidas que en los últimos años el imperialismo ha tomado
contra la economía cubana, en la dirección de prefigurar escenarios como el que
se está viviendo, configurando un virtual colapso del sistema. Política que,
además, ha dado muestras de que el curso de acción es la no intervención (con
el objetivo de dejar que la situación explote).
Esto fue lo que se experimentó, por ejemplo, en el verano de
2021 durante la pandemia de la Covid-19, cuando las principales plantas de
producción de oxígeno medicinal del país se vieron interrumpidas por fallas, y
que llevaron a la muerte de personas por falta de oxígeno, debido a que los
Estados Unidos impidió la llegada a tiempo de las piezas y equipamiento
necesario para echar a andar las plantas; lo que ocurrió en el verano del año
2022, mientras se quemaban los principales depósitos de combustible ubicados en
la ciudad de Matanzas y en que el gobierno norteamericano no actuó teniendo las
posibilidades de hacerlo; o en los últimos años, en el oriente de Cuba, con los
huracanes y tormentas tropicales en que también se ha impedido acceder a
financiamiento que contribuyan a mitigar las situaciones.
El contexto actual, entonces, da cuenta de un entramado de
leyes y posiciones que hacen imposible el normal funcionamiento de la economía
de cualquier país del mundo (ninguno ha estado tanto tiempo sometido a las
condiciones de asfixia que posee Cuba).
A lo anterior se suma que este bloqueo se ha vuelto cada vez
más clasista en su aplicación: mientras que por una parte impide al Estado
cubano desempeñar su rol de distribución lo más justa posible y satisfacer las
necesidades básicas de la población, por otro privilegia un incipiente sector
privado que por su condición no tiene ni el propósito ni la vocación de
satisfacer esas necesidades básicas, al menos, de la mayoría de la población.
Llamado a acciones y
atenciones
En ese sentido, el llamado a las organizaciones sociales y políticas,
y al movimiento popular de la América Latina y el Caribe, es a mantenerse
atentos y a dimensionar la complejidad de la situación, comprendiendo las
expresiones de descontento legítimo en algunos lugares del país. A su vez, es
necesario entender de qué se trata y de dónde provienen estas situaciones, e
identificar la responsabilidad histórica que tienen los gobernantes
norteamericanos en estos eventos.
Además, se alerta de estar no solo atentos a la situación
particular y nacional, sino a dilucidar cómo están jugando la derecha y la
ultraderecha contrarrevolucionarias más allá de Cuba, las cuales intentan
utilizar este momento para provocar condiciones de posibilidad y generar
noticias que solventen y legitimen algún tipo de convulsión social, proyectada
como el caldo de cultivo para cualquier otro tipo de acción más grave en el
país. Esto no es una exageración retórica, sino que se fundamenta en las campañas
de desinformación de prensa de Miami o Madrid, por ejemplo, en las cuales un
pequeño grupo de la migración cubana se ha dedicado, durante estos días y de
manera particular, a estimular a la población buscando este tipo de salida.
Esta salida, desde una perspectiva histórica, encuentra sus orígenes en la
política amparada en la aplicación de la Ley Helms-Burton –cuyo nombre original
era Ley Bacardí–, una legislación norteamericana que desde el año 1996
contempla los pasos para una hipotética caída de la Revolución cubana y la cual
fue promovida por una familia de emigrados cubanos cuyas propiedades les fueron
expropiadas legítimamente.
Debemos tener en cuenta, entonces, el carácter histórico de
la complejidad del momento actual, toda vez que los enemigos históricos y
actuales así la reconocen, saben que han trabajado para ello y se preparan en
función de eso, hacen sus llamados y copan las redes sociales y los medios
informativos. Es decir, percatarse de los objetivos del imperialismo: por una
parte, distorsionar la realidad, las causas y las responsabilidades; por la
otra, buscar una salida violenta a la actual situación.
En ese plano, se necesita saber y socializar que hay en
curso un intento de hacer desaparecer materialmente las condiciones de vida de
una población y que se conozcan y se entiendan las causas de otros fenómenos
asociados a este asunto primordial. También se necesita acompañamiento, pero un
acompañamiento de verdad, solidario, que se expresa tanto en las declaraciones
–porque hace falta que la gente sepa que Cuba no está sola– y también en la
agencia de aquellos espacios que sí tienen condiciones de posibilidad real de
hacer cosas: demandar, en instancias internacionales, la eliminación definitiva
del bloqueo.
Este llamado a la solidaridad internacional se acompaña de
un certeza: está claro que nadie puede luchar por nosotros mismos, que nadie
puede hacer lo que nos corresponde a nosotros. Se trata de una lucha que data
de varias generaciones. Lo aprendimos en carne propia, y también admirando la
resistencia del pueblo palestino. Ahora el mundo habla de Palestina, pero los
cubanos llevamos a Palestina en la sangre hace muchos años.
De ellos aprendimos a no pedir que se ocupe nuestro lugar en
la lucha, pero que la solidaridad entre los pueblos sustituye cualquier
relación entre Gobiernos. Nuestra América es una sola, y si una argentina, un
chileno, una mexicana, un ecuatoriano (por no mencionar cualquiera de los otros
33 países de la región, comenzando por los países del Caribe que mantienen una
actitud muy valiente, porque son islas pequeñísimas, tienen mucho que perder y
han sido muy firmes y solidarias en relación con Cuba), si cualquier persona de
esos países siente como propio el dolor, la angustia y el sufrimiento de estos
días en Cuba, si entiende que su deber es luchar y colocar esas demandas donde
pueda hacerlo, es una contribución extraordinaria a la causa del pueblo cubano
que, en este minuto, como hace mucho tiempo, es también la causa de los pueblos
de la América Latina y el Caribe.♦