Taller de Lectura # 99 y 100 - Julio-agosto de
2017
“Orígenes y vigencia del
pensamiento político de Fidel”
Por: Fernando Martínez Heredia
Publicado en: Homenaje a Fidel, tomado de Cubadebate el 23
mayo 2017.
Conferencia inaugural
en el XXII Encuentro Nacional de Solidaridad con Cuba, del Movimiento Mexicano
de Solidaridad con Cuba. Universidad Obrera de México, San Ildefonso no. 72,
Ciudad de México, 18 de marzo de 2017.
Agradezco esta oportunidad a las
mexicanas y los mexicanos tan abnegados y generosos que realizan y mantienen
estos encuentros.
Comienzo mi intervención por el
primer indicador de la vigencia de Fidel. El homenaje que recibió, en los nueve
días que siguieron a su partida, fue una consigna de hoy, una invención de
jóvenes que hizo suya todo el pueblo de Cuba: “yo soy Fidel”. Así se demostró
que Fidel es del siglo XXI, y no solo del XX, y también que cuando el pueblo
entero se moviliza con conciencia revolucionaria es invencible. En esos días
del duelo, Fidel libró su primera batalla póstuma y la ganó; al mismo tiempo,
volvió a mostrarles a todos el camino verdadero, como vino haciendo desde 1953.
Entiendo que ha sido muy atinado
el tema que me han fijado los organizadores, porque en la compleja y difícil
situación que estamos viviendo en nuestro continente los orígenes, los rasgos
fundamentales y la vigencia del pensamiento político de Fidel pueden constituir
una ayuda inapreciable. Hoy podemos avanzar mejor con esa ayuda de Fidel, pero
a condición de emular con sus ideas y sus actos, para sacarles provecho en lo
decisivo, que serán nuestras actuaciones. No imitando simplemente a Fidel, que
nunca imitó a nadie, sino traduciéndolo a nuestras necesidades, situaciones y
acciones.
Fidel brinda un gran caudal de
enseñanzas, tanto para el individuo como para las luchas políticas y sociales.
Puede aportarnos mucho conocer mejor sus creaciones y sus ideas, las razones
que lo condujeron a sus victorias, cómo enfrentó Fidel las dificultades y los
reveses, su capacidad de identificar lo esencial de cada situación y los
problemas principales, plantear bien la estrategia y la táctica, tomar
decisiones y actuar con determinación y firmeza. Si lo hacemos, será más grande
su legado.
En el transcurso de la vida de
Fidel pueden distinguirse tres aspectos: el joven revolucionario; el líder de
la Revolución cubana; y el líder latinoamericano, del Tercer Mundo y mundial.
El segundo y el tercer aspecto suceden simultáneamente. Vamos a asomarnos a la
extraordinaria riqueza del pensamiento político del joven que se rebelaba contra
todo el orden de la dominación, y no contra una parte de él, del combatiente
revolucionario, del artífice de la victoria de la insurrección cubana y del
despliegue y la defensa del nuevo poder revolucionario, y del conductor supremo
de la creación de una nueva sociedad latinoamericana liberada, socialista,
internacionalista y antimperialista.
Fidel fue hijo de una tradición
que es fundamental dentro de la historia del pensamiento revolucionario cubano:
la corriente radical, que ha tenido puntos en común y ha establecido una
trayectoria singular. Esos radicales se fueron por encima de las respuestas
políticas que parecían posibles frente a los conflictos de su tiempo y su
circunstancia, y las propuestas que ellos hicieron eran llamados a violentar la
reproducción esperable de la vida social. Enumero solamente a hitos dentro de
esa pléyade, como son Carlos Manuel de Céspedes, José Martí, Julio Antonio
Mella y Antonio Guiteras.
Si exceptuamos al pensador
original y colosal que fue José Martí, las prácticas revolucionarias fueron lo
predominante en la historia de las posiciones y propuestas de los radicales
entre 1868 y 1959. Pero, en su conjunto, ellos elaboraron un cuerpo de
pensamiento que constituye una acumulación cultural de un valor inapreciable, que
siempre es necesario rescatar y asumir conscientemente. Fidel partió también de
la práctica, pero al mismo tiempo fue presentando y elaborando un pensamiento
radical excepcional, que lo fue llevando a ocupar un lugar cimero en toda esta
historia cubana, junto a su maestro José Martí.
Para el radicalismo de las
revoluciones por la independencia, la república fue al mismo tiempo un gran
logro y una gran frustración. La tremenda guerra revolucionaria de 1895 y el
sacrificio en masa del pueblo cubano en ella constituían un legado que exigía
liberar al país del dominio neocolonialista impuesto por la invasión
norteamericana, y liberarlo del dominio de los ricos explotadores del
trabajador y los políticos corruptos, tan voraces como sometidos al
imperialismo. Mella y Guiteras habían sido las figuras máximas del gran aporte
que trajeron las luchas del siglo XX: un socialismo cubano, que no era calco ni
copia del socialismo europeo y que se propuso ir al asalto del cielo desde el
suelo insular y latinoamericano, desde el mundo que fue colonizado. El joven
Fidel Castro, dirigente estudiantil y abogado de reclamos populares, encontró y
asumió muy pronto todo aquel legado de su patria y de los combates y las ideas
por la libertad, la justicia social y la liberación nacional.
Fidel aprendió a ser, a la vez,
patriota y socialista. A alimentarse del magisterio de Martí y a estudiar a
Marx y Lenin, para poder plantearse bien la época en que vivía, sus conflictos
fundamentales y las vías y métodos de la lucha por la liberación. A mi juicio,
esta es una lección invaluable que nos ha brindado a la mayoría de los seres
humanos del planeta, que hemos sufrido durante medio milenio la gigantesca
empresa criminal de la universalización del capitalismo, genocida, ecocida y
destructora sistemática de las vidas, las cualidades y las esperanzas de miles
de millones de personas. De cinco siglos de colonialismo, que sigue vivo en sus
formas actuales, tanto mediante sus poderosos medios económicos, culturales, de
agresiones violentas y rapiña de todo tipo, como convertido en un cáncer dentro
del corazón y el cerebro de los colonizados.
Fidel comprendió muy temprano que
la lucha tendría que librarse al mismo tiempo contra el conjunto de las
dominaciones, contra lo viejo, lo moderno y lo reciente. Pero, ¿cómo llevar esa
comprensión a la práctica y volverla capaz de atraer a la mayoría oprimida,
cómo crear instrumentos capaces de organizar y concientizar, de crecer en
fuerzas reales y de ir ganando preeminencia, de obtener la victoria? Porque
mientras no caen en crisis, los que dominan basan el ejercicio cotidiano de su
poder en la hegemonía que tienen sobre la sociedad, en su capacidad de imponer
su cultura, obtener consensos, engañar, ilusionar y dividir a la mayoría
dominada.
El joven Fidel participó en el
movimiento político cubano que fue más lejos en los intentos de utilizar la
acción ciudadana, el democratismo y el sistema electoral y representativo
avanzado que existía durante la segunda república, para lograr cambios
realmente positivos para el país. El líder de masas Eduardo Chibás y el Partido
del Pueblo Cubano (Ortodoxos) concitaron el entusiasmo y la esperanza de la
mayoría del pueblo, y el miedo a su triunfo fue una causa del golpe militar del
10 de marzo de 1952. La burguesía y el imperialismo demostraban que las reglas
del juego de su sistema son las de un juego sucio, y que cuando es necesario
son sacrificadas al valor supremo del sistema, que es mantener su poder.
Y precisamente una de las
convicciones principales del joven estudioso y activista político, desde
algunos años antes de 1952, era que tomar el poder resultaba un requisito
indispensable para cambiar a Cuba. La nueva situación, en la que todo parecía
estar mucho más lejos y había un bajo nivel de protestas, fue sin embargo
entendida por Fidel como una coyuntura en la que las formas radicales de lucha
podían ser viables, porque el sistema político en el que se basaba la hegemonía
había sido totalmente deslegitimado. Fidel no descuidó referirse a la evidencia
de que el régimen violaba la legalidad y no admitía recursos en su contra, pero
se dedicó por entero a la vertebración y preparación para pelear de un
movimiento clandestino, con gente sencilla del pueblo que tuviera ideales y
decisión personal, y asumiera la férrea disciplina y las ideas revolucionarias
como suelo común. Ninguno de sus miembros era una personalidad conocida, y
muchos pertenecían a los sectores más humildes de la sociedad.
El asalto al Moncada tomó por
sorpresa al país. La audacia, la valentía y el sacrificio de los participantes
les granjeó la admiración popular, pero ninguna fuerza política los apoyó.
Fidel lanzó La historia me absolverá, manifiesto deslumbrante que contenía
hasta medidas de gobierno, pero él y sus compañeros quedaron prácticamente solos.
La segunda lección que nos aportó fue el hecho mismo del Moncada, rebelión
contra las oligarquías y contra los dogmas revolucionarios, como lo definió el
Che, el motor pequeño que debería poner en movimiento al motor grande. La
tercera lección fue asumir la etapa de prisión como el lugar de la firmeza
inquebrantable, y proponerle al país una gran revolución, aunque su realización
pareciera tan lejana.
Al salir de cárcel fundó y
dirigió el Movimiento 26 de Julio, de honda raíz martiana: los fines públicos,
los medios secretos; la convocatoria a todo el pueblo sin exclusiones, pero en
una organización férreamente unida en sus ideales, su estructura y su
disciplina, decidida y con vocación de poder. Y el carácter radical de la
revolución, ajeno a las discusiones bizantinas acerca de los sujetos históricos
abstractos: de los humildes, por los humildes y para los humildes.
Al desatar la guerra
revolucionaria en diciembre de 1956, Fidel abrió la brecha para que lo
imposible dejara de serlo y el pueblo se levantara, y le brindó un lugar donde
pelear a todo el que quisiera convertir sus ideales en actuación. En la cárcel
había sido un visionario, ahora comenzaba a ser el líder del pueblo que iba
pasando de la simpatía al compromiso y a la participación en la insurrección.
Aunque sus fuerzas eran pequeñas todavía, ya era uno de los dos polos de la
contradicción principal de un país que a través de prácticas tremendas
comenzaba a adquirir una conciencia política revolucionaria.
Todo era sumamente difícil, y cada
paso lo fue. Crear el órgano político militar capaz de combatir, crecer y
llegar a vencer, y fundar y desarrollar la escuela de la guerra revolucionaria
que debía producir individuos nuevos, compañerismo a toda prueba, cuadros
capaces para esa etapa y para las que vendrían después de la victoria. Concebir
y poner en práctica la estrategia y las tácticas acertadas, cuidar los métodos
para mantener limpios los fines, no hacer concesiones que comprometieran la
naturaleza de la revolución e ir consumando su liderazgo. Sumar cada vez más
fuerzas del pueblo, y generalizar la convicción y la decisión de que no
bastaría derrocar la dictadura, que la causa y la lucha eran para transformar a
fondo la patria, y hacer realidad aquella consigna de “independencia económica,
libertad política y justicia social”.
Y en todos esos terrenos y en
todas las tareas que conllevaban Fidel fue el maestro, el jefe, el ser humano
superior y el que veía más lejos. El 6 de junio de 1958, cuando la gran
ofensiva enemiga cernía un riesgo de muerte sobre el bastión de la Sierra
Maestra, le escribió a Celia Sánchez que luchar contra el imperialismo
norteamericano iba a convertirse en su destino verdadero. Ahora que ya era muy
difícil considerarlo un iluso, Fidel avizoraba un enfrentamiento que no parecía
inminente, pero que él sabía ineluctable. Pero ahora vislumbraba el futuro con
un arma en la mano y una revolución en marcha.
El segundo hecho decisivo fue
consecuente con el primero, pero muy diferente a él. La resistencia y la guerra
popular ganaron fuerza suficiente, derrotaron y desmoralizaron al enemigo y
desembocaron en una victoria completa. En enero de 1959 la Revolución venció a
la dictadura y, al mismo tiempo, destruyó los aparatos militar, represivo y
político del Estado burgués.
Se hizo realidad aquella frase
suya de 1955 sobre la única opción cubana: la tiranía descabezada. Pero en
medio de la inmensa alegría, Fidel no se confundió. El día 8 lo dijo, al llegar
a La Habana: lo más difícil comienza ahora. Porque el proceso cubano podía
transcurrir, como otros, con la restauración de instituciones civiles, estado
de derecho y modos democráticos, pero en un progresivo desmontaje de las
fuerzas y las iniciativas de la revolución, y de la movilización y la
conciencia populares. Y corromperse, dividirse y retroceder, cada vez más
parecido al funcionamiento “normal” de los sistemas de dominación, hasta ser
uno más entre ellos, en el mejor de los casos con una dominación modernizada.
Entonces sobrevinieron un alud de
acontecimientos y un proceso vertiginoso que transformaron muy profundamente a
Cuba y a los cubanos, desarmaron, vencieron y les quitaron a sus enemigos toda
esperanza de recuperación, y concitaron el entusiasmo y la admiración en
nuestra América y en el mundo. Fidel completó durante esta etapa su estatura de
líder, fue el principal protagonista de la generación y conducción de los
hechos y fue el mayor productor de las nuevas ideas revolucionarias que hasta
hacía muy poco habían sido impensables.
Este es el lugar de un aporte
supremo en el arte más difícil, el de la revolución verdadera. En Cuba se logró
unir en una sola revolución al socialismo y la liberación nacional. Contra el
capitalismo industrial europeo y su criminal expansión mundial mediante su
colonialismo y su mercado, Carlos Marx y sus seguidores consecuentes
desarrollaron una propuesta radical de transformación humana y social, el
socialismo, y un nuevo pensamiento, el marxismo. Esta teoría social es la más
capaz de proveer la comprensión de todo el capitalismo y brindar ideas acerca
de la revolución contra todas las dominaciones, un alcance totalizador que se
ha convertido en el requisito obligado para los que pretendan crear sociedades
nuevas, liberadas. Pero en el mundo que fue colonizado había que asumir el marxismo
en sus cualidades y su propuesta creadora, como un instrumento, no como un
dogma, y sin actitudes de colonizado de izquierda, para enfrentar la extrema
diversidad de situaciones y de culturas. La historia real de las asunciones del
marxismo en el mundo que fue colonizado está llena de dificultades y
desencuentros entre la cuestión social y la cuestión nacional, que más de una
vez han llegado a ser trágicos.
Para vencer frente al nuevo reto,
la revolución cubana fue socialista de liberación nacional. La victoria de la
insurrección fue convertida en liberación nacional y social por la unión de una
vanguardia que supo utilizar de manera óptima el poder revolucionario y darse
cuenta de que la opción más radical era la única viable, y de un pueblo que multiplicó
una y otra vez sus acciones y su conciencia, y se volvió capaz de transformarse
a sí mismo y a la sociedad. La Cuba revolucionaria logró, por primera vez en
este continente, fundir en una sola entidad los más altos valores de la lucha
patriótica con los más altos valores de las luchas de clases, un logro
trascendental de las ideas revolucionarias conseguido en la práctica de un
gigantesco laboratorio social. La trascendencia de esa victoria se apreció
enseguida a lo largo de América Latina, y hoy sigue vigente en la cultura de
liberación latinoamericana.
La Revolución cubana provocó un
avance extraordinario del pensamiento de izquierda, porque lo puso ante la
opción de luchar por los ideales de cambio total de la vida y no solo por
reformas, de confiar en las capacidades del pueblo y no en los intereses de
determinados sectores de las clases dominantes. Probó que tenía razón y que su
conducta era factible mediante sus prácticas, pero también supo exponer sus
nuevas ideas y recuperó otras de la mejor tradición revolucionaria. Fidel y el
Che pusieron el socialismo y el marxismo en español desde la América Latina, y
lo hicieron decididamente antimperialista e internacionalista. Rescataron y
asumieron la profunda propuesta revolucionaria de José Martí, crítico radical
de todos los colonialismos al mismo tiempo que de la modernidad civilizadora, y
promotor de una república nueva y una segunda independencia continental. Y
rescataron y asumieron el socialismo cubano, que habían fundado Mella, Guiteras
y las experiencias radicales de la Revolución del 30. La nueva época
revolucionaria convirtió en un hecho natural que los problemas sociales
principales fueran los problemas fundamentales para el pensamiento.
Fidel, un hombre muy culto y un
gran lector del pensamiento europeo, se transformó entonces en un educador
popular, que supo utilizar la más reciente tecnología como instrumento.
Incansable, fue el primer dirigente político en el mundo que usó la televisión
para llevar a cabo una campaña colosal de concientización revolucionaria de un
pueblo entero. Se comenta con sonrisas la extensión de sus discursos, pero es
que se trataba de la comunicación del conductor con la masa más humilde de la
nación y con los que habían considerado que la política era oficio de demagogos
y delincuentes. Fidel es el jefe máximo, pero conversa con todos y su
comunicación es horizontal. Por eso se le escucha siempre con emoción, no solo
con la razón, y nadie lo llama por sus cargos, sino solamente por su nombre de
pila, Fidel. Es demasiado grande para necesitar títulos.
El Che ha descrito con acierto
singular al maestro Fidel en un párrafo de El socialismo y el hombre en Cuba
que invito a leer, en el que dice que su “particular modo de integración con el
pueblo solo puede apreciarse viéndolo actuar”.
En menos de dos años, la
vanguardia se fue multiplicando y la mayoría del pueblo abrazó la Revolución, y
la explotación del trabajo ajeno, las humillaciones, las discriminaciones y los
desprecios dejaron de ser hechos naturales para convertirse en crímenes. Fidel
fue el principal protagonista de la gran revolución socialista, que cambió las
vidas, las relaciones sociales, los sueños de la gente y de las familias, las
comunidades y la nación. Para lograrlo se convirtió, como para todo lo importante,
en el conductor, el líder amado, la pieza maestra del tablero intrincado de la
unidad de los revolucionarios y del pueblo.
En aquel tiempo la actuación tuvo
que consistir, para todos y al mismo tiempo, en estudio, trabajo y fusil. Ahora
los individuos de vanguardia se elegían en asambleas y el trabajo realizado era
el mayor timbre de honor. En las grandes jornadas nos unimos todos. Fidel fue
–como cantara el poeta—la mira del fusil, y el pueblo todo –como dijera el
Che—se volvió un Maceo. La nueva y mayor victoria de Fidel fue que el pueblo
entero se cambiara a sí mismo y se armara con nuevas cualidades, valores y
capacidades, y la conciencia social confundiera sin temor los nombres de
comunista y fidelista. A la sombra de aquel árbol tan frondoso, las conquistas
se convirtieron en leyes, y las leyes en costumbres. Y a diferencia de los
vehículos corrientes, el carro de la Revolución no tiene marcha atrás. Fidel
dijo de manera tajante, hace más de veinte años, que en Cuba no volverá a
mandar nunca una nueva clase de ricos.
El antimperialismo ha sido uno de
los rasgos principales de la Revolución cubana, desde el designio que le
expresara José Martí a Manuel Mercado en mayo de 1895, porque Estados Unidos ha
sido siempre enemigo de la existencia de Cuba como país soberano y libre. Los
revolucionarios radicales del siglo XX fueron antimperialistas, y Fidel heredó
la comprensión de ese requisito básico de todo proyecto de liberación verdadera
del país y de imperio de la justicia social. No emplearé tiempo en referirme
aquí a la sistemática, ilegal, inmoral y criminal política de agresión
permanente contra Cuba que mantiene Estados Unidos desde 1959 hasta hoy, que
incluye una supuesta ofensiva de paz desde hace poco más de dos años. El
antimperialismo es una constante permanente de la política revolucionaria
cubana.
De Fidel hay que decir que
durante toda la vida combatió al imperialismo norteamericano, y supo vencerlo,
mantenerlo a raya, obligarlo a reconocer el poder y la grandeza moral de la
patria cubana. Pero, sobre todo, enseñó a todos los cubanos a ser
antimperialistas, a saber que esa es una condición necesaria para ser cubano,
que contra el imperialismo la orden de combatir siempre está dada, que como
dijo un día el Che –su compañero del alma—, al imperialismo no se le puede
conceder ni un tantito así. La soberanía nacional es intangible, nos enseñó
Fidel, y no se negocia.
El legado de Fidel es muy valioso
para combatir confusiones y debilidades que resultarían suicidas, y para
denunciar complicidades. Nos ayuda a comprender que Estados Unidos hace víctima
a este continente tanto de su poderío como de sus debilidades, como una sobre determinación
en contra de la autonomía de los Estados, el crecimiento sano de las economías
nacionales y los intentos de liberación de los pueblos. La explotación y el
dominio sobre América Latina es un aspecto necesario de su sistema
imperialista, y siempre actúa para impedir que esa situación cambie. Por tanto,
es imprescindible que el antimperialismo forme parte inalienable de todas las
políticas del campo popular y de todos los procesos sociales de cambio.
Desde 1959 en adelante, Fidel fue
el mayor impulsor y dirigente del internacionalismo, ese brusco y hermoso
crecimiento de las cualidades humanas que le brinda más a quien lo presta que a
quien lo recibe. Cuba ha aportado apoyo solidario sin exigencias. Combatientes,
médicos, maestros, técnicos, el ejemplo impar de quienes jamás dieron lo que
les sobraba, un paradigma revolucionario, con Fidel siempre al frente, audaz y
fraterno.
Fidel amplió y desarrolló en muy
alto grado el contenido y el alcance de las prácticas y las ideas
revolucionarias mundiales mediante el internacionalismo cubano. Sería una
iniciativa fecunda recoger y publicar una amplia selección de sus criterios y
consideraciones acerca de este tema, cuya importancia es estratégica en la
coyuntura mundial que estamos viviendo.
El internacionalismo es, además,
la antítesis del bloqueo. Sometiendo a Cuba a esa prueba terrible solamente
lograron hacerla más unida y más fuerte en su decisión, más socialista a su
sociedad y a su poder revolucionario, más humana a su gente en la capacidad de
ser solidaria y volverse un haz de trabajo, voluntad y amor compartidos, más
consciente políticamente frente a todas las circunstancias, hechos, desafíos y
necesidades, y también frente a las maniobras más hábiles de nuestros enemigos.
La conciencia desarrollada es el escudo y el arma de un pueblo culto, y permite
a las personas ser muy superiores a lo que parece posible.
El internacionalismo practicado
durante más de medio siglo por cientos de miles de cubanas y cubanos,
sostenidos por el amor y la admiración de sus familias y sus paisanos, ha sido
y sigue siendo una rotunda victoria sobre el bloqueo. Creyeron que podían acorralarnos
y aislarnos, rumiando miserias, y Cuba se ha multiplicado entre los pueblos del
planeta, ha sabido darse al acudir a colaborar y a hermanarse con tantos
pueblos que no conocíamos, contribuyendo así al desarrollo de una cultura muy
superior y ajena a la del egoísmo y el afán de lucro capitalistas. Al mismo
tiempo, el internacionalismo nos ha dado mucho más que lo que hemos aportado,
en términos de desarrollo humano y social.
No debo extenderme mucho más,
para no quitarle tiempo al intercambio, que siempre es tan valioso. Permítanme
comentar, o enumerar al menos, otros aspectos de sus ideas y su trayectoria que
me parecen muy importantes a la hora de referirnos a su legado.
1-Partir de lo imposible y de lo
impensable, para convertirlos en posibilidades mediante la práctica consciente
y organizada y el pensamiento crítico, conducir esas posibilidades actuantes
hacia la victoria, a la vez que se forman y educan factores humanos y sociales
suficientes para poder enfrentar situaciones futuras. Mediante las luchas, los
triunfos y las consolidaciones, convertir las posibilidades en nuevas
realidades.
2- No aceptar jamás la derrota.
Fidel nunca se quedó conviviendo con la derrota, sino que peleó sin cesar
contra ella. Me detengo en cinco casos importantes en su vida en que esto
sucedió: 1953, 1956, 1970, el proceso de rectificación y la batalla de ideas.
En 1953, respondió a la derrota del Moncada con un análisis acertado de la
situación para guiar la acción y un apego a los fines mediatos para mantener la
moral de combate. Cuando todos creían que era un iluso, se reveló como un
verdadero visionario. En 1956, frente al desastre del Granma, respondió con una
formidable determinación personal y una fe inextinguible en mantener siempre la
lucha elegida, porque él sabía que era la vía acertada.
En 1970, comprobó que lograr el
despegue económico del país era extremadamente difícil y tardaría mucho más de
lo pensado, pero entonces apeló a los protagonistas, mediante una consigna
revolucionaria: “el poder del pueblo, ese sí es poder”. En1985, fue
prácticamente el primero que se dio cuenta de lo que iba a suceder en la URSS,
que le traería a Cuba un gran desastre económico y una agravación del peligro
de ser víctima del imperialismo, pero su respuesta fue ratificar que el
socialismo es la única solución para los pueblos, la única vía eficaz y la
única bandera popular, que lo necesario es asumirlo bien y profundizarlo.
Entonces movilizó al pueblo y acendró su conciencia, y sostuvo firmemente el
poder revolucionario. En el 2000, ante la ofensiva mundial capitalista y los
retrocesos internos de la Revolución cubana en su lucha para sobrevivir, lanzó
y protagonizó la batalla de ideas, con sus acciones en defensa de la justicia
social, su movilización popular permanente y su exaltación del papel de la
conciencia.
3- La determinación de mantener
la lucha en todas las situaciones, cualesquiera que fuesen. Al estudiar a los
revolucionarios, a aquellos que se lanzan a pelear por transformaciones
sociales profundas, sería muy conveniente considerar como concepto a la
determinación personal.
4- Organizar. Esa fue una
constante, una verdadera fiebre de Fidel. Ojalá que ese aspecto primordial
dentro de su legado no sea descuidado, y sea comprendida su importancia vital.
5- La comunicación siempre, con
cada ser humano y con las masas, en lo cotidiano y en lo trascendente. Esta es
una de las dimensiones fundamentales de la grandeza de Fidel, y es uno de los
rasgos básicos del liderazgo.
6- Utilizar tácticas muy
creativas y estrategias impensables, que eran, sin embargo, factibles.
7- Luchar por el poder y
conquistarlo. Mantener, defender y expandir el poder, que es un instrumento
fundamental para los cambios humanos y sociales. En términos abstractos se
puede discutir casi eternamente acerca del poder, pero solo las prácticas
revolucionarias logran convertir al poder en problemas que puedan plantearse
bien, y resolverse.
8- Crear los instrumentos
revolucionarios y formar a los protagonistas. Tomar las instituciones para
ponerlas a nuestro servicio, no para ponernos nosotros al servicio de ellas.
9- Ser más decidido, más
consciente y organizado, y más agresivo, que los enemigos.
10- Enseñar y aprender al mismo
tiempo, con los compañeros y con la gente del pueblo con la que se comparte, y
en cuanto sea posible, con todo el pueblo. Recuerdo que el Che tituló “Lo que
aprendimos y lo que enseñamos” a un texto breve que escribió un mes antes del
triunfo, para la prensa revolucionaria. Es una pieza de análisis profundo y
previsor, testimonio de la gran escuela que estaban pasando.
11- Ser siempre un educador.
Fidel considera que la educación es un elemento fundamental para que el ser
humano se levante por encima de sus necesidades y sus propensiones más
inmediatas, y se vuelva capaz de actuar con propósitos cada vez más elevados y
de albergar motivaciones y valores correspondientes a ellos. Solo de ese modo
crecerán los seres humanos y la sociedad socialista, violentando la escasez
material y la multitud de obstáculos de todo tipo que se levantan contra ella,
y se crearán cada vez más fuerzas y capacidades que desarrollen la nueva
sociedad.
En la medida en que el pueblo se
levante espiritualmente y moralmente, será participante consciente del proceso
liberador y será capaz de todo, complejizará sus ideas y sus sentimientos y
enriquecerá su vida.
12- Que la concientización y la
movilización estén en el centro del trabajo político, no solo para que se
cumplan los fines de este, sino para que la política llegue a convertirse en
una propiedad de todos.
13- Avanzar hacia formas de poder
popular. En un buen número de aspectos de la gran aventura de la creación de la
nueva sociedad y la participación en la revolución mundial de los oprimidos,
Fidel vivió los afanes y las vicisitudes de los límites que les ponen a la
actuación las limitaciones del medio, los obstáculos y los enemigos. La
transición efectiva del capitalismo al comunismo, había escrito el joven Marx,
no será tan fácil como ganar una discusión conceptual, tendrá que suceder en
una etapa histórica a la que el gran pensador alemán calificó de prolongada y
angustiosa. Fidel fue el mayor promotor y el abanderado del desarrollo de un
sistema de poder popular que gobernara en grado creciente la transición
socialista. Desde los inicios de la Revolución estuvo creando y defendiendo
experiencias prácticas e instituciones, y exponiendo ideas en ese terreno que
constituyen una herencia inapreciable.
Ese legado también resulta muy
necesario hoy, cuando el capitalismo enarbola su democracia desprestigiada,
corrupta y controlada directamente por oligarquías, y les exige a los
gobernantes tímidos y a los opositores respetuosos que se atengan a sus reglas
como a artículos de fe, una actitud que sería suicida, porque esas reglas están
hechas para conservar el sistema de dominación capitalista.
Sería interminable la exposición
de la inmensa riqueza del pensamiento político de Fidel. Señalo solo como
ilustración su planteamiento en 1969 de que, a diferencia de lo que estimaba el
marxismo originario, que el socialismo sería consecuencia del desarrollo del
modo de producción que llamamos desarrollado, en la gran mayoría del planeta
que fue colonizada el desarrollo tendrá que ser consecuencia de la existencia
de poderes socialistas.
Pero debo detenerme. Hay que
aprovechar la cantidad enorme de maravillosas historias humanas de Fidel, ese
es un regalo invaluable. Pero no podemos quedarnos ahí: hay que rescatar a
Fidel completo, todo su caudal inagotable de cultura política y de línea
política revolucionaria práctica, de maestría en la conducción, de cuidar
siempre al pueblo por sobre todas las cosas, de mantener firmemente el poder en
todas las situaciones y crear y cuidar los instrumentos del poder, combinar la
ética y la política, entender la educación como palanca eficaz para lograr
tanto las transformaciones que hacen crecer y ser mejor al ser humano como las
que permiten crear el socialismo, defender la soberanía nacional y practicar el
internacionalismo. Y muchos aspectos más.
Quisiera, sin embargo, reclamar
que no nos quedemos solamente con el legado de su pensamiento, ni con la
impresionante suma de su actuación pública. No olvidemos nunca al ser humano
altruista que no aceptó gozar de triunfos personales y lo compartió todo con su
pueblo y con los pueblos, al individuo preocupado por cada persona con la que
hablaba o le planteaba un problema, por los compañeros que colaboraban
directamente con él, sin guiarse por los cargos ni los niveles de cada uno. Lo
que se publicó en diciembre pasado acerca de este ser humano Fidel es solo la
punta del iceberg de su personalidad.
Mil facetas podrían ser evocadas.
El austero, ajeno a la ostentación y el oropel, el comandante de abrumadora
sencillez para todos los que le conocieron. El individuo infatigable, ejemplo con
su actuación que sin palabras de reproche estimulaba a los que se cansaban. El
cautivador, presto a gastar su tiempo en cada tarea de enseñar, mostrar o
convencer. El dirigente que sabía escuchar, que no temía oír, y era un temible
preguntador. El que recordaba los nombres de la gente común, y les preguntaba
por sus familiares. El que era siempre el centro, donde quiera que se
presentaba, y nunca era el autócrata ante el que hay que bajar la cabeza y
obedecer.
Baste añadir que la vida de Fidel
es imposible de encuadrar. Y que su última voluntad, retorno después de una
vida en el proscenio al magisterio de José Martí, el que dijo que todas las
glorias del mundo caben en un grano de maíz, es una lección para que aprendamos
a identificar bien la verdadera grandeza.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario