Taller de Lectura # 110- Junio de 2018
“El bicentenario de Carlos Marx y
los desafíos del presente”
Por Olga Fernández Ríos
5 MAYO, 2018 – Tomado de la Pupila
Insomne
Hace doscientos años, el 5 de mayo de 1818, nació en
Tréveris, Alemania Carlos Marx quien desde mediados del siglo XIX, junto con su
amigo y colaborador Federico Engels, generó una tradición de pensamiento
filosófico capaz de correlacionar teoría y práctica, interpretación y
transformación de la sociedad. Más allá de sus importantes aportes en el campo
del conocimiento, con impactos en el posterior devenir de la ciencia y de las
ciencias sociales en particular, debe recordarse que Marx no fue solo un
teórico de extraordinario calibre, sino un activo revolucionario involucrado en
disímiles formas de lucha a favor de los trabajadores y en la organización de
la clase obrera desde una perspectiva internacionalista. Con ese enfoque
desarrolló una profunda teoría anticapitalista no superada aún y una prospectiva del cambio social a favor de la
sociedad comunista con capacidades para movilizar a obreros y trabajadores, a
otros sectores de la sociedad y a intelectuales.
A pesar de esos valores y otros que no hemos reflejado,
teniendo en cuenta el tiempo transcurrido, pudiera preguntarse: ¿Tiene sentido
y perspectiva la obra de Marx en el siglo XXI a pesar de ser una concepción que surgió en las
condiciones del siglo XIX?
La respuesta es positiva con dos acotaciones: 1) ni en la
obra de Marx, ni en la tradición de pensamiento que él generó encontraremos
todas las respuestas para enfrentar el análisis del complejo panorama de
principios del siglo XXI; 2) En su
concepción del mundo y la sociedad sí encontraremos muchas respuestas, por lo
que no es posible realizar ese análisis eludiendo a Marx. Tampoco pueden
ignorarse su método de interpretación de la realidad – que se nutre de los
datos que la historia brinda-, y las claves que aporta para la transformación revolucionaria a favor de una
sociedad más justa y equitativa.
Entre las razones que ratifican la vigencia del marxismo en
las condiciones contemporáneas, de momento mencionemos dos: la reproducción
ampliada de las lógicas del capital que han sido determinantes en la dominación
imperial hasta nuestros días, confirmando tesis planteadas por Marx, y la
validez del paradigma marxista a favor de un nuevo tipo de sociedad que barra
con los vicios y contradicciones que el capitalismo ha generado.
Son temas que atraviesan la obra
de Marx y Engels en la que se identifica comunismo como proceso de emancipación
y recuperación humana cuyas coordenadas apuntan a lograr transformaciones
pensadas por y para las masas populares. Mientras el capitalismo cultiva
posiciones que favorecen el exclusivismo
de la política a favor de élites de poder, convertidas hoy en partidos con
fines electorales, el marxismo contribuye a la construcción de subjetividades,
reivindica el derecho de que todos seamos actores políticos, sujetos de la
política y ese es un importante reto de la transición socialista en cualquier
lugar.
Una mirada al capitalismo hoy
En los años 90 del pasado siglo, como consecuencia del
derrumbe del socialismo de Europa del Este y la URSS, en muchos lugares
apresuradamente se dictó sentencia de “muerte del ideal socialista” y el
triunfo definitivo del capitalismo, mientras que el debate sobre el marxismo se
centró fundamentalmente en la llamada crisis de esa concepción, ignorando las
complejidades y desviaciones que condujeron al retorno al capitalismo en
aquellos países. Con más racionalidad y serenidad hoy sabemos que la precaria
realidad en que viven más de dos
terceras partes de la humanidad aporta muchísimas razones para continuar
inspirándonos en la obra de Marx y para refutar
los cuestionamientos de su vigencia y las dañinas versiones esquemáticas de que
fue objeto o que se desarrollaron en su nombre.
El contexto socioeconómico actual muestra por sí mismo la
vigencia del marxismo cuando el capitalismo real mantiene la lógica de
desarrollo analizada por Marx y Engels
que incluye el expansionismo de los intereses de la burguesía denunciado en el
Manifiesto Comunista (1848). En ese texto se denuncian las razones por las
cuales la burguesía…“obliga a todas las naciones, si no quieren sucumbir, a
adoptar el modo burgués de producción, las constriñe a introducir la llamada
civilización, es decir a hacerse burguesas. En una palabra se forja un mundo a
su imagen y semejanza”.
Como nunca antes el capitalismo se ha mundializado con los
negativos efectos que provoca el predominio del mercado y el crecimiento de la
exclusión social que perjudica a seres humanos y a países considerados de
segunda categoría impedidos de alcanzar
altos niveles de desarrollo. Sin acudir a estadísticas, a simple vista se
observa la creciente degradación que sufre el capitalismo que cada vez más
apela a la violencia para mantener sus intereses transnacionales, lo que se ha
acrecentado desde la segunda mitad del siglo XX.
Nuestra mirada al capitalismo contemporáneo tiene en cuenta
dos vertientes. La primera se refiere al mantenimiento de las lógicas del
capital analizadas por Marx, lo que también nos lleva a revisitar
importantísimas tesis de Lenin sobre la conversión del capitalismo en
imperialismo. La segunda se relaciona con el despliegue de mecanismos de
dominación con un mantenido y creciente uso de la violencia, sin olvidar que el
capitalismo ha atentado simultáneamente contra los dos pilares de la vida en
este planeta: la naturaleza y el ser humano,
lo que ha sido visible desde los procesos de colonización cuando se
destruyeron territorios, recursos naturales y pueblos originarios.
Hay innumerables evidencias que muestran que el desarrollo
del capitalismo a lo largo del siglo XX no ha logrado erradicar la pobreza
extrema, ni las desigualdades sociales. Tampoco ha logrado racionalidad en el
uso de los recursos naturales y energéticos, graves problemas que no pueden
desvincularse del sistema en el que se han desarrollado. El panorama actual
muestra cómo el capitalismo, en su forma neoliberal, fragmenta cada vez más a las sociedades,
ahonda las brechas socioeconómicas entre seres humanos y entre países;
reproduce las lógicas violentas de la dominación, incluyendo un perverso uso de
la ciencia y la tecnología contribuyendo a una situación internacional muy
compleja en la que no han faltado el terrorismo de Estado, la ideología del
fascismo, y la reafirmación del individualismo más exacerbado, a la vez que los
grandes centros del capital son los alimentadores fundamentales del tráfico de
drogas internacional.
Teniendo en cuenta ese escenario, las razones de la vigencia
de la obra de Marx están, en primer lugar, en la propia existencia del
capitalismo cuando, independientemente
de nuevas fórmulas técnico-organizativas y de dirección y otros cambios
dentro del propio sistema, sus contradicciones, lejos de solucionarse, se han
acentuado. Sus relaciones mercantiles hoy incluyen el trasiego de órganos vitales del ser humano
y recursos naturales, así como los logros de la ciencia y la técnica, los
avances de las comunicaciones y de las técnicas de información.
Pero también hay que reconocer que el capitalismo tiene
otras formas de actuar. Junto con la violencia y la barbarie, tiene la capacidad de
presentarse con un rostro atractivo que transita a través de la cultura de la
imagen y la palabra que le acompaña durante siglos, de forma tal que todo lo
que es funcional logra imponerse, de una u otra forma, como práctica cultural
que llega a penetrar a millones de seres humanos en todo el planeta. Con gran
habilidad se ha promocionado una cara bonita de ese sistema con símbolos en
la cultura del entretenimiento, en los
medios masivos de comunicación, en la moda y en la difusión de una ideología a
favor del modo de vida capitalista que, para millones de seres humanos en todo
el planeta, no deja de ser más que un ideal irrealizable.
No hay que esforzarse mucho para mostrar que la cultura de
mercado que tiene su centro en EEUU como negocio e instrumento de dominación y
de exclusión social, ha generado espacios de silencio en la sociedad y formas
de sumisión sostenidos por el miedo, que lamentablemente puede funcionar como
un elixir paralizante: miedo a la represión, a las guerras, al desempleo, a
enfrentar las consecuencias del endeudamiento, o a enfrentar los
desplazamientos identitarios que el sistema ha generado en forma de las
llamadas tribus urbanas, mafias, pandillas juveniles o a través del crecimiento
de la violencia hacia mujeres y niños.
Pero lo más atroz de esa anticultura, es que trata de opacar la violencia
económica y bélica inherente a la naturaleza del capitalismo, lo que de hecho
trae aparejado discriminación y violencia contra los pobres y los sectores
considerados marginales, que pasan a ser los grandes culpables a castigar,
ocultándose la verdadera causa que los hacen marginales: la desigualdad e
inequidad social. Es como un círculo vicioso del que nunca habrá salida si no
se escarba en sus causales.
Lo cierto es que la dominación capitalista cada vez más
trata de realizarse también desde lo cultural para opacar el lado de la
violencia y la barbarie, por lo que también debe enfrentarse desde lo cultural,
a pesar de que eso entraña muchos
desafíos e interrogantes. En esa dirección arribamos a una perspectiva que suma
a favor de la vigencia del legado de Marx: la contraposición de dos polos
opuestos, la cultura de la desesperanza, la violencia y la guerra y la cultura
de la esperanza, de dignificación humana, de justicia, solidaridad,
internacionalismo, resistencia y autoestima de los pueblos.
La primera trata de doblegar la ira y la esperanza popular
para lograr un mundo más justo; apuesta
al desmontaje de los paradigmas y de los símbolos asociados a cambios emancipatorios,
profundiza en las debilidades y no en los logros de los países que han decidido
realizar procesos antiimperialistas o socialistas. El segundo polo cultural a favor de la
dignificación humana, es en el que se inserta el legado de Marx, con la
peculiaridad de ser capaz de articularse con las más avanzadas corrientes de
pensamiento y de tradiciones nacionales progresistas. También porque no entra
en contradicción con valores
fundamentales de esas tradiciones y porque expresa lo intercultural frente a
las lógicas de la colonialidad propias del capital.
La necesaria
relectura del pensamiento de Marx sobre la nueva sociedad
Este es un plano del análisis imposible de soslayar, mucho
menos desde Cuba donde desde hace cerca de 60 años se despliega un proceso de
transición socialista en condiciones muy adversas, entre otras razones por la
multifacética y permanente agresividad e injerencia de sucesivos gobiernos de
Estados Unidos. Se trata de un proceso que nos ha obligado a repensar la teoría
y la práctica socialista del siglo XX.
Muchos debates se han suscitado en los que se ratifica con fuerza la
continuidad del socialismo despojado de interpretaciones esquemáticas.
En la obra de Marx y en la tradición de pensamiento que
generó, se revelan las contradicciones que surgen entre teoría y práctica
cuando, si bien la primera resulta indispensable para la transformación
revolucionaria, mal concebida o mal administrada, puede convertirse en una
traba al desarrollo de la sociedad anti
capitalista. Al igual ocurre si las decisiones coyunturales pierden de vista el
ideal de sociedad al que se aspira.
Lo cierto es que la transición socialista requiere de
fundamentos teóricos, de una teoría abierta y crítica como lo es el marxismo,
capaz de explicar la dialéctica entre
interpretación, proyección y transformación de la sociedad, lo que es
fundamental en los procesos de ruptura revolucionaria con el capitalismo.
En la obra de Marx hay una concepción de la nueva sociedad,
científica y políticamente fundamentada, con claves vigentes que no son
“recetas” sobre una u otra forma de
realizar la transición hacia un nuevo tipo de sociedad. Hay una concepción
global, pero no encontraremos modelos, sino fundamentos que aportan a la
identidad de ese proceso. En ninguna obra
se exponen detalles o fórmulas específicas que debieran adoptarse, no hay
indicaciones, ni precisiones que solo pueden trazarse a partir de los contextos
históricos específicos.
En otras palabras, el marxismo va a las esencias y no a las
formas en que se produce la transición socialista. Precisamente esa acertada
combinación de aportar un nuevo proyecto de sociedad sin moldes preconcebidos,
hace que la obra de Marx sea una importante arma científica, ideológica y
política. No cabe la menor duda que en las condiciones del mundo actual debe
emprenderse una tarea gnoseológica con relación a los fundamentos marxistas del
proyecto socialista, teniendo en cuenta que siempre, de una u otra forma esa
sociedad tendrá cauces inéditos, o al menos muchos de sus componentes y
contradicciones, serán inéditos.
En este aspecto hay
aportes de importancia estratégica cuando se concibe la nueva sociedad como
cambio civilizatorio y cultural que no se inicia dentro del capitalismo, sino
que requiere de un contradictorio período que desde sus inicios debe construir
un sistema de emancipación integral que favorezca al ser humano individual y a
la sociedad en toda su multiplicidad. Se trata de un proceso en el que deben
gestarse las nuevas relaciones de producción y transformarse las correlaciones
entre intereses individuales y sociales,
entre realizaciones materiales y espirituales, cultura, ética y valores.
Una idea clara atraviesa la concepción de Marx sobre la
nueva sociedad cuando señaló que el comunismo “no es un estado que debe
implantarse, un ideal al que ha de sujetarse la realidad. Nosotros llamamos
comunismo al movimiento real que anula y supera el estado de cosas actual. Las
condiciones de este movimiento se desprenden de la premisa actualmente
existente”. Esta tesis encierra un valor metodológico como corresponde a un
concepto científicamente fundamentado. Se trata de la terrenalidad del ideal de
sociedad que se levanta a partir de las condiciones históricas, de las
contradicciones e intereses que marcan un contexto social determinado.
Dos comentarios
finales:
1) En las circunstancias creadas por el capitalismo y
exacerbadas en la actualidad, todo apunta a reconocer la imposibilidad de ese
sistema para eliminar el deterioro medioambiental, la pobreza extrema, la
explotación económica y las grandes
brechas de desigualdad social, por lo que sigue en pie la propuesta de Marx
encaminada a la búsqueda de un nuevo paradigma de desarrollo de la sociedad
opuesto al capitalismo.
2) Hoy son millones
los que sienten el efectivo poder de las ideas y aportes de Marx y Engels que significan un acumulado
de pensamiento y acción revolucionaria a favor de la búsqueda de un mundo
mejor. Es un pensamiento que algunos consideran como punto de no retorno, que
Antonio Gramsci entendió muy bien cuando
señaló que Marx inició intelectualmente una era histórica que probablemente
durará siglos; Jean Paul Sartre la concibió como irrebasable filosofía de
nuestros tiempos y Fidel Castro lo incorporó en sus concepciones reconociendo
que … “Mientras más madura mi conciencia política, más admiro a Marx, porque él
vio la solución con el corazón, con la inteligencia, con la ciencia y con la
conciencia”.
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