Che Guevara: Revolución y
Diplomacia (1959-1965)
Por: María del Carmen Ariet (Dr.
en Ciencias Históricas. Directora de Investigación del Centro de Estudios
Ernesto Che Guevara)
8 octubre 2018 – Tomado de
Cubadebate
Tomado del libro Resonancias de Futuro.
Para leer al Che. Publicado originalmente con el título «Che Guevara:
Revolución Cubana (1959-1965) y diplomacia» en la revista Paradigma, vol. 3,
año 2, diciembre 2014, pp. 56-61.
Una nueva diplomacia:
significado y proyección
El triunfo revolucionario de 1959 significó para el pueblo
cubano la apertura de los cambios que anhelaron, desde 1902, con el
advenimiento de la República. Muchas fueron las luchas y disímiles los
protagonistas, quienes con su esfuerzo lograron la conquista de una nueva Cuba.
Las paulatinas transformaciones convencieron a la mayoría de
que algo diferente se aprestaba a suceder con el liderazgo excepcional de Fidel
y de una vanguardia joven y dinámica, dispuesta a revolucionar el país y a
conquistar su plena soberanía, una vez obtenido el poder político. Su
radicalidad y verticalidad reafirmaron su auténtica visión acerca de cómo
actuar para convertir en realidad, el inmenso esfuerzo colectivo.
A la necesidad de cambios estructurales profundos en la
sociedad y a la ejecución de acciones efectivas, se hacía necesaria la
instrumentación, en el orden externo, de llevar al mundo esos propósitos con un
lenguaje capaz de trasmitirlo bajo el signo de la revolución naciente. Sin
dudas, un reto que se debía enfrentar en el difícil camino de las Relaciones
Internacionales. Pasado más de cincuenta años, nadie duda de la osadía,
creatividad y vigor que se le imprimió a la política exterior de la Revolución
y su inserción en el sistema de las Relaciones Internacionales.
El principal artífice de esos objetivos fue el propio Fidel,
quien desde los primeros meses inauguró un contacto con los pueblos del mundo
de forma peculiar y convincente. Era el inicio de futuras batallas en la
palestra internacional, con un nuevo lenguaje y nuevas formas para trasmitir,
no solo esas posiciones, sino expresar el advenimiento de una nueva época en el
idioma de los desposeídos y expoliados.
La lógica indicaba el empleo de fórmulas internacionales
imperantes dentro las relaciones entre los países, sin embargo, dentro de esas
circunstancias, el liderazgo cubano se percató de la necesidad de transitar por
sendas diferentes, sin la intención de provocar una ruptura conceptual en su
funcionamiento a pesar de las diferencias con los enfoques teóricos
predominantes en la política internacional, habituados a analizar las
revoluciones como formas de conflictos violentos.
Para alcanzar esos propósitos, después de despejado el
camino del primer gabinete de gobierno formado, en parte, por sectores de
derecha, se selecciona un ministro a la altura de las nuevas exigencias, Raúl
Roa García, nuestro Canciller de la dignidad, como popularmente se le
denominara y a un pequeño grupo de jóvenes bisoños, dispuestos a trasladar el
sentido verdadero de las posturas de la naciente revolución.
Sumado a este proceso imparable, dentro de la propia
vanguardia, una figura emblemática lo constituyó Ernesto Che Guevara. La
comunión de criterios y posiciones respecto a cómo implementar una nueva voz en
la política internacional, capaz de sumarse a posturas soberanas y de plena
independencia como sinónimo de lo que debían alcanzar los estados nacientes,
desgajados del colonialismo o los que luchaban por alcanzar su liberación,
constituyeron las posturas desplegadas por Cuba en la voz del Che en tribunas y
visitas a otras regiones y países, formando parte de uno de sus legados más
creativos, audaces y polémicos a la vez, dentro de su papel en la política
exterior de la Revolución.
Misiones y objetivos
La explicación somera de lo expresado con anterioridad, da
una medida aproximada de la labor desplegada por el Che dentro de la esfera de
las relaciones internacionales, sumada a la alianza estratégica con los países
socialistas, establecida en 1960. Toda esa amalgama de intereses y
particularidades necesitaron de posiciones y diseños que se fueron conformando
para avanzar y obtener una voz propia y de enfrentamiento con las potencias
hegemónicas imperantes, en particular con los Estados Unidos, en la medida que
sus intereses se veían cuestionados.
Para la historia de nuestras relaciones internacionales, los
discursos pronunciados por Fidel en Naciones Unidas o en otras tribunas, son
expresión de una nueva forma de hacer diplomacia desde la evolución misma, con
posturas simbólicas que han persistido a lo largo del tiempo, sin claudicación
ni debilitamiento.
En esta nueva diplomacia, la voz de la Cuba rebelde se hizo
sentir por intercesión del Che, desde el propio 1959, cuando inicia un periplo
por algunos de los países signatarios del Pacto de Bandung. Esa apertura
diplomática augura la peculiaridad de nuestras relaciones con el mundo, sobre
todo con los situados al sur y mal llamados subdesarrollados, deformados por
las propias condiciones del sistema capitalista.
Esos contactos primarios le confirieron una línea precisa
para exponer y defender las razones históricas que propiciaban el advenimiento
de nuevos tiempos. En el Che se encontró al dirigente idóneo para llevar ese
mensaje de aliento y alternativa a los países que se iniciaban en la gran
aventura de crear y desarrollar estados soberanos e independientes, más allá de
diferencias irrelevantes o matices propios; lo importante era luchar y tratar
de alcanzar la unidad de intereses comunes dentro de las relaciones y la
política internacionales de la mayoría marginada.
La apertura de esos enfoques determinó la ampliación de
relaciones diplomáticas, comerciales y culturales con un mundo desconocido en
su casi totalidad, pero extraordinariamente valioso para nuestra consolidación
e intereses políticos. Aunque no se visualizaba aún la magnitud de esa
estrategia que recién surgía, esos esfuerzos contribuyeron a afianzar lazos que
persisten y que dieron a Cuba una voz reconocida en diversos foros para
denunciar políticas discordantes.
Como continuidad de la estrenada diplomacia, en 1960, Fidel
decide enviar al Che a un nuevo periplo, esta vez por los países socialistas,
con el objetivo de propiciar un desarrollo comercial y tecnológico que supliera
las desavenencias ineludibles con el gobierno de los Estados Unidos. Esa faceta
representó un doble esfuerzo a nuestra naciente diplomacia, al tener que
emplear a fondo a un personal que recién se insertaba en esos mecanismos y cuyo
desempeño tenía que colocarse a la altura del momento histórico.
Por supuesto, se ponía a prueba nuestro liderazgo y
decisión, donde el Che se distinguió por su capacidad negociadora, sumado a su
verticalidad revolucionaria y a los buenos propósitos de los países socialistas
que apoyaron abiertamente nuestras solicitudes. El esfuerzo y el hacer
suplantaron la experiencia y el conocimiento académico para desarrollar y
defender, mediante un análisis riguroso, lo que acontecía en el mundo y
determinar de qué lado debían trazarse nuestras posiciones y la lucha en la
arena internacional.
Por razones obvias, esos vínculos permitieron conocer y
actuar en consonancia con los países socialistas, no solo por la vía de los
intercambios comerciales y culturales, sino también por la identificación
ideológica, aun cuando se difiriera de alguna que otra posición. Para Cuba y su
revolución, el socialismo representaba la alternativa real para que los países
más débiles pudieran enfrentar las políticas de hostigamiento de los poderosos,
constituyendo la base de nuestros principios en política y en las relaciones
internacionales.
En el caso particular del Che, conocedor de la realidad
latinoamericana, acercarse, primero al mundo africano y asiático en sus
primeras misiones internacionales, le permitió establecer puntos comunes y de
comparación para entender como único camino posible el de la unidad.
Comienza una etapa de enriquecimiento político y de
compromiso para juzgar y actuar y por hacer avanzar las políticas que
permitieran la evolución y el desarrollo de esos países, identificados más por
sus coincidencias que por sus diferencias. No por gusto, de esa relación
primaria surgiría un vínculo indisoluble que explica el porqué, desde sus
inicios, Cuba perteneciera al Movimiento de Países no Alineados (MNOAL), fruto
de los contactos sostenidos por el Che en su recorrido por una parte de los
países pertenecientes al Pacto de Bandung.
Para el Che, estudioso e imbuido de su radical posición
política, marxista por convicción, representa un período pleno y fructífero en
sus relaciones itinerantes por el mundo. Se exige un estudio integral de la
situación mundial y comienza a perfilar análisis e ideas que caracterizarían su
pensamiento político, basados en la integración del denominado Tercer Mundo,
con una visión profunda, mediante la elaboración de tesis que perduran hasta
nuestros días, por su validez en muchos de sus planteamientos.
En ese sentido, el Che se convierte en un precursor de esas
ideas, señalando los graves problemas propios de su tiempo, que se mantienen o
agudizan en las regiones tercermundistas, como advirtiera al destacar que la
máxima responsabilidad recae en los países más desarrollados del sistema
capitalista, los que se apropian o benefician de la casi totalidad de sus
riquezas productivas o naturales.
La interrelación entre acciones propias de la diplomacia con
su participación en eventos internacionales económicos y políticos, constituyó
el terreno fértil para plantear posiciones vinculantes con el desarrollo de los
países más pobres y la obligación de los poderosos por contribuir a su avance.
En qué momento el Che, dentro de sus múltiples funciones como dirigente de la
Revolución, comprendió el papel tan necesario que debía tener la participación
de Cuba en esos foros, queda evidenciado en su permanencia hasta el presente,
donde su quehacer visionario permitió nuestra pertenencia al GATT, convertido
después en la Organización Mundial de Comercio (OMC).
Son organismos que aun cuando encarnan el poderío de los más
ricos, establecen espacios aptos para pronunciar y llevar la voz de los
desposeídos, brecha sabiamente aprovechada por el Che para sentar precedentes
ineludibles. Esos inicios fueron dando a Cuba un prestigio y oficio que
permitió con su contribución y experiencia a incluirse en instituciones, con el
respaldo de la mayoría, confiados en nuestras posiciones y lealtad a esos
principios.
Dentro de la dinámica de la política internacional, el Che
comprende su importancia no solo entre los estados, sino que insiste en el
papel de la solidaridad internacionalista, con el fin de rebasar los marcos
nacionales y transformadores de las relaciones internacionales.
Abogó por que esos cambios aportaran elementos nuevos en la
reformulación de un sistema internacional multipolar y en la recomposición de
las propias relaciones internacionales. Si se hiciera una síntesis del quehacer
del Che en la política exterior de Cuba, algunas pautas y reflexiones pudieran
sistematizarse, desde las propias comparecencias a organismos internacionales y
regionales.
Participación en
organismos internacionales.
Desde el punto de vista histórico, la participación del Che,
en agosto de 1961, en la Conferencia del Consejo Interamericano Económico y
Social (CIES) efectuado en Punta del Este, Uruguay, como jefe de la delegación
cubana, expresó en su voz discordante la posición distintiva de Cuba en cuanto
a cómo obtener la plena soberanía e independencia, más allá del llamado
unificador de los Estados Unidos bajo la denominada Alianza para el Progreso,
la que en verdad propugnaba el aislamiento y la exclusión de Cuba.
Las principales ideas desveladas mantienen su presencia, así
como se mantienen los problemas, a pesar de circunstancias diferentes, las que
no han variado en su esencia y continúan siendo estandartes de lucha en nuestra
región:
• Establecer una política de desarrollo integral de tipo
social cuyo requisito previo es la soberanía, donde los recursos naturales y
humanos estarían a su servicio.
• Esa integración debe basarse en la asunción de medidas
necesarias para lograr esos fines, entre las que señala: la elaboración de
planes para el desarrollo, asistencia técnica de los países industrializados y
financiamiento externo con inversiones directas sin estar sujetos a condiciones
políticas.
• Garantizar precios estables, actuar contra el dumping de
excedentes agrícolas y contra el proteccionismo en la elaboración de productos
primarios, y acompañados de una diversificación de exportaciones.
Esas estrategias las hace acompañar de algunas tesis que
conformarían, en parte, sus futuras posiciones para el cambio:
• La raíz de los males que nos aquejan se centra en la
distorsión de nuestras economías, las que a su vez atan nuestras políticas
internacionales a dictados exteriores, lo que hace que la dependencia de nuestros
ciclos económicos quede supeditada a los mecanismos económicos internacionales,
liderados por las principales potencias.
• El desdoblamiento de esos parámetros es nefasto para las
mal llamadas políticas de desarrollo, con la reducción de los precios de las
materias primas, provocando más desempleo, baja real de salarios, un proceso
inflacionario y la fatal presencia de organismos financieros internacionales.
De ese modo analiza la dependencia estructural de nuestros
países en lo económico, tecnológico, cultural, político y militar, como parte
del proceso histórico global del desarrollo capitalista y donde el crecimiento
económico puede producirse sin que implique un desarrollo económico integral.
Catalogar de esclarecedoras y sobresalientes esas ideas expuestas
en un foro adverso, apenas a dos años del triunfo de la Revolución, nos acerca
a su enorme capacidad analítica y a su visión de futuro, cuya continuidad y
síntesis más elaborada se encuentran en el discurso pronunciado en Ginebra, en
marzo de 1964, durante la Conferencia de Naciones Unidas sobre Comercio y
Desarrollo (UNCTAD). El GATT —siglas con las que se le conoce—, fue creado en
1940 como una institución de comercio internacional, devenido, con
posterioridad, en un organismo de comercio multilateral, cuando en 1995 se crea
la OMC, razón que explica la presencia de Cuba desde sus inicios en dichos
foros.
De las Rondas efectuadas, el Che participó en la 6ta., cuyo
tema esencial se refirió a las tasas y medidas antidumping, tópico tratado con
antelación en su discurso de Punta del Este de agosto de 1961. En el contenido
de lo explicado se encuentran tesis más drásticas y polémicas al valorar, no
solo las posturas históricas de las potencias imperialistas con relación a la
dependencia de los países más pobres, sino también a algunas de las posiciones
ambiguas y contradictorias asumidas por los países socialistas respecto a la
real solidaridad y apoyo a las políticas de desarrollo sustentadas hacia los
más débiles, consideradas como claudicantes frente al poderío imperialista.
Aboga por eliminar diversas formas de explotación, entre
ellas los préstamos onerosos, la dependencia tecnológica, el control del
comercio exterior por los grandes monopolios internacionales, el control sutil
por otros organismos internacionales financieros y crediticios como el Fondo
Monetario Internacional (FMI) y el GATT, entre otros. Señala, además, la
existencia de áreas preferenciales como formas de explotación, las que se
agudizan con nuevas manifestaciones, principalmente la deuda externa, cuyo
resultado es garantizar a las potencias desarrolladas condiciones de comercio
que provoquen el deterioro de los términos de intercambio, problema que se
convierte en avasallante y que perdura hasta nuestros días.
El discurso perseguía delimitar sus posiciones respecto al
objetivo de la conferencia y defender una definición equilibrada del comercio
internacional con el fin de convertirlo en un instrumento idóneo de desarrollo
económico equitativo para los pueblos subdesarrollados.
Comprendió el Che lo imperioso de dejar sentado que esto
solo se lograría si las potencias económicas dominantes estuvieran conscientes
de la necesidad de promover un desarrollo integral a través de inversiones de
recursos a precios preferenciales sin trabas ni restricciones. De ahí, su
propuesta de implementar organismos financieros, crediticios y arancelarios,
con normas que deben basarse en la igualdad irrestricta, en la justicia y la
equidad, lo que implicaría la eliminación obsoleta de los existentes.
De acordarse esas bases, quedarían instaurados los soportes
de un comercio exterior capaz, que permitiría un mayor control y recuperación
por parte de los estados más débiles de todos sus recursos naturales y el
impulso a la enseñanza de la técnica y otras medidas de reordenamiento interno,
imprescindibles para iniciar el camino de un desarrollo acelerado.
Sin dudas, esos presupuestos son precursores de políticas
actuales, después de haberse producido un cataclismo tan violento en las
relaciones internacionales como lo sucedido con la desaparición del denominado
socialismo existente, imperante en el siglo xx. No es casual que, en la última
reunión del Grupo de los 77 más China, en Bolivia, en junio de 2014, se juzgara
al Che como promotor de posiciones actuales, a pesar de que persiste, como
advirtiera, la búsqueda de una superioridad mundial por el uso de la fuerza,
mediante la imposición de un modelo económico, científico y cultural global y
del uso de organizaciones internacionales al servicio de esos intereses.
Visión del Che sobre
las Naciones Unidas.
La agudeza y firmeza de las posiciones sustentadas por el
Che en los años sesenta son convicciones que rebasan su tiempo. Sus
planteamientos acerca de cómo poder avanzar entre todos para provocar un cambio
sustancial del capitalismo y propiciar el advenimiento del socialismo a pesar
de sus imperfecciones, marcan la aspiración de transitar por un mundo regido
por la equidad y la ética, portador de la plena emancipación del hombre.
Una parte de esas posiciones fueron esgrimidas en el
discurso pronunciado en Naciones Unidas, en diciembre de 1964, en el que hace
un llamado a sustentar las demandas de los países menos beneficiados a través
de un organismo internacional que los representara a todos por igual. De esa
forma, emplaza a la ONU en el emprendimiento de nuevos caminos y a no dejarse
presionar por el imperialismo, ¡lúcidas palabras para un presente aún incierto!
Al analizar el papel de las Naciones Unidas, donde todos los
estados se reúnen para tratar de resolver problemas globales mediante sus
representantes diplomáticos, la advertencia hecha por el Che del predominio de
la violencia por encima de la moderación, impide la efectividad de un sistema
mundial de convivencia entre los pueblos, dominado por la intolerancia y la
violación elemental de los derechos humanos, el análisis realizado acerca de la
situación internacional en cada una de las regiones existentes en el mundo,
colocan sus afirmaciones más allá de lo temporal y espacial, en componentes de
una verdadera integración como estrategia y de pautas imprescindibles en el
contexto actual. Esa brecha entre ricos y pobres, acentuada después de
desaparecida la confrontación Este-Oeste, predominante durante la Guerra Fría,
se ha visto recrudecida con las políticas económicas neoliberales, que han
ahondado en un mayor saqueo por parte de las potencias imperialistas y en la
agudización de problemas ecológicos y de deterioro del medio ambiente.
Los planteamientos esgrimidos por el Che forman parte no
solo de nuestra memoria histórica, sino del advenimiento de problemas más
agudos, tal como afirmara al abogar por:
• Una adecuada efectividad en la integración de los pueblos
subdesarrollados y con una fuerte resistencia al imperialismo.
• La promoción de organismos reales de concertación como vía
para frenar la desintegración, incluyendo lo económico, lo político, lo
sociológico, lo histórico y lo cultural.
• La necesidad de afianzar la solidaridad y el
internacionalismo entre los pueblos, basada en una plena cooperación que
permita su total transformación.
• Comenzar un nuevo proyecto de cambio a escala
internacional que conduzca a un análisis global acorde con las realidades
políticas nacionales, regionales y mundiales.
Esas breves pautas de un discurso esencial para comprender
el alcance de su pensamiento político, en particular sobre sus posiciones
acerca de la política internacional, cierran un ciclo que culmina con posturas
más radicales y cuyos ejemplos más ilustrativos son el discurso pronunciado en
Argelia en febrero de 1965 y su mundialmente conocido «Mensaje a la
Tricontinental», publicado cuando se encontraba combatiendo en tierras
bolivianas, en 1967.
Nos quedan lecciones necesarias de análisis sobre las
verdaderas causas generadoras de conflictos y el intento de buscar soluciones
mediante la prevención y la marcha de programas que ofrecieran condiciones
básicas para la vida, un comercio justo ante los problemas económicos del
mundo, la cooperación entre naciones y la conquista de la paz verdadera.
Como exponente de esas ideas, el proceso integrador que se
está llevando a cabo en América Latina como alternativa política apta para
alcanzar una real integración y soberanía, mediante la unidad y la creación de
instituciones capaces de propiciar alianzas renovadoras y propias, se
materializan en el accionar coherente de UNASUR, la CELAC y el Banco del Sur,
entre otras, como la avanzada de relaciones de nuevo tipo en la región.
A pesar de la brevedad del análisis, la proyección
internacional dentro del pensamiento y actuar del Che es expresión de un
verdadero compromiso asumido para con la Revolución Cubana, unido a su férrea
convicción de alcanzar un cambio global con la certeza de que, solo así, se
podrá transitar por la verdadera emancipación de la humanidad. Su método de
actuar en la política in ternacional, no solo entre los Estados sino además por
intermedio de la solidaridad internacional entre los pueblos, expresa una
especial fuerza vital en la construcción de verdaderas relaciones internacionales
y en paradigma perdurable.