abril 09, 2025

Cine Cubano en el Sindicato de Trabajadores Judiciales

Cine Cubano en el Sindicato de Trabajadores Judiciales

En el marco del ciclo de Cine Cubano y Videos Debate, el Grupo Bariloche de Solidaridad con Cuba invita a la proyección del documental:

 “Vacaciones con Fidel”

Tristán es un periodista con profundas convicciones políticas que trabajó durante años haciendo investigación. Una vez casado y con tres hijos, acepta un trabajo mucho más remunerativo en la televisión y, poco a poco, se ve envuelto en una vida que no esperaba. Ahora tiene una casa propia y sus hijos concurren a un colegio privado. Pero un día, frente a la posibilidad de pasar las vacaciones en familia en Disney World de Orlando, decide que sus hijos conozcan Cuba y que exploren un mundo muy diferente al que conocen.

Dirección:  Tristán Noblia                                                     Duración:  72 min.

Las y los esperamos este viernes 11 de abril a las 20 hs. en el Sindicato de Trabajadores Judiciales, en calle Albarracín 1135 (casi esquina Ruiz Moreno).

Con entrada libre y gratuita.

Invita el Grupo Bariloche de Solidaridad con Cuba.

abril 08, 2025

Síntesis y conclusiones del Círculo de Lectura Nº 192

Síntesis y conclusiones del Círculo de Lectura Nº 192

“La Revolución cubana, 66 años después”

 El texto escrito por Dayron Roque Lazo fue tomado el 02 de enero de 2025 de “La Tizza”, una revista digital de cuba que aspira a convertirse en plataforma de pensamiento para debatir el devenir del proyecto de la revolución cubana, su relación con las prácticas políticas del día, y sus futuros posibles. En él, el autor hace un análisis sobre la actualidad política que está viviendo Cuba, producto de una prolongada guerra de múltiples aristas que, por su intensidad y permanencia en el tiempo, también ha provocado errores que son propios a la Revolución misma. Sin embargo, esta crisis debe y puede ser superada si se comprenden bien las causas que la provocan, teniendo en cuenta que es una Revolución en curso y está en pleno desarrollo, teniendo aún muchos obstáculos que vencer y objetivos por alcanzar para poder lograr toda la justicia social, y la igualdad y la libertad plena. La fortaleza del proceso revolucionario está basada en su devenir histórico de un pueblo que viene luchando desde el siglo XIX. Para ello es necesario volver a las bases aportadas por el Programa del Moncada y el documento político que representa La historia me absolverá, basados en La Batalla de Ideas propuesta por comandante en jefe Fidel Castro. Se deben mantener firmes los objetivos estratégicos de la Revolución ante los intentos en curso de restauración capitalista, teniendo en cuenta que de la suerte de la Revolución cubana también depende la suerte de las luchas de los pueblos de América Latina y el Caribe, recordando que el triunfo sobre la invasión mercenaria de Playa Girón hizo que esos pueblos fueran un poco más libres. De los conceptos básicos de Revolución que nos legara Fidel cabe destacar que, si hay que cambiar todo lo que deba ser cambiado, es necesario tener en cuenta con mucha claridad qué es lo que debe ser cambiado sin caer en el error gatopardista de querer cambiarlo todo para que finalmente nada cambie. Por último, Dayron Roque propone volver siempre al pensamiento de José Martí, quien fuera el forjador de la mística del pueblo cubano y de su cubanía: “Con todos y para el bien de todos”.

 

Durante el posterior debate se comentó de que se trata de un texto valioso por su contenido en conceptos históricos y políticos, expuestos con claridad y de forma sintética. De esta manera la Revolución cubana es una permanente forjadora de conciencias, lo que no ocurre precisamente en nuestra Argentina. Se precisó que el triunfo y la victoria revolucionaria de Cuba en el año 1959, dio lugar a futuros procesos de emancipación social en Nuestramérica inclusive de carácter plenamente socialista como por ejemplo el caso del triunfo por parte de Salvador Allende en Chile en el año 1970 convirtiéndose así en el primer presidente marxista del mundo en acceder al poder a través de elecciones generales, el triunfo de la Revolución sandinista en Nicaragua y la granadina con la asunción de Maurice Bishop como primer ministro de Granada, ambas en el año 1979, como así también el triunfo de la Revolución Bolivariana 1998 con la elección de Hugo Chávez en Venezuela, sin dejar de mencionar los casos de Ecuador, Bolivia, Brasil y Argentina. Sin embargo, como los procesos emancipatorios progresistas o revolucionarios no siempre son lineales, hubo avances y retrocesos con el posterior surgimiento de nuevos gobiernos progresistas como son los casos, por ejemplo, en Honduras y México. Se comentó también que hay en marcha mecanismos muy bien orquestados que generan un vaciamiento ideológico de la población en general, mediante el poder comunicacional de los grandes medios que ocultan los procesos favorables, provocando al mismo tiempo una colonización mental. Hay un dominio generalizado de los poderes corporativos en el mundo llamado “occidental” que son quienes imponen las políticas que solo los beneficia a ellos. Es importante poder separar a las oligarquías de las políticas como lo han hecho la Federación Rusa y recientemente también México. Se comentó acerca de la importancia de buscar una mayor justicia social al mismo tiempo en que se brindan bienes y servicios a la población, mencionando por ejemplo los nobles esfuerzos que se invierten en los programas de alfabetización. Se entendió que si bien Fidel, el comandante eterno, es irreemplazable por una sola persona, entre todas y todos se logra mantener invencible a la Revolución cubana en base a su legado y a la fortaleza dada por todo su proceso histórico. Por último, se comentó que la reciente incorporación de Cuba a los BRICS brindará una paulatina mejora en la calidad de vida de su pueblo contrarrestando lentamente los terribles efectos causados por el bloqueo de los Estados Unidos.

 

Finalmente se decidió abordar para el próximo espacio de lectura del sábado 03 de mayo un texto basado en una conferencia brindada en octubre de 2024 por Ramón Grosfogel titulado “Universidad occidentalizada y civilización capitalista: necesidad de la descolonización”.

 

Grupo Bariloche de Solidaridad con Cuba, 05 de abril de 2025.

abril 04, 2025

Círculo de Lectura # 192 - Abril de 2025

 Círculo de Lectura # 192 - Abril de 2025

“La Revolución cubana, 66 años después"

Tesis sobre la actualidad y el futuro de la Revolución cubana Publicado en La Tizza, Cuba el 02 de enero de 2025

Por Dayron Roque Lazo, (La Habana, 1987). Licenciado en Periodismo. Máster en Desarrollo Social. Profesor asistente de la Facultad de Comunicación de la Universidad de La Habana. Actualmente coordina la publicación Contexto Latinoamericano. Es periodista de la revista Alma Mater.

1.           Cuba aguanta (no es poco, y es mucho)

La Revolución arriba al 66 aniversario de su triunfo cuando el país atraviesa la peor crisis que haya vivido en los últimos 100 años. Eso es un dato. Ha sido necesario desplegar contra el pueblo cubano el más inimaginable y abarcador cerco económico, financiero, mediático, comercial, político y (algunas veces) militar para intentar liquidar la Revolución y el apoyo popular a la misma.

Los errores propios, inducidos en no poca medida por las condiciones de un país que vive en medio de una virtual guerra, sostenida durante mucho tiempo, con todas las consecuencias que ello entraña, tienen, por supuesto, responsabilidad en el actual escenario. No obstante, (hasta ahora) los planes de rendir por hambre, desesperación y miseria al pueblo cubano han fracasado. Eso, también, es un dato.

Después de aguantar medio siglo, en 2005, Fidel Castro fue el primero en darse cuenta de que lo único que habíamos hecho era eso: aguantar. No es poco; y es mucho. Las razones de esa resistencia radican, en lo esencial, en la rica historia del pueblo cubano como reservorio ético de la nación y la persistencia de una (aunque desgastada) hegemonía (aun) favorable al imaginario y realizaciones de la Revolución.

2.           La crisis de la Revolución cubana no significa su muerte (ni necesariamente su antesala)

El momento crítico que vive el país no significa, de manera ineluctable, que la Revolución cubana se haya perdido o que esté cerca de hacerlo. De manera simétrica, ello tampoco significa que esté asegurada para siempre su propia existencia y éxito.

Este es un momento de agudización extrema de las contradicciones como no se había visto desde la época de la virtual guerra civil que vivió el país entre 1959 y 1965, el cual se saldó entonces — en condiciones geopolíticas y nacionales muy distintas a las actuales — con un triunfo revolucionario.

Sin embargo, la muerte de la Revolución cubana — en los múltiples significados de la misma: el derrocamiento del mundo anterior y el proyecto y la práctica de un tipo específico de transición socialista en el Tercer Mundo latinoamericano y caribeño; la fuerza social que le es inherente y la articulación de sus consensos internos; la institucionalidad y sus desviaciones; los hechos y realizaciones concretas; los imaginarios y los símbolos; entre otras acepciones — puede ocurrir no como un hecho súbito, sino como resultado del continuo vaciamiento de esos significados, de los cuales, la reinstauración del Ancien Régime sería solo su último cuadro: se desdibuja la transición socialista como horizonte y como práctica; se pierde la fuerza social que la sostiene materialmente cuando no se reproducen los consensos y pactos esenciales que la arman; se desarticula la institucionalidad estatal y la institucionalidad revolucionaria y las desviaciones ya no sirven para profundizar en la Revolución, sino para enterrarla; pierden significado los símbolos e imaginarios mientras son sustituidos por otros, de carácter reaccionario; desaparecen los hechos y realizaciones concretas que han sido la base del bienestar material del pueblo cubano...

3.           La Revolución cubana tiene (todavía) un horizonte estratégico (para avanzar hacia él)

La resistencia es un acto revolucionario, pero no basta por sí mismo para llenar de contenido al hecho revolucionario, también es necesario un horizonte hacia el cual caminar — aunque este se aleje con cada nuevo paso—.

Antes, Liberté, Egalité, Fraternité encarnaron una perspectiva — y unas condiciones de posibilidad — que fueron abandonadas con el triunfo de sucesivas contrarrevoluciones burguesas: la fraternidad fue, quizás, su principal víctima. A pesar de — o incluso por— su propia crisis, la Revolución cubana conserva un horizonte estratégico, fruto no solo de la utopía histórica de la transformación (revolucionaria) del mundo, sino también de la comprobación de la insostenibilidad del (des)orden mundial del capitalismo y el imperialismo. Ese horizonte es estratégico, en primer lugar, porque es un impulso ético — «ese sol del mundo moral»—, y no una moralina (falsamente) revolucionaria: la libertad de «vivir sin tener (que ponernos) precio»; la igualdad en dignidad y derechos; la fraternidad (y sororidad) como necesidad para «preparar el terreno para la bondad» y llegar a ser «bondadosos con nosotros mismos». Frente a la crisis de certezas de la (pos) modernidad capitalista, la Revolución provee una manera de imaginar la sociedad y sus relaciones del cual no se puede desprender la izquierda y que ya ha ensayado sus potencialidades y desafíos en la accidentada transición socialista cubana. Ese horizonte estratégico de «alcanzar toda la justicia» continúa siendo una línea roja en los intentos en curso de restauración capitalista.

4.           Hay que terminar (de hacer) la Revolución cubana

La Revolución cubana es un hecho inconcluso: no solo por la propia etimología del concepto, sino por su condición misma de existencia. Como hecho inconcluso, hay que terminarlo. Viviendo, como vive, la más intensa crisis de su existencia, si no se supera por la izquierda, se hará por la derecha.

Hay planes en curso con ese propósito. Ello implica, en términos prácticos, revitalizar algo tan (aparentemente) lejano como el programa del Moncada hasta las sucesivas actualizaciones cuyo último impulso fue la Batalla de Ideas dirigida por el comandante en jefe, Fidel Castro. Todo lo que vaya en un sentido distinto a esa línea debe ser rechazado por contrarrevolucionario y antisocialista.

La promesa fundacional de la Revolución de «la dignidad plena del hombre» está por completarse. Hay un sector del pueblo cubano que, aun en medio de las actuales y durísimas circunstancias, a lo que aspira es a más Revolución si es que ello significa «igualdad y libertad plenas», «ser tratado y tratar a los demás como seres humanos» y hacer realidad «nuestros sueños de justicia». Por más descontento (legítimo) que acumulen, sus demandas no son menos revolucionarias que las contenidas en «La Historia me absolverá».

5.           La suerte de la Revolución cubana es (también) la suerte de las luchas de los pueblos de la América Latina y el Caribe

No hay manera de entender la historia de las luchas, las victorias y las derrotas populares en la América Latina y el Caribe de los siglos XX y XXI, desligada del hecho histórico de la Revolución cubana. No se trata solo de la profunda vocación latinoamericana y caribeña — y, por extensión, tercermundista — de la Revolución. En 1961, el triunfo sobre la invasión mercenaria en Playa Girón significó que los «pueblos de América Latina [y el Caribe] fueran un poco más libres». La permanencia de la Revolución creó las condiciones de posibilidad para el triunfo de otras experiencias (de distintos grados de profundidad revolucionaria) en el continente, tanto en tierra firme como en los archipiélagos caribeños: del triunfo del presidente Salvador Allende Gossens al de Hugo Chávez, de la victoria de la Revolución Sandinista a la de la Revolución Granadina. Una derrota de la Revolución cubana implicaría también la derrota de los pueblos en lucha y resistencia de nuestro continente. La Revolución cubana ha sido como ha podido ser, y renunciar a defenderla por cuidar intereses nacionales no solo resultará en el abandono al pueblo cubano sino en el abandono, en diferido, a los pueblos que dicen proteger con el aparente alejamiento de la Revolución cubana.

6.           Fidel es Fidel (y nadie podrá sustituirlo cuando ya no está)

El comandante en jefe de la Revolución cubana es uno solo: Fidel Castro. Eso lo sabemos bien. Fidel tuvo el privilegio — y como él mismo reconoció en su día, también la suerte — de conducir el camino en medio del fuego intenso del asedio estadounidense, la traición de los dirigentes de un socialismo realmente (in)existente y las múltiples crisis del mundo globalizado y neoliberal, hostil a cualquier proyecto alternativo.

El siglo XX de la descolonización, de la dignidad recuperada del Tercer Mundo, de las luchas antimperialistas, no puede entenderse sin él.

Como dijo José Martí sobre Simón Bolívar, «los hombres no pueden ser más perfectos que el sol. El sol quema con la misma luz con que calienta. El sol tiene manchas. Los desagradecidos no hablan más que de las manchas. Los agradecidos hablan de la luz». No podemos ser Fidel; no habría nada más antifidelista que decir eso: necesitaríamos dormir y comer tan poco como él; hablar (y pensar, y hacer y mantener la coherencia entre lo que se piensa, se habla y se dice) tanto y durante tanto tiempo como él; dominar tantas y tantas cosas como él; correr tan deprisa y tan angustiosamente como él y soportar, como él, todos los sacrificios personales. Pero podemos hacer otras cosas:

Así como un día Fidel se rebeló contra las oligarquías y los dogmas revolucionarios; las revolucionarias de este siglo debemos rebelarnos contra cualquier intento que nos invite, en nombre de Fidel, a ser cómplices del imperialismo o de la restauración del capitalismo o que nos llame a petrificar el concepto de Revolución (solo porque está inscrito en el monolito que guarda sus restos). Queda aún la enorme tarea de construir una Cuba revolucionaria sin (su) tutela fundacional.

7.           (Sí), hay que cambiar todo lo que debe ser cambiado (pero solo eso no hace la Revolución)

Será porque es el segundo elemento de la definición o porque es el más fácilmente manipulable, pero «cambiar todo lo que debe ser cambiado» se ha convertido en la excusa perfecta tanto para los oportunistas de siempre — por aquello de «cambiar todo»—, para los gatopardistas de turno — «cambiar[lo] todo» para que nada cambie— , como para los inmovilistas de toda la vida — no hagamos nada mientras respondemos a la pregunta de ¿qué es lo «que debe ser cambiado»?—. La Revolución es «cambiar todo lo que debe ser cambiado», pero no hacia la nada, cual salto al vacío o sin consciencia alguna de las finalidades y los contenidos de lo que se cambia.

Cambiar no significa, por sí mismo, hacer la Revolución y, llegados a un punto, hacer la Revolución significará «echar el freno de mano de la historia». Lo que distingue el cambio revolucionario del cambio reaccionario es que el primero se provoca, se induce como condición de la existencia misma de la Revolución (no de su reverso). Cambiar, en Revolución, significa «correr el límite de lo posible».

8.           «Aspiramos (pero con nuestra acción, no con nuestras narices)» al poder (todo el poder)

Reivindicamos, desde la experiencia de la Revolución cubana, el derecho legítimo a cambiar el mundo y tomar — y, en el caso cubano, mantener y defender— el poder. La mejor condición de posibilidad de hacer cambios revolucionarios es tener y mantener un (fuerte) poder revolucionario que sea garante de esos cambios. La historia de la Revolución cubana demuestra que el poder es más revolucionario en la medida en que es más popular: que socializa más la deliberación, la toma de decisiones, el control popular y fortalece el vínculo entre el liderazgo y el pueblo. También entiende que no debe confundirse autoritarismo con la autoridad necesaria para el ejercicio del poder, ni ser este concebido como «un pedazo de salchichón». Una revolución vale lo que sabe defenderse.

9.           «Es hora de volver a hacer el viaje a la semilla de José Martí»

El triunfo de la Revolución cubana, en enero de 1959, no fue el espectáculo de un rayo que tocó tierra en medio de una tarde soleada y despejada. Fue el resultado de la incubación de fuerzas extraordinarias arrastradas por el magma de la historia de la nación y la nacionalidad cubanas. Puede no ser rigurosamente histórico determinar la existencia de «una sola Revolución», pero sí es un hecho de evidencias políticas la línea que une las primeras ansias cubanas de patria y libertad con la resistencia épica de los tiempos actuales.

La Revolución cubana vive momentos de peligro como nunca antes y la clave, como hace más de 130 años, es «colocar al centro de la estrella, en la bandera nueva, esta fórmula del amor triunfante: ¡Con todos y para el bien de todos!».