Círculo de Lectura # 172 – Agosto de 2023
Discurso
pronunciado por el Comandante en Jefe Fidel Castro Ruz en la clausura de la
Conferencia Internacional Por el Equilibrio del Mundo, en homenaje al 150
aniversario del natalicio de nuestro Héroe Nacional José Martí, el 29 de enero
del 2003
Versiones
Taquigráficas – Consejo de Estado
Distinguidos
participantes en el Encuentro Internacional por el Equilibrio del Mundo como
homenaje al Aniversario 150 del natalicio de José Martí;
Estimados
invitados;
Compatriotas:
¿Qué
significa Martí para los cubanos?
En un
documento denominado El Presidio Político en Cuba, Martí cuando apenas tenía 18
años, después de sufrir cruel prisión a los 16 con grilletes de hierro atados a
sus pies, afirmó: "Dios existe, sin embargo, en la idea del bien, que vela
el nacimiento de cada ser, y deja en el alma que se encarna en él una lágrima
pura. El bien es Dios. La lágrima es la fuente de sentimiento eterno."
Para
nosotros los cubanos, Martí es la idea del bien que él describió.
Los que
reanudamos el 26 de julio de 1953 la lucha por la independencia, iniciada el 10
de octubre de 1868 precisamente cuando se cumplían cien años del nacimiento de
Martí, de él habíamos recibido, por encima de todo, los principios éticos sin
los cuales no puede siquiera concebirse una revolución. De él recibimos
igualmente su inspirador patriotismo y un concepto tan alto del honor y de la
dignidad humana como nadie en el mundo podría habernos enseñado.
Fue un
hombre verdaderamente extraordinario y excepcional. Hijo de militar, nacido en
un hogar de padre y madre españoles, deriva en profeta y forjador de la
independencia de la tierra que lo vio nacer; intelectual y poeta, siendo un adolescente
al iniciarse la primera gran contienda, fue capaz más tarde de conquistar el
corazón, el respeto, la adhesión y el acatamiento de viejos y experimentados
jefes militares que se llenaron de gloria en aquella guerra.
Amante
fervoroso de la paz, la unión y armonía entre los hombres, no vaciló en organizar
e iniciar la guerra justa y necesaria contra el coloniaje, la esclavitud y la
injusticia. Su sangre fue la primera en derramarse y su vida la primera en ofrendarse
como símbolo imborrable de altruismo y desprendimiento personal.
Olvidado
y aún desconocido durante muchos años por gran parte del pueblo por cuya
independencia luchó, de sus cenizas, como Ave Fénix, emanaron sus inmortales
ideas para que casi medio siglo después de su muerte un pueblo entero se
enfrascara en colosal lucha, que significó el enfrentamiento al adversario más
poderoso que un país grande o pequeño hubiese conocido jamás.
Hoy, al
cumplirse hace unas horas 150 años de su nacimiento, cientos de brillantes
pensadores e intelectuales de todo el mundo le rinden emocionados el homenaje
del profundo reconocimiento que merecen su vida y su obra.
Más
allá de Cuba, ¿qué recibió de él el mundo? Un ejemplo excepcional de creador y
humanista digno de recordarse a lo largo de los siglos.
¿Por
quiénes y por qué? Por los mismos que hoy luchan y los que mañana lucharán por
los mismos sueños y esperanzas de salvar al mundo, y porque quiso el azar que
hoy la humanidad perciba sobre ella y tome conciencia de los riesgos que él
previó y advirtió con su visión profunda y su genial talento.
El día
en que cayó, el 19 de mayo de 1895, Martí se inmolaba por el derecho a la vida
de todos los habitantes del planeta.
En la
ya famosa carta inconclusa a su amigo entrañable Manuel Mercado, que Martí
interrumpe para marchar sin que nadie pudiera impedirlo a un inesperado combate,
reveló para la historia su más íntimo pensamiento, que no por conocido y
repetido dejaré de consignar una vez más: "Ya estoy todos los días en
peligro de dar mi vida por mi país y por mi deber, [...] de impedir a tiempo
con la independencia de Cuba que se extiendan por las Antillas los Estados
Unidos y caigan, con esa fuerza más, sobre nuestras tierras de América. Cuanto
hice hasta hoy, y haré, es para eso."
Semanas
antes, al suscribir en Santo Domingo el Manifiesto de Montecristi junto al
ejemplar patriota latinoamericano Máximo Gómez, de origen dominicano y escogido
por Martí como jefe militar de las fuerzas cubanas, próximo a partir hacia
Cuba, entre otras muchas y brillantes ideas revolucionarias, Martí escribió algo
tan admirable que, aun a riesgo de aburrir, también necesito repetir: "La guerra
de independencia de Cuba [...] es suceso de gran alcance humano, y servicio
oportuno que el heroísmo juicioso de las Antillas presta a la firmeza y trato
justo de las naciones americanas, y al equilibrio aún vacilante del
mundo."
Cuán
precozmente escribió esta última frase, que se ha convertido en el tema principal
de este encuentro. Nada hay hoy más necesario y vital que ese distante y al parecer
utópico equilibrio.
Ciento
seis años, cuatro meses y dos días después de la carta de José Martí a Manuel
Mercado, y ciento seis años, cinco meses y veintiseis días después del Manifiesto
de Montecristi firmado por Martí y Gómez, el Presidente de Estados Unidos, en
discurso pronunciado el 20 de septiembre del 2001, ante el Congreso de esa
nación, pronunció las siguientes frases:
"Vamos
a utilizar cualquier arma de guerra que sea necesaria."
"El
país no debe esperar una sola batalla, sino una campaña prolongada, una campaña
sin paralelo en nuestra historia."
"Cualquier
nación, en cualquier lugar, tiene ahora que tomar una decisión: o está con
nosotros o está con el terrorismo."
"Les
he pedido a las Fuerzas Armadas que estén en alerta, y hay una razón para ello:
se acerca la hora de que entremos en acción, y ustedes nos van a hacer sentir
orgullosos."
"Esta
es una lucha de la civilización."
"Los
logros de nuestros tiempos y la esperanza de todos los tiempos dependen de
nosotros."
"No
sabemos cuál va a ser el derrotero de este conflicto, pero sí cuál va a ser el desenlace.
[...] Y sabemos que Dios no es neutral."
En
discurso pronunciado el primero de junio del 2002, al cumplirse el 200 aniversario
de la Academia Militar de West Point, el Presidente de Estados Unidos, entre
otras cosas, declaró:
"En
el mundo en el que hemos entrado, la única vía para la seguridad es la vía de
la acción. Y esta nación actuará.
"Nuestra
seguridad requerirá que transformemos a la fuerza militar que ustedes dirigirán
en una fuerza militar que debe estar lista para atacar inmediatamente en
cualquier oscuro rincón del mundo, [...] que estemos listos para el ataque preventivo
cuando sea necesario defender nuestra libertad y defender nuestras vidas.
"Debemos
descubrir células terroristas en 60 o más países.
[...]
"Enviaremos
diplomáticos a donde sean necesarios, y los enviaremos a ustedes, a nuestros
soldados, donde ustedes sean necesarios.
[...]
"Estamos
ante un conflicto entre el bien y el mal. [...] No creamos un problema sino que
revelamos un problema. Y dirigiremos al mundo en la lucha contra el problema."
Me
pregunto qué ideas habrían atravesado, a la velocidad de la luz, la genial inteligencia
de un hombre como Martí, para herirlo en lo más profundo de su infinito
corazón, si hubiese escuchado estas palabras en un mundo donde hoy habitan más
de 6.400 millones de seres humanos que, por una razón o por otra, tanto los
superricos como los superpobres, ven amenazadas sus esperanzas de sobrevivir.
Aquellas
palabras no las pronunciaba un loco desde un oscuro rincón de un manicomio.
Están avaladas por decenas de miles de armas nucleares, millones de bombas y
proyectiles destructores, decenas de miles de misiles teleguiados y precisos,
miles de bombarderos y aviones de combate, con pilotos y sin pilotos; decenas
de escuadras y destacamentos navales con portaaviones y submarinos de
propulsión nuclear o convencional, bases militares con permiso o sin permiso en
todos los rincones del mundo; satélites militares que espían cada kilómetro cuadrado
del planeta, sistemas de comunicación seguros e instantáneos, capacidad de
aplastar los de cualquier otro país y posibilidad de interceptar simultáneamente
miles de millones de conversaciones; arsenales fabulosos de armas químicas y
biológicas y presupuestos de gastos militares que se aproximan a 400 mil
millones de dólares, con los cuales podrían enfrentarse y resolver muchos de
los principales problemas del mundo. Las amenazas mencionadas han sido
pronunciadas por quien dispone y puede ordenar el empleo de esos medios.
¿Pretexto? El brutal ataque terrorista del 11 de septiembre que costó la vida a
miles de norteamericanos. El mundo entero se solidarizó con el pueblo
norteamericano e indignado condenó el ataque. Con el apoyo unánime de la
opinión mundial, pudo enfrentarse al flagelo del terrorismo desde todos los
ángulos y todas las corrientes políticas y religiosas.
La
batalla, como planteó Cuba, debía ser fundamentalmente política y ética, en interés
y con el apoyo de todos los pueblos del mundo. Nadie podía concebir la idea de
enfrentar absurdas, desacreditadas e impopulares concepciones terroristas que
afectan a personas inocentes, aplicadas por individuos, grupos, organizaciones,
e incluso algún estado o gobierno, utilizando para combatirlas un brutal
terrorismo de estado universal y proclamando como derecho de una superpotencia
el posible exterminio de naciones enteras, con empleo incluso de armas
nucleares y otras de destrucción masiva.
En este
instante, en que se conmemora el 150 aniversario del natalicio de José Martí,
el hombre que quizás por vez primera en la historia planteó el concepto del
equilibrio mundial, una guerra está por comenzar como consecuencia del más
colosal desequilibrio en el terreno militar que jamás existió sobre la Tierra.
Vencía
ayer el plazo en virtud del cual la más poderosa potencia del mundo proclamó su
derecho unilateral a lanzar su arsenal de las más sofisticadas armas contra
otro país con o sin la autorización del Consejo de Seguridad de las Naciones
Unidas, institución ya de por sí cuestionada por constituir el veto, prerrogativa
exclusiva de cinco países que son miembros permanentes, y la negación total del
más elemental principio democrático al resto de casi 200 Estados representados
en la Asamblea General de la Organización de Naciones Unidas.
El
privilegio del veto ha sido usado precisamente por el gobierno que hoy proclama
su derecho a pasar por encima de ese Consejo. Muy poco usado por el resto de
los cinco, los cambios radicales en la correlación de fuerzas militares entre
sus miembros, que se ha producido en los últimos 12 años, hacen casi imposible
que tal prerrogativa sea usada contra los deseos de quien no solo es poderoso
por su abrumadora potencia bélica, sino también económica, política y tecnológica.
La
inmensa mayoría de la opinión mundial se opone a esa guerra anunciada.
Pero lo
más importante es que según encuestas recientes, hasta el 65% del pueblo
norteamericano se oponía a ese ataque sin la aprobación del Consejo de Seguridad.
No constituye esto, sin embargo, un obstáculo insuperable: enviadas las tropas
y listas para la acción, necesitadas de ser probadas las armas más sofisticadas,
es sumamente improbable que tal guerra no se desate, si las autoridades del
país amenazado de exterminio no acceden a todas las demandas de los que los
amenazan.
Nadie
puede saber o adivinar lo que puede ocurrir en cualquier guerra o situación
semejante. Lo único que es posible afirmar es que la amenaza de una guerra en
Iraq ha estado gravitando considerablemente sobre la economía mundial, hoy
afectada por una grave y profunda crisis que, unida al golpe fascista contra el
gobierno bolivariano de Venezuela, uno de los mayores exportadores de petróleo,
ha elevado los precios de este vital producto a niveles insoportables para la
inmensa mayoría del resto de los países, especialmente los más pobres, aun
antes de que haya sonado un disparo en Iraq.
Es ya
opinión generalizada que el propósito de la guerra en Iraq es tomar posesión de
la tercera reserva mundial de petróleo y gas, lo que preocupa extraordinariamente
a casi todos los demás países desarrollados, como los de Europa, que importa el
80% de la energía, a la inversa de Estados Unidos, que apenas importa por el
momento entre el 20 y 25% de su consumo.
Ayer 28
de enero a las nueve de la noche, el Presidente de Estados Unidos declaró ante
el Congreso:
"Estados
Unidos le pedirá al Consejo de Seguridad de la ONU que se reúna el 5 de febrero
para considerar los hechos sobre los desafíos de Iraq al mundo.
[...]
"Vamos
a consultar, pero que no haya malos entendidos. Si Saddam Hussein no se desarma
plenamente, por la seguridad de nuestro pueblo y por la paz del mundo
encabezaremos una coalición para desarmarlo.
[...]
"Y
si nos obligan a ir a la guerra, vamos a luchar con el pleno poderío de nuestras
Fuerzas Armadas."
No se
menciona una sola palabra sobre la aprobación previa del Consejo de Seguridad.
Si nos
apartamos de las terribles consecuencias de una guerra en aquella región, que
la única superpotencia podría imponer a su arbitrio, el desequilibrio en el
terreno económico que hoy padece el mundo es de igual modo una enorme tragedia.
Crecen
y se profundizan las diferencias relacionadas con los países ricos y pobres,
entre ellos y dentro de ellos, es decir, crece el abismo en la distribución de
la riqueza, el peor azote de nuestra era, con su secuela de pobreza, hambre, ignorancia,
enfermedades, dolor y sufrimiento insoportables para los seres humanos.
¿Por
qué no nos atrevemos a decir que no puede haber democracia, libre opción ni
libertad real en medio de espantosas desigualdades, ignorancia, analfabetismo
total o funcional, ausencia de conocimientos y una falta asombrosa de cultura
política, económica, científica y artística a las que solo pueden acceder
exiguas minorías, incluso dentro de los países desarrollados, inundado el mundo
por un millón de millones de dólares de publicidad comercial y consumista, que
envenena a las masas con ansias de sueños y deseos inaccesibles, que conduce al
despilfarro, la enajenación, y la destrucción implacable de las condiciones
naturales de la vida humana? En apenas un siglo y medio agotaremos los recursos
energéticos y sus reservas probadas y probables que la naturaleza tardó 300
millones de años en crear, sin que apenas se vislumbre un sustituto viable.
¿Qué
conocen las masas de los complejos problemas económicos del mundo de hoy?
¿Quién les enseñó lo que es el Fondo Monetario Internacional, el Banco Mundial,
la OMC, y otras instituciones similares? ¿Quién les explicó las crisis
económicas, sus causas y consecuencias? ¿Quién les dijo que ya el capitalismo,
la libre empresa y la libre competencia apenas existen, y que 500 grandes
empresas transnacionales controlan el 80% de la producción y el comercio
mundiales? ¿Quién les enseñó de bolsa de valores, de especulación creciente con
los productos de los cuales dependen los países del Tercer Mundo y con la
compraventa de monedas que ascienden hoy a millones de millones de dólares cada
día? ¿Quién les instruyó de que las monedas del Tercer Mundo son papeles que
constantemente se devalúan y sus reservas de dinero real o casi real escapan
inexorablemente hacia los países más ricos, como la ley física de Newton, y las
terribles consecuencias materiales y sociales de esta realidad? ¿O por qué
debemos millones de millones de dólares impagables e incobrables, mientras
decenas de millones de personas, incluidos niños de cero a cinco años, mueren
de hambre y enfermedades curables cada año? ¿Cuántos son los que conocen que ya
la soberanía de los estados apenas existe, en virtud de Tratados en cuya
elaboración no tenemos participación alguna los países del Tercer Mundo, y por
los que somos en cambio cada vez más explotados y sometidos? ¿Cuántos los que
están conscientes de que nuestras culturas nacionales están siendo cada vez más
destruidas?
Sería
interminable seguir preguntando. Basta una adicional para los que viven de la
hipocresía y la mentira acerca de los más sagrados derechos de los seres humanos,
de los pueblos y de la propia humanidad en su conjunto: ¿Por qué no se levanta
un monumento vivo a la hermosa y profunda verdad contenida en el apotegma
martiano "Ser culto es el único modo de ser libre"?
Lo
afirmo en nombre de un pueblo que bajo riguroso bloqueo e implacable guerra
económica, a la que se añadió la pérdida casi total de mercado, comercio y
suministro exterior al desintegrarse el campo socialista y la URSS, ha
resistido inconmovible más de cuatro décadas y hoy constituye uno de los más
unidos, socialmente desarrollados, poseedores de conocimientos básicos, cultura
política y artística entre todos los pueblos del mundo.
Si en
algo hemos sabido honrar al héroe, cuyo fecundo natalicio conmemoramos hoy, es
haber demostrado que un país pequeño y pobre, aun cometiendo muchos inevitables
errores de aprendizaje, puede hacer mucho con muy poco.
El
mayor monumento de los cubanos a su memoria es haber sabido construir y defender
esta trinchera, para que nadie pudiera caer con una fuerza más sobre los
pueblos de América y del mundo.
De él
aprendimos el infinito valor y la fuerza de las ideas.
El
orden económico impuesto a la humanidad por el poderoso vecino del norte es
insostenible e insoportable. De nada servirán para impedir el curso de la historia
las más sofisticadas armas.
Los que
durante siglos han suministrado o suministran plusvalía y mano de obra barata
son hoy miles de millones. No pueden ser exterminados como moscas.
Van
tomando cada vez más conciencia de las injusticias de que son víctimas a través
del hambre, los sufrimientos y humillaciones que como seres humanos sufren, más
que a través de las escuelas y la educación que les niegan y por encima de las
mentiras desgastadas con las que el monopolio, el uso y el abuso de los medios
masivos de comunicación tratan de mantenerlos en eterna e imposible sumisión.
Han aprendido lecciones elocuentes bastante recientes como las de Irán,
Indonesia, Ecuador y Argentina. Sin disparar un solo tiro y aun sin armas, las
masas pueden barrer gobiernos.
Cada
vez son menos los soldados nacionales dispuestos a disparar y ahogar en sangre
a sus propios compatriotas. El mundo no puede ser gobernado con un soldado
extranjero portando fusil, casco y bayoneta en cada fábrica, en cada escuela,
en cada parque, en cada comunidad grande o pequeña.
Un
número creciente de intelectuales, trabajadores instruidos, profesionales y miembros
de las capas medias de los países desarrollados se suman a la lucha por salvar
a la humanidad de guerras implacables contra los pueblos y contra la naturaleza.
A lo
largo de la historia ha quedado demostrado que de las grandes crisis han salido
las grandes soluciones, y en ellas y de ellas han surgido los líderes.
Nadie
crea que los individuos hacen la historia. Los factores subjetivos influyen, aceleran
con sus aciertos o retrasan con sus insuficiencias y errores los procesos
históricos, pero no determinan el resultado final. Ni siquiera un hombre tan
genial como Martí ―podría decirse igualmente de Bolívar, Sucre, Juárez, Lincoln
y otros muchos hombres admirables como ellos― habría sido conocido por la
historia de haber nacido, por ejemplo, treinta años antes o después.
En el
caso de Cuba, de haber nacido nuestro Héroe Nacional en 1823 y cumplido 30 años
en 1853, en medio de una sociedad esclavista y anexionista dueña de plantaciones
y enormes masas de esclavos, y sin existir todavía el poderoso sentimiento
nacional y patriótico forjado por los gloriosos precursores que iniciaron en
1868 nuestra primera guerra de independencia, no habría sido posible entonces
el inmenso papel que desempeñó en la historia de nuestra Patria.
Por
ello creo firmemente que la gran batalla se librará en el campo de las ideas y
no en el de las armas, aunque sin renunciar a su empleo en casos como el de nuestro
país u otro en similares circunstancias si se nos impone una guerra, porque
cada fuerza, cada arma, cada estrategia y cada táctica tiene su antítesis surgida
de la inteligencia y la conciencia inagotables de los que luchan por una causa
justa.
En el
propio pueblo norteamericano, al que nunca hemos visto como enemigo ni hemos
culpado de las amenazas y agresiones que durante más de 40 años hemos sufrido,
podemos percibir, a partir de sus raíces éticas, un amigo y un aliado potencial
de las causas justas de la humanidad. Lo vimos ya cuando la guerra de Viet Nam.
Lo vimos en algo que nos tocó tan cerca como el secuestro del niño Elián
González. Lo vimos en su apoyo a la lucha de Martin Luther King.
Lo
vimos en Seattle y en Quebec, junto a canadienses, latinoamericanos y europeos
contra la globalización neoliberal. Lo empezamos a ver ya en su oposición a una
guerra innecesaria, sin contar al menos con la aprobación del Consejo de
Seguridad. Lo veremos mañana junto a los demás pueblos del mundo defendiendo el
único camino que puede preservar la especie humana de las propias locuras de
los seres humanos.
Si algo
me atrevo a sugerir a los ilustres visitantes aquí reunidos sería lo que veo
que ya están haciendo. No obstante, a riesgo de cansarlos me permito repetir y
reiterar: frente a las armas sofisticadas y destructoras con que quieren amedrentarnos
y someternos a un orden económico y social mundial injusto, irracional e
insostenible: ¡sembrar ideas!, ¡sembrar ideas! ¡y sembrar ideas!; ¡sembrar
conciencia!, ¡sembrar conciencia! ¡y sembrar conciencia!
Muchas
gracias.
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