mayo 30, 2005

El Che visto por el amigo Fidel

Que si me llega la hora definitiva bajo otros cielos, mi último pensamiento, será para este pueblo y especialmente para ti, Fidel. (CHE)

Si alguna vez se hiciera una compilación acerca de la amistad, sin duda habría que situar en la cima la que sostuvieron Fidel y Che, pues pocas historias podrían reflejar de una manera tan íntegra la relación existente entre estos dos grandes hombres a lo largo de más de una década, basada en la lucha por las más nobles causas, en los principios, la lealtad, el respeto y la admiración mutuos.
Poco expresivos, como alguna que otra vez ambos confesaron, solo sus más íntimos podrían sustentar tal afirmación, o acaso, entresacarla de cartas cruzadas entre sí o con otros, de la lectura de documentos, de discursos o de alguna entrevista que, por suerte, abordara el tema y nos da la posibilidad de retomarla en este año especial, pues tiene la extraordinaria virtud de entregarnos el retrato vivo del hombre que hoy recordamos, delineado por los sentimientos más profundos del amigo... y hace innecesaria cualquier presentación.
Que en dondequiera que me pare sentiré la responsabilidad de ser revolucionario cubano, y como tal actuaré.
(CHE)
Che reunía, en su extraordinaria personalidad, virtudes que rara vez aparecen juntas Che era un jefe militar extraordinariamente capaz. Pero cuando nosotros recordamos al Che, cuando nosotros pensamos en el Che, no estamos pensando fundamentalmente en sus virtudes militares. ¡No! La guerra es un medio y no un fin, la guerra es un instrumento de los revolucionarios.
¡Lo importante es la revolución, lo importante es la causa revolucionaria, las ideas revolucionarias, los objetivos revolucionarios, los sentimientos revolucionarios, las virtudes revolucionarias!
Y es en ese campo, en el campo de las ideas, en el campo de los sentimientos, en el campo de las virtudes revolucionarias, en el campo de la inteligencia, aparte de sus virtudes militares, donde nosotros sentimos la tremenda pérdida que para el movimiento revolucionario ha significado su muerte.
Porque Che reunía, en su extraordinaria personalidad, virtudes que rara vez aparecen juntas.
El descolló como hombre de acción insuperable, pero Che no solo era un hombre de acción insuperable:
Che era un hombre de pensamiento profundo, de inteligencia visionaria, un hombre de profunda cultura. Es decir, que reunía en su persona al hombre de ideas y al hombre de acción.
Pero no es que reuniera esa doble característica de ser hombre de ideas, y de ideas profundas, la de ser un hombre de acción, sino que Che reunía como revolucionario las virtudes que puedan definirse como la más cabal expresión de las virtudes de un revolucionario.
Hombre íntegro a carta cabal, hombre de honradez suprema, de sinceridad absoluta, hombre de vida estoica y espartana, hombre a quien prácticamente en su conducta no se le puede encontrar una sola mancha.
Constituyó por sus virtudes lo que puede llamarse un verdadero modelo de revolucionario.
Che tiene una presencia siempre permanente en todo. Me costaba trabajo aceptar la idea de la muerte del Che.
Muchas veces he soñado, a veces le he contado a la gente las cosas que uno sueña, y he soñado que estoy hablando con él, que está vivo; una cosa muy especial, una persona de la que a uno le cuesta mucho trabajo resignarse a la idea de su muerte.
¿A qué obedece eso?
A mi juicio, es que tiene una presencia siempre permanente en todo.

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