Taller de Lectura # 111- Julio de 2018
“Fidel y la teoría de la
revolución social: apuntes para la reflexión”
Por: Olga Fernández Ríos (Licenciada en Historia. Doctora en Ciencias
Filosóficas. Profesora Titular, Investigadora Titular. Miembro de la Junta
Directiva de la Fundación Fernando Ortíz. Miembro de la Sociedad Económica de
Amigos del País (SEAP). Especialidad de trabajo: Filosofía y Teoría Política)
6 AGOSTO, 2016 – Tomado de la
Pupila Insomne
Muchísimas son las razones
para que todo un pueblo rinda homenaje al líder de la Revolución Cubana en su
90 cumpleaños y entre ellas, en esta oportunidad, quiero referirme a algunos de
sus importantes aportes a la teoría de la revolución social a través de dos
conceptos: revolución y construcción del socialismo.
Su sensibilidad humanista lo
llevó a hacer suyo el ideario independentista de José Martí a la vez que
condicionó una inteligente receptividad del marxismo desde posiciones anti
dogmáticas. Analizar sus concepciones en este terreno requiere tener en cuenta
que no estamos ante un hombre de gabinete o un teórico de la revolución en el
sentido estricto del término, sino ante un revolucionario devenido en relevante
líder político de talla mundial, un luchador y un educador social desde su
temprana juventud.
Pero su pensamiento y
proyección política no han sido ajenos a la teoría, todo lo contrario. La
teoría sociopolítica ha desempeñado un importante rol en el pensamiento de
Fidel Castro, y por tanto en la proyección del proceso revolucionario cubano; de
la teoría se ha nutrido a la vez que ha
realizado aportes en variados temas, contribuyendo a la profundización
del marxismo, que como él mismo ha reconocido, sigue siendo la más avanzada
teoría anticapitalista y pro socialista, no superada aún.
A su variada producción
intelectual -nacida del bregar diario y de los retos del proceso
revolucionario durante más de 60 años- une su capacidad como ideólogo
comunicador, suerte de labor educativa que ha estado presente en cada momento
de un pensamiento y una obra integral en la que sobresalen varias facetas como
son su permanente reflexión sobre la importancia de los contextos históricos
que marcan los derroteros revolucionarios; entender la sociedad como
totalidad; su concepción de la historia
como condicionante del presente y fuente para su análisis; las relaciones
entre teoría y práctica y entre
estrategia y táctica, unido al manejo no mecanicista de las regularidades del
desarrollo social, contradicciones y oportunidades. A ello se suman su empeño
por la integralidad y continuidad de la revolución social, el reconocimiento del lugar del ser humano en
ese proceso y del papel de la individualidad, de la crítica y la autocrítica.
Desde muy temprano Fidel
Castro tomó conciencia de que camino al socialismo requería transitar por la
aplicación consecuente de un programa de liberación nacional y justicia social
que a su vez creaba condiciones para un desarrollo de la cultura política y de
consolidación de la base social de la Revolución que favoreciera la ruptura con
los esquemas anticomunistas vigentes en la Cuba neocolonial.
Más allá de definiciones que
no han faltado en numerosas intervenciones y discursos, el líder revolucionario
ha profundizado en la vinculación del subdesarrollo y la dependencia nacional con
el capitalismo y el imperialismo, interpretó las condiciones históricas que en
Cuba favorecían las transformaciones de carácter socialista para la solución de
los problemas derivados del subdesarrollo y la dependencia. A la vez reivindicó el ideal comunista y
desmitificó el esquema que lo consideraba ajeno a las necesidades y condiciones
latinoamericanas. Este es también uno de sus grandes méritos, tanto en su
manejo táctico como al demostrar que la esencia del socialismo no es
contradictoria con las raíces y las tradiciones revolucionarias en nuestro
continente, incluyendo las luchas obreras y las expresiones de
internacionalismo.
No hay fanatismos
reduccionistas en la reivindicación que Fidel hace del socialismo que reconoce
las especificidades de cada proceso revolucionario en condiciones de buscar sus
propias vías. Claro ejemplo de esto fue
el altísimo respeto que mostró sobre las concepciones de Salvador Allende en su
intento por desarrollar la revolución a través de la vía pacífica, mientras
que, en las condiciones de los años 60 y 70 solidariamente, Cuba apoyaba la
lucha armada o de masas que libraban pueblos hermanos sometidos a condiciones
dictatoriales y represivas. Más tarde hemos visto las interesantes y positivas
valoraciones de Fidel sobre la Revolución Bolivariana en Venezuela y los
procesos de cambio que tienen lugar en otros países.
Revolución y construcción del socialismo
Ambos conceptos tienen
especial relevancia en la teoría marxista de la revolución social. Dos ideas de
partida para analizarlos en la obra de Fidel son, en primer lugar, entender que
para él revolución y construcción del socialismo son conceptos referidos a un
mismo proceso anticapitalista y pro socialista; son conceptos que se fusionan,
no deben analizarse por separado, pueden considerarse sinónimos. En segundo
lugar que la educación de las masas populares y su cultura política son
condiciones que garantizan el avance de ese proceso. De ello se desprende que
lo referido a la construcción del socialismo debe ser punto de partida para el
análisis de las concepciones de Fidel sobre la educación, la cultura, la
ciencia y otros muchos temas, ya que se
trata del marco histórico, económico y sociopolítico en el que se proyecta y
realiza su obra revolucionaria en pos de una sociedad anticapitalista y
antimperialista.
Si bien el concepto que más
utiliza es revolución, también utiliza construcción del socialismo lo que es
teórica y políticamente válido para referirse al proceso de transición
socialista que es uno de los temas más complejos en la teoría marxista porque
se trata de un proceso contradictorio, de largo alcance en el tiempo y en sus
contenidos cualitativos. Además en Cuba se lleva a cabo en condiciones de
predominio capitalista mundial, de control por parte de un sistema
institucional transnacional en el que ese predominio se apoya y de injerencia y
bloqueo de Estados Unidos para evitar el avance de la Revolución
Cubana. Ello requiere que el análisis de
la construcción del socialismo y de su proyección teórica y política, se realice acorde con las disímiles condiciones
históricas de su desarrollo pues se trata de un proceso que en gran medida
siempre tendrá lugar en condiciones inéditas.
En las concepciones de Fidel
revolución y construcción del socialismo se expresan como unidad. La primera
marca el sentido de transformación social, como planteó el primero de mayo del
año 2000 de “cambiar todo lo que tiene que ser cambiado”, y la segunda tiene
que ver con la naturaleza de los contenidos de esos cambios, que no son
cualquier cambio, sino los encaminados a sumar condiciones favorables a la
sociedad socialista.
Otro elemento sobre este tema
es que en su compromiso y empeño por la construcción del socialismo, Fidel usa
el arma de la crítica como termómetro que mide el avance revolucionario. Y es
crítica como labor educativa y como instrumento de cambio que introduce un
concepto devenido en política: la rectificación, entendida como autocrítica y
ajuste de la estrategia de orden socialista.
Entre otros, un ejemplo de
esa capacidad educativa de la crítica se puso de manifiesto el 17 de noviembre
de 2005 en su intervención en el Aula Magna de la Universidad de La Habana en
la que a la vez que reconoció la meritoria hazaña del pueblo que impidió que en
Cuba se produjera el derrumbe del socialismo como ocurrió en otros países,
realizó un profundo análisis sobre problemas endógenos que enfrentaba la
Revolución Cubana que podían arriesgar su continuidad como es el caso de
manifestaciones de corrupción y burocratismo. En esa ocasión, además de alertar
sobre la posible reversibilidad del socialismo, reconoció que uno de los
mayores errores cometidos fue pensar que se conocía sobre la construcción del
socialismo, reflexión que amerita un análisis mucho más profundo del que estamos
en condiciones de realizar en estas reflexiones.
Es sin dudas una deuda que
las ciencias sociales cubanas tienen con relación a la teoría de la revolución
social necesitada de mayor profundización en las condiciones actuales de
nuestro país y de los procesos de cambio que tienen lugar en América Latina.
No es nuestro objetivo
adentrarnos en tan complejo tema, lo que ameritaría otro tipo de reflexión,
pero puede señalarse que si retomamos las concepciones de Fidel sobre
revolución como “sentido del momento histórico” y acerca del pueblo como sujeto
revolucionario plural; su crítica al capitalismo y al imperialismo; las
coordenadas socioeconómicas que vincula con la toma del poder político, la
hegemonía del proletariado concebida en el marco de la necesaria unidad
nacional y el socialismo como solución a partir de las condiciones de nuestro
país, encontramos las claves para interpretar sus concepciones sobre la
construcción del socialismo que devienen en aportes de obligada referencia en
el desarrollo de la teoría de la revolución social. A ello se une su manejo de la táctica, la
forma de explotar las contradicciones del enemigo, la capacidad de aglutinar
fuerzas y la aguda noción del momento idóneo y de la oportunidad para la
acción.
Fidel considera la construcción
del socialismo como un proceso dialéctico en el que deben ir concretándose los
objetivos socialistas; un proceso de continuidad y rupturas en el que la
primera está dada por la proyección estratégica de avanzar hacia el socialismo,
como brújula de toda acción socioeconómica y política que se realice, y de
rupturas dadas las combinaciones de éxitos, fracasos, insuficiencias y errores
cometidos a partir de las tácticas empleadas en cada momento del proceso o
derivadas de cambios de coyunturas históricas. Y en ese proceso la educación en
todas sus facetas ha constituido una de sus pasiones y ocupaciones de mayor
constancia y relevancia, por considerarla condicionante del avance de la
Revolución Cubana.
Hoy, cuando millones de seres humanos se plantean
luchar por un mundo y una sociedad más justa y cuando en varios países el
movimiento popular de obreros, campesinos, indígenas, activistas sociales,
junto con intelectuales y académicos,
retoman la crítica al capitalismo con renovados bríos, las concepciones de
Fidel Castro contribuyen al análisis y a la transformación del injusto orden
social imperante.
De igual forma ocurre en Cuba
cuando se ha ratificado el socialismo como opción de desarrollo con el empeño y la decisión de no extraviar la
ruta escogida que
incluye ciclos de rectificaciones y ajustes acordes a los diversos
contextos que influyen en la realidad nacional. En ese empeño, como dice el cantautor, “puede que algún machete se enrede en la
maleza”, pero lo importante es saberlo
desenredar y para ello los cubanos
tenemos una poderosa arma: el legado revolucionario de Fidel Castro. No olvidar
que ya hay capacidades creadas para continuar involucrando cada vez más a los
cubanos y cubanas en la solución de los desafíos de diversa índole que se
enfrentan durante la construcción del socialismo.
En ese empeño no puede faltar
el análisis de la obra de Fidel que hoy es más necesaria que nunca cuando en
ella se defiende la revolución como movimiento de masas, de ahí el peso que ha
concedido a la labor educativa y al diálogo directo con el pueblo, plagado de
hombres y mujeres, educados y cultos, capaces de consolidar el poder político que se despliega desde 1959, y
capaces de llevar adelante la revolución como proceso continuo de liberación nacional
de carácter antiimperialista y socialista.
“Fidel Castro y la cultura de lucha y
resistencia revolucionaria”
Por: Olga Fernández Ríos
13 agosto 2017 – Tomado de
Cubadebate
Desde los años 80 del pasado siglo se ha
generalizado el concepto “política de resistencias”, para expresar nuevas
formas del accionar popular en el enfrentamiento a la ofensiva neoliberal y a
las consecuencias del derrumbe del campo socialista. Al mismo tiempo en muchas
ocasiones se ha repetido que la Revolución Cubana es un ejemplo de resistencia
frente a las políticas del imperialismo norteamericano que incluyen el bloqueo
económico, financiero y comercial, disímiles formas de acciones terroristas,
junto con guerra mediática y de pensamiento.
Por supuesto que es válido
expresar que somos un pueblo ejemplo de resistencia frente a muchos obstáculos
y agresiones. Pero esa es una apreciación incompleta, si no se tiene en cuenta
que la forma de resistir no se limita a acciones defensivas, sino que incluye
la permanente ofensiva revolucionaria.
El hecho cierto es que en
Cuba se ha desarrollado una cultura que integra dialécticamente lucha y
resistencia, y su artífice ha sido Fidel Castro. Su legado socio político demuestra que frente
a las agresiones e injerencias del imperialismo norteamericano y sus lacayos no
basta el rechazo defensivo, sino que debe involucrar la lucha y acción
revolucionaria a partir de los intereses de la nación y la sociedad cubana, sin
admitir imposiciones, ni condicionamientos.
Fidel demostró que la transformación
revolucionaria a favor del socialismo ha sido el núcleo de la resistencia. Aquí
radica uno de sus aportes a la teoría y práctica de la revolución social:
enfrentar y desafiar los diversos intentos por subvertir la revolución y
hacerlo a través de acciones transformadoras y de una cultura de lucha frente a
las adversidades y agresiones.
Es un concepto que tiene en cuenta las
contradicciones externas y el antiimperialismo en los procesos hacia el
socialismo. El tema se refuerza si se recuerdan los problemas enfrentados por
Ho Chi Minh en Viet Nam y Salvador Allende en Chile, junto con Hugo Chávez
Frías y Nicolás Maduro en la República Bolivariana de Venezuela, donde hoy se
está librando una heroica batalla por la soberanía y la independencia nacional.
Son solo algunos ejemplos de contextos diferentes en los que la dialéctica
lucha-resistencia ha tenido, y tiene, expresiones muy dramáticas.
Cultura de lucha y
resistencia desde las perspectivas de Fidel se expresa en el despliegue de una
praxis plagada de firmeza política, radicalidad, ética y acumulado simbólico y
en un pensamiento crítico de la hegemonía imperialista, de los argumentos a
favor del capitalismo y en una posición política desde los intereses del
pueblo.
También porque Fidel
transformó los mecanismos tradicionales del ejercicio de la política al
propiciar el involucramiento consciente del pueblo en las acciones defensivas y
constructivas que de forma integral deben desplegar los procesos
revolucionarios como el cubano. De igual forma porque promovió el aprendizaje
en el pueblo, lo que se convierte en una de las fortalezas para desafiar a las
fuerzas contrarrevolucionarias internas y externas, superar los miedos a
hacerlo y ganar batallas para preservar la soberanía nacional y continuar la
construcción del socialismo en nuevos y complejos escenarios internacional e
interno.
Fidel tuvo conciencia de que
la construcción del socialismo no es un camino recto o lineal, por lo que
requiere de permanente renovación y descubrimiento de los nudos que pueden
afectar su avance. El análisis de su obra y concepciones sociopolíticas muestra
que tuvo bien claro que se trata de un
proceso contradictorio y plagado de desafíos que exige una permanente tensión
creativa para evitar que decisiones coyunturales arriesguen los objetivos
estratégicos.
Uno de los núcleos de la
correlación entre creación revolucionaria y resistencia frente a las amenazas
ha sido el reconocimiento de las tendencias del desarrollo social y del rol que
tienen la subjetividad y la acción consciente de los seres humanos en la
elaboración de la estrategia revolucionaria y en la implementación de las
tácticas que cada momento requiere. Fidel lo reconoció utilizando el arma de la
crítica para devaluar el sistema capitalista y para rechazar las concepciones
dogmáticas sobre la nueva sociedad; y lo hizo desde una posición autocrítica a
lo largo de la Revolución Cubana.
El “sentido del momento
histórico” le permitió adentrarse en importantes problemáticas que condicionan
el desenvolvimiento de la revolución social: la salida del subdesarrollo; las
vías al socialismo; la pluralidad del sujeto revolucionario; la revolución como
movimiento de masas en correlación con el tema del poder político y la
concepción de la revolución como proceso continuo.
Desde esas perspectivas
resulta evidente que para Fidel la acción revolucionaria es la vía para
enfrentar disímiles desafíos por lo que tiene que ser creativa, permanente y progresiva. Debe
basarse en los intereses del pueblo y del país; no puede estar condicionada por
intereses y presiones foráneas. Para él ha sido el combate la vía fundamental
de resistencia a las acciones imperialistas y a las pretensiones de cualquier
variante de reformismo antisocialista encaminado
a abortar el proceso revolucionario. Pero además debe tener al pueblo como
protagonista
Desde la perspectiva del
involucramiento del pueblo y de los trabajadores en particular, las medidas y
transformaciones revolucionarias han sido decisivas en los escenarios más
críticos. Han funcionado como la mejor forma para resistir agresiones o
enfrentar desajustes internos. Incluso han influido en la renovación del consenso político a favor de
la revolución y se han convertido en oportunidades aprovechadas para una mayor
democratización de las decisiones. Varios ejemplos dan fe de la existencia de
una cultura política que combina lucha y resistencia, entre los cuales
destacamos los siguientes:
Ante la huida del Dictador
Fulgencio Batista, el primero de enero de 1959 se produjo un intento de golpe
de Estado para crear una junta de gobierno que evitara el acceso del Ejército
Rebelde al poder, y por ende usurpar el triunfo revolucionario. Resistir
aquella maniobra golpista contrarrevolucionaria requería evitarla a través de
acciones rápidas y coherentes con los objetivos de la naciente revolución, lo
que se logró a través de una audaz acción política: el llamado de Fidel ese
mismo día a una huelga general obrera. Aquella huelga se realizó exitosamente
con un doble significado: evitar la acción golpista y reafirmar el carácter
popular de la revolución con el protagonismo de los trabajadores.
El desarrollo de la educación
y la cultura como vías para generar una consciente resistencia popular a las
amenazas foráneas e internas y a la guerra de pensamiento a que ha sido
sometida la Revolución Cubana. Muchas son las acciones desplegadas en este
campo con vistas a elevar la cultura política y la formación ideológica del
pueblo, principal actor de la resistencia a los intentos imperiales contra la
revolución. Hitos en ese camino han sido la campaña de alfabetización en 1961,
la preparación organizativa y cultural para el despliegue de la participación
popular a través de canales estables y el acercamiento entre Estado y sociedad
civil, junto con las políticas fomentadas por Fidel para lograr interacción y
diálogo entre dirigentes y pueblo.
El marco sociopolítico del
primer lustro de los años 60 en el que se realizó la declaración del carácter
socialista de la Revolución en abril de 1961 en medio de la agresión militar de
Estados Unidos que culminó con la invasión mercenaria por Playa Girón y ,más
tarde, con la Crisis de los misiles en octubre de 1962 cuando Cuba ratificó su
soberanía con relación al derecho a defenderse de las agresiones imperiales.
Desde entonces Fidel desarrolló una concepción política para promover la
democratización de la defensa del país como única vía para enfrentar las
agresiones armadas y terroristas fraguadas por el imperialismo norteamericano
contra Cuba. La creación de las milicias estudiantiles y de trabajadores a lo
largo de todo el país, con hombres y mujeres, se convirtió en un recurso de
extraordinaria capacidad defensiva que ha tenido variantes como por ejemplo el
concepto de guerra de todo el pueblodesplegado desde los años 80 y 90 ante la
intensificación de acciones contrarrevolucionarias.
Las consultas y ensayos para
crear el sistema de órganos del poder popular que sucedieron al fracaso de la
zafra azucarera de los 10 millones en 1970. Ante la incertidumbre que aquel fracaso
produjo y la desestabilización que provocó en los objetivos de desarrollo
económico del país, una de las repuestas constructivas fue la apertura a un
proceso de institucionalización de la revolución y de nuevas formas de
ejercicio democrático.
La reafirmación del
socialismo en Cuba en los años 90 ante la crisis económica y los impactos del
derrumbe del socialismo en Europa del Este y la URSS. En aquellas condiciones
se amplió el involucramiento popular, se conformaron los parlamentos obreros y
se modificó el sistema electoral con la clara intención de ampliar las formas
de democracia directa, a partir de una reforma a la Constitución en 1992, entre
otras medidas.
Entre los mecanismos
políticos fomentados por Fidel se destaca la capacidad de crítica y autocrítica
que con gran altura ética fue capaz de promover reflexiones y rectificaciones
para enfrentar las amenazas externas e internas susceptibles de existir en el
complejo proceso de transición socialista. Ejemplos de gran trascendencia e
impacto social fueron la apertura de un proceso de rectificación de errores a
partir de 1985 y su intervención el 17
de noviembre de 2005 en la Universidad de La Habana en la que intercambió con
estudiantes y profesores acerca de la meritoria hazaña del pueblo que impidió
que en Cuba se produjera el derrumbe del socialismo como ocurrió en otros
países, a la vez que realizó un profundo análisis de problemas endógenos que
podían arriesgar la continuidad de la revolución.
En todos los casos han sido
escenarios adversos que debieron ser enfrentados con medidas revolucionarias y
con educación política e ideológica. En esa combinación están las bases de la
resistencia, junto con las bases para la continuidad de la revolución.
Ese es uno de los legados de
Fidel que contribuye al avance de la revolución: el combate como resistencia a
las acciones injerencistas, a la imposición de valores y patrones de conducta
ajenos a la liberación nacional y al socialismo. Es también el legado de la
Revolución Cubana y un arma para enfrentar las acciones contrarrevolucionarias
y la guerra de pensamiento que hoy tenemos que librar contra el imperio del
norte y sus acólitos de turno, los internos y los externos.
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