Círculo de Lectura # 170 –
Junio de 2023
“Discurso pronunciado por Miguel
Díaz-Canel en la Sesión Constitutiva de
la X Legislatura de la Asamblea Nacional del Poder Popular”
Miguel Díaz-Canel Bermúdez
19 de Abril de 2023
Tomado de: Presidencia del Gobierno de Cuba
Discurso pronunciado por Miguel Mario Díaz-Canel Bermúdez,
Primer Secretario del Comité Central del Partido Comunista de Cuba y Presidente
de la República, en la Sesión
Constitutiva de la X Legislatura de la Asamblea Nacional del Poder Popular, en
el Palacio de Convenciones, el 19 de abril de 2023, “Año 65 de la Revolución”.
(Versiones Taquigráficas - Presidencia de la República)
Querido General de Ejército Raúl Castro Ruz, líder de la
Revolución Cubana;
Queridos compañeros de la Generación Histórica que nos
acompañan;
Nuevos miembros del Consejo de Estado;
Miembros del Consejo de Ministros;
Invitadas e invitados;
Diputadas y diputados:
Nuestras primeras palabras son para extender la felicitación
a las compañeras y compañeros hoy elegidos o designados, respectivamente, para
ocupar la dirección de la Asamblea Nacional del Poder Popular, el Consejo de
Estado y el Consejo de Ministros.
¡Felicidades a todos en el Día de la Victoria! El 19 de
abril de 1961, en las arenas de Playa Girón, Cuba ganó el derecho a celebrar
este día, al propinarle su primera gran derrota al imperialismo en América
(Aplausos y exclamaciones de: “¡Viva Fidel!”).
Se trata del triunfo de lo justo sobre lo injusto, del
pequeño David frente al gigante Goliat, de una Revolución socialista frente a
las narices de un imperio, tal como la definió Fidel en 23 y 12, en la
despedida de duelo por las víctimas del bombardeo a los aeropuertos de Ciudad
Libertad, Santiago de Cuba y San Antonio de los Baños, en el preludio de la
invasión.
Es tan épica esa victoria que 62 años después los derrotados
no han podido perdonarnos. Y es gracias
a esa victoria que hoy instalamos, por décima vez, la Asamblea del Pueblo
(Aplausos).
Las 470 personas que recién juramos como diputadas y
diputados no ganamos el curul por tener más dinero o el respaldo de partidos
electorales, cuyo único fin es colocar en el lugar donde se deciden las leyes
del país a un defensor de los intereses de determinados grupos de poder.
Cada uno de nosotros está sentado aquí para defender los
intereses de la mayoría y no vamos a cobrar más ni vamos a recibir prebendas
por ejercer como diputada o diputado, como sí ocurre en tantos países que
presumen de modelos democráticos multipartidistas.
Cuba defiende el Partido único, garantía de la unidad desde
que José Martí fundó el Partido Revolucionario Cubano, porque está en la raíz
de nuestra historia y porque no se disgregan ni se confrontan las fuerzas de
una pequeña nación que hace 200 años fue oficialmente declarada como apéndice
para anexar al poderoso vecino, cuando ya se gestaba un voraz imperio.
En unos días, el 28 de abril, se cumplirán dos siglos de que
el entonces secretario de Estado y más tarde presidente de la Unión, John
Quincy Adams, dejara definida para Cuba su teoría de la “fruta madura”: “...hay
leyes de gravitación política como las hay de gravitación física, y así como
una fruta separada de su árbol por la fuerza del viento no puede, aunque
quiera, dejar de caer en el suelo, así Cuba una vez separada de España y rota
la conexión artificial que la liga con ella, es incapaz de sostenerse por sí
sola, tiene que gravitar necesariamente hacia la Unión Norteamericana, y hacia
ella exclusivamente, mientras que a la Unión misma, en virtud de la propia ley,
le será imposible dejar de admitirla en su seno”.
Desde aquel anuncio de abril hasta la promulgación de la
Doctrina Monroe, en diciembre de 1823, transcurrieron meses. Pero desde entonces hasta los días que
corren, durante 200 años, la política del vecino poderoso ha sido una sola,
aunque se alternen dos partidos en el poder.
Para Cuba, al menos, es muy difícil distinguirlos, mientras, por
ejemplo, prácticamente todas las medidas aplicadas por el republicano Donald Trump
para reforzar el bloqueo las mantenga su adversario político el demócrata Joe
Biden.
“Remember Girón”, advertían nuestros padres ante cada nueva
amenaza de invasión que hubo después de 1961. La consigna permanece viva en el
imaginario popular, porque la actitud mercenaria también lo está. Sin Nicaragua y sin Somoza, ahora los
invasores entrenan en los Everglades (Estado de Florida) y amenazan desde sus
cuevas en las redes sociales.
El poderoso vecino sigue siendo generoso con los “prestados”
para destruir a la Revolución y cada año destina decenas de millones de dólares
a quienes se ofrecen para subvertir el orden interno en Cuba, ya sea de modo
presencial o vía Internet.
Ni un solo día en estos años, hemos dejado de sentir los
golpes de esa guerra no declarada contra la economía y la sociedad; contra la
vida cotidiana y los sueños de progresos de toda una nación.
Así como recordamos Girón, recordaremos siempre la crueldad
del bloqueo reforzado en condiciones de pandemia; la infame inclusión de Cuba
en una lista de supuestos patrocinadores del terrorismo para sitiar todas las
vías financieras; el oxígeno que se negaron a darnos, mientras estimulaban
rebeliones callejeras, de algún modo nos lo negaban ya al cerrar cada
posibilidad de comercio o financiamiento.
De todas esas batallas va saliendo vencedor el pueblo y no
tengo ninguna duda de que, como en Girón, ¡seguiremos venciendo! Cuba mantiene intacta su línea de principios
y su disposición al diálogo, pero sin presiones ni condicionamientos.
Pero, tanto va el cántaro a la fuente hasta que se
rompe. Un día, más temprano que tarde,
tendrá que cesar la política de la hegemonía; el multilateralismo ocupará su
espacio y Cuba podrá probar hasta dónde puede llegar una nación de gente noble,
creativa y talentosa unida en torno a objetivos claros, si se le libera de
presiones y bloqueos.
Ahora concentrémonos en lo que nos toca y podemos hacer, incluso
atados de pies y manos. Para pensar y trabajar juntos, pasando por encima de
esas condiciones que no podemos cambiar, se funda esta X Legislatura.
Todos nosotros tendremos ahora menos tiempo para nuestras
familias y profesiones, menos horas de descanso. Solo nos esperan mayores
responsabilidades y un elevado deber: servir al pueblo de Cuba, conectados
siempre con sus demandas y necesidades.
Me detengo aquí para puntualizar lo que considero que deberá
distinguir a la nueva legislatura: el contacto permanente con los barrios, con
las comunidades, con los que nos eligieron, conscientes de que no podemos hacer
milagros, pero sí podemos transformar la desafiante realidad de Cuba hoy si
logramos crear la sinergia indispensable entre los esfuerzos individuales y
colectivos; entre los barrios y los municipios; entre los municipios y la
provincia, entre las provincias y la nación.
Compatriotas:
Desde los primeros tiempos del Poder Popular, la consigna
fue elegir a los mejores. Pero elegir
buenos entre buenos, siempre será un ejercicio difícil e incompleto.
Es por eso que invitamos a una representación de personas de
extraordinarios valores, como ustedes, pero que no estuvieron en las
candidaturas por una razón obvia: hay muchos más buenos cubanos que escaños en
el Parlamento (Aplausos).
Aquí están invitados rescatistas del hotel Saratoga y de la
Base de Supertanqueros (Aplausos); creadores de vacunas y medicamentos que nos
salvaron de la COVID-19 (Aplausos); innovadores e investigadores que han
participado en la creación de ventiladores pulmonares, en la creación de
prótesis de cadera, piezas para plantas eléctricas (Aplausos); estudiantes y profesores
que pasaron sus vacaciones trabajando en Zona Roja y en la reconstrucción de
escuelas y casas arrasadas por el huracán Ian (Aplausos). Está Alexis Leiva
Machado, Kcho, con su mítica Brigada Martha Machado, que levantó una escuela
nueva y varias casas en el lugar más devastado, por donde entró el ciclón y que
continúa trabajando en esa comunidad en varios proyectos (Aplausos); juristas
que nos acercaron a la comprensión del Código de las Familias (Aplausos);
líderes de proyectos comunitarios, delegados de base que desarrollan un buen
papel, como “Paquito de Cuba” (Aplausos), entre otros muchos que podían estar y
que no caben en este recinto (Aplausos).
¡Por eso, en esta Asamblea está el pueblo de Cuba! (Aplausos
prolongados.)
Difícilmente olvidaremos aquellos días inciertos en que
apenas dormimos y al despertar la primera mirada iba directo a las cifras de la
COVID-19.
Estoy bastante seguro de que ninguna simulación de
Inteligencia Artificial podría resumir la proeza del pueblo cubano en los
últimos años. La resistencia creativa de la gente de este país, su resiliencia,
supera los límites de cualquier simulación o predicción. No hay algoritmo capaz
de reflejar todo lo que vivimos. Eso solo puede ser sentido (Aplausos).
¡Cuba es un sentimiento, y es una fuerza capaz de enfrentar
y vencer los peores vendavales!
La economía mundial, incierta e inestable en todas las
latitudes, plantea el primer y mayor desafío para el nuevo Consejo de
Ministros, que debe contar con el acompañamiento fundamental de todos para
enfrentar obstáculos y resolver ineficiencias.
En lo inmediato, la dirección principal debe centrarse en la
producción de alimentos, el aprovechamiento de las capacidades productivas
ociosas, el incremento de los ingresos en divisas, las transformaciones que
requiere la empresa estatal socialista, la eficiencia del proceso
inversionista, la complementariedad de los actores económicos y la
participación de la inversión extranjera.
Todo ello en función de incrementar la oferta de bienes y servicios y
controlar la inflación, lo que se constituye en la principal prioridad de
trabajo en la batalla económica. Hay que
asumir ese gigantesco desafío sin desalientos.
Con el recrudecimiento del bloqueo, la crisis mundial y
nuestras incapacidades la situación económica y social del país se ha
complejizado mucho, y los sueños, planes y proyectos a los que nunca
renunciaremos se ralentizan. A veces parece que nunca serán posibles. Pero si repasamos la dinámica de los últimos
cinco años, comprobaremos que, bajo las peores circunstancias y las más
criminales presiones, nos convertimos en uno de los pocos países que se salvó a
sí mismo de la pandemia con sus propios esfuerzos y talento.
Cuando me preguntan de dónde saco el optimismo para
enfrentar tantos problemas, yo pienso en esas proezas. En eso y en cientos de soluciones y
propuestas de soluciones que encuentro cada vez que veo a personas que
invierten inteligencia y energías en el afán de encontrar soluciones a los problemas
de su entorno, en lugar de llenarse de lamentos y acusaciones.
Respeto profundamente el derecho de cada cual a expresar sus
quejas, pero no puedo dejar de contrastar actitudes: la de los que critican del
modo más efectivo, luchando, haciendo, mostrando o creando soluciones, y la de aquellos
que solo ven los errores y las culpas de otros.
Diputadas y diputados:
En los últimos seis meses se han realizado en el país tres
procesos de votación popular, todos en un contexto de aguda crisis y bajo el
ataque de una campaña mediática orientada a imponer las matrices de un Estado
fallido debido a un gobierno incapaz y a diseminar el odio.
El verdadero enemigo de la nación cubana apuesta al
estallido para apoderarse del país y devolverlo a la era neocolonial que ya
sufrimos y conocemos, ese enemigo vio en cada una de las votaciones recientes:
el Referendo del Código de las Familias, las elecciones para delegados y luego
para diputados, un momento clave para el ataque a la legitimidad del Gobierno y
cifró sus esperanzas en la posibilidad de un alto abstencionismo.
La prueba más fehaciente de que esa era la idea fueron los
titulares del día siguiente. Todos, prácticamente sin excepción, hablaban de
abstencionismo histórico, aunque tanto el nivel de participación como el voto
válido y el voto unido, estaban por encima de la media de otros modelos de
democracia en el mundo.
Los que vaticinaban una alta abstención, conscientes de que
el viejo diseño de Lester Mallory de emplear la guerra económica a fondo para
generar dificultades que induzcan a la apatía política, volvieron a quedarse
con las ganas.
Ese 75,8 % de participación no hubiera sido posible sin la
confianza del pueblo en la Revolución. Y esa confianza se expresa en
participación. Fue una muestra de civismo, pero también de patriotismo y, sobre
todo, de conciencia política. ¡Ahora esa confianza no la podemos defraudar! Nos
tiene que comprometer más a todos. Nos obliga a trabajar por todo el país, en
representación de toda Cuba.
Si trabajamos sistemáticamente en cada uno de los municipios
o distritos, si acompañamos a las autoridades locales sin suplantar funciones,
si seguimos escuchando a la gente y llevamos a instancias superiores problemas
que sobrepasan las posibilidades de los territorios, estoy seguro de que
lograremos avances cotidianos en la solución de estos asuntos.
La transparencia de nuestro proceso electoral han tratado de
negarla también, pero no tienen ni una sola prueba que pueda poner en duda su
limpieza.
Desde las propuestas de los precandidatos en los plenos de
las organizaciones sociales y estudiantiles comienza a expresarse la
transparencia, que prosigue con el análisis y aprobación de las candidaturas en
las asambleas municipales.
Se demostró que cuando se interactúa constantemente con las
bases populares, de las cuales todos somos parte y a las cuales nos debemos,
podemos ayudar a resolver los problemas antes de que se hagan más graves e
irritantes.
¿Cuántas dificultades y deficiencias acumuladas no se
resolvieron en los días de intercambio con los electores? Por eso insisto en
que debemos mantener y perfeccionar ese sistema de trabajo y que sea una
prioridad de la nueva Legislatura.
Hay que dar respuesta a todos los planteamientos hechos por
el pueblo en los encuentros de las semanas previas al 26 de marzo y a los que
se originarán después.
El avance del país en medio de las profundas dificultades
que generan los obstáculos externos a nuestra economía, pero también el
burocratismo, la indiferencia o la corrupción –inaceptable por principio–,
depende en mucho de que cada diputada y diputado asuma con entrega y
compromiso, el histórico desafío que nos hemos planteado: ¡vencer al bloqueo
sin esperar que lo levanten! (Aplausos.)
Compatriotas:
Me complace mucho ver cuánto se ha rejuvenecido nuestro
Parlamento, cuando una de las mayores preocupaciones de los últimos meses y
años es el envejecimiento poblacional y la alta emigración que involucra a los
segmentos más jóvenes de nuestra sociedad.
Quiero dar gracias a los jóvenes cubanos por la inspiración
y el estímulo, pero también por la consagración y el ejemplo, que fueron
decisivos para hacer posible todo lo que hemos logrado, lo que hemos avanzado
en medio del vendaval de muchas crisis: la que nos inducen cuando nos bloquean;
la que nos llega porque sí, porque vivimos dentro de un mundo en crisis, y la
que generamos nosotros mismos con nuestras insuficiencias.
Los jóvenes cubanos están entre los que hacen este país, los
que sostienen esta Revolución y el sueño de lo que hacemos y haremos en el
futuro. Como todo el pueblo cubano,
sufren las necesidades económicas y sus terribles consecuencias. Pero son jóvenes también los que saltan por
encima del bloqueo, de las carencias, los que hacen su día a día, con ideas de
futuro, dispuestos a hacer de Cuba un país mejor, desde dentro o desde afuera.
La idea de que siempre será posible levantar un país mejor
jamás puede abandonarse, menos en los tiempos difíciles o bajo el influjo de
los mensajes desalentadores. Los cubanos hemos aprendido a no darnos por
vencidos, porque no vemos en la dificultad un obstáculo, sino un desafío. Y lo
enfrentamos. Ese temple es una característica de nuestra idiosincrasia.
Como expresé hace un año
hablando con jóvenes, en mis años de dirigente de la Unión de Jóvenes
Comunistas, en una ocasión Fidel nos advirtió que en una Revolución asediada y
bloqueada como la nuestra algunos compañeros se cansan, se burocratizan,
pierden el entusiasmo de los primeros tiempos y que nosotros teníamos que hacer
el papel de resorte, de estimuladores, revolucionando la Revolución.
Fue en los noventa, años muy duros, con los precios
disparados al infinito para lo poco que se podía comprar; con apagones mucho
más largos que los actuales, aunque con pocas colas en las gasolineras porque
casi nunca había combustible para servir.
Nos preparamos entonces para la Opción Cero, pero jamás
renunciamos a construir un país mejor.
Como el heroico pueblo vietnamita que, en medio de una guerra terrible,
se planteaba levantar un Vietnam diez veces más hermoso.
“Son los sueños todavía, los que tiran de la gente, /como un
imán que los une cada día”, cantaba por aquellos años Gerardo Alfonso en un
verso que define bellamente el afán colectivo de levantar un país mejor. Por
eso puedo afirmar que lo podemos hacer mejor hoy y que mañana los jóvenes lo
harán mejor aún, ¡porque quien nació de esos sueños no permitirá que sea de
otra manera! (Aplausos.)
Son los jóvenes los mejores revolucionarios porque reconocen
las dificultades diarias y se enfrentan a ellas y tratan de cambiarlas, y lo
logran muchas veces. Porque a pesar de
la adversidad siguen sonriendo, amando y creyendo en la posibilidad de un país
mejor, a pesar de que algunos los conviden a no participar, a destruir, a
odiar.
Entienden que para que un mundo mejor sea posible hay que
aceptar las diferencias del otro, ser inclusivos, abolir las discriminaciones
de cualquier clase y comprender que la equidad es un valor de realización que
merece cultivarse en cualquier sociedad.
Lo demostraron defendiendo el Código de las Familias como
algo propio y apoyando todas las batallas justas contra la exclusión y el
acoso, porque son feministas, ambientalistas y antirracistas. Y renovaron la
pasión por el béisbol nacional cuando se armó el Team Asere, del Clásico, sin
dejar de seguir a sus equipos de fútbol y siguen bailando y disfrutando la
mejor música cubana.
A cada uno de nosotros, por nuestra parte, nos toca
estimular que ese espíritu juvenil se exprese y que demuestren lo que pueden
dar y lo que pueden aportar, evitando las manifestaciones que muchas veces
afectan esas potencialidades y están relacionadas con la falta de atención, la
vanidad, los celos, los prejuicios y, lo que es peor, esquemas mentales
vencidos por el tiempo.
Hay que convencer, pero sobre todo probarles a nuestros jóvenes
que sí les será posible realizarse en su patria. Que propongan ideas, proyectos
y prueben en la práctica su eficacia en función de un país mejor.
Las medidas que se aprueben no pueden morir por demoras injustificadas en su aplicación. La
vida de cada persona no es eterna y el tiempo y las necesidades de todos
taladran el espíritu de la nación. Cada vez que una solución aparezca, debemos
colocarle delante la dinámica de lo urgente.
Por otro lado, no podemos ser parte de la politización de la
emigración cubana, con la que trafica el enemigo. Debemos defender una relación
con los emigrados cubanos que les deje claro que admiramos sus triunfos y que
su patria los respeta, los mira orgullosa y los espera de regreso, aspirando
simplemente a que respeten y defiendan el suelo que los vio nacer y los formó
con amor (Aplausos).
No estoy hablando, por supuesto, de los que le han vendido
el alma al diablo, lucrando con el dolor del pueblo cubano en patéticos shows
macartistas. Hablo de esos que, viviendo en cualquier lugar del mundo,
conservan el amor hacia su país de origen y los deseos de que progrese, a pesar
de las montañas de obstáculos que les representa relacionarse con Cuba por
diversidad de razones y sinrazones.
Los que aquí estamos resistiendo y construyendo contamos con
esos cubanos que no se avergüenzan de sus orígenes para ayudar a sostener la
nación.
El socialismo es lo más cercano que hay a la juventud,
porque no es una obra acabada, se va haciendo todos los días y la energía y la
ambición natural de los jóvenes son fundamentales en esa obra.
Pero ¿por qué la Revolución?
¿Por qué el socialismo? A veces
lo vemos como el fin, la meta. La
Revolución es el medio, es la vía de conquistar para todos el mayor grado de
justicia social posible y también de felicidad.
Eso no es posible lograrlo en otros sistemas, donde el
bienestar se asocia a la opulencia, donde unos tienen muy poco o no tienen
prácticamente nada porque otros se apropian de la mayor parte de la riqueza
creada por los que menos tienen.
El proyecto de país que nos hemos propuesto pretende
encontrar una mejor sinergia, diferente a la de otros modelos, que conduzca a
mayores niveles de equidad y de realización, tanto a nivel individual como
colectivo, que tenga el sello de los valores que compartimos como sociedad y
que además incorpore sostenibilidad y prosperidad. En un contexto tan adverso
como en el que nos ha tocado vivir, tal idea puede sonar muy ambiciosa.
Pero siempre es arduo cuando se emprende algo novedoso, más
cuando se trata de construir un paradigma diferente de sociedad. Escasean los
referentes para comparar, o los que sirven se ajustan en algún sentido, pero en
otros carecen de compatibilidad por cuestiones culturales o axiológicas
(relativo a la naturaleza de los valores). Que sea difícil, no nos puede
conducir a pensar que es renunciable. De
imposibles está llena nuestra historia. Es una tradición superar retos;
mientras más y mayores sean, más ímpetu y ansiedad por superarlos. ¡Tenemos que
saber que podemos y que debemos lograrlo! (Aplausos.)
No fue un milagro lo que nos trajo hasta este momento de la
historia. Fue una Revolución que comenzó en 1868, peleando casi sin armas
contra el imperio más poderoso de su época, por obtener independencia,
soberanía y el fin de la esclavitud.
Fue la pelea de un hombre menudo, enfermo y pobre, pero
iluminado de ideas universales humanistas, para unir a todas las generaciones
que no habían logrado cumplir aquellos sueños.
Fueron otros hombres y mujeres que sufrieron la frustración
de aquellos anhelos y le dieron continuidad al combate, entonces contra la
nueva dependencia y otro gran imperio.
Y fue una generación heredera de todas las que le
antecedieron que resumió el legado en un afán libertario que conquistó por fin
la independencia y la soberanía con las armas. Y en posesión definitiva de esas
conquistas, se propuso y logró levantar una nación libre, respetada y admirada
en el resto del mundo por su dignidad, su voz propia, su solidaridad con todas
las causas justas y la educación y el talento de sus hijos.
Es, en síntesis, un pueblo heroico que jamás se cansó de
luchar y de cuyo heroísmo brotaron líderes que casi dos siglos después lo
siguen inspirando. Herederos de todos y
enlace entre todas las generaciones emergen Martí y Fidel como símbolos de esa
extraordinaria riqueza nacional.
A Raúl, líder de la Revolución Cubana, continuador de las
tradiciones de lucha y guía de quienes asumimos las más altas responsabilidades
en el país, ¡gracias por el apoyo y la confianza que no defraudaremos jamás!
(Aplausos.)
¡A Cuba, al pueblo cubano, nuestro reconocimiento por su
valor, por su dignidad, por su fidelidad como principal protagonista de otro
abril de victorias! (Aplausos.)
Querido pueblo al que me enorgullece pertenecer, recibe el
respeto, admiración y el inmenso cariño de quien se siente deudor siempre. Hoy
ratifico que te serviré con pasión, compromiso, sin desgano, hasta las últimas
consecuencias (Aplausos).
Compañeras y compañeros, ustedes lo han dicho: ¡La unidad y
la victoria son la esperanza, la unidad y la victoria son el presente y el
futuro de la patria y el socialismo!
¡Patria o Muerte!
¡Venceremos!
(Ovación.)