febrero 22, 2024

Círculo de Lectura # 180 - Abril de 2024

 Círculo de Lectura # 180 - Abril de 2024

"Asumir el desgarramiento: una conversación con Raúl Escalona"

Significado del legado martiano a la luz de los actuales desafíos que atraviesa la Revolución cubana

Por Gabriel Vera Lopes

Tomado de “La Tizza”, una revista digital que aspira a convertirse en plataforma de pensamiento para debatir el devenir del proyecto de la revolución cubana, su relación con las prácticas políticas del día, y sus futuros posibles.

https://medium.com/la-tiza/qui%C3%A9nes-somos-175a7e267f5a

«La muerte no es verdad cuando se ha cumplido bien la obra de la vida», dejaba escrito tiempo antes de ese 19 de mayo de 1895 cuando, en la localidad de Dos Ríos, la muerte encontró a José Martí sobre el campo de batalla, a caballo y con el sol en la frente.

Martí, el más universal de los cubanos, como alguna vez lo llamó Fidel, fue un revolucionario, poeta y periodista independentista de Cuba. Nacido un 28 de enero de 1853, fue el ideólogo del asalto al cuartel Moncada y uno de los líderes más destacados entre los círculos conspirativos contra la dominación española.

Este año, el calendario y la memoria quisieron que la conmemoración del natalicio de Martí se hilvanase con los 70 años de la primera Marcha de las antorchas, gesta encabezada por Fidel Castro que daría inicio a las luchas contra la dictadura de Fulgencio Batista.

Conversamos con Raúl Escalona, militante y miembro del colectivo La Tizza y especialista de la Sociedad Cultural José Martí, sobre el significado del legado martiano a la luz de los actuales desafíos que atraviesa la Revolución cubana. A 170 años del nacimiento de José Martí, ¿qué nos dicen su pluma, su verbo incendiado y su ejemplar heroísmo sobre nuestro presente? ¿Qué significa tener una mirada martiana sobre los desafíos de nuestro presente?

- Gabriel Vera Lopes: Este año se celebra una serie de aniversarios importantes para la memoria histórica de Cuba. Entre estos se resaltaron el 70 aniversario de la Marcha de las antorchas, ¿cuál crees que fue la importancia de esa movilización en la actual coyuntura cubana?

- Raúl Escalona: Es una tradición. Eso es importante tenerlo claro porque no es una movilización que surja por un problema político actual, ni es el resultado de una necesidad imperiosa concreta del presente; sino que constituye parte de una tradición que desde hace más de 50 años se realiza en la Revolución.

Inspirada en una marcha realizada el 27 de enero de 1953, en vísperas del centenario de José Martí, cuando un grupo de jóvenes liderados por Fidel Castro convocaron a una marcha con antorchas. La antorcha es un símbolo alegórico a la resistencia de la luz en medio de la oscuridad, y aludía a la necesaria redención de José Martí, que en el año de su centenario estaba mancillado.

El 10 de marzo de 1952 el general Fulgencio Batista había dado un golpe de Estado. Como señal de protesta, los jóvenes opuestos a ese suceso se movilizaron para redimir a Martí diciendo que la dictadura lo estaba negando y ellos iban a levantar la luz de ese pensamiento. La antorcha es ese símbolo, es un símbolo muy poderoso que efectivamente ha sobrevivido durante 70 años.

Entonces esta movilización siempre existe. Lo que coincide con ella son las causas de su actualidad. Creo que uno de los grandes símbolos en esta coyuntura ha sido, efectivamente, el de seguir defendiendo el proyecto de la Revolución y lo que representa. Pero esto, dicho así, es una abstracción: «el proyecto de la Revolución y lo que representa» no está diciendo nada concreto. Y decirlo hoy, en un momento donde Cuba está teniendo cambios significativos en su estructura económica, en su estructura estatal a partir de la Reforma constitucional de 2019, así como cambios generacionales en la dirección del Estado, marchar por la Revolución en el criterio que hemos defendido un grupo de compañeros y compañeras comunistas dentro de las organizaciones políticas significa marchar por la línea histórica y, podemos decir, por el proyecto de alcanzar toda la justicia social.

Es decir que si existen estos cambios, no sean cambios que vayan en detrimento de la Revolución, que vengan a limitar u obstaculizar su avance; sino que deben ser cambios que deben subordinarse al programa histórico de la Revolución. Que por determinadas coyunturas no puede seguir una marcha ascendente continua, sino que tiene que pasar por momentos de concentración para volver a expandirse.

Creo que la movilización del 27 de enero logró en alguna medida ese sentido. Fue una gran manifestación popular de respaldo a la Revolución y no sólo a las medidas gubernamentales. Porque hay que diferenciar también lo que significan ambas cuestiones. La Revolución como gran proyecto histórico de justicia social, que inició como real para todo el pueblo el primero de enero de 1959, pero que antes de eso tiene una historia y tiene un desempeño en luchas y en acumulados. La antorcha de Martí, sus ideales y lo que representa como histórico acumulado y mística fundamental de nuestra nación, tiene que ver con esa defensa. Valores que tenemos que seguir defendiendo, incluso con las transformaciones coyunturales o tácticas, sin abandonar nunca el carácter estratégico de la marcha histórica del pueblo cubano hacia la justicia social y la defensa de la emancipación plena del ser humano.

- G.V.L: Haces una distinción entre la Revolución como proyecto y horizonte, por un lado, y las estructuras del Estado y el Gobierno, por el otro. De esta manera, el apoyo al proyecto de la Revolución puede o no coincidir con un apoyo gubernamental. ¿Cómo distinguirías estos dos elementos? y, a partir de ahí, ¿cómo crees que se puede pensar ese vínculo?

R.E: Creo que uno de los autores que en los finales de su vida manejó esta tesis es Fernando Martínez Heredia, que habló de la relación entre el proyecto y el poder. Y creo que quien integró magníficamente este problema en su práctica política fue, precisamente, Fidel Castro. Si se analiza la historia de la Revolución desde sus instituciones, como lo han hecho Juan Valdés Paz y otros autores que han trabajado este problema, constatamos que existe una variación en estructuras estatales, en constituciones, en leyes. Vivimos en septiembre del año pasado lo que fue la transformación del Código de las Familias, que cambia con respecto al existente de los años setenta. O sea, esas variaciones estructurales, esas variaciones de estructura del Estado, de concreción específica de la manera de organizar un proceso, podemos decir que es el poder. Así lo declara Fernando Martínez Heredia. Y siempre han existido variaciones del poder.

Pero existe efectivamente un proyecto. Un proyecto que es un poco más amplio, más trascendente, que logra materializarse y objetivarse en militancias concretas. Entonces la relación se tiene que dar siempre en cómo el poder permite realizar ese proyecto histórico. Un proyecto que consiste en borrar todas las discriminaciones, todas las explotaciones y todas las opresiones. Lo cual supone, incluso, salir del mundo colonial, lo que supone salir del subdesarrollo en determinado momento. El proyecto es ese. Amplio, utópico, cargado de sueños y deseos, pero también de dolores y sufrimientos, de necesidades muy concretas que se fundamentan en los horrores del mundo capitalista.

¿Cómo se realiza ese proyecto? Con la organización concreta de una sociedad: en los centros de trabajo, en los lugares de estudio, en los barrios y también en los ministerios. Pero no se puede abandonar la mirada de que el poder no existe para sí mismo, de que el poder no existe para realizarse ad infinitum. No, el poder existe como la forma en que el proyecto tiene que ir realizándose en la sociedad. Y esa es una tesis — y un legado — muy valioso y muy potente de Fernando Martínez Heredia que debemos reivindicar.

Cuando hablamos de la Revolución nos referimos a esa idea trascendente y al nombrar al Estado y sus estructuras debemos hacer esa distinción, que es de método, porque en la percepción colectiva se entremezclan todas las cosas. Efectivamente existe una estructura del Estado concreto. Pero existe una alegoría, una forma trascendente de organizamos como militancias y como revolucionarios. Una forma trascendente que es la esperanza.

La esperanza no tiene una forma estatal. La esperanza es un sentimiento que nos conduce a sacrificarnos. Ahí es donde radica el proyecto de la Revolución: la confianza en que precisamente ese sacrificio vale la pena y que efectivamente podemos llegar a un mundo mucho mejor.

- G.V.L: Hilvanando el problema del vínculo entre el proyecto y las fluctuaciones de poder durante estos más de 60 años de la Revolución, ¿cómo crees que se vincula el proyecto de Martí con el proyecto emancipatorio de la Cuba actual?

R.E: El proyecto martiano es un proyecto «radical y armonioso» como él mismo lo denominaba. Armando Hart insistió mucho en esa idea. ¿Por qué? Porque en la independencia cubana, Martí, a diferencia de los revolucionarios anteriores a él, logra mirar más allá del momento exacto de la independencia. Es decir, además de observar la guerra como procedimiento político para lograr la independencia, Martí logró distinguir la guerra de la revolución, y esa constituye una distinción muy reveladora y significativa en su pensamiento.

En su concepción, primero llegaría la guerra y luego vendría la revolución. Porque la revolución tuvo un carácter de transformación profunda de las relaciones que se daban en la sociedad colonial. Por eso habló de una Segunda Independencia de la América Latina. Es decir, había que sacarse a la colonia de la costilla porque entendía que el colonialismo español había quedado en nuestra tierra agazapado como un tigre — que es la imagen que usó en Nuestra América — y que ese tigre en cualquier momento podía salir y hacer mucho daño.

Entonces, ahí existe una diferencia sustantiva en el proyecto emancipatorio martiano, que se distingue de los movimientos independentistas que solo pretendían la independencia formal.

Martí entiende que en la república hay que hacer una revolución, hay que transformar estructuras sociales, hay que tomar el problema de los pobres de la revolución de la tierra, hay que atender el problema clasista, hay que atender el problema racial. Ya desde su brillante prédica revolucionaria, como la denomina Fina García Marruz, él logra con el verbo encendido poner todos estos problemas ante el pueblo cubano en la emigración patriótica y en los textos de Patria; logrando hacer visible el problema del racismo, el problema del colonialismo y el problema de la pobreza. Hay en Martí un acumulado histórico que se trunca parcialmente con su muerte, pero pervive en determinados bolsones en la República cubana posterior.

Ese acumulado histórico está ahí: reside como herencia en una parte del pueblo y su intelectualidad. El Movimiento 26 de Julio, el asalto al Moncada y la Generación del Centenario lo reivindican. Porque precisamente esos problemas históricos que Martí detectó en su momento, que detectó en su tiempo, no solo que siguen existiendo, sino que se han agravado. La dominación imperialista sobre la que Martí escribió, no solo existía en ese contexto, sino que quizás estaba en su apogeo bajo la forma de una dictadura militar apoyada directamente por el gobierno de los Estados Unidos.

Entonces hay una asunción de la Generación del Centenario de esos problemas históricos que Martí planteó; no sólo como una guerra de liberación nacional sino como una revolución. En esta perspectiva —al decir del intelectual Luis Toledo Sande— es donde cobra sentido la autoría intelectual del asalto al Moncada atribuida por Fidel a Martí. Incluso hoy sigue siendo autor intelectual de los nuevos combates.

La libertad no es suficiente si no nos sacamos, decía Martí, el colonialismo y todos estos problemas de las entrañas. La Revolución asume esa tradición. Por eso hay una canción que dice algo así como que Martí lo prometió y Fidel lo cumplió.

¿Cómo nos podemos enlazar a ese proyecto emancipatorio martiano que es extraordinariamente adelantado para su época? Un proyecto martiano que logra detectar los problemas del imperialismo norteamericano sin denominarlo de esa manera y apunta que en Cuba se decidía el equilibrio del mundo y que sería la Isla el posible bastión sobre el cual avanzaban los Estados Unidos sobre la América Latina.

- G.V.L: Y en esta actualidad, donde no solo la Revolución atraviesa importantes cambios, sino que también pareciera que la Revolución es asechada por una crisis de envergadura, ¿cómo se enlaza hoy la revolución como proyecto con ese proyecto martiano?

R.E: Yo creo que la relación es muy directa, la revolución no es el cumplimiento de un programa o de una acción concreta. La revolución es un movimiento de actualización, de ampliación constante de un programa político constante que logra detectar nuevas causas y combatir por ellas. Que logre incorporar nuevos problemas y combatir por su solución, sin abandonar nunca la actualidad del pensamiento martiano.

¿Acaso podemos decir que no hay racismo? No, hay racismo en Cuba, existe racismo estructural y que también la Revolución, como una Revolución concreta, se reproduce en determinadas instancias.

¿Podemos decir que se acabó el colonialismo? ¿Podemos decir que no somos sociedades colonizadas cultural y económicamente? No podemos decirlo. Y es ahí donde siguen estando los combates fundamentales que Martí pensó en su época como acumulados históricos que regresaron. Claro que no podemos pensar con las mismas palabras, ni con las mismas estructuras que pensó Martí. El enlace en que se encuentran esos proyectos históricos está en el origen mismo de la Revolución cubana.

En esas encrucijadas se juega la continuidad del proyecto martiano. Precisamente en decidir si el sacrificio que se ha emprendido durante ya casi 65 años debemos continuarlo para poder alcanzar una verdadera emancipación o si abandonamos el impulso del pensamiento martiano, y traicionamos a Martí. Esa es una encrucijada continua de la revolución como proceso real: preguntarse si valen todos los sacrificios y avanzar, o si es hora de abandonar el proyecto nacional revolucionario y patriótico.

“La revolución no es el cumplimiento de un programa o de una acción concreta. La revolución es un movimiento de actualización constante, de ampliación constante de un programa político que logra detectar nuevas causas y combatir por ellas”

- G.V.L: Señalabas que en la concepción martiana el problema de la independencia política tiene una relación con el proceso de la emancipación social. El pensamiento de Martí se encuentra muy atravesado por lo que tradicionalmente podemos llamar «la cuestión social». En este presente que por momentos pareciera ser tan adverso, ¿a qué sujeto se les presentan esas encrucijadas que señala la Revolución?

R.E: El sujeto depositario sigue siendo «el pueblo si de lucha se trata», como diría Fidel en La Historia me absolverá. Incluso es una relación mucho más compleja: porque hoy los sujetos en donde se intersecan las opresiones, ese sujeto quizás entienda que su enemigo inmediato, que quien esté causando su opresión más cercana, es el gobierno del país. Que la escasez pudo haber sido provocada directamente por la ineptitud del gobierno. Pero habría que preguntarse, y yo creo que la política y la historia siempre nos inquiere sobre esto, si los enemigos del gobierno son los aliados de ese sujeto. Es decir, si la sustitución del gobierno por sus enemigos actuales — que podemos identificarlos con la derecha proimperialista que conspira y que promueve el fin de la Revolución — van a ser los que van a solucionar efectivamente las demandas de ese sujeto popular.

Una reflexión que no puede prescindir de entender que efectivamente ese sujeto popular está sufriendo de una manera descarnada los efectos de la crisis, los errores de la burocracia y los errores del gobierno y también sufre los errores no provocados por el enemigo. Existe eso.

Entonces, hay que preguntarse si los enemigos de la revolución son los posibles ejecutores del programa de soluciones que necesita el pueblo. Martí sigue hablando de ese oprimido: con los oprimidos hay que hacer causa común. Ese sujeto popular cubano que está sufriendo todos los efectos de esta crisis es nuestro aliado, el principal aliado de los comunistas. Y los comunistas debemos actuar como los aliados de ese sujeto popular fragmentado y desgarrado. Pero cuando el efecto de la crisis se acrecienta y una parte del sujeto popular identifica al gobierno como el principal responsable, efectivamente hay una fractura. Algo se rompe.

En ese punto es necesario entender que hay algo que el campo de la revolución no ha logrado explicar. Hay algo que el campo de la revolución no ha logrado hacer para colocar un matiz en esa situación tan difícil, en esa situación tan grotesca.

Entonces yo te diría que sí, que ese programa que tú le denominas de naturaleza social, ese programa tiene que seguir siendo el adoptado por la Revolución, tiene que seguir siendo el objetivo de la Revolución. No de una manera asistencialista, sino de una manera profundamente liberadora. Pero hay que pensar siempre si los enemigos de lo que representa la Revolución ahora mismo van a resolver o se plantean la solución de las dificultades que tiene el sujeto popular. O si, por el contrario, la ejecución de ese programa que pueda dar soluciones a los problemas acuciantes de nuestro pueblo sigue siendo un punto de mira del programa del gobierno y de la Revolución.

Efectivamente ahí le va la vida a la Revolución: en conservar su base social, que siempre han sido los más humildes.

- G.V.L: Toda acción política implica una pedagogía. Martí es un gran pensador de la pedagogía. En ese sentido, ¿qué vínculo se puede estrechar entre ese sujeto que sufre y la práctica pedagógica revolucionaria?

R.E: Yo creo que Martí es un pedagogo de su propia vida. Es un pedagogo en su propia práctica política porque no sólo era capaz de convidar con el convencimiento de la palabra, sino con el convencimiento de sus actos. Martí era el primer militante de su prédica.

Una imagen de esta pedagogía es su actitud cuando fracasa el plan de La Fernandina. Él siente que sobre él iban a venir a demostrar de ese fracaso, lo cual le causa una enorme desesperación. Uno de sus biógrafos lo narra, siente una desesperación tan grande que eso, lejos de derrotarlo, le da más impulso y logra rearmar casi que milagrosamente la revolución y logra emprender la tarea de llevar a los principales generales a Cuba. Eso es una enseñanza pedagógica también. Es decir, en un momento donde pareció que prácticamente los esfuerzos de años de colectas de dinero del Partido Revolucionario Cubano se habían perdido. Es un momento de desesperación absoluta para el movimiento revolucionario independentista. La reacción de José Martí no es de hundirse en la depresión, sino la de redoblar la apuesta, de apurar la marcha.

Por eso a veces la imagen de ese Martí poeta, de un tipo melancólico, que casi que está en la esquina oliendo flores y se muere de amor, es una imagen un tanto distorsionada. Ese momento es bastante duro, luego del esfuerzo de tres años pareció que de pronto se desaparece todo. Sin embargo, lo que hace eso es insuflarle más energía y en un tiempo muy corto logra reunir un dinero y traer la guerra a Cuba y a los principales generales con unos recursos escasos.

Ahí hay una pedagogía revolucionaria muy intensa. Nos dice que en los momentos de más dureza política no sólo hay que empeñarse en la causa que uno defiende, sino que hay que hacerlo con astucia. Una pedagogía que llama a ser parte del sufrimiento. O sea, sentir en carne propia lo que significa un fracaso. Creo que eso es algo que necesitamos. Martí era capaz de transmitir ese sentimiento de desgarramiento que significaba para un cubano no estar en su país, no tener una patria; y era capaz de transmitirlo no debido al uso de una técnica «comunicativa», sino como parte de su propia vida, porque él sintió ese desgarramiento.

Nosotros, y cuando digo nosotros no solo me refiero a los revolucionarios cubanos, sino al pueblo cubano y los dirigentes cubanos, debemos ser capaces de transmitir lo que significa el desgarramiento del bloqueo, el crimen de no poder construir en relaciones de igualdad con el mundo el proyecto de Nación por el que apostamos, y que ese proyecto sea saboteado a cada minuto en una guerra sin bombas.

Porque el bloqueo no solo hay que transmitirlo en cifras. El bloqueo hay que transmitirlo en el desgarramiento que significa. El principal crimen del bloqueo es lo que nos imposibilita hacer: la esperanza que nos quita, el aciago que representa la escasez. El pueblo cubano debería ser un pueblo que piensa de la manera más sublime las formas de emanciparse y, sin embargo, el pueblo cubano es un pueblo que por causa de la escasez tiene que vivir pensando en cómo y qué comer muchas veces.

Eso no nos quita lo sublime, pero nos resta tiempo para construir el futuro que queremos. Y esa circunstancia hace que, como Martí, tengamos que redoblar los esfuerzos y sacar de donde no hay, porque si en aquel momento había que llegar a Cuba así fuera en una uña, hoy debemos sostener la esperanza de la Revolución en las situaciones más difíciles, y debemos hacerlo de manera sincera, razonable y testimonial, no con panfletos y discursos vacíos que oscurecen toda esperanza.

Ese desgarramiento hay que transmitirlo y la pedagogía política martiana puede contribuir mucho. Supongo que escucharlo debe haber sido mucho más impresionante. De hecho, hay un testimonio de un tabaquero al que le preguntan «¿Y usted entiende algo de lo que dice Martí?». Pues bueno, la escritura y la oratoria martiana son extraordinariamente enrevesadas. Y el hombre responde: «no, no entiendo lo que él dice, pero cuando lo escucho, siento deseos de morir por él». Es un testimonio que recoge Fina García Marruz en su libro El amor como energía revolucionaria en José Martí.

La pedagogía política era él mismo. Era la vida misma de la Patria hablando y escuchando todos los desgarramientos. Entonces nosotros, de esa pedagogía política martiana tenemos que asimilar lo que significa la revolución y transmitir lo que significa la revolución desde ese sentimiento profundo. Porque la revolución no es sólo un problema de cuchillo y tenedor, retomando a Rosa Luxemburgo. La revolución es una experiencia subjetiva que consiste en salir de relaciones alienadas, salir del malestar al que nos reduce la sociedad capitalista. La revolución tiene que ser eso también, tiene que ser un sentimiento desgarrador del mundo viejo para convertirse en un sentimiento renovador: una experiencia de vida gratificante del mundo que estamos viviendo. Vivir en la causa. Y si uno es un dirigente, ser el primer militante de la esperanza.

- G.V.L: Asumir el desgarramiento de las injusticias, así como mantener una práctica dialógica y pedagógica con quienes sufren, pareciera una capacidad ajena a las prácticas de las burocracias estatales. ¿Qué lugar ocupa la burocracia, así como las prácticas burocráticas en la actualidad cubana, en su crisis y en la Revolución como proyecto?

R.E: Yo no me atrevería a decir que hay una clase social burocrática. Ese es un debate muy extenso, que no me siento en capacidad de abordar. Pero sí quiero señalar que la burocracia es muy heterogénea. Un hijo de obrero puede llegar a ser el más dogmático primer secretario del partido. Porque del pueblo no solo emergen flores, también emergen espinas. Y no podemos romantizarnos ni idealizarnos como pueblo. En este proceso es el pueblo educándose a sí mismo.

Si uno va a las direcciones del Poder Popular, a las direcciones del Partido o del Gobierno, no va a encontrar privilegiados ni personas con apellidos complejos. Van a verse Pérez y Rodríguez y gente de extracción popular. Gente que cumple sus funciones bien o lo hace mal. Por eso la importancia de la pedagogía se puede explicar por ahí también: es el pueblo aprendiendo de sí mismo a gobernar. Ese es un gran drama: a nosotros, a la Revolución cubana, nadie nos dijo cómo tenía que ser o cómo había que hacer.

No está escrito. En esa entrevista que realiza Ignacio Ramonet a Fidel le pregunta qué error pudieron haber cometido y él dice: «creer que alguien sabía cómo se hacía el socialismo». Es precisamente eso. Un pueblo que nunca se ha gobernado, un pueblo que de pena tiene la tarea de conservar la ciudad, que de pena tiene la tarea de organizarse, y que nunca lo había hecho. O que sólo lo había hecho mediante mecanismos de disciplinamiento del capitalismo. Mediante formas que aparecen el control en la clase media, mientras los hijos de las clases altas dirigían las grandes empresas. Disciplinando a las clases proletarias para que recojan la basura, chapeen el patio y mantengan la belleza burguesa. Entonces de pronto desaparecen esos mecanismos de disciplinamiento y emerge ese carácter maravillosamente heterogéneo que tiene cualquier pueblo del mundo, no solo el cubano. Emerge en su mal vestir, en su mal hablar, en su mala educación, pero también en sus buenas costumbres, en sus formas de conservar los lazos comunitarios y de solidaridad.

Cuando hablamos del funcionario, del burócrata, hay que entender también que ese funcionario, ese burócrata, no viene del éter. Viene también de ese pueblo ignorante que no tuvo padres universitarios. Tiene que ir asimilando un discurso. No sabe cómo ser un hombre nuevo, ni una mujer nueva. ¿Eso donde se aprende? La dominación hasta ahora nos lo indica, nos lo dice en el tejido social. Tú eres negro, gaucho, mujer, chicana, latino en Miami, y para todo eso tiene muchas funciones. Pero cuando ese tipo de poder disciplinador desaparece, ¿cómo se organiza la sociedad? Por eso la Revolución cubana es una búsqueda y está llena de errores en esa búsqueda.

El capitalismo no fracasa buscándole un nuevo rol a los oprimidos o a los explotados. Esos roles ya los tiene preestablecidos. Sabes muy bien qué es lo que tienes que hacer si naciste en un barrio industrial o si eres un directivo potencial. Está prefigurado y existen modos de hacerte entender cuál es tu lugar.

La Revolución, en su búsqueda, se propone hallar un nuevo rol concreto, provechoso y virtuoso para todos y todas. Un lugar en la sociedad mediada por la dignidad como principio ético. Porque la Revolución va por la dignificación de las personas. Pero, de nuevo, ¿eso dónde está escrito? No existe. Hay que construirlo y en su construcción está permeada de todas estas contradicciones. Hay que construir sobre el dogmatismo, sobre el oportunismo, sobre la corrupción, sobre la penetración imperialista, los servicios especiales, una posible invasión, una crisis económica, la escasez, la miseria, los enfrentamientos. Entonces la complejidad es muy grande... es enorme. El proyecto de la Revolución es enorme.

- G.V.L: Un carácter procesual y permanente de la revolución...

R.E: La revolución es ese movimiento, es esa actualización constante del programa político del pueblo. Debe andar, perfeccionando sobre el camino, y corrigiendo sobre la marcha. Sin perder ese fundamento esencial que es alcanzar efectivamente un estado de justicia superior.

Y en ese andar hay que ir naturalizando la solidaridad, no solo el egoísmo.

Hay que naturalizar el ser solidario, hay que naturalizar el ser empático, el ser comprensivo. ¿Y acaso lo hemos naturalizado? Sin dudas en algún momento ha habido más naturalización de eso en Cuba que en estos momentos. Porque la Revolución tiene sus regresiones, así como lo tiene el combate. De eso va la Revolución.

En estas fechas martianas, debemos preguntarnos si están encendidas nuestras antorchas. Y si con ellas podemos iluminar la regeneración del proyecto revolucionario.

Círculo de Lectura # 179 - Marzo de 2024

 Círculo de Lectura # 179 - Marzo de 2024

"Raúl: La Revolución Cubana, tras 65 años de existencia, lejos de debilitarse, se fortalece"

Por Raúl Castro

2 de enero, 2024 - Tomado de Razones de Cuba

http://razonesdecuba.cu/raul-la-revolucion-cubana-tras-65-anos-de-existencia-lejos-de-debilitarse-se-fortalece/

Discurso pronunciado por el General de Ejército Raúl Castro Ruz, líder de la Revolución, con motivo del Aniversario 65 del triunfo de la Revolución, en el parque Céspedes, Santiago de Cuba, el 1ro. de enero de 2024, “Año 66 de la Revolución”.

(Versiones Taquigráficas - Presidencia de la República)

Compatriotas:

Arribamos al 65 aniversario del triunfo de nuestra Revolución socialista. Muchos han sido los retos y desafíos que hemos tenido que enfrentar para llegar hasta aquí; pero ha valido la pena, la obra de la Revolución y sus conquistas sociales, aun en medio de las dificultades, así lo corroboran.

Para Fidel ha sido el primer pensamiento de los cubanos en esta histórica conmemoración, especialmente aquí, en la heroica ciudad de Santiago de Cuba que atesora sus inmortales restos, y también para todos los caídos en el noble propósito de alcanzar y preservar la independencia de la patria.

Nos congrega el mismo lugar donde Fidel proclamó el Primero de Enero de 1959, el triunfo de la única Revolución que ha existido en Cuba, iniciada el 10 de Octubre de 1868 por Carlos Manuel de Céspedes, el Padre de la Patria, cuyo nombre lleva esta plaza.

Por paradojas de la historia, el entonces naciente imperio yanqui consumó la ocupación militar de Cuba el primero de enero de 1899, por tanto, duró exactamente 60 años su dominio total sobre nuestra isla.

Uno de los más vergonzosos e indignantes actos del ocupante en aquellos días fue impedir la entrada a la ciudad de las tropas del Ejército Libertador comandadas por el mayor general Calixto García, sin cuya actuación no hay duda de que los españoles hubieran derrotado en toda la línea a aquellos arrogantes, pero bastante ineptos invasores. Por eso Fidel, cuando se encontraba a las puertas Santiago, afirmó en su alocución por Radio Rebelde: “Esta vez los mambises entrarán en Santiago de Cuba [...] La historia del 95 no se repetirá”, concluyó.

Recuerdo aquella memorable noche del Primero de Enero de 1959. Como muchos saben, por decisión del Comandante en Jefe yo había llegado horas antes a Santiago con la misión de consolidar la rendición de la guarnición del cuartel Moncada, unos 5 000 hombres que estaban en esta ciudad, además de la fuerza principal de la Marina de Guerra, y me encontraba, como uno más, entre la multitud que colmaba esta plaza.

Fidel, al verme, ordenó que subiera a la tribuna y hablara a los presentes, solo dije unas breves palabras que no se conservan, pero eso no es importante. Sí están las de Fidel, que en esa ocasión nos advirtió: “La Revolución empieza ahora; la Revolución no será una tarea fácil, la Revolución será una empresa dura y llena de peligros”. Ocho días después, tras su entrada triunfal a la capital, insistió en ello, cuando expresó: “La alegría es inmensa. Y sin embargo, queda mucho por hacer todavía. No nos engañamos creyendo que en lo adelante todo será fácil; quizás en lo adelante todo sea más difícil”, afirmó.

Fue su temprana alerta de no sobrestimar los éxitos y prepararse para encarar la opción más difícil, y la vida se encargó de demostrar cuánta razón tenía. El camino recorrido no ha sido fácil, hemos tenido que enfrentar la permanente y perversa agresividad del enemigo, que ha acudido incluso a la invasión militar, al terrorismo y a un despiadado y cruel bloqueo, condenado por la abrumadora mayoría de las naciones del mundo, en su intento fallido de destruir nuestra Revolución y borrar su inspirador ejemplo para otros pueblos, de que sí es posible edificar una sociedad justa y humana, con iguales oportunidades para todos.

La política de hostilidad permanente y de bloqueo del Gobierno de los Estados Unidos es la principal causa de las dificultades de nuestra economía. No tengan duda de esta realidad, aunque el enemigo invierta millones de dólares y mucho esfuerzo para ocultarla. La secundan algunos que actúan contra su propia patria, ya sea por afán de lucro o simplemente por espíritu de siervos. Otros se dejan confundir por sus mentiras, y en cierta forma le hacen el juego inconscientemente, agobiados por las dificultades cotidianas. Con estos últimos no podemos perder la paciencia, debemos escucharlos, explicarles hasta convencerlos con la poderosa arma de la verdad, que está de nuestra parte.

Lo anterior no significa en modo alguno que desconozcamos nuestras deficiencias y errores, que nunca han sido de principios. La dirección de la Revolución se ha caracterizado, a lo largo de estos 65 años, por su transparencia y espíritu autocrítico, al debatir con el pueblo cualquier insuficiencia, consciente de que únicamente entre todos seremos capaces de erradicarlas.

En el tránsito por el ignoto camino que conlleva construir el socialismo en un país pobre y sometido a constantes agresiones, nos hemos visto obligados a crear nuestras propias maneras de hacer, evidencia de que el proceso revolucionario cubano se ha caracterizado siempre por una inmensa capacidad creadora.

Hoy podemos decir con sano orgullo que ni agresiones externas, ni los golpes de la naturaleza, ni nuestros propios errores han impedido que lleguemos a este 65 aniversario. ¡Aquí estamos y aquí estaremos! (Aplausos.)

Ello ha sido posible, en primer lugar, por la demostrada resistencia y seguridad en sí mismo de nuestro heroico pueblo; por la sabia conducción del Comandante en Jefe de la Revolución Cubana Fidel Castro Ruz; por la existencia de un Partido, devenido en digno heredero de la confianza depositada por el pueblo en su líder, y por la unidad de la nación.

A esta trayectoria se refirió hace unos momentos el compañero Díaz-Canel, en su repaso de la epopeya vivida por los cubanos durante estos 65 años, y que se prolonga a los difíciles e inolvidables momentos del Moncada, del Granma y de la lucha en la Sierra y el llano, hasta alcanzar el verdadero triunfo, un día como hoy.

Y mientras mayores sean las dificultades y los peligros, más exigencia, disciplina y unidad se requieren. No una unidad alcanzada a cualquier precio, sino la basada en los principios que tan certeramente definió Fidel en su reflexión del 22 de enero de 2008, y cito: “Unidad significa compartir el combate, los riesgos, los sacrificios, los objetivos, ideas, conceptos y estrategias, a los que se llega mediante debates y análisis. Unidad significa la lucha común contra anexionistas, vendepatrias y corruptos que no tienen nada que ver con un militante revolucionario”. Y agregó otra idea esencial: “Debemos evitar que, en el enorme mar de criterios tácticos, se diluyan las líneas estratégicas e imaginemos situaciones inexistentes”.

Así es nuestra unidad, que no surgió por arte de magia, que hemos construido entre todos de forma paciente, ladrillo a ladrillo. En la Revolución Cubana ha tenido cabida cada patriota sincero, con el único requisito de estar dispuesto a enfrentar la injusticia y la opresión, a trabajar en bien del pueblo y a defender sus conquistas.

En esa fragua de acción y pensamiento se forjó nuestro Partido, ajeno al autoritarismo y las imposiciones, escuchando y debatiendo los diferentes criterios y dando participación a cuantos estén dispuestos a sumarse a la obra. Modestia, honestidad, apego a la verdad, lealtad y compromiso han sido la clave. En el socialismo y su obra, en la unidad y la ideología revolucionaria se sustenta nuestra capacidad de resistir y vencer (Aplausos).

La unidad es nuestra principal arma estratégica; ha permitido a esta pequeña isla salir airosa en cada desafío; sustenta la vocación internacionalista de nuestro pueblo y sus proezas en otras tierras del mundo, siguiendo la máxima martiana de que patria es humanidad. ¡Cuidemos la unidad más que a la niña de nuestros ojos! No tengo duda de que así será. Estoy convencido de que los Pinos Nuevos, nuestra combativa juventud, así lo garantizará.

La unidad formada por el Partido, el Gobierno, las organizaciones de masas y todo nuestro pueblo, y como parte de este los combatientes de las Fuerzas Armadas Revolucionarias y del Ministerio del Interior, es el escudo contra el que se estrellarán, una vez más, todos los planes subversivos del enemigo, que incluyen desde el uso sistemático de la mentira hasta el terrorismo.

Hoy puedo afirmar con satisfacción que la Revolución Cubana, tras 65 años de existencia, lejos de debilitarse, se fortalece (Aplausos), y como ya dije hace una década, un día como hoy y en este propio lugar, sin compromisos con nadie en absoluto, solo con el pueblo (Aplausos).

Compañeras y compañeros:

Sé que expreso el sentir de la Generación Histórica al ratificar la confianza en quienes hoy ocupan responsabilidades de dirección en nuestro Partido y Gobierno, y en las demás organizaciones e instituciones de nuestra sociedad, desde los más altos cargos hasta las decenas de miles de dirigentes de base que están en la primera línea de combate. En circunstancias muy difíciles, la inmensa mayoría de ellos viene demostrando con su actuación la necesaria firmeza revolucionaria y voluntad para sortear las dificultades actuales y salir adelante junto a nuestro pueblo.

Quienes, por insuficiente capacidad, falta de preparación o simplemente por haberse cansado, no estén a la altura que exige el momento, deben ceder su puesto a otro compañero o compañera dispuesto a asumir la tarea.

A todos nuestros cuadros los convoco a meditar cada día sobre qué más puede hacerse para justificar la confianza y el ejemplar respaldo de nuestros compatriotas, aun en medio de tantas necesidades, a no ser ingenuos ni triunfalistas, a evitar respuestas burocráticas y cualquier manifestación de rutina e insensibilidad, a encontrar soluciones realistas con lo que tenemos, sin soñar que algo nos vaya a caer del cielo. Igualmente, dentro de las muchas tareas y retos cotidianos, encuentren tiempo para superarse, los conocimientos han sido siempre un arma esencial, y lo son mucho más en presente.

Si grandes son los retos y dificultades actuales, mayor es la obra de la Revolución, que constituye su mejor e irrebatible defensa ante las infamias del enemigo, una obra palpable en cualquier rincón de Cuba en el orden material y espiritual.

La Revolución dignificó a Cuba y a los cubanos. El concepto mismo de poder asumió una dimensión nueva cuando la política dejó ser feudo de una élite y todo el pueblo se convirtió en protagonista de su destino. Por eso tenemos que defender y llevar adelante esta Revolución de los humildes, por los humildes y para los humildes.

La historia nos ha enseñado con creces a dónde conducen la resignación y el derrotismo. No nos limitemos a resistir. Vamos a salir de estas dificultades, como lo hemos hecho siempre, ¡combatiendo! (Aplausos), con la misma decisión de Baraguá, del Moncada, del Granma, de Girón y con las firmes convicciones que nos inculcó el Comandante en Jefe.

Esto se traduce hoy en trabajar más y sobre todo hacerlo bien. Es nuestro compromiso con la gloriosa historia de la patria y el mejor homenaje a los caídos.

Como explicó de forma diáfana el Primer Ministro, compañero Manuel Marrero, hace solo unos días en la Asamblea Nacional del Poder Popular, en la compleja e inaplazable batalla económica es imperativo avanzar en productividad, orden y eficiencia, aunque ello implique algunos sacrificios para crear las condiciones que nos permitan salir de la actual situación y desarrollarnos.

Encontrar respuesta a estas dificultades es un deber ineludible de todos los revolucionarios cubanos. En fecha tan significativa, solicito a nuestro pueblo sumarse de forma consciente y responsable, como nos tiene acostumbrado, a este empeño que hoy exige la patria.

Reitero una convicción que expresé en el Parlamento cubano el primero de agosto de 2010: “A nosotros, los revolucionarios cubanos, las dificultades no nos quitan el sueño, nuestro único camino es proseguir la lucha con optimismo e inclaudicable fe en la victoria” (Aplausos).

En este supremo empeño, las Fuerzas Armadas Revolucionarias y el Ministerio del Interior, fieles y seguros guardianes de la Revolución, participarán decididamente. Si ayer de las armas victoriosas del Ejército Rebelde emergió libre, hermosa, pujante e invencible la patria nueva, hoy puedo afirmar que ante cualquier amenaza o debilidad sus combatientes no renunciarán a continuar siendo, junto al Partido, el alma de la Revolución (Aplausos).

Queridos compatriotas:

Como afirmó el Comandante en Jefe en su mensaje al constituirse la Asociación de Combatientes de la Revolución Cubana, hace treinta años: “...No hay contradicciones generacionales en la Revolución por una simple razón: porque no hay envidias ni ansias de poder entre sus hijos.

“Ninguno de los viejos luchadores nos aferramos a cargos ni nos consideramos acreedores de la patria por haberle prestado un servicio, y mientras nos queden fuerzas estaremos en el puesto que se nos asigne, por modesto que sea”. Hasta aquí las palabras de Fidel, que parecen dichas hoy.

En esta fecha de tanto significado puedo afirmar que nuestro mayor orgullo y satisfacción es haber estado junto a Fidel en cada momento de alegría, indignación o tristeza; haber aprendido de él la importancia decisiva de la unidad; a no perder la serenidad y la confianza en el triunfo por insalvables que parezcan los obstáculos poderosos de los enemigos o grandes los peligros; a aprender y sacar fuerzas de cada revés hasta transformarlo en victoria.

Fieles a sus enseñanzas y a su ejemplo ¡aquí estamos!, y desde la heroica Santiago de Cuba ratificamos que nos mantenemos con el pie en el estribo y listos para la carga al machete, junto al pueblo y como un combatiente más (Aplausos), contra el enemigo y nuestros propios errores, seguros de que siempre retumbará en esta tierra el grito mambí:

¡Viva Cuba libre! (Exclamaciones de: “¡Viva!”) (Ovación.)

 

febrero 04, 2024

Síntesis y conclusiones del Círculo de Lectura Nº 178

 Síntesis y conclusiones del Círculo de Lectura Nº 178

“Hart, una Cuba cubana para siempre”

Un texto tomado de Cubadebate el 14 de junio de 2023 y publicado también en El Archivo de Hart, fue escrito por Eloísa Carrera editora escritora e investigadora por más de dos décadas de la vida y obra de Armando Hart y fundadora de la Asociación Hermanos Saíz. Esposa y compañera de batallas del Doctor Armando Hart Dávalos, investigadora de la Biblioteca Nacional de Cuba José Martí (BNCJM) y directora del Proyecto Crónicas. Para entender a la Revolución Cubana es preciso tener en cuenta a la figura y el pensamiento de Hart, quien se desenvuelve de manera crítica, creadora, martiana y menos dogmática. Él estuvo presente en las luchas iniciadas por Fidel desde los comienzos de la Revolución, haciendo importantes aportes a la cultura cubana desde una visión antiimperialista, latinoamericana y universal. No sólo dirigió la campaña de alfabetización, sino que también fue el creador del Ministerio de Cultura y el Programa Nacional Martiano. Su principal característica lo define como una persona muy honesta y con elevados valores éticos. Defensor del electivismo filosófico cubano como la libertad filosófica de pensar, es decir la libre elección para la búsqueda de la verdad, frente al escolasticismo dogmático. Para su proyecto educacional en Cuba toma referencia del pensamiento independentista, anticolonialista y emancipador legado de José Martí, abogando por una formación patriótica a favor de la justicia social. La ética martiana fue el pilar fundamental en el ideario educativo de don Armando Hart Dávalos. Por otro lado entendió la necesidad de crear lo que él dio en llamar la cultura para hacer política, poniendo la ideología por un lado, y la práctica política concreta por otro para lograr los objetivos ideológicos. El macroproyecto Crónicas perteneciente a la Oficina del Programa Martiano es un espacio sociocultural comunitario que tiene como finalidad conservar, investigar el pensamiento y la historia cubanos desde la cosmovisión de Hart, a partir de su Fondo Personal de Archivo, inspirado en el hecho de que hoy la humanidad atraviesa la más aguda crisis cultural occidental provocadas por el sistema capitalista tras el derrumbe del socialismo en Europa del este y la URSS, con el fin de recomponer principios éticos, políticos, jurídicos y las ideas filosóficas. La Cultura de Emancipación Liberadora propuesta por Armando Hart debe estar inspirada en el pensamiento de Martí y en el accionar de Fidel basados en la filosofía de la ética y el optimismo revolucionario, con una perspectiva latinoamericana y anticapitalista  para poder desarrollar una Cuba cubana para siempre.

 

Durante el posterior debate surgió la analogía entre el pensamiento de Armando Hart y el Che, cuando éste último planteaba la necesidad de formar al hombre (mujer) nuevos, con otros valores morales y éticos bajo principios de solidaridad. Con esto se demuestra que la sociedad cubana está realmente fundamentada en los valores martianos. Nos decía José Martí que: “El verdadero hombre no mira de qué lado se vive mejor, sino de qué lado está el deber”, y también dice que: “Debe hacerse en cada momento lo que en cada momento es necesario”. Llamó mucho la atención la frase de Eloísa Carrera en el texto abordado: …En esta situación ha emergido un nuevo tipo de lumpen de origen cubano, desclasado y amoral; para el que es natural la descarnada grosería, la obscenidad, la chabacanería, la indecencia, la vulgaridad, la liviandad, la mentira, capaz de cualquier bajeza, con una narrativa canallesca y soez, que representan lo peor del vale todo… Claramente los cubanos también están siendo atacados por la infodemia y la desnaturalización de principios y valores emanados de las redes sociales. Se puso en relieve un texto que alguna vez hemos abordado en nuestro espacio de lectura de Allen Dulles, un oficial de alto rango de la Oficina de Servicios Estratégicos un organismo antecesor de la Agencia Central de Inteligencia (CIA), cuando dice que para que las sociedades no avancen en el sentido de la emancipación “Pronto llegará el día en que tendremos que funcionar con conceptos directos de poder. Cuantas menos bobadas idealistas dificulten nuestra tarea, mejor nos irá…”; y que: “Apoyaremos y encumbraremos por todos los medios a los denominados artistas, que comenzarán a sembrar e inculcar en la conciencia humana el culto del sexo, de la violencia, el sadismo, la traición. En una palabra: cualquier tipo de inmoralidad”. Lo cual demuestra que el imperio de los Estados Unidos siempre actuó con obscena premeditación para promover la desculturización, desmoralizando a las sociedades y poder de esta manera manipular sus conciencias. También se mencionó que en el documental cubano “Hechos y no palabras” hemos visto que para bajar la criminalidad en Cuba, se intensificó y se masificó la educación de su población, bajo el lema de José Martí: “Ser culto es el único modo de ser libre”. Se comentó también cómo hoy la llamada inteligencia artificial influye en nuestras vidas a tal punto que los estudiantes durante los exámenes pueden consultar en sus relojes digitales, que están provistos de escáneres para copiar los ejercicios matemáticos, y pedirle además que se los resuelvan, para poder copiarse. Lo que nos quedó claro es que el único modo de superar todo esto es con la educación basada en el pensamiento crítico  y en principios y valores.

 

Por último acordamos abordar para el próximo Círculo de Lectura, del sábado 02 de marzo, el discurso pronunciado por el General de Ejército Raúl Castro Ruz: “La Revolución Cubana, tras 65 años de existencia, lejos de debilitarse, se fortalece”, y para el mes de abril un texto de Gabriel Vera Lópes: “Asumir el desgarramiento: una conversación con Raúl Escalona”.

                                      

Grupo Bariloche de Solidaridad con Cuba, 03 de febrero de 2024.