Conferencia de la OEA
en Punta del Este
(8 de agosto de 1961)
Che
Guevara encabezó la delegación cubana en 1961 a la reunión ministerial del
Consejo Interamericano Económico y Social patrocinado por la Organización de
Estados Americanos (OEA). La Conferencia se realizó en punta del Este, Uruguay.
Para profundizar el tema, ver Punta del Este: Proyecto alternativo de
desarrollo para América Latina, Ocean Press, 2003.
Señor Presidente,
señores delegados:
Como todas las
delegaciones, tenemos que empezar agradeciendo al Gobierno y al pueblo de
Uruguay la cordial acogida que nos ha dispensado en esta visita.
Quisiera también
agradecer personalmente al señor Presidente de la Asamblea el obsequio que nos
hiciera de las obras completas de Rodó y explicarle que no iniciamos esta
alegación con una cita de ese grande americano por dos circunstancias. La
primera es que volvimos a Ariel después de muchos años, para buscar algo que
representará, en el momento actual, las ideas de alguien que, más que uruguayo,
es americano nuestro, americano del Río Bravo hacia el Sur.
Y no lo traje porque
Rodó manifiesta en todo su Ariel, la lucha violenta y las contradicciones de
los pueblos latinoamericanos contra la nación que hace cincuenta años ya,
también está interfiriendo nuestra economía y nuestra libertad política.
Y la segunda razón,
señor Presidente, es que el Presidente de una de las delegaciones aquí
presentes nos hizo el regalo de una cita de Martí para iniciar su intervención.
Contestaremos, pues, a
Martí con Martí. A Martí con Martí, pero con el Martí antiimperialista y
antifeudal, que murió de cara a las balas españolas luchando por la libertad de
su patria y tratando de impedir, con la libertad de Cuba, que los Estados
Unidos cayeran sobre la América Latina, como dijera en una de sus últimas
cartas.
En aquella Conferencia
Monetaria Internacional, que el señor presidente del banco recordó hablando de
los setenta años de espera, del Banco Interamericano en su alocución inaugural,
decía Martí:
«Quien dice unión económica,
dice unión política. El pueblo que compra manda, el pueblo que vende sirve; hay
que equilibrar el comercio para asegurar la libertad; el pueblo que quiere
morir, vende a un solo pueblo, y el que quiere salvarse vende a más de uno. El
influjo excesivo de un país en el comercio de otro se convierte en influjo
político. La política es obra de los hombres, que rinde sus sentimientos al
interés, o sacrifican al interés una parte de sus sentimientos. Cuando un
pueblo fuerte da de comer a otro se hace servir de él. Cuando un pueblo fuerte
quiere dar batalla a otro, compele a la alianza y al servicio a los que
necesitan de él. […] El pueblo que quiere ser libre, sea libre en negocios.
Distribuya sus negocios entre países igualmente fuertes. Si ha de preferir a
alguno, prefiera al que lo necesite menos. […] Ni uniones de América contra
Europa, ni con Europa contra un pueblo de América. El caso geográfico de vivir
juntos en América no obliga sino en la mente de algún candidato o algún
bachiller a unión política. El comercio va por las vertientes de tierra y agua
y detrás de quien tiene algo que cambiar por él, sea monarquía o república. La
unión con el mundo, y no con una parte de él; no con una parte de él contra
otra. Si algún oficio tiene la familia de repúblicas de América, no es ir de
arria de una de ellas contra las repúblicas futuras.»
Ese era Martí hace 70
años, señor Presidente. Bien, cumplido el deber elemental de evocación y
retribuyendo la gentileza al señor Delegado que nos la hiciera antes, pasamos a
la parte fundamental de esta intervención nuestra, al análisis de por qué
estamos aquí, a caracterizar la Conferencia. Y tengo que decir, señor
Presidente, que disiento, en nombre de Cuba, de casi todas las afirmaciones que
se han hecho, aunque no sé si de todos los pensamientos íntimos de cada uno.
Tengo que decir que
Cuba interpreta que esta es una Conferencia política, que Cuba no admite que se
separe la economía de la política y que entiende que marchan constantemente
juntas. Por eso no puede haber técnicos que hablen de técnica, cuando está de
por medio el destino de los pueblos. Y voy a explicar, además, por qué esta
Conferencia es política; es política, porque todas las conferencias económicas
son políticas; pero es además política, porque está concebida contra Cuba, y
está concebida contra el ejemplo que Cuba significa en todo el Continente
americano.
Y si no, el día 10, en
Fuerte Amador, zona del Canal, el General Becker, mientras instruye a una serie
de militares latinoamericanos en el arte de reprimir a los pueblos, habla de la
Conferencia Técnica de Montevideo y dice que hay que ayudarla. Pero eso no es
nada; en el mensaje inaugural del 5 de agosto de 1961, el Presidente Kennedy
afirmó:
«Ustedes, los participantes de
esta Conferencia, atraviesan un momento histórico en la vida de este
hemisferio. Esta reunión es algo más que una discusión de temas económicos o
una conferencia técnica sobre el desarrollo: constituye en verdad, una
demostración de capacidad de las naciones libres para resolver los problemas
materiales y humanos del mundo entero.»
Podría seguir con la
cita del señor Primer Ministro del Perú, donde se refiere a temas políticos,
también; pero, para no cansar a los señores delegados, pues preveo que mi
intervención será algo larga, me referiré a algunas afirmaciones hechas por los
«técnicos», a los que nosotros les ponemos comillas, del Punto V del Temario.
En la página 2, al
final, como conclusión definitiva, dice:
«Establecer, en el plano
hemisférico y en el nacional, procedimientos regulares de consulta con los
comités asesores sindicales a fin de que puedan cumplir un papel influyente en
la formulación política de los programas, que se aprueban en la Reunión
Extraordinaria.»
Y para remachar mi
afirmación, para que no quede duda de mi derecho a hablar de política, que es
lo que pienso hacer, en nombre del Gobierno de Cuba, una cita de la página 7 de
ese mismo informe del punto V en discusión:
«La tardanza en aceptar el
deber que incumbe a los medios de información democrática en orden a defender
los valores esenciales de nuestra civilización, sin desfallecimiento ni
compromisos de orden material, significaría un daño irreparable para la
sociedad democrática y el peligro inminente de la desaparición de las
libertades que hoy gozan, como ha ocurrido en Cuba -Cuba, con todas las
letras-, donde hoy sólo existen prensa, radio, televisión y cine controlados
por el orden absoluto del Gobierno.»
Es decir, señores
delegados, que en el informe a discutir se enjuicia a Cuba desde el punto de
vista político; pues bien, desde el punto de vista político Cuba dirá todas sus
verdades y, además, desde el punto de vista económico también.
Estamos de acuerdo en
una sola cosa con el informe del Punto V de los señores técnicos, en una sola
frase, que define la situación actual:
«Una nueva etapa
comienza en las relaciones de los pueblos de América», dice, y es cierto. Nada
más que esa nueva etapa comienza bajo el signo de Cuba, Territorio Libre de
América, y esta Conferencia y el trato especial que han tenido las Delegaciones
y los créditos que se aprueben, tienen todos el nombre de Cuba, les guste o no
les guste a los beneficiarios, porque ha habido un cambio cualitativo en
América Latina, que es que un día se pueda alzar en armas, destruir a un ejército
opresor, implantar un nuevo ejército popular, plantear frente al monstruo
invencible, esperar el ataque del monstruo y derrotarlo también.
Y eso es algo nuevo en
América Latina, señores: eso es lo que hace hablar este lenguaje nuevo y que
las relaciones se hagan más fáciles entre todos, menos, naturalmente, entre los
dos grandes rivales de esta Conferencia.
Cuba, en este momento,
no puede ni siquiera hablar de América Latina sola. Cuba es parte de un mundo
que está en tensión angustiada, porque no sabe si una de las partes -la más
débil, pero la más agresiva- cometerá el torpe error de desencadenar un
conflicto que, necesariamente, sería tonto. Y Cuba está atenta, señores
delegados, porque sabe que el imperialismo sucumbiría envuelto en sus propias
llamas, pero que Cuba también sufriría en sus carnes el precio de la derrota
del imperialismo, y aspira a que ésta se produzca por otros medios. Cuba aspira
a que sus hijos vean un porvenir mejor y a no tener que cobrar el precio de la
victoria con la vida de millones de seres humanos destruidos por la metralla
atómica.
La situación está tensa
en el mundo. Aquí estamos reunidos no sólo por Cuba, ni mucho menos. El
imperialismo necesita asegurar su retaguardia, porque la batalla está en todos
los lados, en un momento de profunda tensión.
La Unión Soviética ha
reafirmado su decisión de firmar la paz en Berlín, y el Presidente Kennedy ha
anunciado que puede ir hasta la guerra por Berlín. Pero no está Berlín
solamente, no está Cuba solamente; está Laos, por otro lado está el Congo,
donde Lumumba fue asesinado por el imperialismo; está el Viet Nam dividido,
está Corea dividida, Formosa en manos de la pandilla de Chiang Kai-Chek,
Argelia desangrada, y que ahora pretenden dividirla también; y Túnez, cuya
población el otro día fue ametrallada por cometer el «crimen» de querer
reivindicar su territorio.
Así es el mundo de hoy,
señores delegados, y es así que asistimos a esta Conferencia para que los
pueblos vayan hacia un futuro feliz, de desarrollo armónico, o que se conviertan
en apéndices del imperialismo en la preparación de una nueva y terrible guerra,
o, si no, también que se desangren en luchas intestinas cuando los pueblos
-como casi todos ustedes lo han anunciado-, cansados de esperar, cansados de
ser engañados una vez más, inicien el camino que Cuba una vez inició, el de
tomar las armas, el de luchar dentro del territorio, el de quitarles armas al
ejército enemigo que representa la reacción y el de destruir, hasta sus bases,
todo un orden social que está hecho para explotar al pueblo.
La historia de la
Revolución cubana es corta en años, señor Presidente, y rica en hechos; rica en
hechos positivos y rica, también, en conocer la amargura de las agresiones.
Simplemente
puntualizaremos algunas palabras para que se entienda bien que hay una larga
cadena que nos lleva a desembocar aquí.
En octubre de 1959,
solamente se había realizado la Reforma Agraria como medida fundamental
económica del Gobierno Revolucionario. Aviones piratas, que partían de Estados
Unidos, volaron sobre el territorio de La Habana y, como consecuencia de los
propios proyectiles que arrojaron, más que el fuego de nuestras baterías
antiaéreas, se produjeron dos muertos y un centenar de heridos. Luego, tuvo
lugar la quema de los campos de caña, que es una agresión económica, una
agresión a nuestra riqueza y que fue negada por los Estados Unidos hasta que
estalló un avión -con piloto y todo- y se demostró, indiscutiblemente, la
procedencia de esas naves piratas. Esta vez el gobierno norteamericano tuvo la
gentileza de pedir disculpas. Fue también bombardeado por esas naves el Central
España, en febrero de 1960.
En marzo de ese año, el
vapor «Le Couvre», que traía armas y municiones de Bélgica, estalló en los
muelles de La Habana, en un accidente que los técnicos catalogaron de
intencional, y que produjo cien muertos.
En mayo de 1960, el
conflicto con el imperialismo se hizo frontal y agudo. Las compañías de
petróleo que operaban en Cuba, invocando el derecho de la fuerza y desdeñando
las leyes de la República que especificaban bien claro sus obligaciones, se
negaron a procesar el petróleo que habíamos comprado a la Unión Soviética, en
uso de nuestro libre derecho a comerciar con todo el mundo y no con una parte
de él, como decía Martí.
Todos saben cómo
respondió la Unión Soviética mandándonos, en un verdadero esfuerzo, centenares
de naves para mover tres millones seiscientas mil toneladas anuales -el total
de nuestra importación de petróleo crudo- y mantener funcionando nuestra vida
interna, nuestras fábricas, en fin, todo el aparato industrial que se mueve hoy
a partir del petróleo.
En julio de 1960 se
produce la agresión económica contra el azúcar cubano, que algunos gobiernos no
han visto todavía. Se agudizan las contradicciones y se produce la reunión de
la OEA en Costa Rica, en agosto de 1960. Allí en agosto de 1960, repito, se
declara que se condena…Para decirlo en sus términos exactos:
«Se condena enérgicamente la
intervención aun cuando sea condicionada, de una potencia extracontinental en
asuntos de las Repúblicas Americanas, y declara que la aceptación de una
amenaza de intervención extracontinental por parte de un Estado americano pone
en peligro la solidaridad y la seguridad americanas, lo que obliga a la
Organización de los Estados Americanos a desaprobarla y rechazarla con igual
energía.»
Es decir, los países
hermanos de América Latina, reunidos en Costa Rica, nos negaron el derecho a
que nos defendieran. Es una de las más curiosas negociaciones que se ha
producido en la historia del Derecho Internacional. Naturalmente que nuestro
pueblo es un poco desobediente a la voz de las asambleas, y se reunió en la
Asamblea de La Habana aprobando, por unanimidad -más de un millón de manos
levantadas al cielo, una sexta parte de la población total del país-, la
declaración que se llamó «Declaración de la Habana», en la cual, en alguno de
sus puntos expresa:
«La Asamblea General Nacional
del Pueblo reafirma -y está segura de hacerlo como expresión de un criterio
común a los pueblos de la América Latina-, que la democracia no es compatible
con la oligarquía financiera, con la existencia de la discriminación del negro
y los desmanes del Ku-Klux-Klan, con la persecución que privó de sus cargos a
científicos como Oppenheimer [Robert Julius], que impidió durante años que el
mundo escuchara la voz maravillosa de Paul Robeson, preso en su propio país, y
que llevó a la muerte, ante la protesta y el espanto del mundo entero y pese a
la apelación de gobernantes de diversos países y del Papa Pío XII, a los esposos
Rosenberg.
La Asamblea General Nacional
del Pueblo de Cuba expresa la convicción cubana de que la democracia no puede
consistir sólo en el ejercicio de un voto electoral que casi siempre es
ficticio y está manejado por latifundistas y políticos profesionales, sino en
el derecho de los ciudadanos a decidir, como ahora lo hace esta Asamblea del
Pueblo, sus propios destinos. La democracia, además, sólo existirá en América
Latina cuando los pueblos sean realmente libres para escoger, cuando los
humildes no estén reducidos -por el hambre, la desigualdad social, el
analfabetismo y los sistemas jurídicos-, a la más ominosa impotencia.»
Además, en aquel
momento «La Asamblea General Nacional del Pueblo de Cuba condena, en fin, la
explotación del hombre por el hombre.»
Aquella fue una
declaración de nuestro pueblo, hecha a la faz del mundo, para demostrar nuestra
decisión de defender con las armas, con la sangre y con la vida, nuestra
libertad y nuestro derecho a dirigir los destinos del mundo, en la forma que
nuestro pueblo considera más conveniente.
Vinieron después muchas
escaramuzas y batallas, verbales a veces, con los hechos otras, hasta que en
diciembre de 1960 la cuota azucarera cubana en el mercado americano fue
definitivamente cortada. La Unión Soviética respondió en la forma que ustedes
conocen, otros países socialistas también y se firmaron contratos para vender
en toda el área socialista cuatro millones de toneladas, a un precio
preferencial de cuatro centavos, lo que naturalmente salvó la situación de Cuba,
que es hasta hoy tan monoproductor, desgraciadamente, como la mayoría de los
pueblos de América Latina, y tan dependiente de un solo mercado, de un solo
producto -en ese momento-, como lo son hoy los restantes países hermanos.
Pareció que el Presidente
Kennedy inauguraba la nueva época de que tanto se ha hablado. A pesar de que
también la lucha verbal había sido dura entre el Presidente Kennedy y el Primer
Ministro de nuestro Gobierno, esperamos que mejoraran las cosas. El Presidente
Kennedy pronunció un discurso en el que se advertía claramente una serie de
actitudes a tomar en América, pero parecía anunciar al mundo que el caso de
Cuba debía considerarse ya como algo ya cristalizado.
Nosotros estábamos
movilizados en aquella época. Después del discurso de Kennedy, al día
siguiente, se ordenó la desmovilización. Desgraciadamente, el día 13 de marzo
de 1961, el Presidente Kennedy hablaba de la «Alianza para el Progreso». Hubo
ese mismo día, además, un ataque pirata a nuestra refinería en Santiago de Cuba,
poniendo en peligro las instalaciones y cobrando la vida de uno de sus
defensores. Estábamos, pues, ante una situación de hecho.
En aquel discurso, que
no dudo será memorable, Kennedy hablaba también de que esperaba que los pueblos
de Cuba y de la República Dominicana, por los que él manifestaba una gran
simpatía, pudieran ingresar en el seno de las naciones libres. Al mes se
producía Playa Girón, y pocos días después era asesinado misteriosamente el
presidente Trujillo. Nosotros siempre fuimos enemigos del presidente Trujillo,
simplemente establecemos el hecho crudo, y que no se ha esclarecido de ninguna
manera hasta hoy.
Después, se estableció
una verdadera obra maestra de beligerancia e ingenuidad política, que dio en
llamarse “Libro Blanco” según las revistas que hablan tanto en los Estados
Unidos, hasta provocar las iras del presidente Kennedy. Su autor es uno de los
distinguidos asesores de la delegación norteamericana, que hoy está con
nosotros. Es una acusación llena de tergiversaciones sobre la realidad cubana,
que estaba concebida para la preparación que ya venía.
«El régimen de Castro
representa un peligro para la auténtica revolución américana...»
Porque la palabra
revolución también necesita, como decía alguno de los miembros de la presidencia,
limpiar fondos de vez en cuando.
«El régimen de Castro renuente
a negociar amistosamente...»
A pesar de que muchas
veces hemos dicho que nos sentamos en pie de igualdad a discutir nuestros
problemas con Estados Unidos, y aprovecho la oportunidad ahora, en nombre de mi
Gobierno, señor presidente para afirmar, una vez más, que Cuba está dispuesta a
sentarse a discutir en pie de igualdad todo lo que la Delegación de Estados
Unidos quiera discutir, nada más que sobre la base estricta de que no haya condiciones
previas. Es decir, que nuestra posición es clarísima al respecto.
Se llama en el “Libro
Blanco”, al pueblo de Cuba a la subversión y a la revolución «contra el régimen
de Castro»; pero, sin embargo, el día 13 de abril el Presidente Kennedy, una vez
más, tomaba la palabra y afirmaba categóricamente que no invadiría Cuba y que
las fuerzas armadas de Estados Unidos no intervendrían nunca en los asuntos
internos de Cuba. Dos días después, aviones desconocidos bombardeaban nuestros
aeropuertos y reducían a cenizas la mayor parte de nuestra fuerza aérea,
vetusta, remanente de lo que habían dejado los batistianos en su fuga.
El señor [Adlai]
Stevenson, en el Consejo de Seguridad, dio enfática seguridad de que eran
pilotos cubanos, de nuestra fuerza aérea, «descontentos con el régimen de
Castro», los que habían cometido tal hecho y afirmó haber conversado con ellos.
El día 19 de abril se
produce la fracasada invasión donde nuestro pueblo entero, compacto y en pie de
guerra, demostró una vez más que hay fuerzas mayores que la fuerza
indiscriminada de las armas, que hay valores más grandes que los valores del
dinero, y se lanzó en tropel por los estrechísimos callejones que conducían al
campo de batalla, siendo masacrados en el camino de ellos por la superioridad
aérea enemiga. Nueve pilotos cubanos fueron los héroes de aquella jornada, con
los viejos aparatos. Dos de ellos rindieron su vida; siete son testigos
excepcionales del triunfo de las armas de la libertad.
Acabó Playa Girón, para
no decir nada más sobre esto, porque «a confesión de parte relevo de pruebas»,
señores delegados, el presidente Kennedy tomó sobre sí la responsabilidad total
de la agresión. Y, además, quizás en ese momento no recordó las palabras que
había pronunciado pocos días antes.
Podríamos pensar
nosotros que había acabado la historia de las agresiones. Como dicen los periodistas, les daré una
primicia. El día 26 de julio de este año, grupos contrarrevolucionarios armados
en la Base Naval de Guantánamo iban a esperar al comandante Raúl Castro en dos
lugares estratégicos, para asesinarlo. El plan era inteligente y macabro. Le
tirarían al comandante Raúl Castro mientras iba por la carretera, de su casa a
la manifestación con que celebramos nuestra fecha revolucionaria. Si fracasaban,
dinamitarían la base, o, mejor dicho, harían estallar las bases ya dinamitadas
del palco desde donde presidiría nuestro compañero Raúl Castro esa
manifestación patriótica. Y pocas horas después, señores delegados, morteros
norteamericanos, desde territorio cubano, empezarían a disparar sobre la Base
de Guantánamo. El mundo entero, entonces, se explicaría claramente la cosa: los
cubanos, exasperados, porque en sus rencillas particulares uno de esos
«comunistas que existen ahí» fue asesinado, empezaban a atacar la Base Naval de
Guantánamo, y los pobres Estados Unidos no tendrían otra cosa que hacer que
defenderse.
Ese era el plan, que
nuestras fuerzas de seguridad, bastante más efectivas de lo que pudiera
suponerse, descubrieron hace unos días.
Bien. Por todo esto que
he relatado es por lo que considero que la Revolución cubana no puede venir a
esta Asamblea de ilustres técnicos a hablar de cosas técnicas. Yo sé que
ustedes piensan que «además, porque no saben», y quizás tengan razón. Pero lo
fundamental es que la política y los hechos, tan tozudos, que constantemente
están presentes en nuestra situación, nos impiden venir a hablar de números o
analizar las perfecciones de los técnicos del CIES [Consejo Interamericano
Económico y Social].
Hay una serie de problemas
políticos que están dando vueltas. Uno de ellos es político-económico: es el de
los tractores. Quinientos tractores no es un valor de cambio. Quinientos
tractores es lo que estima nuestro Gobierno que puede permitirle reparar los
daños materiales que hicieron los mil doscientos mercenarios. No pagan ni una
vida, porque las vidas de nuestros ciudadanos no estamos acostumbrados a
valorarlas en dólares o en equipos de cualquier clase. Y mucho menos la vida de
los niños que murieron en Playa Girón, de las mujeres que murieron en Playa
Girón.
Pero nosotros avisamos
que, si les parece una transacción odiosa, del tiempo de la piratería, el
cambiar seres humanos -a quienes nosotros llamamos gusanos- por tractores,
podríamos hacer la transacción de seres humanos por seres humanos. Hablamos a
los señores de Estados Unidos; les recordábamos al gran patriota Albizu Campos,
moribundo ya después de años y años de estar en una mazmorra del imperio, y les
ofrecimos lo que quisieran por la libertad de Albizu Campos; recordamos a los
países de América Latina que tuvieran presos políticos en sus cárceles que
podíamos hacer el cambio. Nadie respondió.
Naturalmente, nosotros
no podemos forzar ese trueque. Está simplemente, a disposición de quienes
estiman que la libertad de los «valerosos» contrarrevolucionarios cubanos -el
único ejército del mundo que se rindió completo, casi sin bajas-, quien estime
que estos sujetos deben estar en libertad, pues que deje en libertad a sus
presos políticos, y toda América Latina estará con sus cárceles
resplandecientes o, al menos, sus cárceles políticas sin preocupaciones.
Hay algún otro
problema, también de índole político-económico. Es, señor Presidente, que
nuestra flota aérea de transportes está quedándose, avión por avión, en los Estados
Unidos. El procedimiento es simple: suben algunas damas con armas ocultas entre
las ropas; se las dan a sus cómplices; los cómplices asesinan al custodio, le
ponen en la cabeza la pistola al piloto, el piloto enfila hacia Miami, y una
compañía, legalmente, por supuesto -porque en Estados Unidos todo se hace
legalmente-, establece un recurso por deudas contra el Estado Cubano, y
entonces el avión se confisca.
Pero resulta que hubo
uno de los tantos cubanos patriotas -además hubo un norteamericano patriota,
pero ése no es nuestro- que andaba por ahí, y él solito, sin que nadie le
dijera nada, decidió enmendar la plana de los robadores de bimotores y trajo a
las playas cubanas un cuatrimotor precioso. Naturalmente, nosotros no vamos a
utilizar ese cuatrimotor, que no es nuestro. La propiedad privada la respetamos
nosotros pero exigimos el derecho de que se nos respete, señores; exigimos el
derecho de que no haya más farsas; el derecho de que haya órganos americanos
que puedan hablar y decirles a los Estados Unidos: «señores, ustedes están
haciendo un vulgar atropello; no se pueden quitar los aviones a un Estado,
aunque estén contra ustedes; esos aviones no son suyos, devuelvan esos aviones,
o serán sancionados.» Naturalmente, sabemos que, desgraciadamente, no hay
organismo interamericano que tenga esa fuerza. Apelamos, sin embargo, en este
augusto cónclave, al sentimiento de equidad y justicia de la Delegación de los
Estados Unidos, para que se normalice la situación de los robos respectivos de
aviones.
Señor Presidente: La
presidencia observa que no se puede hacer ninguna clase de manifestación.
Señor delegado de Cuba:
Bien, señor Presidente.
Es necesario explicar
qué es la Revolución cubana, qué es este hecho especial que ha hecho hervir la
sangre de los imperios del mundo y, también, hervir la sangre, pero de
esperanza, de los desposeídos del mundo, al menos.
Es una Revolución
agraria, antifeudal y antiimperialista, que fue transformándose por imperio de
su evolución interna y de las agresiones externas, en una revolución socialista
y que la proclama así, ante la faz de América Latina: Una revolución
socialista.
Una revolución
socialista que tomó la tierra del que tenía mucho, y se la dio al que estaba
asalariado en esa tierra, o la distribuyó en cooperativas entre otros grupos de
personas que no tenían ni siquiera tierras donde trabajar, aun cuando fuera
como asalariado.
Es una revolución que
llegó al poder con su propio ejército y sobre las ruinas del ejército de la
opresión; que se sentó en el poder, miró a su alrededor, y se dedicó,
sistemáticamente, a destruir todas las formas anteriores de dictaduras de una
clase explotadora sobre la clase de los explotados, destruyó el ejército
totalmente, como casta, como institución, no como hombres, salvo los criminales
de guerra, que fueron fusilados, también de cara a la opinión pública del
Continente y con la conciencia bien tranquila.
Es una revolución que
ha reafirmado la soberanía nacional y, por primera vez, ha planteado para sí y
para todos los pueblos de América Latina, y para todos los pueblos del mundo,
la reivindicación de los territorios injustamente ocupados por otras potencias.
Es una revolución que
tiene una política exterior independiente, que viene aquí a esta Reunión de
Estados Americanos, como uno más entre los latinoamericanos; que va a la
reunión de los Países No Alineados como uno de sus miembros importantes y que
se sienta en las deliberaciones con los países socialistas, y que éstos lo
consideran un país hermano.
Es, pues, una Revolución
con características humanistas. Es solidaria con todos los pueblos oprimidos
del mundo; solidaria, señor Presidente, porque también lo decía Martí: «Todo
hombre verdadero debe sentir en la mejilla el golpe dado a cualquier mejilla de
hombre». Y cada vez que una potencia imperial avasalla un territorio les está
dando una bofetada a todos los habitantes de ese territorio.
Por eso nosotros
luchamos por la independencia de los países, luchamos por la reivindicación de
los territorios ocupados. Apoyamos a Panamá, que tiene un pedazo de su
territorio ocupado por los Estados Unidos. Llamamos Islas Malvinas, y no
Falkland, a las del sur de la Argentina, y llamamos Isla del Cisne a la que
Estados Unidos arrebató a Honduras y desde donde nos está agrediendo por medios
telegráficos y radiales.
Luchamos constantemente
aquí, en América Latina, por la independencia de las Guayanas y de las Antillas
Británicas; donde aceptamos el hecho de Belice independiente, porque Guatemala
ya ha renunciado a su soberanía sobre ese pedazo de su territorio; y luchamos
también en el África, en el Asia, en cualquier lugar el mundo donde el poderoso
oprime al débil, para que el débil alcance su independencia, su
autodeterminación y su derecho a dirigirse como estado soberano.
Nuestro pueblo
-permítasenos decirlo-, en ocasión del terremoto que asoló a Chile, fue a
ayudarlo en la medida de sus fuerzas, con su producto único, con el azúcar. Una
ayuda pequeña, pero, sin embargo fue una ayuda que no exigía nada; fue
simplemente la entrega al país hermano, al pueblo hermano, de algo de alimento
para sobrellevar esas horas angustiosas. Ni nos tiene que agradecer nada ese
pueblo, ni, mucho menos, nos debe nada. Nuestro deber hizo que entregáramos lo
que entregamos.
Nuestra revolución
nacionalizó la economía nacional, nacionalizó todo el comercio exterior, que
está, ahora, en manos del Estado, y se dedicó a su diversificación, comerciando
con todo el mundo; nacionalizó el sistema bancario para tener en sus manos el
instrumento eficaz con que ejercer técnicamente el crédito de acuerdo con las
necesidades del país. Hace participar a sus trabajadores en la dirección de la
economía nacional planificada, y ha realizado, hace pocos meses, la Reforma
Urbana, mediante la cual entregó a cada habitante del país la casa donde
residía, quedando dueño de aquella con la sola condición de pagar lo mismo que
estaba pagando hasta ese momento, de acuerdo con una tabla, durante determinado
número de años.
Tomó muchas medidas de
afirmación de la dignidad humana, incluyendo, entre las primeras, la abolición
de la discriminación racial, que existía, señores delegados; en una forma algo
sutil, pero existía. Las playas de nuestra Isla no servían para que se bañaran
el negro ni el pobre, porque pertenecían a un club privado, y venían turistas
de otras playas a los que no les gustaba bañarse con los negros. Nuestros
hoteles, los grandes hoteles de La Habana, que eran construidos por compañías
extranjeras, no permitían dormir allí a los negros, porque a los turistas que
venían de otros países no les gustaban los negros.
Así era nuestro país.
La mujer no tenía ninguna clase de derecho igualitario: se le pagaba menos por
el trabajo igual, se la discriminaba como en la mayoría de nuestros países
americanos.
La ciudad y el campo
eran dos zonas en permanente lucha y de esa lucha sacaba el imperialismo la
fuerza de trabajo suficiente, para pagar mal y a destiempo.
Nosotros realizamos una
Revolución en todo esto y realizamos, también, una auténtica revolución en la
educación, la cultura y la salud. Este año queda eliminado el analfabetismo en
Cuba. Ciento cuatro mil alfabetizadores de todas las edades alfabetizan a
1.250.000 analfabetos, porque en Cuba sí había analfabetos, mucho más de lo que
las estadísticas oficiales de tiempos anteriores decían.
Este año, la enseñanza
primaria será en forma gratuita y obligatoria, hemos convertido los cuarteles
en escuelas; hemos realizado la reforma universitaria, dando libre acceso a
todo el pueblo a la cultura superior, a las ciencias y tecnologías modernas;
hemos hecho una gran exaltación de los valores nacionales frente a la
deformación cultural producida por el imperialismo, y las manifestaciones de
nuestro arte recogen los aplausos de todos los pueblos del mundo, de todos no,
en algunos lugares no los dejan entrar, exaltación del patrimonio cultural de
toda nuestra América Latina, que se manifiesta en premios anuales dados a
literatos de todas las latitudes de América Latina, y cuyo premio de poesía,
señor Presidente, ganó el laureado poeta Roberto Ibáñez, en la última
confrontación; hemos extendido la función de la medicina en beneficio de
campesinos y trabajadores urbanos humildes; deportes para todo el pueblo, que
se reflejan en 75.000 personas desfilando el 25 de julio en una fiesta deportiva
realizada en honor del primer cosmonauta del mundo, Yuri Gagarin; la apertura
de las playas populares, a todos, por supuesto sin distinción de colores ni de
ideologías y, además, gratuita; y los Círculos Sociales Obreros, en que fueron
transformados todos los círculos exclusivistas de nuestro país, que había
muchos.
Bien, señores técnicos,
compañeros , ha llegado la hora de referirse a la parte económica del temario.
El Punto I, es muy amplio. Hecho también por técnicos muy sesudos, es la
planificación del desarrollo económico y social en la América Latina.
La primera
incongruencia que observamos en el trabajo está expresada en esta frase:
«A veces se expresa la idea de
que un aumento en el nivel y la diversidad de la actividad económica redunda necesariamente
en la mejoría de las condiciones sanitarias. Sin embargo, el Grupo es de
opinión que el mejoramiento de las condiciones sanitarias no sólo es deseable
en sí mismo, sino que constituye un requisito esencial, previo al crecimiento
económico, y debe formar, por lo tanto, parte esencial de los programas de
desarrollo de la región».
Esto, por otra parte,
se ve reflejado, también, en la estructura de préstamos del Banco
Interamericano de Desarrollo, pues en el análisis de hicimos de los 120
millones prestados en primer término, 40 millones, es decir una tercera parte,
corresponden directamente a préstamos de este tipo: para casa de habitación,
para acueductos, alcantarillados.
Es un poco... yo no sé,
pero casi lo calificaría como una condición colonial; me da la impresión de que
se está pensando en hacer la letrina como cosa fundamental. Eso mejora las
condiciones sociales del pobre indio, del pobre negro, del pobre individuo que
yace en una condición sub-humana; «vamos a hacerle letrina y entonces, después
que le hagamos letrina, y después que su educación le haya permitido mantenerla
limpia, entonces podrá gozar de los beneficios de la producción». Porque es de
hacer notar, señores delegados, que el tema de la industrialización no figura
en el análisis de los señores técnicos. Para los señores técnicos planificar es
planificar la letrina. Lo demás, ¡quién sabe cuando se hará!
Si me permite el señor
Presidente, lamentaré profundamente, en nombre de la delegación cubana, haber
perdido los servicios de un técnico tan eficiente como el que dirigió este
Primer Grupo, el doctor Felipe Pazos. Con su inteligencia y su capacidad de
trabajo, y nuestra actividad revolucionaria, en dos años Cuba sería el paraíso
de la letrina, aun cuando no tuviéramos ni una de las 250 fábricas que estamos
empezando a construir, aun cuando no hubiéramos hecho Reforma Agraria.
Yo me pregunto, señores
delegados, si es que se pretende tomar el pelo, no a Cuba, porque Cuba está al
margen, puesto que la Alianza por el Progreso no está con Cuba, sino en contra,
y no se establece darle un centavo a Cuba, pero sí a todos los demás.
¿No se tiene un poco la
impresión de que se les está tomando el pelo? Se dan dólares para hacer
carreteras, se dan dólares para hacer caminos, se dan dólares para hacer
alcantarillas; señores, ¿con qué se hacen las alcantarillas? No se necesita ser
un genio para eso. ¿Por qué no se dan dólares para equipos, dólares para
maquinarias, dólares para que nuestros países subdesarrollados, todos, puedan
convertirse en países industriales-agrícolas, de una vez? Realmente, es triste.
En la página 10, en los
elementos de planificación del desarrollo en el Punto VI, se establece quién es
el verdadero autor de este plan.
Dice el Punto VI:
«Establecer las bases más sólidas para la concesión y utilización de ayuda
financiera externa, especialmente al proporcionar criterios eficaces para
evaluar proyectos individuales.»
Nosotros no vamos a
establecer las bases más sólidas para la concesión y utilización, porque
nosotros no somos, son ustedes los que reciben, no los que conceden, y nosotros
quienes miramos, y quienes conceden son los Estados Unidos. Entonces, este
Punto 6 es redactado directamente por los Estados Unidos, es la recomendación
de los Estados Unidos y éste es el espíritu de todo este engendro llamado Punto
1.
Pero bien, quiero dejar
constancia de una cosa: hemos hablado mucho de política, hemos denunciado que
hay aquí una confabulación política, en conversaciones con los señores
delegados hemos puntualizado el derecho de Cuba a expresar estas opiniones,
porque se ataca directamente a Cuba en el Punto V.
Sin embargo, Cuba no
viene, como pretenden algunos periódicos o muchos voceros de empresas de
información extranjera, a sabotear la reunión.
Cuba viene a condenar
lo condenable desde el punto de vista de los principios, pero viene también a
trabajar armónicamente, si es que se puede, para conseguir enderezar esto, que
ha nacido muy torcido, y está dispuesta a colaborar con todos los señores
delegados para enderezarlo y hacer un bonito proyecto.
El honorable señor
Douglas Dillon, en su discurso, citó el financiamiento porque es importante.
Nosotros, para juntarnos todos a hablar de desarrollo tenemos que hablar de
financiamiento, y todos nos hemos juntado para hablar con el único país que
tiene capitales para financiar.
Dice el señor Dillon:
«Mirando hacia los años
venideros y a todas las fuentes de financiamiento externo -entidades
internacionales, Europa y el Japón, así como Norteamérica, las nuevas inversiones
privadas y las inversiones de fondos públicos- si Latinoamérica toma las
medidas internas necesarias -condición previa- podrá lógicamente esperar que
sus esfuerzos -no es tampoco que si toma las medidas ya está, sino que «podrá
lógicamente esperarse»- que serán igualados por un flujo de capital del orden
de por lo menos veinte mil millones de dólares en los próximos diez años. Y la
mayoría de estos fondos procederán de fuentes oficiales.»
¿Esto es lo que hay?
No, lo que hay son quinientos millones aprobados, esto es de lo que se habla.
Bien, hay que puntualizar bien esto, porque es el centro de la cuestión. ¿Qué
quiere decir? -y yo aseguro que no lo pregunto por nosotros, sino en el bien de
todos- ¿qué quiere decir: «si Latinoamérica toma las medidas internas
necesarias»; y qué quiere decir: «podrá lógicamente esperar»?
Creo que después en el
trabajo de las Comisiones o en el momento en que el Representante de los
Estados Unidos lo juzgue oportuno, habrá que precisar un poco este detalle,
porque veinte mil millones es una cifra interesante. Es nada más que las dos
terceras partes de la cifra que nuestro Primer Ministro anunció como necesaria
para el desarrollo de América Latina; un poquito más que se empuje y llegamos a
los treinta mil millones. Pero hay que llegar a esos treinta mil millones
contantes y sonantes, uno a uno, en las arcas nacionales de cada uno de todos
los países de América, menos esta pobre cenicienta que, probablemente, no
recibirá nada.
Allí es donde nosotros
podemos ayudar, no en plan de chantaje, como se está previniendo, porque se
dice: No, Cuba es la gallina de los huevos de oro, está Cuba, mientras esté
Cuba, los Estados Unidos dan. No, nosotros no venimos en esa forma, nosotros
venimos a trabajar, a tratar de luchar en el plano de los principios y de las
ideas, para que nuestros pueblos se desarrollen, porque todos o casi todos los
señores Representantes han dicho: Si la Alianza para el Progreso fracasa, nada
puede detener las olas de los movimientos populares; si la Alianza para el
Progreso fracasa, y nosotros estamos interesados en que no fracase, en la
medida que signifique para América Latina una real mejoría en los niveles de
vida de todos sus doscientos millones de habitantes. Puedo hacer esta
afirmación con honestidad y con toda sinceridad.
Nosotros hemos
diagnosticado y previsto la revolución social en América Latina, la verdadera,
porque los acontecimientos se están desarrollando de otra manera, porque se
pretende frenar a los pueblos con bayonetas, y cuando el pueblo sabe que puede
tomar las bayonetas y volverlas contra quien las empuña, ya está perdido quien
las empuña. Pero si el camino de los pueblos se quiere llevar por este
desarrollo lógico y armónico, por préstamos a largo plazo con intereses bajos,
como anunció el señor Dillon, a cincuenta años de plazo, también nosotros
estamos de acuerdo.
Lo único, señores
delegados, es que todos juntos tenemos que trabajar para que aquí se concrete
esa cifra y para asegurar que el Congreso de Estados Unidos la apruebe, porque
no se olviden que estamos frente a un régimen presidencial y parlamentario, no
es una «dictadura» como Cuba, donde se para un señor representante de Cuba y
habla en nombre del Gobierno, y hay responsabilidad de sus actos; aquí, además,
tiene que ser ratificado allí, y la experiencia de todos los señores delegados
es que muchas veces no fueron ratificadas allí las promesas que se hicieron
aquí…
La tasa de crecimiento
que se da como una cosa bellísima para toda América Latina es 2,5% de
crecimiento neto. Bolivia anunció 5% para diez años, nosotros felicitamos al
Representante de Bolivia y le decimos, que con un poquito de esfuerzo y de
movilización de las fuerzas populares, puede decir 10%. Nosotros hablamos de
10% de desarrollo sin miedo alguno, 10% de desarrollo es la tasa que prevé Cuba
para los años venideros.
¿Qué indica esto,
señores delegados? que si cada uno va por el camino que va, cuando toda América
Latina, que actualmente tiene aproximadamente un per cápita de 330 dólares, ve
crecer su producto neto en 2,5%, va a tener quinientos dólares allá por el año
1980, quinientos dólares per cápita. Claro que para muchos países es un
verdadero fenómeno.
¿Qué piensa tener Cuba
en el año 1980? Pues un ingreso neto per cápita de unos tres mil dólares, más
que los Estados Unidos. Y si no nos creen, perfecto; aquí estamos para la
competencia, señores. Que se nos deje en paz, que nos dejen desarrollar y que
dentro de veinte años vengamos todos de nuevo, a ver si el canto de sirena era
el de la Cuba revolucionaria o era otro. Pero nosotros anunciamos,
responsablemente, esa tasa de crecimiento anual.
Los expertos sugieren
sustitución de ineficientes latifundios y minifundios por fincas bien
equipadas. Nosotros decimos: ¿quieren hacer Reforma Agraria?, tomen la tierra al
que tiene mucha y dénsela al que no tiene. Así se hace Reforma Agraria, lo
demás es canto de sirena. La forma de hacerlo: si se entrega un pedazo en
parcelas de acuerdo con todas las reglas de la propiedad privada; si se hace en
propiedad colectiva; si se hace una mezcla -como tenemos nosotros- eso depende
de las peculiaridades de cada pueblo. Pero la Reforma Agraria se hace
liquidando los latifundios, no yendo a colonizar allá lejos.
Y así podría hablar de
la redistribución del ingreso que, en Cuba se hizo efectiva, porque se les
quita a los que tienen más y se les permite tener más a los que no tienen nada
o a los que tienen menos, porque hemos hecho la Reforma Agraria, porque hemos
hecho la Reforma Urbana, porque hemos rebajado las tarifas eléctricas y
telefónicas -que, entre paréntesis, ésta fue la primer escaramuza con las
compañías monopolistas extranjeras-, porque hemos hecho círculos sociales
obreros y círculos infantiles, donde los niños de los obreros van a recibir
alimentación y viven mientras sus padres trabajan, porque hemos hecho playas
populares, y porque hemos nacionalizado la enseñanza, que es absolutamente
gratuita. Además, estamos trabajando en un amplio plan de salud.
De industrialización
hablaré aparte, porque es la base fundamental del desarrollo y así lo
interpretamos nosotros. Pero, hay un punto que es muy importante -es el filtro,
el purificador: los técnicos, creo que son siete-, de nuevo señores, el peligro
de la letrinocracia, metido en medio de los acuerdos con que los pueblos quieren
mejorar su nivel de vida; otra vez políticos disfrazados de técnicos diciendo,
aquí sí y aquí no; porque tú has hecho tal cosa y tal cosa, sí -pero en
realidad porque eres un fácil instrumento de quien da los medios-; y a ti no,
porque has hecho esto mal -pero, en realidad, porque no eres instrumento de
quien da los medios, porque dices, por ejemplo, que no puedes aceptar como
precio de algún préstamo que Cuba sea agredida.
Ese es el peligro, sin
contar que los pequeños, como en todos lados, son los que reciben poco o nada.
Hay, señores delegados, un solo lugar donde los pequeños tienen derecho al
«pataleo», y es aquí, donde cada voto es un voto, y donde eso hay que votarlo,
y pueden los pequeños -si están en actitud de hacerlo- contar con el voto
militante de Cuba en contra de la medida de los «siete», que es
«esterilizante», «purificante» y destinada a canalizar el crédito, con
disfraces técnicos por caminos diferentes.
¿Cuál es la posición
que verdaderamente conduzca a una auténtica planificación, que debe tener
coordinación con todos, pero que no puede estar sujeta a ningún otro organismo
supranacional?
Nosotros entendemos -y
así lo hicimos en nuestro país, señores delegados-, que la condición previa
para que haya una verdadera planificación económica es que el poder político
esté en manos de la clase trabajadora. Ese es el sine qua non de la verdadera
planificación para nosotros. Además, es necesaria la eliminación total de los
monopolios imperialistas y el control estatal de las actividades productivas
fundamentales. Amarrados bien de esos tres cabos, se entra a la planificación
del desarrollo económico; si no, se perderá todo en palabras, en discursos y en
reuniones.
Además, hay dos
requisitos que permitirán hacer o no que este desarrollo aproveche las
potencialidades dormidas en el seno de los pueblos, que están esperando que
despierten. Son, por un lado, el de la dirección central racional de la
economía por un poder único, que tenga facultades de decisión -no estoy
hablando de facultades dictatoriales, sino facultades de decisión- y, por otro,
el de la participación activa de todo el pueblo en las tareas de la
planificación.
Naturalmente, para que
todo el pueblo participe en las tareas de la planificación, tendrá que ser todo
el pueblo dueño de los medios de producción, si no, difícilmente participará.
El pueblo no querrá, y los dueños de las empresas donde trabaja me parece que
tampoco.
Bien, podemos hablar
unos minutos de lo que Cuba ha obtenido por su camino, comerciando con todo el
mundo y «yendo por las vertientes del comercio», decía Martí.
Nosotros tenemos
firmados, hasta estos momentos, créditos por 357 millones de dólares con los
países socialistas y estamos en conversaciones -que son conversaciones de
verdad- por ciento cuarenta y pico de millones más, con lo cual llegaremos a
los 500 millones, en préstamos, en estos cinco años. Ese préstamo, que nos da
la posesión y el dominio de nuestro desarrollo económico, llega, como dijimos,
a los quinientos millones -la cifra que los Estados Unidos da a toda América
Latina- solamente para nuestra pequeña república. Esto, llevado a la República
de Cuba, trasladado a América Latina, significaría que los Estados Unidos, para
proporcionar o para hacer el mismo trabajo, tendría que dar quince mil millones
de dólares -hablo de pesos a dólares, porque en nuestro país valen lo mismo.
Treinta mil millones de
dólares en diez años, la cifra que nuestro Primer Ministro solicitara; y con
eso, si hay una acertada conducción del proceso económico, América Latina, en
sólo cinco años, sería otra cosa.
Pasamos, ahora, al punto
II del temario. Y, naturalmente, antes de analizarlo, formularemos una cuestión
política.
Amigos nuestros -que
hay muchos, aunque no lo parezca- en estas reuniones, nos preguntaban si
estábamos dispuestos a reingresar al seno de las naciones latinoamericanas, y
estamos luchando porque no se nos expulse, porque no se nos obligue a abandonar
el seno de las repúblicas latinoamericanas. Lo que no queremos es ser arria,
como hablaba Martí. Sencillamente eso.
Nosotros denunciamos
los peligros de la integración económica de la América Latina, porque conocemos
los ejemplos de Europa y, además, América Latina ha conocido en su propia
sangre lo que costó para ella la integración económica de Europa. Denunciamos
el peligro de que los monopolios internacionales manejaran totalmente los
procesos del comercio dentro de las asociaciones de libre comercio. Pero
nosotros lo anunciamos también aquí, al seno de la Conferencia, y esperamos que
se nos acepte, que estamos dispuestos a ingresar a la Asociación
Latinoamericana de Libre Comercio, como uno más, criticando también lo que haya
que criticar, pero cumpliendo todos los requisitos, siempre y cuando se
respete, de Cuba, su peculiar organización económica y social, y se acepte ya
como un hecho consumado e irreversible, su gobierno socialista.
Y, además, la igualdad
de trato y el disfrute equitativo de las ventajas de la división internacional
del trabajo, también deben ser extensivos a Cuba. Cuba debe participar
activamente y puede contribuir mucho, para mejorar muchos de los grandes
«cuellos de botella», que existen en las economías de nuestros países, con la
ayuda de la economía planificada, dirigida centralmente y con una meta clara y
definida.
Sin embargo, Cuba
propone también las siguientes medidas: propone la iniciación de negociaciones
bilaterales inmediatas para la evacuación de bases o territorios de países
miembros ocupados por otros países miembros, para que no se produzcan casos
como el que denunciaba la Delegación de Panamá, donde la política financiera de
Panamá no se puede cumplir en un pedazo de su territorio. A nosotros nos ocurre
lo mismo, y quisiéramos que desapareciera esa anomalía, hablando desde el punto
de vista económico.
Nosotros proponemos el
estudio de planes racionales de desarrollo y la coordinación de asistencia
técnica y financiera de todos los países industrializados, sin distinciones
ideológicas ni geográficas de ninguna especie; nosotros proponemos también que
se recaben las garantías para salvaguardar los intereses de los países miembros
más débiles: la proscripción de los actos de agresión económica de unos
miembros contra otros; la garantía para proteger a los empresarios
latinoamericanos contra la competencia de los monopolios extranjeros; la
reducción de los aranceles norteamericanos para productos industriales de los
países latinoamericanos integrados; y establecimos que, a nuestro juicio, el
financiamiento externo sería bueno que sólo se produjera con inversiones directas
que reunieran las siguientes condiciones: no sujetarlos a exigencias políticas,
no discriminarlos contra empresas estatales, asignarlos de acuerdo con los
intereses del país receptor, que no tengan tasas de interés mayor del tres por
ciento, que su plazo de amortización no sea inferior a diez años y pueda ser
ampliable por dificultades en la balanza de pagos; proscripción de la
incautación o confiscación de naves y aeronaves de un país miembro por otro;
iniciación de reformas tributarias que no incidan sobre las masas trabajadoras
y protejan contra la acción de los monopolios extranjeros.
El punto III del temario
ha sido tratado con la misma delicadeza por los señores miembros: con sus dos
suaves pincitas han tomado el asunto, han levantado un poquito el velo, y lo
han dejado caer inmediatamente, porque la cosa es dura...
«Hubiera sido deseable -dice-
y hasta tentador para el grupo formular recomendaciones ambiciosas y
espectaculares... No lo hizo, sin embargo, debido a los numerosos y complejos
problemas técnicos que habría sido necesario resolver. Así es como las
recomendaciones que se formulan tuvieron, necesariamente, que limitarse a
aquellos que se consideraron técnicamente realizables.»
No sé si seré demasiado
perspicaz, pero creo leer entre líneas, que no hay pronunciamiento. La delegación
cubana plantea en forma concreta que de esta reunión debe obtenerse: garantía
de precios estatales, sin «pudiera» ni «podría», sin «examinaríamos» ni
«examinaremos», sino garantías de precios estables; mercados crecientes o al
menos estables, garantías contra agresiones, o garantías contra la suspensión
unilateral de compras en mercados tradicionales; garantías contra el «dumping»
de excedentes agrícolas subsidiadas, garantías contra el proteccionismo a la producción
de productos primarios; creación de las condiciones en los países
industrializados para las compras de productos primarios con mayor grado de
elaboración.
Cuba manifiesta que
sería deseable que la delegación de Estados Unidos conteste, en el seno de las
Comisiones, si continuará subsidiando su producción de cobre, de plomo, de
zinc, de azúcar, de algodón, de trigo o de lana. Cuba pregunta si Estados
Unidos continuará presionando para que los excedentes de productos primarios no
sean vendidos a los países socialistas, ampliando así su mercado.
Y viene el punto V del
temario, porque el IV es nada más que un informe. Este punto V es la otra cara
de la moneda.
Fidel Castro dijo, en
ocasión de la Conferencia de Costa Rica, que los Estados Unidos habían ido «con
una bolsa de oro en una mano y un garrote en la otra». Hoy aquí, los Estados
Unidos vienen con la bolsa de oro -afortunadamente más grande- en una mano, y
la barrera para aislar a Cuba en la otra. Es, de todas maneras, un triunfo de
las circunstancias históricas.
Pero en el punto V del
temario se establece un programa de medidas en América Latina para la
regimentación del pensamiento, la subordinación del movimiento sindical y, si
se puede, la preparación de la agresión militar contra Cuba.
Se prevén tres pasos, a
través de toda la lectura: movilización desde ahora mismo, de los medios de
difusión y propaganda latinoamericana contra la Revolución cubana y contra las
luchas de nuestros pueblos por su libertad; constitución, en reunión posterior,
de una Federación Interamericana de Prensa, Radio, Televisión y Cine, que
permita a Estados Unidos dirigir la política de todos los órganos de opinión de
América Latina, de todos -ahora no hay muchos que estén fuera de su esfera de
influencia, pero pretende de todos modos controlar monopolíticamente las nuevas
empresas de información y absorber a cuantas sea posible de las antiguas.
Todo esto, para hacer
algo insólito que se ha anunciado aquí con toda tranquilidad. Se pretende,
señores delegados, establecer el mercado común de la cultura, organizado,
dirigido, pagado, domesticado; la cultura toda de América Latina al servicio de
los planes de propaganda del imperialismo, para demostrar que el hambre de
nuestros pueblos no es hambre, sino pereza. ¡Magnífico!
Frente a esto, nosotros
respondemos: debe hacerse una exhortación a que los órganos de opinión de
América Latina se hagan partícipes de los ideales de liberación nacional de
cada pueblo latinoamericano. Se debe hacer una exhortación al intercambio de
información, medios culturales, órganos de prensa, y a la realización de
visitas directas sin discriminaciones entre nuestros pueblos, porque un
norteamericano que va a Cuba tiene cinco años de prisión en estos momentos; a
los gobiernos latinoamericanos para que garanticen las libertades que permitan
al movimiento obrero la organización sindical independiente, la defensa de los
intereses de los obreros y la lucha por la independencia verdadera de sus
pueblos; y condenación total, absoluta, del punto V, como un intento del
imperialismo de domesticar lo único que nuestros pueblos estaban ahora salvando
del desastre: la cultura nacional.
Me voy a permitir,
señores delegados, dar un esquema de los objetivos del primer plan de
desarrollo económico de Cuba en este próximo cuatrienio. La tasa del
crecimiento global será del 12%, es decir, más del 9,5% per capita, neto. En
materia industrial, transformación de Cuba en el país más industrial de América
Latina en relación con su población, como lo indican los datos siguientes:
Primer lugar en América
Latina en la producción per capita de acero, cemento, energía eléctrica y,
exceptuando Venezuela, refinación de petróleo; primer lugar en América Latina
en tractores, rayón, calzado, tejidos, etc.; segundo lugar en el mundo en
producción de níquel metálico (hasta hoy Cuba sólo había producido
concentrados); la producción de níquel en 1965 será de 70.000 toneladas
métricas, lo que constituye aproximadamente el 30% de la producción mundial; y,
además, producirá 2.600 de toneladas métricas de cobalto metálico; producción
de 8,5 a 9 millones de toneladas de azúcar; inicio de la transformación de la
industria azucarera en sucro-química.
Para lograr estas medidas,
fáciles de enunciar, que demandan un enorme trabajo y el esfuerzo de todo un
pueblo para cumplirse y un financiamiento externo muy grande, hecho con un criterio
de ayuda y no de explotación, se han tomado las siguientes medidas; se van a
hacer inversiones en industrias por más de mil millones de pesos -el peso
cubano equivale al dólar- en la instalación de 800 megawatts de generación
eléctrica. En 1960, la capacidad instalada -exceptuando la industria azucarera,
que trabaja temporalmente- era de 621 megawatts. Instalación de 205 industrias,
entre las cuales las más importantes son las 22 siguientes: una nueva planta de
refinación de níquel metálico, lo que elevará el total a 70.000 toneladas; una
refinería de petróleo para dos millones de toneladas de petróleo crudo; la
primera planta siderúrgica, de 700.000 toneladas, y que en este cuatrienio
llegará a las 500.000 toneladas de acero; la ampliación de nuestras plantas
para producir tubos de acero con costura, en 25.000 toneladas métricas;
tractores, 5.000 unidades anuales; motocicletas, 10.000 unidades anuales; tres
plantas de cemento y ampliación de las existentes por un total de 1.500.000
toneladas, lo que elevará nuestra producción a 2.500.000 toneladas anuales;
envases metálicos, 201.000.000 de unidades; ampliación de nuestras fábricas de
vidrio a 23.700 toneladas métricas anuales; en vidrio plano, 1.000.000 de
metros cuadrados; una fábrica nuevas de chapas de bagazo, 10.000 metros
cúbicos; una planta de celulosa de bagazo, 60.000 toneladas métricas; aparte de
una de celulosa de madera para 40.000 toneladas métricas anuales; una planta de
nitrato de amonio, 60.000 toneladas; 81.000 toneladas métricas de superfosfato
triple; 132.000 toneladas métricas de ácido nítrico; 85.000 toneladas métricas
de amoníaco; 8 nuevas fábricas textiles y ampliación de las existentes con
451.000 husos; una fábrica de sacos de kenaf, para 16.000.000 de sacos; y, así
otras de menor importancia, hasta el número de 205, hasta estos momentos.
Estos créditos han sido
contratados hasta el presente de la siguiente forma: 200.000.000 de dólares con
la Unión Soviética; 60.000.000 de dólares con la República Popular China;
40.000.000 con la República Socialista de Checoslovaquia; 15.000.000 con la
República Popular de Rumania; 15.000.000 con la República Popular de Hungría;
12.000.000 con la República Popular de Polonia; 10.000.000 con la República
Democrática Alemana y 5.000.000 con la República Democrática de Bulgaria. El
total contratado hasta la fecha es de 357.000.000. Las nuevas negociaciones que
esperamos culminar pronto son fundamentalmente con la Unión Soviética que, como
país más industrializado del área socialista, es el que nos ha brindado su
apoyo más decidido.
En materia agrícola, se
propone cuba alcanzar la autosuficiencia en la producción de alimentos,
incluyendo grasas y arroz, no en trigo; autosuficiencia en algodón y fibras
duras; creación de excedentes exportables de frutas tropicales y otros
productos agrícolas cuya contribución a las exportaciones triplicarán los
niveles actuales.
En materia de comercio
exterior, aumentará el valor de las exportaciones el 75% en relación con el año
1960; diversificación de la economía: el azúcar y sus derivados serán alrededor
del 60% del valor de las exportaciones, y no el 80% como ahora.
En materia de
construcción: eliminación del 40% del déficit actual de vivienda, incluyendo
los bohíos, que son los ranchos nuestros; combinación racional de materiales de
construcción para que, sin sacrificar la calidad, aumente el uso de los
materiales locales.
Hay un punto en que me
gustaría detenerme un minuto, es en la educación. Nos hemos reído del grupo de
técnicos que ponía la educación y la sanidad como condición sine qua non para
iniciar el camino del desarrollo. Para nosotros eso es una aberración, pero no
es menos cierto que una vez iniciado el camino del desarrollo, la educación
debe marchar paralela a él. Sin una educación tecnológica adecuada, el
desarrollo se frena. Por lo tanto, Cuba ha realizado la reforma integral de la
educación, ha ampliado y mejorado los servicios educativos y ha planificado
integralmente la educación.
Actualmente está en
primer lugar en América Latina en la asignación de recursos para la educación:
se dedica el 5,3% del ingreso nacional. Los países desarrollados emplean del 3
al 4, y América Latina del 1 al 2% del ingreso nacional. En Cuba, el 28,3% de
los gastos corrientes del Estado son para el Ministerio de Educación, e
incluyendo otros organismos que gastan en educación sube ese porcentaje al 30%.
Entre los países latinoamericanos la mayoría emplean el 21% de su presupuesto.
El aumento del
presupuesto de educación de 75 millones en 1958 a 128 millones en 1961, un 71%
de crecimiento. Y los gastos totales de educación, incluyendo alfabetización y
construcciones escolares, en 170 millones, 25 pesos per cápita. En Dinamarca,
por ejemplo, se gasta 25 pesos per cápita al año en educación; en Francia, 15;
en América Latina, 5.
Creación, en 2 años, de
10.000 aulas y nombramiento de 10.000 nuevos maestros. Es el primer país de
Latinoamérica que satisface plenamente las necesidades de instrucción primaria
para toda la población escolar, aspiración del proyecto principal de la UNESCO
en América Latina para 1968, ya satisfecha en este momento en Cuba.
Estas medidas y estas
cifras realmente maravillosas y absolutamente verídicas que presentamos aquí,
señores delegados, han sido posible por las siguientes medidas: nacionalización
de la enseñanza, haciéndola laica y gratuita y permitiendo el aprovechamiento
total de sus servicios; creación de un sistema de becas que garantice la
satisfacción de todas las necesidades de los estudiantes, de acuerdo con el
siguiente plan: becas, 20.000 para escuelas secundarias básicas, de 7° a 9°
grado; 3.000 para institutos pre-universitarios; 3.000 para instrumentos de
arte; 6.000 las universidades; 1.500 para cursos de inseminación artificial;
1.200 para cursos sobre maquinaria agrícola; 14.000 para cursos de corte y costura
y preparación básica para el hogar para las campesinas; 1.200 para preparación
de maestros de montañas; 750 para cursos de iniciación del magisterio primario;
10.000, entre becas y «bolsas de estudio», para alumnos de enseñanza tecnológica;
y, además, cientos de becas para estudiar tecnología en los países socialistas;
creación de cien centros de educación secundaria, con lo que cada municipio
tendrá por lo menos uno.
Este año, en Cuba, como
anuncié, se liquida el analfabetismo. Es un maravilloso espectáculo. Hasta el
momento actual, 104.500 brigadistas, casi todos ellos estudiantes entre 10 y 18
años, han inundado el país de un extremo a otro para ir directamente al bohío
del campesino, para ir a la casa del obrero, para convencer al hombre anciano
que ya no quiere estudiar, y liquidar, así, el analfabetismo en Cuba.
Cada vez que una
fábrica liquida el analfabetismo entre sus obreros, iza una bandera azul que
anuncia el hecho al pueblo de Cuba; cada vez que una cooperativa liquida el
analfabetismo entre sus campesinos, levanta la misma enseña; y 104.500 jóvenes
estudiantes que tienen como enseña un libro y un farol, para dar la luz de la
enseñanza en las regiones atrasadas, y que pertenecen a las Brigadas «Conrado
Benítez», con lo cual se honra el nombre del primer mártir de la educación de
la Revolución cubana, que fue ahorcado por un grupo de contrarrevolucionarios
por el grave delito de estar en las montañas de nuestra tierra, enseñando a
leer a los campesinos.
Esa es la diferencia,
señores delegados, entre nuestro país y los que lo combaten.
Cinto cincuenta y seis
mil alfabetizadores voluntarios, que no ocupan su tiempo completo, como obreros
y profesionales, trabajan en la enseñanza; 32.000 maestros dirigen ese
ejército, y sólo con la cooperación activa de todo el pueblo de Cuba se pueden
haber logrado cifras de tanta trascendencia.
Se ha hecho todo eso en
un año, o mejor dicho, en dos años: siete cuarteles regimentales se han
convertido en ciudades escolares; 27 cuarteles en escuelas, y todo esto bajo el
peligro de agresiones imperialistas. La ciudad escolar «Camilo Cienfuegos»
tiene actualmente 5.000 alumnos procedentes de la Sierra Maestra, y en
construcción unidades para 20.000 alumnos; se proyecta construir una ciudad
similar en cada provincia; cada ciudad escolar se autoabastecerá de alimentos,
iniciando a los niños campesinos en las tareas de las técnicas agrícolas.
Además, se han
establecido nuevos métodos de enseñanza. La escuela primaria pasó, de 1958 a
1959, de 602.000 a 1.231.700 alumnos; la secundaria básica, de 21.900 a 83.800;
comercio, de 8.900 a 21.300; tecnológicmente de 5.600 a 11.500.
Se han invertido 48
millones de pesos en construcciones escolares en sólo dos años.
La Imprenta Nacional
garantiza textos y demás impresos para todos los escolares, gratuitamente.
Dos cadenas de
televisión, que cubren todo el territorio nacional, son un poderoso medio de
difusión masiva para la enseñanza. Asimismo, toda la radio nacional está al
servicio del Ministerio de Educación.
El Instituto Nacional
de Deportes, Educación Física y Recreación, cuyas siglas son el INDER, promueve
el desarrollo físico en forma masiva.
Ese es, señores
delegados, el panorama cultural de Cuba en estos momentos.
Ahora viene la parte
final de nuestra intervención, la parte de las definiciones, porque queremos
precisar bien nuestra posición.
Hemos denunciado la
«Alianza para el Progreso» como un vehículo destinado a separar al pueblo de
Cuba de los otros pueblos de América Latina, a esterilizar el ejemplo de la
Revolución cubana, y, después, a domesticar a los otros pueblos de acuerdo con
las indicaciones del imperialismo. Quisiera que se me permitiera demostrar
cabalmente esto.
Hay muchos documentos
interesantes en el mundo. Nosotros distribuimos entre los delegados algunos
documentos que llegaron a nuestras manos y que demuestran, por ejemplo, la
opinión que tiene el imperialismo del gobierno de Venezuela, cuyo canciller,
hace unos días, nos atacara duramente quizás por entender que nosotros
estábamos violando las leyes de amistad con su pueblo o con su gobierno.
Sin embargo, es
interesante precisar que manos amigas nos hicieron llegar un documento interesante.
Es un informe de un documento secreto dirigido al Embajador Moscoso, en
Venezuela, por sus asesores John M. Cates, J. Irving Tragen y Robert Cox.
En uno de sus párrafos
dice este documento, hablando de las medidas que hay que tomar en Venezuela para
hacer una verdadera «Alianza para el Progreso», dirigida por los Estados
Unidos.
Reforma de la Burocracia.
«Todos los planes que se
formulen -hablando de Venezuela-, todos los programas que se inicien para el
desarrollo económico de Venezuela, ya sea por el gobierno venezolano o por
técnicos norteamericanos, tendrán que ser puestos en práctica a través de la
burocracia venezolana. Pero, mientras la administración pública de este país se
caracterice por la ineptitud, la indiferencia, la ineficiencia, el formalismo partidista
en el otorgamiento de empleos, el latrocinio, la duplicidad de funciones y la
creación de impuestos privados, será prácticamente imposible hacer que pasen
proyectos dinámicos y eficaces a través de la maquinaria gubernamental.
La reforma del aparato
administrativo es posiblemente, por lo tanto, la necesidad más fundamental, ya
que no sólo se dirige a rectificar un desajuste básico económico y social, sino
que también implica reacondicionar el instrumento mismo con el que se deberán
plasmar todas las demás reformas básicas y proyectos de desarrollo.»
Hay muchas cosas
interesantes en este documento que pondremos a disposición de los señores
delegados, donde se habla, también, de los nativos. Después de enseñar a los
nativos, se deja a los nativos. Nosotros somos nativos, nada más. Pero hay algo
muy interesante, señores delegados, y es la recomendación que da el señor Cates
al señor Moscoso de lo que hay que hacer en Venezuela y por qué hay que
hacerlo. Dice así:
«Los Estados Unidos se verán
en la necesidad, probablemente más rápido de lo que se piense, de señalar a los
godos, a la oligarquía, a los nuevos ricos, a los sectores económicos
nacionales y extranjeros en general, a los militares y al clero, que tendrán en
última instancia que elegir entre dos cosas: contribuir al establecimiento en
Venezuela de una sociedad basada en las masas, en tanto que ellos retienen
parte de su statu quo y riquezas, o tener que hacer frente a la pérdida de sus
privilegios (y muy posiblemente la muerte misma en el paredón) -éste es un
informe de los norteamericanos a sus embajadores- si las fuerzas de la
moderación y el progreso son desplazadas en Venezuela.»
Después esto se
completa y da la imagen del cuadro y de todo el tinglado en que se va a empezar
a desarrollar esta Conferencia, con otros informes de las instrucciones
secretas dirigidas por el Departamento de Estado Norteamericano, en América
Latina, sobre el «caso Cuba».
Es muy importante esto,
porque es lo que ya descubre dónde estaba la mamá del cordero. Dice así -me voy
a permitir extractar un poco aunque después lo circularemos, en honor a la
brevedad que ya he violado algo-:
«De inicio, se dio ampliamente
por sentado en la América Latina que la invasión estaba respaldada por los
Estados Unidos y que, por lo tanto, tendría éxito. La mayoría de los gobiernos
y sectores responsables de la población estaban preparados para aceptar un
hecho consumado (fait accompli), aunque existía recelos acerca de la violación
del principio de no intervención. Los comunistas y otros elementos vehementes
pro-Castro, tomaron inmediatamente la ofensiva con demostraciones y actos de
violencia dirigidos contra agencias de los Estados Unidos en varios países,
especialmente en Argentina, Bolivia y México.
Sin embargo, tales actividades
latinoamericanas y pro-Castro, recibieron un respaldo limitado y tuvieron menos
efecto del que pudiera haberse esperado.»
«El fracaso de la invasión
desalentó a los sectores anti-Castro, los cuales consideran que los Estados
Unidos debían hacer algo dramático que restaurara su dañado prestigio, pero fue
acogido con alegría por los comunistas y otros elementos pro-Castro.»
«En la mayoría de los casos,
las reacciones de los gobiernos latinoamericanos no fueron sorprendentes. Con
la excepción de Haití y la República Dominicana, las repúblicas que ya había
roto o suspendido sus relaciones con Cuba expresaron su comprensión de la
posición norteamericana. Honduras se unió al campo anti-Castro, suspendiendo sus
relaciones en abril y proponiendo la formación de una alianza de naciones
centroamericanas y del Caribe para habérselas por la fuerza con Cuba. La
proposición -que fue sugerida también independientemente por Nicaragua-, fue
abandonada calladamente cuando Venezuela rehusó respaldarla».
Venezuela, Colombia y
Panamá expresaron una seria preocupación por las penetraciones soviéticas y del
comunismo internacional en Cuba, pero se mantuvieron a favor de realizar algún
tipo de acción colectiva de la OEA -«acción colectiva de la OEA», entramos en
terreno conocido-, para habérselas con el problema cubano. Una opinión similar
fue adoptada por Argentina, Uruguay y Costa Rica; Chile, Ecuador, Bolivia,
Brasil y México rehusaron respaldar toda posición que implicara una
intervención en los asuntos internos de Cuba. Esta actitud fue probablemente muy
intensa en Chile, donde el gobierno encontró una fuerte oposición en todas las
esferas a una intervención militar abierta por algún Estado contra el régimen
de Castro. En Brasil y Ecuador la cuestión provocó serias divisiones en el
Gabinete, en el Congreso y en los partidos políticos. En el caso de Ecuador, la
posición intransigente pro-Cuba del presidente Velazco, fue sacudida pero no
alterada por el descubrimiento de que comunistas ecuatorianos estaban siendo
entrenados dentro del país en las tácticas de guerrillas por revolucionarios
pro-Castro.»
Asimismo, existen muy
pocas dudas de que algunos de los elementos anteriores no comprometidos de la
América Latina han quedado impresionados favorablemente por la habilidad de
Castro en sobrevivir a un ataque militar, apoyado por los Estados Unidos,
contra el régimen. Muchos que habían vacilado en comprometerse antes, porque
suponían que los Estados Unidos eliminarían al régimen de Castro con el tiempo,
puede que hayan cambiado ahora de opinión. La victoria de Castro, les ha
demostrado el carácter permanente y factible de la Revolución cubana. Además,
su victoria ha excitado sin duda la latente actitud antinorteamericana que
prevalece en gran parte de la América Latina.
En todos los respectos,
los Estados Miembros de la OEA son ahora menos hostiles a la intervención de
los Estados Unidos en Cuba que antes de la invasión, pero una mayoría
-incluyendo Brasil y México, que suman más de la mitad de la población de la América
Latina- no está dispuesta a intervenir activamente y ni siquiera a unirse en
una cuarentena contra Cuba. Tampoco pudiera esperarse que la Organización le
diera de antemano su aprobación a la intervención directa de los Estados
Unidos, excepto en el caso de que Castro esté involucrado sin lugar a dudas en
un ataque a un gobierno latinoamericano.
«Aun cuando los Estados Unidos
tuvieran éxito -lo cual luce improbable- en persuadir a la mayoría de los estados
latinoamericanos a unirse en una cuarentena a Cuba, el intento no tendría éxito
total. De seguro, México y Brasil rehusarían cooperar y servirían de canal para
los viajes y otras comunicaciones entre la América Latina y Cuba».
«La oposición mantenida por
México durante mucho tiempo a la intervención de cualquier tipo, no
representaría un obstáculo insuperable a la acción colectiva de la OEA, contra
Cuba. La actitud del Brasil, sin embargo, que ejerce una fuerte influencia
sobre sus vecinos suramericanos, es decisiva para la cooperación hemisférica. Mientras
el Brasil rehúse actuar contra Castro, es probable que un número de otras
naciones, incluyendo Argentina y Chile, no tengan deseos de arriesgarse a
repercusiones internas adversas por complacer a los Estados Unidos».
«La magnitud de la amenaza que
constituyen Castro y los comunistas en otras partes de la América Latina,
seguirá probablemente dependiendo en lo fundamental de los siguientes factores:
a) La habilidad del régimen
en mantener su posición.
b)Su eficacia en
demostrar el éxito de su modo de abordar los problemas de reforma y desarrollo;
y
c)La habilidad de los
elementos no comunistas en otros países latinoamericanos en proporcionar
alternativas, factibles y popularmente aceptables. Si, mediante la propaganda,
etcétera, Castro puede convencer a los elementos desafectos que existen en la
América Latina, de que realmente se están haciendo reformas sociales -es decir,
si de esto que decimos se convencen los señores delegados- que es verdad básica
que benefician a las clases más pobres, crecerá el atractivo del ejemplo cubano
y seguirá inspirando imitadores de izquierda en toda la zona. El peligro no es
tanto de que un aparato subversivo, con su centro en La Habana, pueda exportar
la Revolución, como de que una creciente miseria y descontento entre las masas
del pueblo latinoamericano proporcione a los elementos pro-Castro,
oportunidades de actuar».
Después de considerar
si nosotros intervenimos o no, razonan:
«Es probable que los cubanos
actúen cautelosamente a este respecto durante algún tiempo. Probablemente no
estén deseosos de arriesgarse a que se intercepte y se ponga al descubierto
alguna operación de filibusterismo o suministro militar proveniente de Cuba.
Tal eventualidad traería como resultado un mayor endurecimiento de la opinión oficial
contra Cuba, acaso hasta el punto de proporcionar un respaldo tácito a la
intervención norteamericana, o dar por lo menos posibles motivos para sanciones
por parte de la OEA. Por estas razones y debido a la preocupación de Castro,
por la defensa de su territorio en este momento, el uso de fuerzas militares
cubanas para apoyar la insurrección en otras partes es extremadamente
improbable».
De modo señores
delegados que tengan dudas, que el Gobierno de los Estados Unidos anuncia que
es muy difícil que nuestras tropas interfieran en las cuestiones nacionales de
otros países.
«A medida que pasa el tiempo,
y ante la ausencia de una intervención directa de Cuba en los asuntos internos
de estados vecinos, los presentes temores al castrismo, a la intervención soviética
en el régimen, a su naturaleza «socialista», -ellos lo ponen entre comillas- y
a la repugnancia por la represión del estado policíal de Castro, tenderán a
decrecer y la política tradicional de no intervención se reafirmará».
Dice después:
«Aparte de su efecto directo
sobre el prestigio de los Estados Unidos en esa zona -que indudablemente ha
descendido como resultado del fracaso de la invasión- la supervivencia del
régimen de Castro, pudiera tener un profundo efecto sobre la vida política americana
en estos años venideros. La misma prepara la escena para una lucha política
promovida en los términos promovidos por la propaganda comunista durante mucho
tiempo en este hemisferio, quedando de un lado las fuerzas «populares» -entre
comillas- antinorteamericanas y del otro los grupos aliados a los Estados
Unidos. A los gobiernos que prometen una reforma evolutiva por un período de
años, aun a un ritmo acelerado, se les enfrentarán los líderes políticos que
prometerán un remedio inmediato a los males sociales, mediante la confiscación
de propiedades y el vuelco de la sociedad. El peligro más inmediato del ejemplo
de Castro, para la América Latina pudiera muy bien ser el peligro para la
estabilidad de aquellos gobiernos que están actualmente intentando cambios
evolutivos sociales y económicos, más bien que para los que han tratado de
impedir tales cambios, en parte debido a las tensiones y a las excitadas
esperanzas que acompañan a los cambios sociales y al desarrollo económico. Los
desocupados de la ciudad y los campesinos sin tierra de Venezuela y Perú, por
ejemplo, los cuales han esperado que Acción Democrática y el APRA efectúen
reformas, constituyen una fuente expedita de fuerzas políticas para el político
que los convenza de que el cambio puede ser efectuado mucho más rápidamente de
lo que han prometido los movimientos social democráticos. El apoyo popular que
actualmente disfrutan los grupos que buscan cambios evolutivos o el respaldo
potencial que normalmente pudieran obtener a medida que las masas latinoamericanas
se tornan más activas políticamente, se perderá en la medida en que los líderes
políticos extremistas, utilizando el ejemplo de Castro, puedan hacer surgir
apoyo para el cambio revolucionario».
Y en el último párrafo,
señores, aparece nuestra amiga aquí presente:
«La Alianza para el Progreso,
que pudiera muy bien proporcionar el estímulo para llevar a cabo programas más
intensos de reforma, pero a menos que éstos se inicien rápidamente y comiencen
pronto a mostrar resultados positivos, es probable que no sea un contrapeso
suficiente a la creciente presión de la extrema izquierda.
Los años que tenemos por
delante serán testigos casi seguramente de una carrera entre aquellas fuerzas
que están intentando iniciar programas evolutivos de reforma y las que están
tratando de generar apoyo de masas para la revolución fundamental económica y
social. Si los moderados se quedan atrás en esta carrera pudieran, con el
tiempo, verse privados de su apoyo de masas y cogidos en una posición
insostenible entre los extremos de la derecha y la izquierda».
Estos son, señores
delegados, los documentos que la Delegación de Cuba quería presentar a ustedes,
para analizar descarnadamente la «Alianza para el Progreso». Ya sabemos todo el
íntimo sentir del Departamento de Estado norteamericano: «Es que hay que hacer
que los países de Latinoamérica crezcan, porque si no viene un fenómeno que se
llama castrismo, que es tremendo para los Estados Unidos.»
Pues bien, señores,
hagamos la Alianza para el Progreso en esos términos; que crezcan de verdad las
economías de todos los países miembros de la Organización de los Estados Americanos;
que crezcan, para que consuman sus productos y no para convertirse en fuente de
recursos para los monopolios norteamericanos; que crezcan, para asegurar la paz
social, no para crear nuevas reservas para una eventual guerra de conquista;
que crezcan para nosotros, no para los de afuera.
Y a todos ustedes,
señores delegados, la Delegación de Cuba les dice, con toda franqueza:
queremos, dentro de nuestras condiciones, estar dentro de la familia
latinoamericana; queremos convivir con Latinoamérica; queremos verlos crecer,
si fuera posible, al mismo ritmo que estamos creciendo nosotros, pero no nos
oponemos a que crezcan a otro ritmo. Lo que sí exigimos es la garantía de la no
agresión para nuestras fronteras.
No podemos dejar de
exportar ejemplo, como quieren los Estados Unidos, porque el ejemplo es algo
espiritual que traspasa las fronteras. Lo que sí damos la garantía de que no
exportaremos revolución, damos la garantía de que no se moverá un fusil de
Cuba, de que no se moverá una sola arma de Cuba para ir a luchar en ningún otro
país de América Latina.
Lo que no podemos
asegurar es que la idea de Cuba deje de implantarse en algún otro país de
América Latina y lo que aseguramos en esta conferencia, es que si no se toman
medidas urgentes de prevención social, el ejemplo de Cuba sí prenderá en los
pueblos y, entonces sí, aquella exclamación que una vez diera mucho que pensar,
que hizo Fidel un 26 de julio y que se interpretó como una agresión, volverá a
ser cierta. Fidel dijo que si seguían las condiciones sociales como hasta
ahora, «la cordillera de los Andes sería la Sierra Maestra de América».
Nosotros señores
delegados, llamamos a la Alianza para el Progreso, a la alianza pacífica para el
progreso de todos. No nos oponemos a que nos dejen de lado en la repartición de
los créditos, pero sí nos oponemos a que se nos deje de lado en la intervención
en la vida cultural y espiritual de nuestros pueblos latinoamericanos, a los
cuales pertenecemos.
Lo que nunca
admitiremos es que se nos coarte nuestra libertad de comerciar y tener
relaciones con todos los pueblos del mundo, y de lo que nos defenderemos con
todas nuestras fuerzas es de cualquier intento de agresión extranjera, sea
hecho por la potencia imperial o sea hecha por algún organismo latinoamericano
que engloba el deseo de algunos de vernos liquidados.
Para finalizar, señor
Presidente, señores delegados, quiero decirles que hace algún tiempo tuvimos
una reunión en el Estado Mayor de las Fuerzas Revolucionarias de nuestro país,
Estado Mayor al cual pertenezco. Se trataba de una agresión contra Cuba, que
sabíamos que vendría, pero no sabíamos aún cuándo ni por dónde. Pensamos que
sería muy grande, de hecho iba a ser muy grande. Esto se produjo antes de la
famosa advertencia del Primer Ministro de la Unión Soviética, Nikita Khrushchev
de que sus cohetes podían volar más allá de las fronteras soviéticas. Nosotros
no habíamos pedido esa ayuda, y no conocíamos esa disposición de ayuda. Por
eso, nos reunimos, sabiendo que llegaba la invasión, para afrontar como
revolucionarios nuestro destino final. Sabíamos que si los Estados Unidos
invadían a Cuba, una hecatombe, pero en definitiva seríamos derrotados y
expulsados de todos los lugares habitados del país.
Propusimos, entonces,
los miembros del Estado Mayor, que Fidel Castro se retirara a un reducto de la
montaña y que uno de nosotros tomara a su cargo la defensa de La Habana.
Nuestro Primer Ministro y Jefe contestó aquella vez, con palabras que lo
enaltecen -como en todos sus actos- que si los Estados Unidos invadían a Cuba y
La Habana se defendiera como debiera defenderse, cientos de miles de hombres,
mujeres y niños morirían ante el ímpetu de las armas yanquis, y que a un
gobernante de un pueblo en revolución no se le podía pedir que se refugiara en
la montaña, que su lugar estaba allí donde se encontraban sus muertos queridos,
y que allí, con ellos, cumpliría su misión histórica.
No se produjo esa
invasión, pero mantenemos ese espíritu, señores delegados. Por eso, puedo
predecir que la Revolución cubana es invencible, porque tiene un pueblo y
porque tiene un gobernante como el que gobierna a Cuba.
Eso es todo, señores
delegados.
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La expulsión de Cuba de la OEA y la II Declaración de La Habana
Si recordamos que el 16 de abril de 1961 fue declarado, por el Comandante Fidel Castro, el carácter socialista de la Revolución cubana, y que el 19 de abril (tres días después), ante la invasión armada y organizada por la CIA, el Imperio yanqui sufrió la primera derrota militar en América, en las arenas de Playa Girón en Cuba, defendida por las Fuerzas Armadas Revolucionarias (FAR), integrado también por voluntarios milicianos del primer país declarado "Socialista" de Nuestramérica, y motivó la implementación por parte de los EE UU de la "Alianza para el Progreso" para impedir que se propague el ejemplo de la Revolución cubana por América Latina y el Caribe, lo cual fue denunciado por el Che en la reunión ministerial del (CIES) Consejo Interamericano Económico y Social de la OEA, aquel 8 de agosto de 1961, nos puede ayudar a comprender por qué Cuba, y por ordenes de los EE UU, fue expulsada de la OEA el 31 de enero de 1962, en la Octava Reunión de Consulta de Ministros de Relaciones Exteriores de la OEA, celebrada también en Punta del Este, Uruguay.
Finalmente, la “Segunda Declaración de La Habana”, documento producido en Cuba en febrero de 1962 (que ha sido llamada un Manifiesto Comunista para Nuestra América), contiene un certero diagnóstico acerca de las consecuencias por la aplicación de las políticas imperialistas de los Estados Unidos hacia América Latina, durante el transcurso de la década del sesenta. En el mismo se expresa también la indignación del pueblo Cubano ante la traición de los gobiernos latinoamericanos (salvo México), por la expulsión de Cuba de la OEA.
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