Taller de Lectura # 106- Febrero de 2018
“El replanteamiento del rol de los sindicatos en el
proceso de actualización del modelo económico y social socialista cubano”
Por: Orlando Cruz
Capote (Dr. en Ciencias Históricas, Investigador Auxiliar, Instituto de
Filosofía, del Ministerio de Ciencia, Tecnología y Medio Ambiente de Cuba.
Tomado del blog “La
pupila insomne” el 27 diciembre 2017, cuyo editor es el periodista de Santa
Clara, Cuba, Iroel Sánchez Espinosa.
´La
Revolución es una ciencia profunda, difícil y complicada (…)’
Vladimir Ilich Lenin.
‘La
Revolución (…) es una causa grande y pavorosa y no un juego para diletantes o
aventura romántica’.
Antonio Gramsci.
I
El
tránsito o construcción socialista, del capitalismo al socialismo, rumbo
estratégico hacia el comunismo, es un prolongado proceso histórico,
ético-político, ideológico, socioeconómico, estético y Cultural -con
mayúsculas-, un radical cambio civilizatorio y de plena emancipación humana, de
largo aliento estratégico (extendida temporalidad y espacialidad);
antisistémico, contrahegemónico y contracultural al capital; de movimientos
tácticos constantes, métodos democráticos de participación activa de las masas;
aprendizajes y desaprendizajes, construcciones y deconstrucciones, flujos y reflujos;
perpetuas reformas revolucionarias (revoluciones en la revolución); en el que
existen momentos de amplio consenso nacional, social-popular, y otros, en el
que subsisten disensos, más o menos profundos, por diferentes causales,
casuales y circunstancias históricas específicas en el decursar histórico.
Tal
transición jamás acontece en línea recta, es decir, unilineal y
progresivamente, sino que transcurre de forma zigzagueante, contradictoria y
paradójica, con avances, preservaciones y superposiciones (a veces mezcladas y
yuxtapuestas eclécticamente, pero no sintetizadas, dialéctica y
sistemáticamente); estancamientos, retroacciones y retrocesos, y que también
comprende la continuidad, la discontinuidad y la superación crítica en su
práctico devenir. Lo que no excluye su comprobada reversión, por causas
endógenas y exógenas, o la combinación de ambas variables, tal como aconteció
en el mal llamado “socialismo real” de la Europa del Este y la Unión de
Repúblicas Socialistas Soviéticas (URSS), quienes se derrumbaron
(implosionaron) con y tras la caída del ‘Muro de Berlín’, la destrucción del
socialismo en conjunto con la desintegración del multinacional Estado
soviético, entre 1989 y 1991, respectivamente.
El
tránsito socialista se despliega a través de la hegemonía política y cultural
del bloque histórico-político, socioclasista – social y popular que conquista y
ejerce el poder revolucionario, realizándolo desde la persuasión, el
convencimiento, las razones argumentadas, la emoción-pasión y la seducción-atracción
estética, el buen sentido del ciudadano común, el consenso, el diálogo
interactivo-retroalimentador constante y la práctica demostrativa que se
acerque al aserto, con la idea de ganar-sumar, articular y concientizar,
cualitativa y cuantitativamente, al pueblo, el principal protagonista de la
victoria y de su continuidad quien debe materializar tales ideas y accionares,
con el fin de su empoderamiento democrático e ininterrumpido y proceda a
conformar un consenso nacional-popular y socialista, que se debe reconstruir y
resignificar en el día a día, capaz de fortalecer la correlación de fuerzas
internas favorables a su misión histórica.
También
ejerce el dominio y la coerción, que debe ser delimitada jurídica y éticamente,
en los marcos del Estado de Derecho socialista, contra los adversarios y
enemigos acérrimos que confrontan su marcha; tanto endógenos como exógenos, con
vista a propiciar su prosecución, conservación y garantía superadora. Lo que no
inhibe, menos prohíbe, que, si la actividad contrarrevolucionaria interna y
extranjera se acrecientan y ponen en peligro la seguridad del país y de la
ciudadanía, la independencia y soberanías nacionales, la justicia social, tanto
colectiva e individualmente, pueda tomarse medidas más severas para salvaguardar
su existencia.
La
historia ha demostrado que el asedio, las agresiones miliares e injerencias
capitalistas-imperialistas, de toda índole, contra los países que emprenden ese
rumbo son ciclópeas, así como sistemáticas las sanciones, chantajes, presiones
y condicionamientos, incluyendo el intento de aislarlos política y
diplomáticamente, la imposición de bloqueos económicos, comerciales y
financieros, el no acceso a inversiones de capital extranjero, tecnologías de
punta, posibilidad de insertarse en mercados regionales e internacionales, las
grandes limitaciones a los créditos blandos, y cuando ocurre, se les cobra con
altos intereses, y el sometimiento invariable y contraproducente a los
dictámenes del capitalismo, hoy hegemónico, y dominante, trasnacional y
neoliberal mundial.
El
incierto y viejo axioma acerca que el socialismo debe convivir, eternamente,
con el síndrome de ‘plaza sitiada’, los “silencios” y “secretismos”
infructuosos, con el fin de no brindarle ‘armas al enemigo’, no niega que este
se realiza con altos riesgos, no sólo acechantes ante el derecho de la libre
autodeterminación nacional y de proceder a la construcción de un sistema
sociopolítico diferente. Tales alarmas reales, obstaculiza el alcance de su
eficiencia, equidad y justicia social en su pleno desarrollo, teniendo en
cuenta que, en todos los casos, este ha triunfado en naciones de la periferia
subdesarrollada capitalista. A ello se suma, las grandes campañas mediáticas en
su contra, las pretensiones de subvertirlos desde adentro, sufragando a las
fuerzas hostiles al mismo e incitando a la contrarrevolución interna para
provocar la división, desestabilización y la ingobernabilidad, con el fin
último de derrocarlo.
Una
revolución social – política socialista triunfa, se consolida, resiste
activamente -que es construcción objetiva y subjetiva al unísono-, sobrevive,
se autovalora y vale si sabe demostrar cómo defenderse, en primer lugar, con
sus propias fuerzas internas, sin cometer injusticias, aberraciones
antidemocráticas y someter a la ciudadanía al exceso de poder y dominación
obtuso, menos los abusos y la represión, tal como aconteció, lamentablemente,
en algunos países del llamado “socialismo real”.
El
objetivo final del socialismo, como etapa de transición, tal como lo concibieron
Marx, Engels, Lenin y otros continuadores marxistas creativos, consiste en la
gradual extinción del Estado, gracias a la necesaria implantación de la
‘dictadura del proletariado’ -o del poder del pueblo trabajador como sujeto
histórico-político-, que emanciparía al resto de la sociedad, y, por supuesto,
el tránsito hacia la abolición de todas las clases y a una sociedad sin clases,
que también conllevaría a la revocación de la propiedad privada. Ello
conllevará a la formación de una sociedad comunista de “productores libres
asociados” en donde “surgirá una asociación en que el libre desenvolvimiento de
cada uno será la condición del libre desenvolvimiento de todos”. En este
proceso de tránsito hay que conjugar, en la política revolucionaria – comunista,
el arte de lo posible con el arte de hacer posible lo que parece imposible. El
comunismo, una utopía realizable, es bastante trabajoso y lejano.
Esa
percepción es correcta y no menoscaba los enormes esfuerzos en los intentos de
construirlo y estabilizarlo en un país o grupo de ellos, teniendo que lograr
una corta y mediana perdurabilidad a costa de grandes sacrificios materiales y
espirituales de quienes lo emprenden, lo que es aún insuficiente para su éxito
pleno como proceso emancipatorio humano y de justicia social. Le es
imprescindible el apoyo solidario e internacionalista de otros procesos
socialistas o de países-pueblos, que comiencen a enrrumbarse hacia ese fin,
partiendo de otras premisas y desarrollos. La «construcción del socialismo» en
un solo país es, por tanto, un imposible, y sólo se hará factible cuando el
proceso histórico hacia el comunismo tienda a ser un proceso universal.
Pero,
el socialismo auténtico, que no es puro ni casto, tiene que ser necesariamente
ajeno a los dogmatismos y sectarismos, doctrinarismos, voluntarismos y
(ultra)-izquierdismos estériles, porque tales pensamientos y accionares, en el
fondo, son posicionamientos reformistas, burocráticos y tecnócratas,
oportunistas y hasta seudorevisionistas, que conducen, inexorablemente, al
“…anquilosamiento del Partido, castigo ineludible por las trabas impuestas al
pensamiento…”, obstaculizando, además, el desarrollo de la democracia
socialista al imponer frenos a la iniciativa, autonomía, motivación y
potencialidades de las masas populares en el inédito proceso constructivo. Sin
embargo, la historia pasada y reciente da cuenta de que tales presencias
anómalas y distorsiones han estado presentes en el tránsito socialista,
incluyendo la práctica del socialismo cubano.
En
síntesis, el tránsito socialista constituye un camino inexplorado, ignoto,
colmado de dificultades, acertijos, enigmas y dudas, en el plano objetivo y
subjetivo, por lo cual cada país debe construirlo de acuerdo a sus
peculiaridades (particularidades y singularidades) siempre específicas, aunque
utilice algunas leyes y regularidades trazadas de forma general.
En
muchas ocasiones, recurre al test experimental del éxito y el error, por lo que
debe estar dispuesto a rectificar y corregir de inmediato la marcha, incluyendo
dar pasos hacia atrás para luego, relanzar el proyecto hacia adelante, con
mucha invención y audacia.
El
líder de la gran revolución socialista triunfante, en la Rusia de los Zares, en
1917, el bolchevique – comunista, Vladimir Ilich Lenin, advirtió que, “…quien
aborde los problemas particulares sin antes resolver lo generales, fatalmente
“tropezará” a cada paso con estos problemas, sin tener conciencia de ello. Y
tropezar ciegamente en cada caso particular equivale a condenar la política
propia a las peores vacilaciones y falta de principio”.
II
“Las
cuestiones discutidas en las tesis tocan muy de cerca puntos esenciales del
proceso ideológico y político de nuestra Revolución, pero las decisiones que
aquí se han tomado, aunque expresan -como señaló el compañero Lázaro Peña en su
informe- el criterio de la dirección política del país y el criterio de
nuestros trabajadores, no fueron establecidas en virtud de una decisión del
Partido, sino que han sido ampliamente discutidas en el seno de nuestros trabajadores.
No
se impone un punto de vista; se discute con los trabajadores.
No
se adoptan medidas por decreto, no importa cuán justas o cuán acertadas puedan
ser determinadas medidas. Las decisiones fundamentales que afectan a la vida de
nuestro pueblo, tienen que ser discutidas con el pueblo y esencialmente con los
trabajadores.”
Fidel
Castro Ruz, Discurso de clausura en el XIII Congreso de la CTC.
En
el constante movimiento renovador del tránsito socialista nacional, resulta
indispensable la concurrencia decisiva del Partido Comunista de Cuba (PCC),
vanguardia política de la clase obrera y el pueblo trabajador, la Unión de
Jóvenes Comunistas (UJC), el Estado, el Gobierno, el Poder Popular, los
Sindicatos y las demás organizaciones de masas y sociales, así como de las
numerosas agrupaciones y asociaciones que forman parte de la sociedad civil
nacional. Ello se corrobora in crescendo en el actual proceso de actualización
del Modelo Económico y Social del socialismo cubano.
En
tal empeño, la subjetividad revolucionaria, con la multiplicidad de las
intermediaciones e intersubjetividades, materiales y espirituales
contemporáneas, cumple un rol principal en este sendero constructivo, en el que
los heterogéneos sujetos histórico-políticos de la transformación tienen que
ser muy activos políticamente para propiciar el alcance del indiscutido salto
cualitativo superior, muy diferente contraculturalmente al que existe en el
mundializado y hegemónico capitalismo transnacional neoliberal que nos rodea.
En
especial, los Sindicatos en la resignificada etapa del tránsito socialista
cubano -evitando visiones etapistas-mecanicistas, evolucionistas-positivistas y
economicistas-, denominado como un “socialismo próspero y sostenible,
[antiimperialista], democrático, independiente y soberano”, no pueden funcionar
de ningún modo como una simplista y mecánica “correa” o “polea” de transmisión
-frase enunciada por Vladimir Ilich Lenin con otra connotación, enriquecida y
complementada en otros discursos y escritos- del Partido Comunista de Cuba
(PCC), el Estado y el Gobierno, sino que constituyen órganos reales de
gobierno, por tanto, de poder proletario, patriótico y revolucionario, y como
corolario, de poder popular, que, en las complejas circunstancias internas y
externas cobran una dimensión singular y trascendental.
Los
sindicatos son per se esenciales vasos comunicantes de interacción activa,
dinámica y retroalimentadora entre los trabajadores de todos los sectores y
ramas, personificados en los colectivos laborales y organizados en las
secciones sindicales de base y los demás niveles, con las instituciones
partidistas, estatales y gubernamentales.
Conforman
una pieza sustantiva del (sub) – sistema político cubano, siendo la
organización de masas fundamental de los trabajadores -la Central de
Trabajadores de Cuba (CTC)-, sindicalizados o no, activos laboralmente o
jubilados, en funciones de asesorías y consultorías, con pleno empleo,
subempleo y con una temporal desocupación -muy recurrente en aquellos que no
aceptan propuestas, los que acuden al mercado informal o negro, y los
simplemente holgazanes o vagos-, por lo que, consiguientemente, los sindicatos
no operan con un sentido administrativo y jurídico, menos burocrático, ante
tales situaciones, sino que coparticipan activamente en los diferentes procesos
de organización, incorporación, integración, cooperación y dirección
ideopolítica de la nación y la sociedad en su integralidad y totalidad.
Al
unísono, las organizaciones obreras sindicadas son partes imprescindibles en la
construcción, la preservación y la velación de la unidad del pueblo cubano con
su Revolución, Nación, Socialismo y su Partido de vanguardia. Una unidad en la
diversidad, que enriquece la integración, articulación, cohesión y la unidad
nacional y social, que nunca será monolítica, uniforme y homogénea, salvo en
circunstancias excepcionales, por lo que no tratará de desestimar y subestimar,
menos coaccionar y aniquilar, las heterogeneidades ideológicas, políticas,
sociales y culturales que coexisten en el cuerpo societario nacional, que se
reflejan en los colectivos laborales y en los propios sindicados; asumiendo las
discrepancias, los diferentes criterios dentro de los principios
revolucionarios, también aquellas críticas que contengan ideas-valores para coadyuven
a rectificar, perfeccionar y re-crear el socialismo que construimos.
En
una histórica y vigente intervención del Presidente del Consejo de Estado y
Ministros, Primer Secretario del Comité Central del Partido Comunista de Cuba
(CC del PCC) y General de Ejército Raúl Castro Ruz, ocurrida el 4 de mayo de
1973, este expuso que el Partido, aunque ejerce el papel rector, dirigente y
conductor de la sociedad, no puede “…dar por sentado (…) que (…) representa la
voluntad de todo el pueblo y considerarlo como el órgano supremo del poder,
porque estaríamos desconociendo los principios de la democracia proletaria que,
como vimos antes, implican la participación de todos los miembros de la clase
obrera (y no sólo de su vanguardia) y de las demás clases trabajadoras en el
ejercicio de la dictadura del proletariado, es decir, en el dominio y gobierno
de la sociedad para la cual se requieren las instituciones de poder
correspondientes, a través de las cuales las masas trabajadoras hagan válido
ese derecho y puedan expresar y hacer valer su voluntad.” Y prosiguió, el
compañero Raúl Castro, con gran tino y enfoque principista, “…Estas
instituciones representativas son indispensables, según nuestra comprensión,
para que todo el pueblo revolucionario, considerado como un todo, como el
conjunto de todas las masas trabajadoras del país, manifiesten su voluntad y
pueda participar realmente en el gobierno.”
Sin
embargo, es necesario aclarar que, esta intervención medular del entonces
Segundo Secretario del CC del PCC y Ministro de las FAR, no está recogida de
tal forma en las tesis y resoluciones del Primer Congreso del Partido Comunista
de Cuba, celebrado en 1975. Tampoco fueron totalmente rectificadas y
delimitadas en los demás Congresos del PCC.
La
Isla, en 1972, había entrado al Consejo de Ayuda Mutua Económica (CAME), y con
ello comenzó a influir y pesar, decisivamente, el referente histórico y la
experiencia de la Unión Soviética y su Partido Comunista (PCUS), no sólo en
cuanto a la inserción cubana en el sistema socialista de la división
internacional del trabajo, sino que numerosos componentes políticos,
ideológicos y socioeconómicos –aunque menos en el plano participativo-electivo
de los órganos del poder popular y la esfera cultural-, fueron, en algunos
casos, calcados y mimetizados, aunque siempre se logró una originalidad y
creatividad importante en el rumbo socialista nacional.
A
partir de ese momento, hubo una desatinada interpretación y mediación del papel
del secretariado y los aparatos auxiliares del Partido en muchas esferas de la
vida pública, entremezclando y confundiendo las funciones partidistas con las
estatales, gubernamentales, por tanto, con el Poder Popular.
Ello
tomó cuerpo legal y oficial con la aprobación de la Constitución de la
República (24 de febrero de 1976), la implantación en todo el país de los
Órganos del Poder Popular, incluida su Asamblea Nacional, constituida el 2 de
diciembre de 1976; la nueva División Política Administrativa (DPA) del país, el
Sistema de Dirección y Planificación de la Economía (SDPE), estas dos últimas
aprobadas en el Primer congreso y luego ratificadas por la Constitución y la
Asamblea Nacional del Poder Popular; más lo concerniente con las directivas
para el desarrollo económico y social en el quinquenio 1976-1980; la Plataforma
Programática del PCC, sobre los estudios del marxismo – leninismo; además de
otras tesis y resoluciones aprobadas en el trascendente conclave partidista.
Esas confusiones y yuxtaposiciones entre las prerrogativas y funciones del
Partido, el Estado y el gobierno, no han sido, reiteramos, íntegramente
erradicas hasta hoy.
Pero,
el Partido comunista, como organización política de vanguardia de todo el
pueblo, en el caso cubano un partido único, por razones históricas y políticas,
debe y tiene que convertirse, ineludiblemente, en el ‘Partido de la Nación
Cubana’, por tanto, ser más plural al tener entre sus filas a una
representación selectiva y ejemplar de la heterogeneidad social existente, tal
como lo reconoció el V Congreso del PCC, en 1997. Manteniendo, sin cortapisas,
una reconocida autoridad moral y encargarse, al mismo tiempo, de conducir,
coordinar, controlar y encauzar las tareas del aparato estatal y las
organizaciones de masas y sociales hacia un mismo objetivo, y esa posición de vanguardia
la tiene que conquistar y mantener mediante la lucha cotidiana, así como la
confianza y el apoyo popular gracias a la estrecha ligazón con el pueblo y
usando, como métodos, la persuasión y el convencimiento sustentados en la
fuerza de su ejemplo y en la justeza de su política acertada y racional.
Por
su parte, los sindicatos también escuchan aquellas voces distintas y disímiles
que pueden disentir de los propósitos patrióticos, revolucionarios y, sobre
todo, del socialismo por el cual transitamos. En tales casos, se requiere de
una preparación, educación y formación revolucionaria / socialista convincente
y sentipensante, que argumente con razones, datos e interpretaciones capaces de
persuadir y convencer a los ingenuos, desencantados y confundidos y atraerlos a
la causa revolucionaria, pero nunca de forma impositiva y obligatoria.
En
algunos casos, aunque estas posiciones sean minoritarias y excepcionales, se
pugna y se apuesta por la asunción paulatina de un poder político, desde
pequeños espacios-territoriales según los ángulos sociales y económicos, que se
plantean el retorno simulado o franco, a un “capitalismo humano” inexistente,
un social-liberalismo, republicanismo y socialdemocratismo burgués, de
‘bienestar popular’, realidad imposible para Cuba, hasta de un neoliberalismo
menos salvaje, que están presentes en el seno de las discusiones que se
despliegan en la red de redes y otras plazas en donde se debate, acalorada,
opinática, emocional y seudocientíficamente sobre ‘el mejoramiento de las expectativas
de vida de la población’, muchas veces, sin valorar los costos de tales
conclusiones y divergencias que pueden provocar la división bajo el manto de
interminables ‘clubes de discusiones’, la supuesta búsqueda de consenso que
pueden llevar a la reconciliación o convergencia entre posiciones, directas e
indirectamente, no revolucionarias y un proceso de deliberativo controversial,
desmesurado y hasta antagónico, que gira acerca de si se restaura o no el
capitalismo en la Isla.
Tales
planteamientos fueron recogidos respetuosamente, con la libertad de opinión y
expresión requerida, en las discusiones que se llevaron a cabo con algunos de
los numerosos discursos del compañero Raúl Castro Ruz, desde el 2007-2008 hasta
la actualidad, y en los debates de los documentos del VI y VII Congresos del
Partido Comunista de Cuba, sometidos a amplia y profunda consulta democrática
popular.
Sin
embargo, esos criterios, hasta hoy minoritarios, no puede conducirnos a
subestimar a los que disienten abierta y encubiertamente, desde los opositores,
adversarios y los que actúan como enemigos contrarrevolucionarios y
mercenarios. Menos se trata, de omitirlos, ignorarlos o hacer silencio con
respecto a sus posverdades posmodernas, que no son más que falsedades repetidas
-método fascista goebbeliano- a fin de imponerlas, manipuladamente, como
verdades, y sus posiciones hipercríticas -algunas con sus cuotas de medias
verdades y medias mentiras, magnificando las segundas-, que promueven expedita
y subrepticiamente la subversión contra la nación, la revolución y el
socialismo, porque tales individuos y grupos están inmersos en el cuerpo
societario, y, aunque, son grupúsculos sin base social real evidente, ejercen
su influencia nociva, aprovechándose de los errores e insuficiencias nuestros.
Entre
ellos se encuentran quienes asumen posiciones, en la mayoría de las ocasiones,
mercenarias y traidoras, recibiendo dinero y otros beneficios de las agencias
de inteligencia, ONGs, otras organizaciones, instituciones, fundaciones y ‘Thinks
Tanks’ -tanques pensantes- de derecha, que radican en los EE. UU., Europa y
América Latina, con el fin de desestabilizar y provocar la ingobernabilidad
política en Cuba. Sin olvidar, las horas radio -cerca de 200 radioemisoras con
2.000 horas semanales de transmisiones- y televisivas -no sólo la mal llamada
TV Martí-, la propalación de propaganda negra y las sutiles y confrontacionales
formas de penetrar culturalmente a la sociedad cubana.
Se
conoce, oficial y extraoficialmente, que en la actualidad están constituidas de
cinco a seis organizaciones sindicales opositoras, ilegales, a veces toleradas,
y semi-ilegales, que se afanan por captar a grupos de trabajadores con las
supuestas defensas de sus derechos laborales. También es sabido que, en los planes
del Departamento del Estado, otras secretarías y organizaciones de inteligencia
y contrainteligencia del establishment estadounidense, se contemplan el
sufragio de becas a jóvenes, hombres y mujeres cubanos para que se formen como
líderes de los futuros cambios contrarrevolucionarios.
Específicamente,
relacionado con la actividad sindical ilegal, se encuentra el Grupo
Internacional para la Responsabilidad Social Corporativa de Cuba, proyecto de
la Fundación Nacional para la Democracia (NED) estadounidense -la fachada o
pantalla de la CIA- que, entre los años 2014, 2015 y 2016, ha recibido la
cantidad de 735, 000 dólares, para preparar “agentes” dentro del movimiento
sindical, promover los derechos sindicales y suministrar líderes sindicales
independientes con equipos técnicos y recursos financieros para que puedan
incrementar su actividad dentro del movimiento obrero cubano.
El
hecho de que hasta ahora no hayan encontrado un ‘Lech Walesa’ nacional, no
puede obnubilarnos la visión de que, de una de estas organizaciones conformadas
por apátridas, traidores y mercenarios, pueda surgir una figura que logre
centrar la atención por las deficiencias y el mal trabajo de nuestros
sindicatos. No hay peor ciego que el no quiera ver, porque el descuido, unido a
la negligencia y la arrogancia resulta fatal.
III
En
el proceso de actualización están presentes la continuidad y la discontinuidad,
reflejadas en las contradicciones, nunca dicotómicas y sí coexistentes, que se
efectuaron en otros contextos históricos del proceso revolucionario, que
marcaron y aun marcan pautas en la inconclusa transición socialista. Porque
ahora, ha resurgido o se ha reconocido la acción de las relaciones
monetarias-mercantiles, la presencia del mercado (que no es invención del
capitalismo, sino su éxtasis total) y la actuación de la ley del valor, por lo
que tiene que convivir con esas figuras paradójicas, que para nada deben ser
satanizadas, pero que requieren de un empoderamiento popular y trabajador más
amplio y profundo, un mayor control y regulación real de los trabajadores, el
pueblo y una prevención a tiempo para que no descarrilen el rumbo socialista y
conduzcan a la restauración capitalista.
Porque,
como lo advirtió el marxista húngaro, István Mészáros: “…El capital no es
simplemente un conjunto de mecanismos económicos, como a menudo se lo
conceptualiza, sino un modo multifacético de reproducción metabólica social,
que lo abarca todo y que afecta profundamente cada aspecto de la vida, desde lo
directamente material y económico hasta las relaciones culturales más
mediadas”.
Sumado
a lo anteriormente expuesto, que la actualización representa un colosal proceso
de reformas revolucionarias, impulsadas por los decisores políticos y aprobadas
con un consenso popular mayoritario, en las que se implican directamente los
trabajadores, porque en estas se incluyen los complicados procesos de
descentralización de parte de la actividad económica y administrativa del
Estado y el gobierno -definidos en los nuevos decretos que abordan las diferencias
sobre la organización, estructura y funcionamiento estatal y empresarial; el
resurgimiento de la empresa no estatal y las diferentes formas de propiedad,
gestión, cogestión y autogestión; los medianos y pequeños propietarios privados
(Pymes); los usufructuarios rurales y urbanos; los cooperativistas
agropecuarios y los manufactureros-fabriles; las empresas de capital mixto; las
empresas con 100 % de capital extranjero; las ‘Joint Ventures’, y las que se
ubican en la Zona Especial de Desarrollo del Mariel (ZEDM), que poseen
diferencias sustanciales en su actividad laboral, normas, salarios, formas de
contratación, etc., así como la permanencia perniciosa-perjudicial de la
dualidad monetaria, con las desigualdades salariales; por lo que cada una de
estas, merecen un tratamiento específico y disímil tanto por el Partido, el
Estado, el gobierno, el Poder Popular, como, en especial, por los sindicatos y
las demás organizaciones de masas y sociales.
En
tales circunstancias, la mirada y funcionamiento sindical se tiene que volver
ultranovedosa ante la aparición de nuevas clases, complejas estratificaciones
socioclasistas, actores y agentes sociales, aunque el pueblo trabajador sea el
dueño de los medios de producción fundamentales, la empresa estatal socialista prosiga
siendo el eslabón principal de la economía cubana y la planificación esté
presente en este proceso, no obstante, se apunta sin ambages, que el panorama
nacional y social muta radicalmente.
Las
nuevas realidades implican nuevos métodos, contenidos-formas y el cambio de
mentalidades para no sólo adaptarse simplemente a las circunstancias
históricas, sino ser capaces de repensar, accionar e incidir de acuerdo a las
mismas, pero interviniendo en el proceso con una conciencia de cuestionamiento
sano, asimilación y síntesis crítica de las mismas.
Los
colectivos laborales y los sindicatos, como forma de organización, desempeñan
un papel fundamental en la recomposición de la hegemonía político-cultural
socialista, en la reconfiguración del consenso nacional popular, erigiéndose,
desde siempre, en una escuela de formación, educación y concientización
ideológica y política de dirigentes / trabajadores; son promotores de la
emulación socialista y del trabajo voluntario útil; participan en la formación
integral de valores patrióticos, cívicos, éticos, antimperialistas, solidarios,
internacionalistas y socialistas; en la superación profesional competente e
idónea de sus cuadros de dirección y afiliados, desde el punto de vista
económico, jurídico y en las esferas productiva, de servicio,
informativa-comunicacional, en la educativa, científica, deportiva, artística y
cultural, entre otros.
Así,
son actores significativos, de complementación y sustento de las políticas
partidistas, estatales y gubernamentales, pero, también, tienen misiones y
tareas que les admiten ser ineludibles contrapartes, contrapesos e
interpeladores críticos – constructivos hacia las políticas elaboradas e
implementadas, debiendo ser capaces de detectar deficiencias y carencias, más
cuando estas incumben a los trabajadores y al pueblo en general, cobrando una
nueva dimensión como componente sociopolítico fundamental en el proceso de
actualización del Modelo Económico Social del socialismo en Cuba.
Toda
esta realidad, brevemente resumida, está convocando a los colectivos laborales
y sus sindicatos a enfrentar los complejos y complicados nuevos desafíos, que
deben transcurrir necesariamente por la reorganización, reestructuración, el
reordenamiento y la conformación de nuevos contenidos y formas de trabajar
sindicalmente entre la masa de trabajadores -desde la CTC hasta sus sindicatos
nacionales, ramales, las instancias provinciales y municipales, y las
importantísimas secciones sindicales de base-, porque estos ya no son
simplemente obreros o trabajadores asalariados del Estado, sino que son
asalariados que son contratados por dueños privados -los eufemistas
‘cuentapropistas’, o el bluf de ‘los emprendedores’-, tanto nacionales y
extranjeros, que les explotan la mano de obra y les extraen plusvalía o
plus-valor, a pesar que se les remunere con un salario superior al estatal, y
existan normas jurídicas que traten de frenar esa explotación y el
enriquecimiento desmedido de algunos propietarios; que, sin embargo, están
militando en el propio sindicato.
De
manera más asidua, los sindicatos deben introducir en sus prácticas
democráticas estructurales, organizativas y funcionales, los denominados
‘poderes desde abajo’ y ‘horizontales’, que no son antipoderes ni
contrapoderes, sino novedosas vías para que las masas trabajadoras y el pueblo
se involucren, empoderen y participen de forma protagónica y directa, lo que no
excluye la representativa y por delegación, e impongan barreras a las prácticas
‘verticalistas’, ‘de comando’ y ‘ordeno y mando’ in extremis, que aun
predominan en las mentalidades y principales decisiones nacionales y sociales,
así como, específicamente, en las concernientes a las colectividades laborales,
radio de acción principal en que se interrelacionan los sindicatos con los
trabajadores.
Los
sindicatos, que son democráticos por antonomasia, y poseen una relativa alta
autonomía, deben luchar denodadamente contra los estereotipos, prejuicios y las
viejas mentalidades, batallando incansablemente contra los añejos y obsoletos
métodos y estilos de trabajo de que todo se decide y conduce ‘desde arriba’,
los ‘dirigismos’ y los nombramientos ‘a dedo’ excesivos en muchas instancias de
dirección, sin consultar previa y democráticamente con los dirigidos,
confrontando, a su vez, el uso y abuso de las inoperantes e insípidas consignas
y eslóganes que ya no entusiasman por estar descontextualizadas, que no les
permiten convocar, movilizar y estimular la consciencia ideológica y política,
lo que resiente y desgasta su visión y misión desde la mirada de los
trabajadores, haciéndole disminuir, consciente e inconscientemente,
legitimidad, credibilidad y autoridad -no confundir con autoritarismo- como
organización que representa sus intereses que, en no pocas ocasiones, entran en
colisión con las políticas implementadas.
Asimismo,
no pueden encerrarse esquemáticamente en el marco de las instituciones
existentes, porque estas pueden funcionar inadecuada e insuficientemente,
incluso, por ser estructuras pesadas y complicadas, abarcadoras de muchas
esferas en su actividad, pueden adquirir cierta rutina y su movimiento tiende a
ser lento ante las necesidades del cambio, y se identifican, en ocasiones, con
especies de dogmas científicos seudosuperados o por superar, por la necesaria
complejidad interdisciplinar – transdisciplinar que los desborda, de igual
forma, que a los propios saberes y conocimientos científicos, aun segmentados y
parcelados, un rezago que proviene de la Modernidad occidental.
Porque
en las ciencias, el paradigma anticuado establecido, obstaculiza el nuevo modo
de proceder epistemológico. Contrariamente, a lo que piensen algunos, el dogma
está presente en la ciencia, mucho más en la actual que tiene un efecto
acelerador avasallante. Existen muchos ejemplos que explican lo afirmado, y
poco espacio – tiempo para exponerlo.
En
la contemporaneidad mundial, que no excluye a la cubana, muchos ministerios,
corporaciones, empresas e instituciones estatales, gubernamentales y
partidistas, también privadas, no son capaces de acometer la tarea de articular
e integrar eficientemente los polos especiales de trabajadores científicos
especializados, los denominados expertos en distintas disciplinas, que no sólo
son intelectuales preparados universitariamente, sino técnicos medios y
personal de servicios, como los de la informatización-comunicación, resultado
de la última fase de la III Revolución Científico-Técnica (RCT) comenzada en la
década del 90 de la pasada centuria, que ha proseguido su devenir en el siglo
XXI, que algunos autores, ya denominan como la IV Revolución
Científico-Técnica.
A
estos aparatos institucionales, administrativos y sindicales, de los cuales el
Partido no puede estar ajeno, se les convierte en un rompecabezas casi
insoluble hacer desaparecer o mitigar la disgregación y dispersión, porque los
aportes de la filosofía, las ciencias sociales, las humanísticas, los nuevos
adelantos en las ciencias y las técnicas, las denominadas, equivocadamente,
‘duras’ o ‘puras’, las naturales y las aplicadas, pasan por una renovación
constante, escapando de las novedosas formas de organización, dirección,
aprovechamiento de capacidades – potencialidades y del quehacer cotidiano de
estas, consciente e inconscientemente. Mucho más evidente en las instituciones
que tienen dentro de su objeto social y funcionamiento, procesos de
investigación, innovación, desarrollo y producción-comercialización de sus
resultados. Aunque no son las únicas.
También
se encuentran en esta disyuntiva, los centros laborales en que sus
investigadores revolucionarios producen y reproducen, a través de intelectuales
revolucionarios, que no pueden ser, al decir del Che Guevara, “….asalariados
dóciles al pensamiento oficial ni becarios que vivan al amparo del presupuesto,
ejerciendo una libertad entre comillas”, nuevas formas de encausar el
pensamiento-práctico, la ideología, la política y la cultura, desde la crítica
constructiva, que no tienen, a veces, un impacto directo o inmediato, menos una
remuneración salarial adecuada, pero que le son imprescindibles al socialismo.
Estas
producciones teóricas-prácticas, no pueden medirse, simplemente, por un
presupuesto y una contabilidad de costo y beneficio (aunque las cuentas deben
estar claras, al igual que los resultados obtenidos), pues son disciplinas que
aportan al consenso, la hegemonía y al humanismo concreto socialista /
comunista, y tales medidas en finanzas (dinero) exaltadas, serían
contraproducentes, porque constituyen, ante todo, inversiones ideológicas y
políticas inapreciables económicamente por su magnitud.
Sin
embargo, muchas instituciones de investigaciones de la filosofía, las ciencias
sociales y las humanísticas -en la que incluimos la labor investigativa
científica de las 50 y tantas universidades, la cuales ha transcurrido por un
proceso de reordenamiento y reorganización integral por parte del Ministerio de
Educación Superior- han encontrado fórmulas para ingresar dinero al país y sus
centros (autofinanciamiento), a través de los intercambios científicos en la
arena internacional, aunque sean centros presupuestados estatalmente, y no
todos, precisamente, con tratamiento especial.
En
ese instante, el sindicato socialista que atiende esta esfera, debe asumir el
ejercicio de advertir, intervenir pausada y maduramente, para rectificar los
errores y lograr el aserto aproximado, si sabe ser interlocutor real con los
trabajadores y las administraciones, el Partido, el Estado y el gobierno, como
con el Poder Popular y las demás fuerzas que intervienen en la construcción del
socialismo, y ejecutar ese papel integrador, fuera de coyunturas específicas
temporales y espaciales, sino con una mirada estratégica.
Tal
fue la idea del Comandante en Jefe Fidel Castro Ruz, cuando en 1992, creó el
Sindicato Nacional de los Trabajadores de las Ciencias, a pesar que existía el
Sindicato Nacional de la Educación, la Ciencia y el Deporte, como también
concurrían los foros, el polo y la propia Academia de Ciencias, convertida en
ese mismo año en el Ministerio de Ciencia, Tecnología y Medio Ambiente (Citma).
Expresó
Fidel: “…En un país del Tercer Mundo como Cuba, y bloqueado cuando se hunde el
campo socialista, es lógico que en esas condiciones todavía sea mucho más
importante el papel de la ciencia; pero quiero sostener que, para nuestro
Partido, para el Gobierno Revolucionario, la cuestión de la ciencia fue una
preocupación muy grande y un interés fundamental, por simple cuestión de
conceptos, mucho antes de que viniera el período especial.”
No
satisfecho, totalmente, con la labor del Movimiento de Racionalizadores e
Innovadores, las Brigadas Técnicas Juveniles, los tres Polos existentes en
aquel momento, y los Foros de Ciencia y Técnica, aunque reconociendo lo
realizado hasta el momento, Fidel exponía: “…porque el polo garantiza a nivel
local el máximo de colaboración entre todos los centros, de apoyo y de
intercambio. Eso lo vamos a hacer. Tenemos la Academia de Ciencias, pero
decíamos: Un elemento integrador, los polos; otro elemento integrador muy
importante, el foro nacional. Este movimiento viene desde hace años y ahora
cobra una fuerza enorme.”
El
máximo líder la Revolución concluía, más allá de las condicionantes del
‘Período Especial en Tiempos de Paz’, comenzado en septiembre de 1990, que:
“…En este esfuerzo por el desarrollo de la ciencia hemos buscado distintos
mecanismos. Hay que pensar que no vamos a tener solo el sindicato, el sindicato
va a ser un factor más de integración. Le llamamos así, la palabra integral,
cooperar, buscar esa cooperación que resulta tan posible y tan elemental en el
socialismo (…) Tenemos los polos científicos, es un mecanismo excelente de
trabajo. No importa que Ross [se refiere a Pedro Ross, entonces Secretario
General de la CTC] no esté todavía totalmente al tanto de cómo trabajan los
polos. Hemos hecho eso a partir de la experiencia del primer polo (…) Nosotros
estamos buscando formas de establecer una cooperación estrecha entre todos los
centros de investigaciones que estaban en un área… Ahora, el propio sindicato
hay que seguir desarrollándolo. Los polos hay que terminar de organizarlos. Ya
en los próximos meses me imagino que estén organizados, en lo cual están
trabajando la compañera Rosa Elena –fallecida lamentablemente en 2004- y la
Academia de Ciencias, porque la Academia de Ciencias, en cierta forma, también
es un elemento integrador, pero, sobre todo, es un elemento dirigente. Tiene un
papel muy importante, creo que tiene el papel más importante, porque nunca
contó con los factores que hoy existen: polos, foro y sindicato. Es decir, hay
muchas fuerzas”.
Aunque,
el ‘Período Especial en Tiempos de Paz’ no ha terminado -que se conozca, ningún
dirigente de la Revolución lo ha declarado finiquitado-, es cierto que, en
parte, se han mitigado algunas de sus consecuencias, gracias a la inserción de
Cuba a Nuestra América, el espacio natural de su convivencia e integración
económica, política y cultural; también logrado con una parte considerable del
mundo, incluyendo algunas naciones capitalistas del denominado ‘Grupo de los
Siete’; la renegociación de la deuda externa con el ‘Club de París’, y parte de
la condonación de la misma por estos, otros países y bancos acreedores; así
como la reforzadas relaciones estratégicas con China Popular y Rusia; más la
condena abrumadora al bloqueo de los EE.UU. en la Asamblea General de la
Naciones Unidas.
Y
porque, además, se ha ido construyendo, junto a la Revolución Bolivariana de
Venezuela, entre otros procesos populares en América Latina y el Caribe,
importantes eslabones integracionistas como: el Caricom, la Alianza Bolivariana
Para los Pueblos de Nuestra América – Tratado de Comercio entre los Pueblos
(ALBA-TCP), Petro-Caribe (2005), la Comunidad de Estados Latinoamericanos y
Caribeños (CELAC), como foro de concertación política de los treinta y tres
estados nuestroamericanos, sin la presencia de los EE.UU. y Canadá, y la
cooperación con la Unión de Naciones Suramericanas (UNASUR), entre otros.
Sin
embargo, aún persisten limitaciones y dificultades en el despegue del
desarrollo socioeconómico del país, y la población no tiene satisfechas todas
sus necesidades básicas, es decir a nivel micro, o como se dice popularmente,
en la ‘billetera y en la mesa de la casa’. Queda, entones, un buen trecho por
desandar, más ahora con el retroceso y la agresividad de la actual
administración estadounidense, para que la salida de esta contingencia quede
definitivamente superada.
Y,
con respecto a lo referido, aún las ciencias no están del todo integradas, ni
cooperando e intercambiando sus experiencias y logros, tanto positivos y
negativos, menos sus resultados de forma solidaria y colaborativa. Muchos
saldos investigativos importantes, en algunos casos derivaciones de tesis de
diplomados, postgrados, maestrías, doctorados se quedan, lamentablemente,
engavetados y no son publicados, que es una forma perentoria de socialización.
Los
centros siguen desconociendo lo que realizan otros centros de investigación,
docencia, innovación y desarrollo, por lo que es seguro que se estén
multiplicando -inútil y derrochadoramente- los extraordinarios esfuerzos en el
país, donde existen recursos humanos con un potencial científico de medio
millón de compañeras y compañeros, que han decidido echar su suerte con la
patria y el socialismo.
Entonces,
pregonar una mirada triunfalista y apologética, sin una autocrítica seria y
concienzuda, sería no concordar con la realidad que palpamos.
IV
Las
secciones de base de los sindicatos son, de hecho, las que más vínculos
directos tienen con, en y sobre los trabajadores en todas las instancias, por
lo que son tan importantes como los niveles superiores, incluyendo la CTC, sus
congresos y plenos, en los que estos últimos deben nutrirse de los anhelos,
demandas, intereses, desvelos, esperanzas e inconformidades y contradicciones,
sin extraviar, menos perder, la brújula ideológica y política martiana,
marxista y leninista, los legados del Guerrillero Heroico Ernesto Che Guevara y
del Comandante en Jefe Fidel Castro Ruz, que, además, de impulsar el desarrollo
económico del país, su papel esencial es la atención y preocupación en la
formación del ‘Hombre Nuevo’, en la sociedad cubana, que constituye la
principal fuerza productiva de la nación en transición socialista.
De
tal manera, cada una de todas las propuestas que realicen cualquiera de los
trabajadores en sus colectivos laborales y organizaciones de base, deben ser
oídas con atención y sometidas a la polémica a través del trabajo individual,
personalizado, colectivo y en reuniones públicas. La labor política e
ideológica del sindicato debe ser siempre la de sumar, convencer y persuadir
con argumentos, apelando a todos los recursos argumentativos, razonamientos y
lógicas, pero no se puede apartar a un trabajador por ser considerado
hipercrítico, conflictivo y problemático, siempre que cumpla con sus deberes,
no haga daño y sea enemigo del proceso revolucionario.
Ello
no niega la necesaria intervinculación entre el sindicato y la administración,
ni con las organizaciones políticas, el PCC y la Unión de Jóvenes Comunistas
(UJC), pero no lo subordinan, tampoco lo divorcian, con respecto a las demás
instituciones y organizaciones, sino que posee su campo de acción autónomo y
con funciones específicas, que coadyuvan al empeño común de la construcción
socialista.
No
basta, entonces, con la afiliación, que es libre y voluntaria, de los
trabajadores a sus secciones sindicales de base, tampoco que estos paguen la
cuota sindical y la del ‘Día de la Defensa’, como no es suficiente el trabajo
más o menos eficaz de los ‘Órganos de Justicia Laboral’, que juegan el papel de
defensa en los derechos de los trabajadores frente a las administraciones.
Estas acciones, aunque importantes, pueden devenir en obligaciones rutinarias,
formalistas y sin contenido político real. Algunas de ellas se practican en el
capitalismo, por lo que no son las distintivas del socialismo.
Porque,
además, los trabajadores que conforman el sindicato tienen el derecho a
elaborar, aprobar o reprobar los planes económicos que le son asignados, y
proponer, derivar experiencias, así como descubrir reservas que sirvan para
potenciar las iniciativas y creatividades que devengan en beneficio para
socialismo que construimos. Tienen que convertirse en participes directos en
las decisiones a nivel micro y macro social.
Las
secciones sindicales de base son las que chocan, de manera directa, con las
prácticas burocráticas y tecnocráticas que paralizan e inhiben el accionar
participativo auténtico, igualmente, se enfrentan a las posiciones dogmáticas,
sectaristas y extremistas (cercanas al oportunismo); a los fenómenos del
despotismo, el autoritarismo, al abuso del poder, la acumulación de riquezas a
través de prebendas y privilegios, que son incompatibles con el socialismo; al
nepotismo, a las ilegalidades, delitos y la corrupción.
Si
estos hechos son denunciados y no se toman medidas contra tales actitudes e
infracciones de la legalidad socialista, puede traer como consecuencia que los
miembros del sindicato se despeñen en la inercia, el silencio, compartan tales
hechos por su impunidad e inmunidad aparente, no emitan criterios profundos y
muestren frustraciones y desencantos. Lo que desmotiva y conduce,
peligrosamente, al apoliticismo, el nihilismo, la despolitización y la
conservatización social, procesos que ya están presentes en la sociedad cubana
actual, aunque relativamente.
Por
lo que, en los actuales escenarios históricos y políticos contemporáneos, no
coyunturales, sino de larga duración, se necesitan de manera decisiva,
dirigentes -mejor si ejercen liderazgos- sindicales inteligentes, política y
dialécticamente maduros, con discursos propios, no repetitivos; una educación y
cultura integral superior; buenos comunicadores y con una novedosa mentalidad
crítica superadora de los viejas formas de pensar y hacer; que sean partidarios
del método Fidelista de masas, capaces de interactuar transparentemente con los
dirigidos de tú a tú, sin dirigismos, y desde una nueva óptica no tan
jerarquizada, sin dejar de ser exigentes y flexibles.
Capaces
de hacerse obedecer / obedeciendo, de educar y ser educados, así como ejercer
esa dirigencia y liderazgo con un poder obedencial, que les permita rectificar
y cambiar acorde y en conjunto con las propuestas e iniciativas de las masas,
porque es conocido que en la mayoría de los centros laborales -quizás más
evidente en las empresas de avanzada-, predomina las «pirámides invertidas de conocimiento»,
además, de las «pirámides invertidas en los salarios», en donde los
trabajadores son remunerados sin precisarse los resultados directos e
indirectos, así como los esfuerzos, responsabilidades y capacidades de los
trabajadores, según profesiones, nivel científico y técnico; arribar a la
conclusión de que en los escalones jerárquicos, los trabajadores saben más que
en el escalón superior; por lo que estos nuevos jefes o dirigentes deben ser
competentes en escuchar y correr ciertos riesgos ante el desarrollo impetuoso
de las ciencias, las técnicas e innovaciones, es decir, en la producción de
saberes y producciones materiales-espirituales y la introducción de los
adelantos científico-técnicos en la práctica social, con vistas a alcanzar un
crecimiento económico y, quizás, un despegue continuado en aras de desarrollar
el país.
Para
ello se requiere de un cambio radical epistemológico y de paradigma
teórico-metodológico, político y práctico en el trabajo ideológico y político
con las masas populares y los trabajadores en específico. Si no se asume,
concienzudamente, las zonas de disputa científicas-académicas, ideológicas,
políticas y culturales, estas se ensancharán y profundizarán, no conllevando al
cambio de mentalidades por el que los principales dirigentes de la Revolución
están llamando, junto al cuerpo societario, en su consenso mayoritario. Lo que
propiciaría el divorcio con el pueblo, y no se estrecharía la brecha entre el
Estado socialista y la sociedad civil, pretensión del liberalismo y el
neoliberalismo en su política de confrontación contra la Revolución Cubana.
Asimismo,
debe estar presente que, en todos los niveles de dirección partidista, estatal
y gubernamental, también en el pueblo, subyacen diferencias acerca de lo que
debe ser cambiado, qué y cómo debe ser cambiado; los ritmos, los contenidos y
las formas de la actualización en curso, porque las rupturas en el pensamiento
son muy difíciles de asumir por todos y cada uno de quienes tienen en sus manos
la dirección del país y en la sociedad, y porque las múltiples miradas asumen
lógicas y razones disímiles, aun cuando todas coincidan en los principios
socialistas revolucionarios.
Este
proceso de actualización transcurre en un contexto nacional e internacional,
donde incide enormemente la agresiva hostilidad del establishment
estadounidense contra Cuba -la política regresiva del mandatario Donald Trump
hacia Cuba parece ser de confrontación abierta, recordando los peores momentos
de la Guerra Fría-, entre otros factores, y en el que, además, continua
predominando la obsolescencia de la tecnología, la tendencia de asimilar, en
lugar de producir propias tecnologías, y la frecuente falta de interés por la
innovación por parte del segmento empresarial y otros agentes económicos; el
deterioro de la infraestructura; la rotación acelerada de los medios de
producción y los productos por su menor calidad y mayor depreciación, con
vistas a comprar las nuevas ofertas en el insaciable mercado capitalista;
falencias en el financiamiento integral; el debilitamiento del potencial
científico, la insuficiente promoción y estímulo, y la escasa contribución de
las revistas certificadas existentes en Cuba; la disminución progresiva en lo
referido a la aplicación de patentes, entre otras deficiencias.
Ante
la aparición de nuevas clases, actores y agentes sociales -ya mencionados-,
aunque el pueblo trabajador sea el dueño de los medios de producción
fundamentales, la empresa socialista prosiga siendo el eslabón principal de la
economía cubana y la planificación esté presente en este proceso, etc., se hace
necesaria la mirada crítica sindical.
Porque
la excesiva y supuesta buena planificación no puede consistir en la reducción
de las incertidumbres, porque un determinado grado de incertidumbre es
inevitable, incluso deseable, si permite espacio para experimentar procesos
mejores y metas superiores, así como las ganancias y el cumplimiento del plan
en un por ciento elevado, no significan que no existan pérdidas y puede ser
síntoma, sin embargo, de falta de audacia en las propósitos-metas y cierto
acomodamiento a los procedimientos y normas establecidas, ya que el plan y los
procedimientos sirven en la medida en que contribuyan al desempeño económico,
no al reverso.
Una breve digresión
necesaria.
En
el socialismo, se confundió la intervención, la nacionalización y la
estatización con la socialización de los medios fundamentales de producción,
por lo que el sólo enunciado de que el pueblo sea el dueño de esos medios no
significa que no exista enajenamiento y alienación de los trabajadores acerca
de la posesión de los medios.
En
las intermediaciones de este proceso, surge una casta dirigente o
administrativa – estatal, gubernamental, además partidista, que va conformando,
consciente e inconscientemente, un burocracia y tecnocracia -capa o clase
improvisada, le llamo a la primera, León Trotsky- que esconde, opaca y
subestima esa categoría de dueño. Puesto que, siendo el socialismo, el tránsito
desde el capitalismo, las formas y contenidos burgueses continúan coexistiendo
con lo nuevo que se desea construir, entablándose una lucha permanente por
establecerse tal posesión de los medios de producción, la distribución y el
consumo, realmente en manos del pueblo trabajador.
Hecho
claramente revelado en que, la redistribución salarial no se corresponde aun
con los resultados del trabajo, de los trabajadores asalariados en el
socialismo. No existe, ni siquiera está presente en la ‘Crítica del Programa de
Gotha’, obra escrita por Carlos Marx, la famosa y repetida fórmula, convertida,
además, en “principio”: “de cada cual según su capacidad a cada cual según su
trabajo.”
Porque
Marx estaba en contraposición crítica a la elaboración y convicción de Fernand
Lasalle, acerca del “trabajo como fuente de toda riqueza y cultura”, porque
detrás de esta afirmación se oculta la verdadera esencia de la producción
capitalista: maximizar las ganancias y las tasas de beneficios socavando al
mismo tiempo las dos fuentes originales de toda riqueza: la naturaleza y el ser
humano.
Esta
igualdad desigual, basada en el derecho burgués subsistente, solo será
superada, según Carlos Marx, en la fase superior de la sociedad comunista:
“…cuando haya desaparecido la subordinación esclavizadora, de los individuos a
la división del trabajo, y con ella, la oposición entre el trabajo intelectual
y el trabajo manual; cuando el trabajo no sea solamente un medio de vida, sino
la primera necesidad vital; cuando, con el desarrollo de los individuos en
todos sus aspectos, crezcan también las fuerzas productivas y corran a chorro
lleno los manantiales de la riqueza colectiva, solo entonces podrá rebasarse
totalmente el estrecho horizonte del derecho burgués, y la sociedad podrá
escribir en sus banderas: ¡De cada cual, según sus capacidades; a cada cual,
según sus necesidades!”
Por
lo que está presente, paradójicamente, esa enajenación por parte del propio
trabajador, individual y colectivamente -autoenajenación de él y del propio
trabajo que realiza- en el socialismo, que aún no alcanza el desarrollo de una
fuerza productiva material y espiritual, y un nivel de concientización política
e ideológica, jurídica y cultural, que lo conlleve a asumir el rol de dueño y
lo manifieste contraponiéndose a los valores burgueses que continúan
manifestándose, pero que se reproduce, renovadamente, en las condiciones del
tránsito.
V
Los
Sindicatos, son representantes genuinos del pueblo trabajador, tanto los
activos como los jubilados y pensionados, sin discriminación por su ocupación
laboral, nivel de instrucción, origen nacional, color de la piel, género,
creencia religiosa, orientación sexual o cualquier otra lesiva a la dignidad
humana -tal como lo recoge sus Estatutos que, por cierto, no aparecen en la
sitio web de la CTC-, es decir, que defienden a todos los trabajadores en su acentuada
heterogeneidad, por lo que, deben evitar las exclusiones.
Hoy,
definitivamente todos, incluidos los que militan en los sindicatos y otras
organizaciones de masas y sociales, tienen que asumir distancias críticas de la
realidad, en sus diferentes esferas, para poder ver, pensar y accionar con
cabeza propia, para participar con nuestras ideas y acciones -aunque se yerre-,
cambiarse uno mismo, ayudar a cambiar las estructuras sistémicas de poder -toda
dominación estatuida y establecida es cultural-, a las personas, que
obstaculizan la iniciativa, la motivación, la creación y conllevan a la
inercia, la pasividad, el inmovilismo y la rutina. Y esta tarea hay que
emprenderla, para poder cambiar todo lo que debe ser cambiado, pero siempre
preguntándose qué debe o no debe ser cambiado, el cómo y para qué debe ser
cambiado.
No
debemos perder de vista que en este tránsito socialista nacional existen
relaciones de poder, existiendo dominación clasista -porque hay clases, grupos,
sectores, capas, segmentos, castas, estratos, etc., ahora reverdecidas,
existiendo luchas entre ellas-, y cuando se manifiestan de formas exaltadas,
parece perderse la mesura por parte de algunos dirigentes, clases, grupos y
sectores sociales -en cualquier nivel: individual, grupal y colectivo-, y el
control dominante puede transformase en autocrático y despótico, en “custodio”
edipiano (de “Edipo”) a nombre del socialismo a ultranza, a pesar de que se
esté incurriendo en dogmas y formas burocráticas. En tales situaciones, la
centralización se vuelve excesiva y la democracia pasa a ocupar un papel
subordinado o desaparece por la obcecación y solipsismo de quienes ejercen el
poder de esa forma. Y la dominación en el socialismo, aunque existe, es
subyacente y secundaria, porque lo debe predominar, la ya mencionada en varias
ocasiones, hegemonía político-cultural.
No
podemos, entonces, ser simples suscriptores y justificadores de cualquier
política -aunque tengamos confianza en el Partido y los dirigentes-, porque
está en riesgo nuestras formas de vidas, por lo que es necesario participar y
pensar activamente en cómo favorecer esa propuesta de crecimiento económico
que, está planteada en los documentos partidistas y del gobierno, el Estado, el
Poder Popular, no de manera estática, repensando ese bienestar y prosperidad en
el orden subjetivo, o sea, en los costos probables de ese desarrollo económico,
en que nos jugamos lo individual, personal y colectivamente en ello.
No
basta, pues, con aceptar que se nos diga que el Estado, el Partido, el
Gobierno, el Poder Popular y la CTC, tiene que dejar de ser paternalista (de un
día para otro), que sobra mano de obra estatal (cerca de un millón) y que los
trabajadores debían irse hacia el trabajo cuentapropismo o el emprendedorismo,
por lo que han emigrado, en realidad, al trabajo pequeño y mediano privado, al
cooperativista urbano (manufacturero y de servicios), al usufructuario de
tierras, sin tener plenos conocimientos de cómo actuar en esos medios
laborales. A los que abrazan estas formas, les falta cultura y solo poseen un
imaginario de lo que significa el seudocapitalismo, así como el ser explotado
como mano de obra asalariada privada.
No
todos los ciudadanos del país están preparados para ese salto, que implica
reubicarse en nuevas condiciones de trabajo y vida de forma satisfactoria. Es,
era y será, un riesgo individual, que incluye a la familia más cercana y la
ampliada, a sus expectativas de vida, presentes y futuras.
Son
caminos relacionales totalmente nuevos, donde algunos no tienen edad o capacidad
para asumir el ser contratados -en muchos casos, explotados- por los dueños
privados. Otros, por su perfil intelectual, ni siquiera van a ser robados o
comprados -el incesante robo y compra de cerebros al que hemos sido sometidos-
por el capitalismo extranjero.
Son
manifestaciones de ironías y contradicciones ineludibles del proceso
revolucionario, porque han sido introducidas por los decisores políticos y con
el apoyo consensuado de la población. Por otra parte, no todos recibimos
remesas. ¿Y qué de otras minorías patrióticas y revolucionarias?, en una
población en que está prevaleciendo el envejecimiento. Asimismo, el turismo,
las remesas, la inversión extranjera también desempeñan un rol impulsor y, al
mismo tiempo, enturbiador del socialismo que queremos.
El
doctor Manuel Calviño, psicólogo y comunicador social, expresó: “…Hoy tenemos
que ser constructores, confirmadores y críticos, porque estas políticas también
están probando de alguna manera experiencias que no se conocen; que no estaban
previstas originalmente en el modelo de desarrollo. Por lo tanto, si en algún
momento podríamos ser un poco más tolerantes y menos críticos, hoy debemos ser
definitivamente más agudos y más confirmadores de nuestros derechos y
exigencias de vida”.
En
tales coyunturas, lo principal es la vida activa de los sindicatos en el apoyo
a las políticas trazadas por la dirección política del país, pero desde el
ángulo de su participación real en los diferentes grupos y sectores de
trabajadores de forma directa y protagónica, permanente y sistemática -no sólo
como un ejercicio mera y formalmente consultivo-, por lo tanto, se trata de la
discusión de tales políticas, de los presupuestos económicos, debiendo
realizarlo con un criterio de complementariedad y, a la vez, cuestionador,
valorativo y crítico, aportador de iniciativas, con vistas a mejorarlas,
cambiarlas, controlarlas y regularlas; y en la toma de decisiones a nivel macro
y micro social, en las empresas en que se desempeñan; actuando como suspicaces
vigilantes del cumplimiento real del ‘Código del Trabajo y de los ‘Convenios
Colectivos de Trabajo’ alcanzados con las administraciones, en lo concerniente
a los derechos y deberes, la nuevas normas, formas y sistemas de pago, la
organización de la jornada laboral, la evaluación del trabajo, las condiciones
de vida y protección, higiene y salud.
Es
fundamental e indispensable su concurso en la emulación socialista, donde deben
ser premiados o estimulados los que en realidad sobre cumplen los planes de
trabajo y mantengan una aptitud y actitud ejemplar, de manera integral, en sus
centros de labor; su presencia consciente y convocante en los trabajos
voluntarios necesarios; en el debate de los principales problemas
socioeconómicos y políticos del país y los que conciernen a su vida laboral,
como puede ser las condiciones de vida y trabajo, el empleo bien remunerado -el
salario que devengan aproximadamente de acuerdo a los resultados en la labor
que desempeñan y responsabilidades-, la plena incorporación de las mujeres y los
jóvenes en los colectivos laborales y secciones sindicales, la promoción de
mujeres, negros y mestizos a cargos de dirección sindicales y a nivel de
ministerios y empresas, así como la importancia de las nuevas tecnologías para
el desarrollo del país, la identidad y comprometimiento del trabajador con su
centro laboral y con la economía nacional; la activación del movimiento de
innovadores y racionalizadores, en el ahorro, la participación en actividades
deportivas, culturales y recreativas, etc.
Los
sindicatos poseen un fuerte componente autonómico, de interdependencia e
interactividad retroalimentadora con el Partido, el Estado, el gobierno y el
Poder Popular en sus diferentes niveles, y también con los colectivos laborales
y el pueblo trabajador, por lo que realizan su labor sin autocomplacencia, con
exigencia y ejemplaridad, brindando la posibilidad de mayor participación y
responsabilidad individual y colectiva a los trabajadores en los procesos
laborales y sociales, así como en la potenciación y estimulación de las
iniciativas, innovaciones y creatividades que impulsen no sólo la productividad
del trabajo, la producción de bienes materiales y espirituales, básicos y
necesarios, sino que sean capaces de avanzar, con conflictos y retos, hacia la
radicalidad del cambio en los procesos de relaciones de producción y
reproducción de la vida, romper la dicotomía de que por un lado está lo
económico y por otro lado está lo político, como puede suceder con lo social y
lo político, lo cultural con lo político.
Por
ello, paralelamente, los sindicatos deben estar en la primera línea de combate
para desempeñar un rol importantísimo en:
a)
Impedir
la concentración de la propiedad y la riqueza en manos de unos pocos
ciudadanos, muchas veces ‘representantes’ de intereses foráneos, y otros que se
están beneficiando con las supuestas remesas que reciben desde el exterior,
que, en algunos casos, son financiamiento en dinero y técnica para multiplicar
los negocios privados;
b)
Que la política económica elaborada e implementada no transcurra por un
productivismo a ultranza, un pragmatismo económico in extremis y un
economicismo simplista y ramplón, donde predomine la razón moral instrumental
burguesa, en vez de la razón moral emancipatoria; porque la utilitaria conlleva
al individualismo, al egoísmo, la vanidad, el consumismo derrochador, a la
banalidad, la seudocultura y la vulgaridad.
No se puede, por
tanto, dejar al libre quehacer del desarrollo de las fuerzas productivas, una
visión economista bajo el signo inexorable del mercado que debe ser regulado
por el pueblo, con el fin de robustecer y hacer más eficiente al país desde el
punto de vista económico, alcanzando el bienestar común, para luego retornar y
repensar ideopolítica y culturalmente el socialismo. Los peligros relacionados
ante estas tardanzas, como los comportamientos desideologizadores latentes, nos
compulsan a relanzar la persuasión y seducción de una teoría filosófica,
política y estética marxista para la reconstrucción práctica socialista en el
cuerpo societal desde otras perspectivas actualizadas, con novedosos códigos y
métodos democráticos, esencialmente participativos desde abajo y con una
impronta cultural-civilizatoria de liberación socialista, contrahegemónica y
antistemica al capitalismo.
Tal reclamo ideopolítico
y cultural no puede desistir de la prontitud, los raquitismos paralizadores y
las prórrogas, ya que en el medio educacional y comunicativo cotidiano no se
estudia y escribe con asiduidad, tampoco se argumenta concienzudamente, ni se
leen y escuchan señales en el mundo simbólico y de lo político, sobre los
vastos conceptos del antimperialismo esencial, con sus novedosas
características, el marxismo y leninismo creador articulado ad infinitum con el
ideario martiano, acerca del socialismo, la ética socialista y su concreción
emancipatoria humanista. La convocatoria a los patriotas, comunistas y
revolucionarios a la constante repolitización y reideologización de la sociedad
constituye una tarea multidimensional que debe acometerse de inmediato.
c) Poner límites tangibles al aumento de los
niveles de desigualdad e inequidad social en el cuerpo societario, también a la
tendencia hacia la marginación, la precariedad y la pobreza media o extrema;
d)
Que el Estado sea capaz de crear nuevos empleos, como un derecho ciudadano
recogido en los recientes documentos partidistas, estatales y de gobierno,
porque este significaría una competencia necesaria, que no obstaculizaría el
trabajo privado, pero pondría freno al drenaje del sector estatal a este otro;
e) La
disminución al máximo posible de la existencia del subempleo, la desocupación y
que los jóvenes encuentren empleos adecuados cuando culminan sus estudios
universitarios, técnicos medios y preuniversitarios, y que no sientan motivados
a contratarse en áreas de trabajo privado que nada tenga que ver con su
capacidad formacional adquirida;
f) Procurar que los trabajadores no emigren al
extranjero, o sean comprados sus cerebros por otros países, propiciando una
política salarial que les satisfaga sus expectativas de vida, vivienda y el
trabajo socialmente útil;
g) Llevar a cabo
una política acertada con respecto a la atención de los problemas de envejecimiento de la población
laboralmente activa, con políticas complementarias que permitan mejor calidad
de vida;
h) Continuar
facilitando las condiciones de vida y de trabajo a las mujeres que estén en
condiciones de parir o de dar a luz niñas y niños (evitando los embarazos
precoces y los abortos continuados), con vistas a incentivar el crecimiento de
las tasas de natalidad en el país, que actualmente no son altas por lo que se
está produciendo un decrecimiento poblacional (este punto y el anterior tiene
mucha conexión con la seria política demográfica de la nación);
i) Impulsar una
política informativa transparente, coordinada y articulada, que sea coherente,
congruente y sistemática acerca del procesamiento en los distintos niveles de
información, en la prensa escrita y digital, los medios de difusión y
comunicación masivos nacionales, la red de redes, las redes sociales, así como
del funcionamiento del sistema educativo y la enseñanza, en especial la
historia y el marxismo, la comunicación y los conocimientos contemporáneos,
acerca de los procesos en curso, con vistas a una comprensión aproximada de la
presente y futura cambiante realidad;
Tales
procesos de accionar sindical en las instancias superiores, en sus distintos
contextos y coyunturas históricas, de dirección socioeconómica, ideológica,
política y cultural, también normativos, jurídicos y constitucionales, cívicos,
ciudadanos, éticos y estéticos, deben transitar desde el percibir y estar
informados lo más exacto posible, de cuáles son las necesidades e intereses de
los trabajadores, la elaboración de las políticas como proposiciones,
anteproyectos o proyectos, la comprensión e interpretación que les aporten los
colectivos de trabajadores y sus secciones sindicales en las discusiones
abiertas y transparentes, auténticos laboratorios críticos; para después, en la
elaboración parcial y consensuada del proyecto que tomará en cuenta las ideas
válidas acopiadas en las asambleas convocadas (las no válidas debían
informarse, pues se puede dar el caso que hayan sido desechadas
incorrectamente), conlleve a la redacción final del material que se pondrá en
práctica, con el consiguiente seguimiento controlador y regulador por los
propios trabajadores de las decisiones finales asumidas, implementadas e
implantadas -nunca impostadas- en la práctica, procedimiento que prosigue con
una debida retroalimentación democrática que permita revisar y ejecutar las
correcciones, rectificaciones y los ajustes ante los éxitos y errores, las
distorsiones y deformaciones, que se van sucediendo, inevitablemente, más si no
se previeron desde el inicio.
Como
en la etapa de construcción socialista subsisten las clases y la lucha entre
ellas, más aun hoy, en que se aprecia un agudizado combate ideológico y
político, los Sindicatos no pueden limitarse a la supeditación y subordinación
mansa, adocenada de los cambios introducidos, menos de forma abstracta y
general, sino que debe hacerlo en las condiciones históricas concretas desde
cada lugar laboral en específico, con vistas a participar, como representantes
de la clase obrera o trabajador asalariado, conscientemente, en el desarrollo
de la Revolución Socialista, e intervinculándose con las necesidades cooperar
en la solución de las contradicciones, por lo tanto, fortaleciendo las
relaciones con los otros órganos de poder y gobierno superiores, que se realizan
a través de las mediaciones políticas, ideológicas, culturales y democráticas.
Hoy,
más que nunca, los sindicatos tienen replanteado su rol a desempeñar en el
tránsito socialista, que está rebasando con creces las anteriores tareas y
misiones, por ello los dirigentes superiores y los de las secciones sindicales
de base, deben estar conscientes de que es urgente revertir las tendencias
pasivas, verticalistas y los déficits democráticos que se presenten en su
actuar cotidiano y trascendental.
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