Taller de Lectura n° 71 - Marzo de 2015
Mujeres cubanas y el largo camino hacia la
libertad...
Librísula
- Publicación digital de la Biblioteca Nacional José Martí con frecuencia
semanal, que sale los viernes, dedicada a temas vinculados con la información,
la cultura y la educación en Cuba y el mundo.
Acela Caner Román- MSc (Máster en Ciencias)
Apuntes para la conferencia magistral dictada por
la autora en el Aula Magna de la Universidad de Ca'Foscari. Venecia. Italia.
El 1 de enero de 1959, después de siete años de
enfrentamiento a un gobierno tiránico que segó la vida de más de veinte mil
cubanos, el Ejército Rebelde dirigido por Fidel Castro derroca la dictadura
militar de Fulgencio Batista. Yo, entonces, tenía quince años y el recuerdo de
ese día me acompaña siempre. Por primera vez, en más de 400 años, después de
muchos intentos, vidas y sacrificios, éramos libres. Imposible olvidar la
emoción de un pueblo soberano que desbordaba las calles para abrazar a los
hombres y mujeres vencedores de la guerra. Dábamos vivas a Fidel entrando en
Santiago. Había triunfado en Cuba una Revolución verdadera, esencia y matriz de
ese proceso transformador que marca la vida de todos los cubanos.
El protagonismo de la mujer dentro de ese proceso
revolucionario cubano ha ido creciendo de modo notable. En primer lugar, por su
vocación de libertad e independencia nacional puesta de manifiesto a lo largo
de toda la historia patria y, en segundo lugar, por la alta preparación
cultural y política adquirida que ha impulsado una revolución de la mujer
dentro de la Revolución.
La Revolución cubana ha permitido a la mujer
irrumpir en el mundo laboral, educacional, científico, económico, político y
social en igualdad de condiciones. La intensidad de los cambios en la vida de
las mujeres, en estas últimas cuatro décadas, ha sido tan impresionante que no
es casual que la temática femenina en Cuba despierte tanto interés entre
historiadores, sociólogos, periodistas, narradores y público en general de todo
el mundo.
Un criterio aproximado sobre el recorrido de la
mujer cubana por el largo camino hacia su libertad puede conformarse con el
conocimiento de su participación en diferentes momentos históricos de la Cuba
colonial, semicolonial y revolucionaria que han marcado la vida del pueblo
cubano.
En la Cuba
colonial...
La conquista y colonización de Cuba por España,
iniciada en los primeros años del siglo XVI, encontró un muro de rebeldía entre
los pacíficos habitantes de la Isla. Todo un símbolo de amor a la libertad y a
la independencia de los cubanos es el sacrificio de Hatuey, el cacique de
Quisquella que encabezó la rebelión de los aborígenes en la región oriental de
Cuba, quemado vivo en la hoguera por enfrentar el genocidio que cometían los
conquistadores.
Los aborígenes de la Isla, prácticamente
exterminados, fueron sustituidos por esclavos negros traídos desde África.
Rebeldes ante los desmanes de la esclavitud, muchos de esos hombres y mujeres
escapaban a las zonas montañosas y cuevas del monte. Allí formaban grupos
-llamados palenques- que fueron verdaderos baluartes de libertad para los
negros cimarrones.
Algunos de los levantamientos contra los opresores
estuvieron encabezados por mujeres. Carlota, una esclava de origen lucumí, se
sublevó el 5 de noviembre de 1843, en el ingenio Triunvirato. Ella dirigió la
rebelión que logró extenderse por la provincia de Matanzas a las dotaciones de
los ingenios Ácana, Concepción, San Lorenzo y San Miguel y numerosos cafetales
y fincas ganaderas. En el ingenio San Rafael, Carlota murió combatiendo en su
intento por liberar a otros esclavos. Como homenaje a esta mujer de sangre
africana, la misión internacionalista de Cuba en la República Popular de Angola
fue bautizada con el nombre de Operación Carlota.
Las ansias de libertad de varias generaciones de
cubanos se hacen visibles en el siglo XIX. El proceso para la formación de la
nacionalidad cubana se fue consolidando en los criollos. Desde diferentes
posiciones, primero reclaman reformas; luego, la separación de España; hasta
que triunfan plenamente las ideas independentistas.
Es una época en que las mujeres solo podían
expresar sus ideas en un marco muy reducido. Las costumbres, leyes, religión y
prejuicios la confinaban a la servidumbre del hogar y le negaban toda
posibilidad de desarrollo intelectual. Baste conocer que el Gobierno Superior
de la Isla de Cuba tenía como parte de sus ordenanzas que:
"La mujer debía conocer y realizar todos los
quehaceres domésticos, por mucho que las favoreciera la fortuna y después de la
observancia de las reglas de la moral, debían de ser estas las ocupaciones más
imperiosas de la mujer. Esta debía ser inculcada desde las primeras épocas de
la vida y todo lo que aprendieran las niñas en otras ramas de la enseñanza,
debía presentárseles como adornos más o menos agradables."
Eso explica por qué, en abril de 1820, Enriqueta
Faver, la primera mujer en matricular estudios superiores en Cuba, lo hiciese
enviando una solicitud al Protomedicato de la Universidad de La Habana, -para
realizar exámenes que avalaran su condición de médico cirujano- presentándose
como Enrique Faver, natural de Suiza y residente en Baracoa. Aunque en los
exámenes logró ser aprobada, a Enriqueta se le retiró deshonrosamente su
condición de médico al comprobarse que era una mujer.
Otras mujeres, tan destacadas en las letras como
Gertrudis Gómez de Avellaneda y Luisa Pérez de Zambrana, tuvieron preceptores o
fueron autodidactas porque no podían acceder a las aulas universitarias. En
ocasiones, la mujer no tenía ni el derecho a estudios elementales sobre todo si
su piel era oscura, Así lo demuestra la negativa de las autoridades españolas,
en 1827, al permiso solicitado por la mulata Ana del Toro para abrir una
escuela "para niñas de color".
En la investigación realizada por la doctora María
Dolores Ortiz acerca de Las primeras universitarias en Cuba, se puede valorar
con crudeza, la falta de libertad de las mujeres en la etapa colonial para
realizarse mediante el estudio. Como un hecho extraordinario puede catalogarse
que el 6 de septiembre de 1883 en la Universidad de La Habana se hizo la
primera matricula oficial a una mujer, Doña Mercedes Riba y Pinós, para
estudiar Filosofía y Letras. En la década del 90, solo 10 mujeres aparecen como
matriculadas y graduadas en este centro de altos estudios.
Los enfrentamientos armados por la independencia de
Cuba se inician el 10 de Octubre de 1868. Este día, en Bayamo, el patriota
cubano Carlos Manuel de Céspedes hace tañer la campana de su ingenio Demajagua
para levantarse en armas contra el despiadado sistema colonial español y darle
la libertad a sus esclavos. Pocos meses después, el 14 de abril de 1869, en
Guaimaro, Camagüey, se efectuó la Asamblea Constituyente de la República en Armas.
En aquel lugar, por vez primera en Cuba, se escuchó
una exigencia de derechos para las mujeres cuando se leyó la carta que Ana
Betancourt de Mora dirigiera a los principales jefes de la guerra
independentista. La patriota camagüeyana expresaba: "Ciudadanos: la mujer
cubana en el rincón oscuro y tranquilo del hogar esperaba paciente y resignada
esta hora sublime en que una revolución justa rompe el yugo y le desata las
alas. Aquí todo era esclavo, la cuna, el color y el sexo. Vosotros queréis
destruir la esclavitud de la cuna peleando hasta morir. Habéis destruido la
esclavitud del color emancipando al siervo. ¡Llegó el momento de libertar a la
mujer!"
Aquilatando la trascendencia de las palabras de Ana
Betancourt, el Presidente de la República en Armas, Carlos Manuel de Céspedes
expresó a los patriotas allí reunidos que la historia habría de reconocer el
hecho de que una cubana se había anticipado a su siglo pidiendo la emancipación
de la mujer.
A la lucha contra el colonialismo español en esta
primera guerra que se extendió hasta 1878 -de ahí su nombre la Guerra de los
Diez Años-, se sumaron cientos de mujeres cuya labor heroica, contribuyó al
desarrollo de la contienda. La historia recoge el nombre de la inolvidable
Mariana Grajales, la madre de los hermanos Maceo, símbolo del valor y la
generosidad de la mujer cubana; María Cabrales, Amalia Simoni y Bernarda Toro
que acompañaron a sus esposos -generales del Ejército Libertador- en los campos
de batalla afrontando graves peligros para ellas y sus hijos; Rosa, la
Bayamesa, esclava negra que alcanzó grados de capitana participando activamente
en las cargas al machete; Carmita Cancio, la Negra, colaboradora de Carlos
Manuel de Céspedes que transportaba armas, alimentos y mensajes a los mambises;
Emilia Casanova, fundadora de clubes patrióticos en la emigración, quien
atesoraba cartas escritas por Giuseppe Garibaldi en las que este le habla de su
apoyo a las luchas por la libertad de Cuba.
La Guerra de
los Diez Años fracasó, pero los patriotas cubanos no se conformaron con la
falta de libertad y la lucha continuó por diferentes vías.
En esta etapa de nuestra historia resulta
significativa la notable incorporación femenina al trabajo asalariado, la
explicación está dada por la carencia de brazos masculinos a partir de la
contienda de 1868-1878 que obligó a la patronal a incorporar en sus talleres,
sobre todo en las tabaquerías, a un gran número de viudas y huérfanas.
Después de 17 años, de violenta tregua y varios
intentos de acciones armadas dio inicio a la llamada Guerra del 95. El intenso
trabajo de las mujeres en los preparativos para esta guerra fue reconocido por
José Martí, el Apóstol de Cuba. Mientras recababa el apoyo y la unión de
quienes aspiraban a lograr la libertad de Cuba, el máximo organizador de la
guerra necesaria expresó: ¡Delante de nuestras mujeres se puede hablar de
guerra!; no así delante de muchos hombres, que de todo se sobrecogen y
espantan, y quieren ir en coche a la libertad.
Efectivamente, muchas mujeres ocuparon de nuevo sus
puestos de vanguardia. Primero en los clubes patrióticos que buscaban recursos
humanos y materiales para iniciar la guerra. Luego, iniciada la contienda en
los campos de Cuba, el 24 de febrero de 1895, numerosas mujeres estuvieron al
frente de los hospitales de campaña, la logística y en el combate directo
contra las tropas españolas. Sirvan de ejemplo los nombres de Adela Ascuy,
capitana de Sanidad Militar, que participó en más de 40 combates; Isabel Rubio,
cuya casa fuera el mayor centro conspirador de la provincia de Pinar del Río y
en los campos insurrectos se dedicara a las labores de sanidad hasta morir por
las heridas recibidas en combate. También, María Hidalgo, la Heroína de
Jicarita, quien con siete heridas en su cuerpo no dejó caer la bandera en la decisiva
batalla; y la comandante Mercedes Sirven Pérez- Puelles, organizadora de un
sistema de suministro de medicamentos a los mambises, mujer que alcanzara los
grados más altos dentro del Ejército Libertador.
Los españoles, para impedir por todos los medios el
triunfo de las fuerzas libertadoras, enviaron a Cuba al general Valeriano
Weyler. Este sanguinario general, en su pretensión de exterminar al Ejército
Libertador dictó en 1896 la criminal reconcentración de la población rural.
Según cálculos conservadores, las condiciones infrahumanas de la
Reconcentración causaron la muerte de más de 200 mil personas, entre las que
predominaban mujeres y niños.
A finales de 1897, los patriotas cubanos habían
ocupado la mayor parte del territorio nacional, el ejército español había sido
prácticamente derrotado y la guerra estaba por terminar con la victoria de los
cubanos. Ese es el momento en que el gobierno estadounidense decide integrarse
en la contienda. La administración norteamericana declara que envía hacia Cuba
algunos buques para proteger sus intereses en la Isla; mientras, sus medios
propagandísticos lanzan una hipócrita campaña de condena a España y de defensa
de la causa cubana.
La noche del 15 de febrero de 1898, las esperanzas
cubanas de acabar con un régimen colonial zozobraron cuando, en la bahía de La
Habana, estalla el buque estadounidense Maine. La voladura del Maine fue el
pretexto esgrimido por el gobierno de Estados Unidos para declararle la guerra
a España e intervenir en la contienda que libraban cubanos y españoles. A
partir de ese momento, la guerra iniciada en el 95 es conocida como Guerra
Hispano-Cubanoamericana.
Después de la batalla de Santiago de Cuba, las
fuerzas coloniales aceptaron su derrota en la guerra con la firma del Tratado
de París, en diciembre de 1898. La mala fe de los españoles y del gobierno de
Estados Unidos se puso de manifiesto cuando a la mesa de negociaciones no
fueron llamados los patriotas cubanos, legítimos vencedores de la contienda y
los mayores interesados en esos acuerdos. Los hombres y mujeres de Cuba vieron
frustrada la independencia por la que habían combatido durante treinta años,
mientras que Estados Unidos iniciaba un intenso proceso de recolonización de la
isla caribeña.
En la Cuba
neocolonial...
El 1 de enero del 1899 queda oficialmente
constituido el primer gobierno de ocupación estadounidense en Cuba, que se
extendería hasta el 20 de mayo de 1902. Según la administración norteamericana,
su presencia en el gobierno provisional estaba avalada por el deseo de
instaurar el orden en el país, detener la hambruna y contener los brotes
epidémicos que amenazaban completar la obra de devastación y muerte iniciada
durante la Reconcentración.
La situación de la población en la isla era muy
difícil. Los estudios demográficos refieren que la frustrada independencia pagó
el alto precio de 400 000 vidas humanas, entre los que murieron durante la
guerra y los niños que dejaron de nacer. El Censo de 1887, último realizado
antes del inicio de la guerra del 95, informa que la población de Cuba ascendía
a 1 631 687 habitantes. Terminada la contienda, el Censo de 1899 marca un
notable decrecimiento cuando informa una cifra de 1 572 797 habitantes, de
ellos el 51,8% hombres y el 48,2%, mujeres a los cuales amenazaba la hambruna
porque había sido destruida el 90% de la superficie de la tierra cultivable y
había perecido más de un millón de cabezas de ganado.
El dinámico proceso de reconstrucción detuvo el
desastre que amenazaba a la población civil; abrió nuevas fuentes de empleo en
la agricultura y la construcción; y aceleró la organización del sistema
educacional según las concepciones norteamericanas, desestimando la
participación cubana en la toma de decisiones cruciales.
La aparente misión filantrópica del gobierno de los
Estados Unidos para ayudar al pueblo de Cuba, tenía realmente el objetivo de
obtener el control económico, político y cultural de la república en gestación.
La investigadora Raquel Vinat, en su obra titulada
Las cubanas en la posguerra (1898-1902), profundiza en el hostil panorama
histórico de esa etapa que alcanza visos de tragedia, especialmente, para
muchas de las mujeres que se habían destacado en la lucha contra el
colonialismo o habían quedado desprotegidas al haber perdido al padre o al
esposo combatiendo por la libertad de Cuba.
Las penurias económicas afectaron numerosas
familias, incluso a muchas que históricamente estuvieron entre las más
pudientes, lo que determinó la necesidad de que las mujeres buscaran trabajo
fuera del seno del hogar. Las de mayor preparación cultural encontraron un
sitio importante dentro del magisterio cubano, mediante el cual, como diría el
historiador Ramiro Guerra: "Un gran número de señoritas de las mejores
familias de cada localidad encontró una manera honrosa y adecuada no ya de
dejar de ser lo que tradicionalmente había sido en Cuba: una carga familiar,
sino para constituirse en el sostén de estos".
También hubo una gran incorporación de mujeres a
los servicios de sanidad y a otras labores, antes solo ejecutados por hombres.
Las patronales consideraron más provechoso contratarlas a ellas por ser una
fuerza de trabajo más barata. En esta etapa se hace aún más notable la falta de
derechos de la mujer y estas inician un fuerte movimiento de clubes femeninos
que reclaman mayores derechos civiles y laborales para su membresía.
El 20 de mayo de 1902, Tomás Estrada Palma toma
posesión del gobierno de la República de Cuba, convirtiéndose en el primer
presidente de una república que nace castrada. El gobierno estadounidense le
había impuesto a la Asamblea Constituyente una enmienda a la Constitución de
1901, como requisito clave para el cese de su gobierno interventor. Esta
enmienda le permitía intervenir nuevamente en Cuba cada vez que lo consideraran
conveniente; asimismo le daban derechos a ocupar algunas bahías para establecer
carboneras. A ese apéndice de la Constitución, conocido como la Enmienda Platt,
aún le debemos la ocupación del territorio correspondiente a la base naval de
Guantánamo en contra de la voluntad de todos los cubanos.
Tomás Estrada Palma, se caracterizó por la sumisión
a los intereses económicos y políticos del gobierno de los Estados Unidos de
América, la corrupción política y administrativa, y por el olvido de los más
elementales derechos del pueblo cubano. El primer presidente marcaba la pauta
de cómo serían todos los gobernantes de la república neocolonial.
En las primeras décadas de la República se
desarrolla un pujante movimiento femenino en pos de sus derechos al sufragio y
al divorcio. En las mujeres se produce un rápido crecimiento de la conciencia
de igualdad y autoestima cimentado en su tradición en la lucha por la
independencia y por el acceso de miles de ellas a los centros de enseñanza
media y superior.
Poco a poco, a pesar de innumerables polémicas con
los elementos más conservadores de la sociedad, se producen inapreciables
conquistas para la mujer cuando, el 18 de julio de 1917, se aprueba la Ley de
la Patria Potestad y, el 30 de julio de 1918, la Ley del Divorcio. La firma de
ambas leyes convierte a Cuba en el primer país de América Latina en darle su
aprobación. La primera permite a las mujeres disfrutar de la patria potestad
sobre sus hijos y la posibilidad de administrar sus propios bienes sin la
tutela del padre o el esposo. La segunda, no solo rompe con el matrimonio como
institución dominada por los hombres, sino que acepta que el adulterio es
causal de divorcio para ambos sexos y no solo un delito para la mujer.
Durante el gobierno de Gerardo Machado se establece
una férrea dictadura y se cometen crímenes tan cruentos que prácticamente todos
los cubanos se unen en la lucha para su derrocamiento. Era un momento sin
precedentes por la calidad patriótica y política de muchos de los involucrados
en la lucha. Poco después de la caída Machado, el 12 de agosto de 1933, el
inolvidable luchador cubano Antonio Guiteras en su condición de secretario de
Gobernación designó a dos mujeres como alcaldesas: Caridad Delgadillo, en el
municipio de Jaruco y a Elena Ascuy, en Güines.
Gracias al valor de Guiteras, la junta provisional
históricamente conocida como el Gobierno de los Cien Días, tomó algunas medidas
tan revolucionarias que alarmaron al gobierno estadounidense que apoyó a
Fulgencio Batista para propinar un golpe de estado, el 4 de septiembre de 1933.
Antes de la salida del gobierno, Ramón Grau San Martín, quien era el presidente
provisional, sorprendió con la firma de una ley que autorizaba el derecho de
las mujeres al sufragio, hecha efectiva en 1934.
El investigador Julio González Pagés en su libro En
busca de un espacio: Historia de mujeres en Cuba, profundiza en diferentes
momentos históricos de la lucha desarrollada por las organizaciones feministas,
y por mujeres de excepcional valía. Ante todo por alcanzar la paridad con los
hombres en sus derechos a ser tenidas en cuenta como ciudadanas plenas,
especialmente sus derechos al voto y a ser elegidas para cargos públicos. En su
obra se valora la etapa de la Asamblea Constituyente de 1940 donde se redactó y
aprobó una constitución muy progresista dentro de la república neocolonial. La
Constitución del 40 declaraba la igualdad independientemente de la raza, el
sexo o la clase social. Además, incluía importantes reivindicaciones para la
mujer; entre ellas la que instituía y regulaba la protección de la maternidad
de obreras y empleadas, sin establecer diferencias entre solteras y casadas en
relación con el trabajo. En la práctica, la aprobación de la avanzada
Constitución no cambió en nada la situación de la nación cubana y mucho menos
en el trato discriminatorio a las mujeres a quienes les fueron violados sus
derechos reconocidos por la ley de leyes.
Durante el período electoral de 1944 se presentan
algunas mujeres en las candidaturas de los diferentes partidos políticos. Según
los analistas, en esas elecciones, el voto femenino fue determinante en el
triunfo arrollador Ramón Grau San Martín quien utilizara las frases: "Las
mujeres mandan" y "Mi gobierno es el de las mujeres", como
consignas de su campaña presidencial. Alcanzado su propósito electoral, Grau
defraudó las esperanzas que las féminas y el pueblo en general depositaran en
él. El servilismo a los Estados Unidos, la corrupción gubernamental, el
anticomunismo y el gansterismo fueron las características esenciales de su
gobierno.
En 1948, Grau entrega la presidencia de la
República a Carlos Prío Socarrás, candidato por el Partido Auténtico, declarado
ganador en amañadas elecciones. El 10 de marzo de 1952, nuevamente apoyado y
estimulado por el gobierno de los Estados Unidos de América, el general
Fulgencio Batista vuelve a dar un golpe de Estado. Faltaban solo 52 días para
las elecciones generales. En ellas, el seguro ganador sería el Partido
Ortodoxo, que propugnaba un programa de reformas en contra de la corrupción. El
golpe de Estado no fue contra el presidente Carlos Prío, sino contra la
libertad de elección del pueblo cubano.
De nuevo se abre otra etapa de confrontación para
las mujeres cubanas. Tal como lo hicieron en la guerra contra el colonialismo
español y contra la dictadura machadista se incorporan a la lucha por la
libertad y la felicidad de su pueblo. Las mujeres van integrándose en las
diferentes organizaciones que se enfrentan a las fuerzas represivas del régimen
de facto. Al calor de la lucha contra el tirano, surgen el Frente Cívico de
Mujeres Martianas y Mujeres Oposicionistas Unidas. Estas organizaciones
femeninas de reconocida trayectoria, sólo reconocían el derrocamiento del
régimen golpista como la prioridad fundamental de sus programas.
La doctora Elvira Díaz Vallina, en su ponencia La
visibilidad y la invisibilidad de la mujer en la historia de Cuba, presentada
en el IV Taller Internacional de la Cátedra de la Mujer en la Universidad de La
Habana, expuso que el equipo de profesoras universitarias dirigido por ella, ha
estudiado los expedientes de 675 mujeres combatientes y en ninguno aparecen
vestigios de un pensamiento femenino dirigido a exigir mejoras a sus derechos
femeninos. Díaz Vallina afirmó: "Ninguna de las organizaciones
insurreccionales presentó reivindicaciones para la mujer en sus programas de
lucha. Tampoco lo hicieron las agrupaciones femeninas. Una explicación de este
hecho particular lo ofrece Maruja Iglesias dirigente del Frente Cívico de
Mujeres Martianas en el periódico Sojourner, donde precisa: 'Nosotras no
luchábamos por los derechos de la mujer. Nosotras luchábamos por lo que era de
beneficio para todos. Con estas palabras ella resumía objetivamente el
pensamiento de la mujer cubana durante los años de guerra contra la dictadura
que desangró al país entre 1952 y 1958".
En la lucha contra la tiranía batistiana muy pronto
resaltó el liderazgo de Fidel Castro Ruz, un joven abogado de apenas 25 años
quien estuvo entre los primeros que condenaron el vandálico golpe de Estado del
10 de marzo. Su verbo elocuente se alzó en proclama para denunciar al gobierno
anticonstitucional impuesto por las armas. En el Tribunal de Urgencia de la
Habana, el 24 de marzo de 1952, Fidel Castro radicó una causa contra Fulgencio
Batista por los delitos de sedición, traición, rebelión y ataque nocturno. Las
garantías constitucionales estaban suspendidas en el país y el tribunal hizo
caso omiso a la acusación contra el dictador.
La tensa situación política creada en Cuba estalla
el 15 de enero de 1953, cuando fuerzas de la policía tirotean una manifestación
estudiantil, y el estudiante universitario Rubén Batista cae gravemente herido.
Tras un mes de larga agonía, el 13 de febrero, muere Rubén. Su sepelio,
marcaría el punto exacto de un cambio táctico en el movimiento revolucionario
que encabeza Fidel. A partir de ese momento se prepara en secreto, a paso
rápido y firme, la gesta que haría desatar un proceso revolucionario que
cambiaría el curso de la historia cubana. Entre los colaboradores más cercanos
de Fidel se encuentran varias mujeres, dos de las cuales lo acompañarán en su
asalto al Cuartel Moncada, la segunda fortaleza militar del país.
En Santiago de Cuba y Bayamo, el 26 de Julio de
1953, Fidel Castro y sus seguidores asaltan los cuarteles militares Moncada y
Carlos Manuel de Céspedes. Melba Hernández y Haydée Santamaría están entre los
participantes. Fracasada la acción, muchos de los moncadistas fueron capturados
y Fulgencio Batista dio orden de matar a 10 por cada uno de sus soldados
muertos en el combate. La crueldad de esos crímenes alcanzó niveles dramáticos,
como denunciara Fidel Castro, en su alegato de autodefensa, el 16 de octubre de
1953 -conocido como La historia me absolverá:
En medio de las torturas les ofrecían la vida si
traicionando su posición ideológica se prestaban a declarar falsamente que Prío
les había dado el dinero, y como ellos rechazaban indignados la proposición,
continuaban torturándolos horriblemente. Les trituraron los testículos y les
arrancaron los ojos, pero ninguno claudicó, ni se oyó un lamento ni una
súplica; aun cuando los habían privado de sus órganos viriles, seguían siendo
más hombres que todos sus verdugos juntos. Las fotografías no mienten y esos
cadáveres aparecen destrozados. Ensayaron otros medios; no podían con el valor
de los hombres y probaron el valor de las mujeres. Con un ojo humano
ensangrentado en las manos se presentaron un sargento y varios hombres en el
calabozo donde se encontraban las compañeras Melba Hernández y Haydée
Santamaría, y dirigiéndose a la última, mostrándole el ojo, le dijeron:
"Este es de tu hermano, si tú no dices lo que él no quiso decir, le
arrancaremos el otro". Ella, que quería a su valiente hermano por encima
de todas las cosas, les contestó llena de dignidad: "Si ustedes le arrancaron
un ojo y él no lo dijo, mucho menos lo diré yo. "Más tarde vinieron y las
quemaron en los brazos con colillas encendidas, hasta que por último, llenos de
despecho, le dijeron nuevamente a la joven Haydée Santamaría: "Ya no
tienes novio porque te lo hemos matado también". Y ella les contestó
imperturbable otra vez: "Él no está muerto porque morir por la patria es
vivir." Nunca fue puesto en un lugar tan alto de heroísmo y dignidad el
nombre de la mujer cubana.
Gracias a la tenacidad y paciente labor de tres
mujeres: Melba Hernández, Haydée Santamaría y Lidia Castro, el pueblo cubano
pudo conocer La Historia me Absolverá, el extenso discurso de autodefensa en el
que Fidel Castro, transformado en acusador, denunció los crímenes de la tiranía
y expuso el programa revolucionario de los jóvenes asaltantes. Fidel Castro,
desde el llamado Presidio Modelo de Isla de Pinos, les fue haciendo llegar, por
las vías más ingeniosas, el histórico documento. Ellas rescataron, línea a
línea, el histórico alegato. Melba Hernández, ayudada por su padre, tuvo la
responsabilidad de mecanografiar el texto y de garantizar la impresión y
distribución de la valiosa arma política.
Los crímenes y atropellos de la tiranía,
fortalecieron el espíritu de lucha de los cubanos, especialmente, de aquellos
que pertenecían a las clases más humildes del pueblo. La opinión pública
presionó al régimen batistiano hasta lograr la amnistía de los asaltantes al
cuartel Moncada. Al ser excarcelado, Fidel Castro funda el Movimiento
Revolucionario 26 de Julio. En la dirección nacional de esta organización se
destacan Haydée Santamaría y la maestra santiaguera María Antonia Figueroa.
También se incorpora en la dirigencia del movimiento el santiaguero Frank País
García, un joven de solo 20 años que ya tenía constituida una organización que
agrupaba a cientos de hombres y mujeres dispuestos a luchar contra el tirano.
Cerradas todas las vías legales, Fidel se dirige a México para organizar una
expedición que le permita dar inicio a la lucha armada, como único camino posible,
en aquellos momentos, para alcanzar la liberación nacional.
El 25 de noviembre de 1956, Melba Hernández está
entre quienes despiden, en el puerto de Tuxpan, México, a los expedicionarios
que en yate Granma acompañan a Fidel en su viaje de regreso a Cuba, y entre los
cuales se encuentra Ernesto Che Guevara. Cerca de Niquero -en la actual
provincia de Granma-, la manzanillera Celia Sánchez Manduley ha organizado la
recepción de los expedicionarios y su traslado a la Sierra Maestra. Mientras,
como apoyo a los expedicionarios, en Santiago de Cuba se produce el
levantamiento armado de la ciudad, organizado por Frank País para desviar la
atención del enemigo. Vilma Espín, María Antonia Figueroa, Haydée Santamaría,
Asela de los Santos y Gloria Cuadras están entre las mujeres del Movimiento 26
de Julio que participan en esa acción.
La llegada del Granma a Cuba se demoró dos días más
de lo previsto, por malas condiciones atmosféricas y el rescate de un
expedicionario que había caído en el mar. El desembarco se produjo en un
inhóspito lugar, bastante alejado del sitio acordado y bajo el asedio del
enemigo que estaba en su espera. La situación resultó tan dramática que el Che
Guevara, al escribir sobre este hecho, expresó: "más que un desembarco
aquello parecía un naufragio". Sin embargo, ello no impidió que algunos
expedicionarios pudiesen alcanzar las montañas de la Sierra Maestra e iniciar
la lucha guerrillera en la que cubanos y cubanas unían voluntades en pos de la
libertad.
Dos años y treinta días duró la guerra iniciada
contra la tiranía batistiana. Lucha que desde los primeros momentos contó con
la activa participación de muchas féminas. Tanto en las guerrillas como en la
vida clandestina, las mujeres fueron imprescindibles: transportaban armas;
recolectaban dinero; ocultaban o trasladaban combatientes; atendían heridos y
organizaban campamentos, escuelas y talleres; buscaban alimentos y medicinas,
confeccionaban uniformes y mochilas; llevaban y traían mensajes; protegían la
vida de los compañeros más perseguidos; combatían con las armas en las manos;
ocupaban responsabilidades en diferentes niveles de dirección; en fin, se
enfrentaban al peligro sin vacilaciones.
Celia Sánchez, Vilma Espín y Haydée Santamaría
llegaron a la Sierra Maestra el 16 de febrero para participar en la primera
reunión nacional entre los dirigentes de la Sierra y el Llano. Celia y Haydée
se incorporan a la lucha en las montañas, desde donde salen en diferentes
ocasiones para cumplir misiones de alto riesgo. Poco a poco, crece el número de
mujeres que decide permanecer todo el tiempo en la guerrilla cumpliendo con
disímiles tareas.
En 1958, se hace realidad el deseo de un grupo de
guerrilleras: formar un pelotón femenino para participar en los combates. Fidel
tuvo que discutir largamente con muchos oficiales de la guerrilla que no
estaban de acuerdo en darle armas a las mujeres cuando eran escasas y la
mayoría de las veces no alcanzaban para los hombres. El jefe guerrillero logró
convencerlos y personalmente preparó y entrenó en las artes de la guerra, al
pelotón femenino Mariana Grajales, e incluso lo designó para que fueran su
guardia personal. El ejemplo de las Marianas echó por tierra los falsos
conceptos de quienes aún no creían en la capacidad y el valor de las mujeres en
la contienda.
En la Cuba
revolucionaria...
La Revolución cubana, el hecho más trascendental de
la historia de Cuba, marca el antes y el después en cualquier análisis sobre el
crecimiento económico, político, social y espiritual del pueblo cubano. Ese
momento no solo sella la caída de un régimen tiránico, responsable de la muerte
de más de 20 mil cubanos, sino que pone en marcha el programa trazado en La
historia me absolverá.
La Reforma Agraria da inicio a las grandes
transformaciones. La erradicación del latifundio, la entrega de la propiedad de
la tierra a los hombres y mujeres que la trabajaban, la organización de
cooperativas agrícolas, la creación de nuevos puestos de trabajo cambian por
completo la vida en el campo, al tiempo que aceleran los conflictos con los
terratenientes nacionales y con las empresas norteamericanas propietarias de
grandes latifundios.
Otras medidas que, en 1959, se materializan en
beneficio de los cubanos y, especialmente, favorecen la incorporación de la
mujer en los espacios públicos y de poder son: la creación de escuelas para
todos los niños, que exigió la búsqueda y preparación de miles de maestras pues
los 10 mil profesionales de la educación que se encontraban desempleados eran
insuficientes para las demandas del país. En el campo de la salud se acometen
planes para la erradicación de barrios insalubres, comienza la creación de
hospitales en las zonas montañosas y las campañas para la erradicación de
enfermedades, que tradicionalmente hacían estragos sobre todo en la población infantil,
con la aplicación de medidas higiénicas y de vacunas.
En agosto de 1960, las organizaciones femeninas del
país se reúnen para fundar la Federación de Mujeres Cubanas, organización
encargada de borrar toda forma de discriminación de la mujer, como justa
respuesta a sus anhelos de justicia social y dignidad humana. Las tareas de la
organización se encaminaron, desde el primer momento, a favorecer la
preparación plena de la mujer y su participación en todas las esferas de la
sociedad. En el informe central del Primer Congreso del Partido Comunista de
Cuba, Fidel Castro reconoció el papel desempeñado por la Federación de Mujeres
Cubanas, cuando expresó:
"La
mujer cubana, doblemente humillada y relegada por la sociedad semicolonial,
necesitaba de esta organización propia, que representara sus intereses
específicos y que trabajara por lograr su más amplia participación en la vida
económica, política y social de la Revolución".
Para comprender cómo la Revolución cubana ha
favorecido el progreso de las mujeres hacia su emancipación y la libertad que
de ella resulta, es conveniente conocer los cambios históricos de su posición
al menos en tres indicadores: educación, incorporación al trabajo y
participación en cargos de dirección. La síntesis que he elaborado a partir de
los datos que constan en la Oficina Nacional de Estadísticas y en el Centro de
Estudios de la Mujer puede servir para ello. Veamos:
En 1953, año en el que se realiza el último Censo
de Población antes del triunfo revolucionario, la población de Cuba ascendía a
5 millones, 820 mil habitantes. Según esos índices, había un 55.6% de
escolarización de 6 a 14 años, lo que representaba que más de un millón de
niños no tenían acceso a la escuela, a pesar de que 10 mil maestros estaban
desocupados. Existían 807 700 personas analfabetas que constituían el 22.3% del
total de la población y el nivel de escolaridad de toda la población no
superaba el 3er grado de la escuela primaria. Se calcula que más de la mitad de
los analfabetos eran mujeres dadas sus condiciones sociales inferiores a los
hombres. Estas cifras empeoraron en los siete años de la dictadura militar.
Una de las decisiones más importante tomadas por el
Gobierno Revolucionario en el año 1959 fue, sin lugar a dudas, la creación de
10 mil nuevas aulas primarias, cifra que superaba a todas las fundadas en los
58 años de República. Mientras los cuarteles se transformaban en escuelas y
había un impulso hacía la ampliación de las escuelas secundarias; se incrementa
el trabajo de alfabetización iniciado por el Ejército Rebelde en la etapa
insurreccional.
El 1961, declarado Año de la Educación, se dedicó a
una gran Campaña de Alfabetización en la aprendieron a leer y a escribir más de
707 000 personas lo que redujo el índice de analfabetismo a 3,8% en solo un
año. Tal proeza se alcanzó gracias a la participación masiva de miles de
voluntarios procedentes, fundamentalmente, de las filas del estudiantado. Esta
tarea requirió un gran esfuerzo femenino porque la mayoría de los maestros en
aquel tiempo éramos mujeres y, también, porque fueron mujeres el 55% de los
alfabetizados. A partir de ese momento, hubo un crecimiento global de la
escolarización y las mujeres fuimos ubicándonos en peldaños más altos en la
educación media y universitaria.
En el Perfil Estadístico de la Mujer Cubana en el
Umbral del siglo XXI publicado por la Oficina Nacional de Estadísticas, se
recogen datos factológicos actuales que reflejan similitud en la incorporación
de hembras y varones en la enseñanza primaria y en el primer nivel de la
enseñanza secundaria. Sin embargo, a partir del segundo nivel, es decir
preuniversitario, tiende a crecer la participación de las hembras tanto en la
matrícula como en la retención escolar. La tendencia ha aumentado por años,
sobre todo en el Bachillerato donde su número casi duplica al de varones,
quienes por diferentes razones prefieren matricular en los cursos de educación
Técnica y Profesional.
En la Enseñanza Superior, este fenómeno de
crecimiento del número de mujeres en los centros de estudios se hace más
notable a partir de la década del 80, en la que comienza en Cuba un proceso de
feminización en los centros universitarios. Las cifras hablan por sí solas:
durante el curso 1979-80 eran féminas el 48,4% de los matriculados; en el
1985-86 el índice de mujeres asciende al 54,4%; en el curso 1994-95 aumenta
hasta 58,1% y en el curso 1996-97 la feminización de la enseñanza superior
alcanza el 60.2% de la matrícula en todo el país.
Analizando por ramas del saber, se aprecia que la
distribución de la matrícula muestra predominio de mujeres en las carreras de
Ciencias Médicas y Pedagógicas, en las que precisamente ellas ocupan el 72% de
la fuerza laboral, y en menor proporción en las de Ciencias Sociales y
Humanísticas, Ciencias Económicas, mientras que crece su interés por las
carreras técnicas.
Esta transformación sorprendente en el nivel de
preparación de las mujeres cubanas tiene una relación muy estrecha con el
cambio radical producido en su incorporación al trabajo y en las categorías
ocupacionales en las cuales se desempeña. Si consultamos el Censo de 1953, los
datos arrojan que del total de trabajadores ocupados en el país, solo el 17,6%
eran del sexo femenino. De las mujeres ocupadas el 30,2% trabajaban en el
servicio doméstico o servicios tales como conserjes, y empleadas de limpieza;
el 13,9% realizaba trabajos de oficina; el 12,1% eran maestras. Solo el 6,2% se
desempeñaban como profesionales y técnicas y el 2,0% ocupaba responsabilidades
de dirección.
Al existir en Cuba, después del triunfo
revolucionario, la igualdad de derechos en el acceso al trabajo asalariado y a
la educación, las mujeres alcanzamos altos niveles de ocupación laboral. Así
los datos muestran que, en 1981, el 31,2% de los ocupados eran mujeres; este
índice se eleva a 43,2% en el año 2000. La estructura ocupacional de hombres y
mujeres también se modificó de modo sorprendente, por ejemplo, ya en el 1981,
las mujeres ocupan el 55% del total de los trabajadores profesionales y
técnicos del país. En el año 2000, el nivel de ocupación femenina en la
categoría de profesionales y técnicos se elevó hasta el 66,4%.
Aproximadamente un tercio de los cargos de
dirección están ocupados por mujeres. Nosotras participamos en la toma de
decisiones al más alto nivel. En junio del 2004:
* El Consejo de Ministros de Cuba cuenta con seis
ministras y casi cuarenta viceministras.
* Cuarenta y seis de los más importantes Centros e
Institutos de Investigación y Desarrollo Científico están dirigidos por
mujeres.
* Diecinueve mujeres son Presidentas de las
Asambleas Municipales del Poder Popular y cuarenta y una ocupan el cargo de
vicepresidentas;
* La presencia de mujeres en el Parlamento cubano
ha ascendió al 35,96% en las elecciones efectuadas en los primeros meses del
año 2003. Cifra que supera ampliamente el 22,8% y el 27,6%, correspondiente a
las elecciones de 1993 y 1998 respectivamente.
En el intento por dar una visión de la mujer cubana
en el camino de su real emancipación, solo he hecho referencia a sus avances en
la educación y en su incorporación al trabajo y, algo muy importante, su activa
y decidida participación en la toma de decisiones gubernamentales. Sin embargo,
pienso que, en otra oportunidad, sería de mucho interés valorar su presencia
relevante en el arte, en la literatura, en el deporte, la defensa del país o en
su trabajo en la esfera político-partidista, y en otras que antiguamente le
estaban vedadas.
La destacada participación de la mujer en la obra
de la Revolución, su emancipación económica, política y social, y el lugar
ascendente en la sociedad no ha limitado su papel en el seno familiar. No ha
dejado de ser madre ni esposa. Es la doble jornada, que nos ha correspondido
desempeñar a las mujeres cubanas en estas cuatro décadas de Revolución.
También, es importante considerar, las difíciles
condiciones del bloqueo económico, impuesto a nuestro pueblo, por el gobierno
de los Estados Unidos, desde hace más de 40 años. A lo que se añade las
agresiones, sabotajes, atentados, crímenes y el resultado de toda una política
hostil y mentirosa de ese gobierno, que nunca ha dejado de intentar destruir a
nuestra Revolución. En este enfrentamiento, es obvio, las mujeres hemos sido
doblemente perjudicadas.
Las mujeres cubanas, junto a todo nuestro pueblo,
somos la Revolución. Seremos lo que nosotras seamos capaces de ser. Nos falta
mucho para sentirnos plenamente satisfechas, pero sabemos que hemos escogido el
camino correcto.
_________________________________________________________________________
Síntesis
y conclusiones del Taller de Lectura
Nº 71
“Mujeres
cubanas y el largo camino hacia la libertad...”
Este
texto fue tomado de Librísula, publicación digital de la Biblioteca Nacional
José Martí de temas vinculados con la información, la cultura y la educación en
Cuba y el mundo, en base a los apuntes para la conferencia dictada por la
Máster en Ciencias (MSc) Acela Caner Román en el Aula Magna de la Universida de
Ca´Foscari de Venecia, Italia. En él se destaca la actuación de la mujer cubana
a lo largo de las luchas por la liberación, a partir de la Cuba colonial con la conquista y
colonización de Cuba por España, iniciada en los primeros años del siglo XVI. Se recuerda a la esclava negra de origen lucumí,
llamada Carlota, que en el año 1843 murió combatiendo en su intento de liberar
a otros esclavos. Durante los enfrentamientos armados por la independencia de Cuba que se iniciaron
el 10 de Octubre de 1868 en Bayamo, encabezados por el patriota cubano Carlos
Manuel de Céspedes, quien hace tañer la campana de su ingenio Demajagua para
levantarse en armas contra el despiadado sistema colonial español y darle la
libertad a sus esclavos, se escuchó por primera vez la voz de Ana Betancourt de
Mora quien expresó que además de liberar a los esclavos, también debía ser
liberada la mujer en Cuba. Cientos de mujeres se sumaron a la labor heroica,
como por ejemplo Mariana Grajales y otras,
que no solo motivaron a sus hijos, sino que ellas mismas acompañaron a sus
esposos en los campos de batalla. Durante la Cuba neocolonial a partir del 1º
de enero de 1899 muchas mujeres se destacaron en la lucha contra la aparente
misión filantrópica de los Estados Unidos, que solo pretendía obtener el
control económico, político y cultural de la república en gestación, mediante
un pujante movimiento femenino en pos de sus derechos al sufragio y a ser
elegidas, a la aprobación de la Ley de la Patria Potestad y la Ley del
divorcio. En el año 1940 mediante una Asamblea Constituyente se aprueba una
nueva “ley de leyes” conteniendo importantes reivindicaciones para la mujer,
pero que en la práctica no se aplicó y no produjo ningún cambio en la situación
de la nación cubana. A partir del 10 de marzo de 1952 cunado el general
Fulgencio Batista da un nuevo golpe de estado, se abre otra etapa de
confrontación para las mujeres cubanas. Allí surge el Frente Cívico de Mujeres
Martianas y Mujeres Oposicionistas Unidas, quienes no luchaban estrictamente
por los derechos de la mujer, sino en beneficio de todos. Durante el período
1952 y 1958 surge el liderazgo de Fidel Castro Ruz, quien una vez conformado el
Movimiento 26 de Julio después de los asaltos a los cuarteles militares Moncada
y Carlos Manuel de Céspedes, inicia una lucha revolucionaria armada contra el
régimen de Batista, triunfando definitivamente el 1º de enero de 1959. A partir
de allí por primera vez en más de 400 años las mujeres se pudieron considerar
verdaderamente libres. Cabe destacar el enorme aporte que hicieron compañeras
como Melva Hernández, Haydée Santamaría, Celia Sánchez Manduley, María Antonia
Figueroa, Vilma Espín, Acela de los Santos y Gloria Cuadras, entre otras. Cabe
destacar que en el año 1958 se hace realidad el deseo de un grupo de
guerrilleras de la Sierra Maestra, cuando después de largas discusiones, Fidel
logra convencer a varios oficiales de la guerrilla, conformándose el “Pelotón Femenino
Mariana Grajales”, cuyo ejemplo echó por tierra los falsos conceptos de quienes aún no creían en
la capacidad y el valor de las mujeres en la contienda. Ya en la Cuba revolucionaria
después del triunfo del 1º de enero de 1959, se toman contundentes medidas que
favorecen la incorporación de la mujer en los espacios públicos y de poder. En
agosto de 1960 las organizaciones femeninas fundan la Federación de Mujeres
Cubanas (FEU) organización encargada de borrar toda forma de discriminación de
la mujer, como justa respuesta a sus anhelos de justicia social y dignidad
humana, siendo elegida Vilma Espín Guillois como su Presidenta por la Asamblea
Fundacional. Al existir en Cuba, después del triunfo revolucionario, la
igualdad de derechos en el acceso al trabajo asalariado y a la educación, las
mujeres alcanzaron altos niveles de ocupación laboral. Finalmente este texto
termina con la frase: “Las mujeres cubanas, junto a todo nuestro pueblo, somos
la Revolución. Seremos lo que nosotras seamos capaces de ser. Nos falta mucho
para sentirnos plenamente satisfechas, pero sabemos que hemos escogido el
camino correcto”.
En el transcurso del posterior debate se destacó
que fueron las mujeres cubanas las precursoras en Latinoamérica en lograr que
se aprueben las leyes de La Patria Potestad y de Divorcio en los años 1917 y
1918 respectivamente. Luego en el año 1934 se firmó una ley que autorizaba el
derecho de las mujeres al sufragio. Julieta nos comentó que, de acuerdo a
informaciones obtenidas en su reciente viaje a la XXII Brigada Suramericana de
Solidaridad con Cuba, el actual Parlamento Cubano está compuesto en un 48,9 %
por mujeres. También nos comentó que en Cuba actualmente se encuentra
alfabetizado el 98,9 % de su población. También resultó del debate la
convicción de que la inclusión de la mujer en Cuba se debe a su formación
política y a su capacidad intelectual. También se encuentra apoyada y protegida
por el Estado al brindarle todas las garantías, como por ejemplo el cuidado de
los niños en los Círculos Infantiles y la licencia por maternidad. Se comentó que la tarea de la mujer debe ser
junto a los hombres desde el concepto de complementariedad y no desde la
competencia. Se plantea que en La Argentina se ha retardado el proceso de
emancipación de la mujer debido a la masiva desaparición forzada registrada
durante el proceso militar durante la década de los setenta. Sin embargo
hubieron mujeres que cumplieron un rol fundamental, y se mencionó a Juana
Azurduy. Se destacó cuanto influye lo cultural muchas veces heredado por la
colonización española con respecto al rol que debe jugar la mujer en la
sociedad, y que hoy afortunadamente ya se ha ido revirtiendo. Se comentó que en
la cultura del pueblo Mapuche se destaca la Machi como consejera de los Loncos.
Finalmente la compañera Mirta Gutierrez valoró la importancia de nuestros
Talleres de Lectura como espacio de formación política y cultural, porque
mencionó que le resultó de mucha utilidad todo lo aprendido a lo largo de su
participación en estos Talleres, en su reciente viaje como Brigadista a Cuba.
Por último se propuso abordar para el próximo
Taller de Lectura un texto de actualidad, que tenga que ver con: El Puerto Mariel con su Terminal de Cargas,
su Zona Especial de Desarrollo y la nueva Ley de Inversión Extranjera.
Grupo Bariloche de Solidaridad con Cuba, 7 de marzo de 2015
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