¡No hay
fuerza en este mundo que pueda separar a Cuba y a Argentina!
Por: Miguel
Díaz-Canel Bermúdez
Tomado de
Cubadebate – 10 de diciembre de 2029
Discurso
pronunciado por Miguel Mario Díaz-Canel Bermúdez, Presidente de la República de
Cuba, en el acto de solidaridad con Cuba, efectuado en Argentina, el 9 de
diciembre de 2019, “Año 61 de la Revolución”.
(Versiones
Taquigráficas – Presidencia de la República)
¡Viva
Argentina! (Aplausos y exclamaciones de: “¡Viva!”)
¡Viva
Cuba! (Aplausos y exclamaciones de: “¡Viva!”)
¡Viva
Fidel! (Exclamaciones de: “¡Viva!”)
¡Viva
el Che! (Exclamaciones de: “¡Viva!”)
Queridas
amigas, queridos amigos;
Hermanos
argentinos:
Una
de las impresiones más inmediatas que tenemos de este viaje, de este encuentro,
es que coincidimos en muchas ideas que hay que defender y hay que defenderlas
hasta las últimas consecuencias.
Quiero
también expresar un sentimiento personal con lo que va pasando en este acto,
con lo que va pasando en este encuentro: yo estoy convencido de que aquí están
presentes Fidel y el Che (Aplausos).
Me
emociona mucho estar por fin, por primera vez, en Argentina y con amigos y
hermanos argentinos. Creo que los motivos ustedes los conocen tan bien como yo:
para los cubanos esta es una nación a la que profesamos especial cariño,
prácticamente, desde que nacemos. Quizás esa primera empatía viene de los
sonidos del tango, que desde siempre ha tenido su espacio en casi todas las
emisoras de Cuba.
Pero
hay una razón más profunda: aquí nació el Che, que también fue declarado cubano
por nacimiento, excepcionalidad que solo comparte en nuestra historia con el
Generalísimo Máximo Gómez, extraordinario militar dominicano que llegó a ser
General en Jefe de las tropas mambisas en nuestras guerras de independencia.
Adicionalmente,
la ciudad donde nací, crecí y me formé como dirigente revolucionario es Santa
Clara, que se ha proclamado con todo orgullo la Ciudad del Che, por cuanto allí
se libró con éxito y bajo sus órdenes una de las batallas decisivas para el
triunfo del 1ro. de enero de 1959. En esa ciudad, además, descansan sus
inmortales restos.
A
esa historia se han sumado después amigos y emociones ya inseparables de
nuestros sentimientos, desde todos los compañeros que arrastró el Che consigo
en la construcción de nuestros sueños de justicia social en los años
fundacionales, pasando por el dolor compartido por los 30 000 desaparecidos en
Argentina (Aplausos), las luchas de las Abuelas y Madres de Plaza de Mayo
(Aplausos); la pasión por el fútbol, Maradona y su amistad personal con Fidel
(Aplausos); lo mejor del cine latinoamericano y del rock argentino hasta llegar
a Néstor y a Cristina (Aplausos), cuyo legado cristaliza ahora en el triunfo de
Alberto, y mañana cuando el amanecer en Argentina sea más luminoso, sea más
brillante en esperanza, Cuba estará con ustedes (Aplausos).
Como
diría León Gieco: todo está guardado en la memoria, y la que compartimos es
inmensa y llega hondo.
Otros
motivos de emoción son un poco más privados y voy a contarlos hoy,
públicamente, por primera vez.
En
julio de 2006, recién llegado de su último viaje al exterior, precisamente a
Argentina, para asistir a una Cumbre histórica de Mercosur, el Comandante en
Jefe de la Revolución Cubana, Fidel Castro Ruz, llamó a Holguín, donde entonces
yo dirigía el Partido Comunista de Cuba, para decirme que después del acto del
26 de Julio, que sería en la vecina provincia de Granma, iría para nuestra
provincia.
Todavía
recuerdo el entusiasmo con que Fidel llegó. A menos de un mes de sus 80, no
parecía agotado por el larguísimo vuelo ni por la intensidad de las emociones
vividas aquí y luego en Bayamo, la capital de la provincia Granma.
En
la reunión de Mercosur él había expuesto y propuesto compartir con los gobiernos
del bloque las experiencias de Cuba en el Programa de Eficiencia Energética.
Luego él y Chávez visitaron la casa museo del Che en Altagracia, donde le
habían comentado a la prensa los sueños de integración que ambos compartían.
Por
Internet se pueden encontrar algunos videos del multitudinario recibimiento que
tuvieron nuestros líderes en aquella visita a la casa del Che, y el entusiasmo
de los dos por dar, por compartir, por integrar recursos humanos y de todo
tipo. Hablaron del proyecto conjunto para devolver la visión a millones de
personas: la Misión Milagro, que tiempo después tendría sus propios misioneros,
precisamente en Córdoba.
En
la histórica universidad de esa provincia, cuya reforma impactó a toda la
América, Fidel y Chávez pronunciaron discursos que todavía emocionan. Allí el
Comandante en Jefe calificó como increíble que aún existieran 50 millones de
analfabetos en el hemisferio y más de 200 millones de semianalfabetos o
analfabetos funcionales y desde ahí promovió el programa de alfabetización “Yo
sí puedo”, que ya había llegado a Bolivia con la colaboración de Cuba y
Venezuela y que está presente hoy también en Argentina.
Después,
ya en Holguín, me dijo con su energía y una pasión que jamás olvidaré: “El ALBA
está aquí”. Se refería a una obra de generación que distribuía electricidad que
inaugurábamos, pero también a los latinoamericanos que en aquel entonces
estudiaban Medicina y otras carreras en la provincia: 1 000 de ellos bolivianos
que residían en casas de familias holguineras, y miles de venezolanos que se
formaban como trabajadores sociales, todos ellos participaron en aquel
memorable acto.
Precisamente,
en unos días estaremos celebrando en La Habana el aniversario 15 de aquellas
ideas de Fidel y Chávez que cristalizaron en el ALBA-TCP, alianza solidaria de
varios países, que dio inicio a uno de los periodos más promisorios y
esperanzadores de la historia de Nuestra América. Tan promisorio y
esperanzador, que los enemigos de la integración regional se han empeñado en
quebrarla, atacando sin piedad y con los más bárbaros métodos a los gobiernos
progresistas y a sus proyectos solidarios.
De
Honduras a Paraguay, de Ecuador a Brasil, de Nicaragua a Bolivia, de Venezuela
a Cuba, han puesto en práctica, hasta donde han podido, todas las modalidades
de golpes posibles y han reactivado las peores experiencias de la OEA para
ejecutarlos.
Es
imposible obviar que fue precisamente en Córdoba, en 2006, en la Cumbre de los
Pueblos, donde Hugo Chávez anunció que el petróleo venezolano tenía como
prioridad a los países del bloque regional.
También
allí advirtió sobre los riesgos de la hegemonía norteamericana que “debe
terminarse porque amenaza al mundo”. Luego de que Fidel comentara: “Esta
integración tiene enemigos de siglos y no son felices cuando escuchan noticias
de esta reunión”. Los hechos posteriores están dándoles la razón a ambos
líderes todos los días en Nuestra América.
Amigos
y amigas:
He
recordado con emoción las inolvidables jornadas de la visita de Fidel a
Argentina en 2006, pero no puedo dejar de citar la que realizó tres años antes,
en 2003, con igual propósito que nosotros hoy, el de participar en una
histórica toma de posesión, en aquella ocasión, la de Néstor.
Aquella
escalinata de la Facultad de Derecho de la Universidad de Buenos Aires,
desbordada de estudiantes, de profesores, de pueblo, de más de 50 000 personas
atentas a un discurso de más de dos horas -no será así el mío (Risas)-, en una
fría noche porteña, es parte de nuestra más entrañable percepción de qué
significa ser y sentirse latinoamericano y de la emotiva conexión entre
nuestros pueblos. Las palabras de Fidel aquella noche recibieron un eco
extraordinario por su contenido de denuncia del modelo neoliberal que se impuso
en la región con un elevado costo social, particularmente aquí, donde generó
gran inestabilidad política por las penas y sufrimientos que provocó en el
pueblo argentino. Algunos amigos que organizaron aquel encuentro están
participando hoy aquí también.
Aquel
era un contexto muy similar al que vivimos hoy. El pueblo argentino saludaba
con alegría y esperanza la llegada de Néstor a la presidencia. El país estaba
todavía enormemente endeudado y sumido en una profunda crisis, en tanto Cuba
era amenazada por el gobierno belicista del entonces presidente George W. Bush,
empeñado en atacar lo que definió como “oscuros rincones del mundo”, entre los
cuales nos incluía, al mismo tiempo que arreciaba el bloqueo. Cambiemos los
nombres y estamos viviendo iguales tiempos.
Sirva
esta rememoración para reiterar aquí que ¡el pueblo cubano tampoco se dejará
amedrentar esta vez por la actual administración estadounidense! (Aplausos).
El
escenario también vuelve a ser de lucha por los derechos de los pueblos, por la
unidad y la paz de nuestra región, contra las dictaduras neoliberales y sus
instrumentos militares, policiales, judiciales y mediáticos, y por la
preservación del planeta y sus recursos naturales cada vez más amenazados.
Las
oligarquías neoliberales, apoyadas por el Gobierno de Estados Unidos, se aferran
a no ceder en el control de todo aquello de lo que se apoderaron en los últimos
años mediante métodos tramposos y perversos.
Apoyados
en jueces corruptos y en el control monopólico de los medios de comunicación en
la dinámica era de las redes sociales, impulsan y aplican modernas técnicas de
manipulación y procesos judiciales políticamente motivados, casi siempre
enfocados en perseguir, encarcelar y destruir la imagen de líderes políticos
progresistas y sociales de la izquierda.
El
episodio más reciente de estos enfrentamientos ha sido el golpe de Estado
contra el presidente constitucional de Bolivia, Evo Morales Ayma, al cual le
reiteramos desde aquí nuestra invariable solidaridad y apoyo, así como a su
noble pueblo (Aplausos).
En
Bolivia, como en otros países de América del Sur, la represión brutal y las
graves violaciones de derechos humanos, con decenas de muertos, centenares de
heridos y miles de detenidos en las protestas sociales frente al golpe, contra
políticas y leyes neoliberales y la violencia social, se producen con la mirada
cómplice de Estados Unidos, los gobiernos oligárquicos y de la desprestigiada
OEA.
Ni
un solo pronunciamiento hemos leído o escuchado de ninguno de ellos ante el
quebrantamiento de la institucionalidad y las violaciones flagrantes y masivas
de los derechos de miles de ciudadanos en protesta, la mayoría jóvenes hoy en
América Latina.
Es
una burla que nos intenten presentar las protestas como una amenaza al supuesto
orden democrático.
Los
latinoamericanos nos percatamos de que los políticos neoliberales y la política
al uso son impotentes para resolver nuestros problemas y mejorar las vidas y
Latinoamérica se cansó.
La
rebaja de salarios, el debilitamiento de los derechos laborales, la
privatización y cancelación de servicios públicos no están presentes en los
discursos electorales. Se aplican después en una traición a los pueblos a los
que les mienten. Y como dijo en su momento Abraham Lincoln: “Puedes engañar a
todo el mundo algún tiempo. Puedes engañar a algunos todo el tiempo. Pero no
puedes engañar a todo el mundo todo el tiempo”.
El
neoliberalismo impulsado por los Estados Unidos en América Latina hizo a los
ciudadanos más desiguales, más pobres, menos protegidos y los llevó a
desconfiar de los políticos.
En
América Latina el neoliberalismo debilitó las prestaciones sociales al
considerarlas “muy generosas” y redujo el acceso a la sanidad universal,
educación y pensiones.
Es
fácil comprender que ahora los pueblos de Nuestra América rechacen el impacto
del neoliberalismo, que aumentó la desigualdad, la pobreza, los índices de
violencia y la criminalidad. No es verdad que desestabilizan. Solo defienden
sus derechos fundamentales.
Cuba
llama a detener los ataques contra los jóvenes y estudiantes a los que matan,
dejan ciegos, con discapacidades o gravemente heridos por decir sus verdades.
Cuba
llama a todas las fuerzas políticas honestas del planeta a reclamar que cesen
los ataques y la persecución judicial contra la vicepresidenta Cristina
Fernández y el expresidente brasileño Luiz Inácio “Lula” da Silva (Aplausos).
Cuba
alerta, a la vez, que la batalla contra el neoliberalismo y el imperialismo
será más dura, en tanto lograron que proliferaran tratados de libre comercio
leoninos con los cuales han tendido una trampa de sometimiento tan grave como
aquella del Área de Libre Comercio de las Américas, que se derrotó aquí, en
Argentina, en aquella inolvidable Cumbre de Mar del Plata de 2005, liderada por
Néstor y por Chávez.
Queridos
amigas y amigos:
Nuestra
Cancillería ha emitido hace unos pocos días una fuerte Declaración de denuncia
sobre la guerra sucia que el imperialismo y las oligarquías nacionales vienen
haciendo contra los procesos progresistas de la región.
El
documento contabiliza las acciones de desestabilización promovidas desde
Washington, cuyos principales cabecillas -no es posible llamarles de otro modo-
ya no usan eufemismos para tratarnos como su “patio trasero”, para desenterrar
el hacha de la Doctrina Monroe y extender las peores prácticas del Macartismo,
bajo fórmulas más sofisticadas como el llamado lawfare, que pretende sembrar la
matriz mendaz de que los líderes de la izquierda son corruptos.
Cuando
se han vivido en Nuestra América años, meses y días dolorosamente
aleccionadores en cuanto a la llamada Guerra de IV Generación, el reciente
enfrentamiento de Cristina a sus verdugos vuelve a probar lo que tantas veces
dijo Fidel: “no hay arma más poderosa que la verdad”. Hasta los medios más
hostiles han tenido que reconocer la evidente maniobra y la ilegalidad de los
métodos usados en el intento de sacar a los candidatos del Frente de Todos del
camino a la presidencia.
El
triunfo electoral, en medio de esta feroz campaña, es la mejor expresión de las
esperanzas que abre esta toma de posesión, a la que nos honra asistir para ser
testigos de otro momento histórico en este admirado país, y para felicitar a
sus protagonistas (Aplausos).
Felicidades
Alberto y felicidades Cristina por el coraje y por la unidad que han mantenido
frente a los intentos de sus adversarios políticos por quebrarlos. ¡Felicidades
Argentina! (Aplausos.)
Como
dice la canción: Quién dijo que todo está perdido, Cuba viene a ofrecerles su
corazón (Aplausos y exclamaciones de: “¡Cuba, Cuba, Cuba, el pueblo te
saluda!”).
Cuba
ha venido a expresar su solidaridad con el nuevo Gobierno de la nación hermana
y a compartir con todos ustedes, que han defendido y apoyado al pueblo cubano
en las horas más aciagas, una valoración del momento que vivimos y el modo como
lo enfrentamos.
Sé
que todos siguen de cerca las noticias sobre nuestro país y no abusaré del
tiempo que han robado a otras tareas para estar con nosotros.
Solo
quiero confirmarles que, tal como hemos denunciado en las Naciones Unidas y en
cuanto foro o plataforma hemos podido, el bloqueo a Cuba ha escalado
criminalmente y no pasa una semana sin una nueva decisión de sanciones directas
contra la economía y las finanzas cubanas, afectando incluso a terceros, como
una práctica de real terrorismo económico.
Esa
persecución se acompaña de amenazas y acusaciones tan falsas como ridículas,
sea en los mensajes de voceros presidenciales, como del señor Pompeo y hasta el
propio Presidente de los Estados Unidos.
En
el colmo de la maldad y en el intento de cerrar a Cuba cualquier vía de acceso
a recursos financieros han lanzado una cínica y criminal cruzada contra la
cooperación médica internacional, acusando a nuestro país de supuesta
esclavitud moderna y trata de personas, que laboran en nuestro sistema de salud
con fines –dicen– de explotación o de alegada injerencia de ese personal en
asuntos internos de los Estados con los que se mantiene esa colaboración. Esos,
al mismo tiempo, intentan restablecer el llamado Programa de Parole para
profesionales médicos cubanos, con el abierto objetivo de sabotear nuestros
acuerdos bilaterales, privar de estos servicios a las naciones beneficiadas y
despojarnos de recursos altamente calificados en un país bloqueado hace seis
décadas.
Un
nuevo fantasma recorre el mundo: ahora se acusa a Cuba y a Venezuela de
promover la inestabilidad en la que el neoliberalismo y la propia práctica de
un comercio desigual y nada solidario con la región ha sumido a varios países.
Como
afirman los expertos, se está tratando de sembrar una matriz goebeliana, al
peor estilo de los años del nazismo alemán, en el caso de Cuba para sostener la
política genocida de bloqueo, condenada por la inmensa mayoría del planeta.
¿Qué
hace Cuba frente a esta guerra ilegal, inmoral, que contraviene todos los
acuerdos internacionales de la relación entre países soberanos?
Hemos
decidido resistir y defendernos creando, con énfasis en la defensa y en la
economía. Cuando afirmamos que Somos Cuba y Somos Continuidad, no estamos
diciendo una consigna más, expresamos la voluntad de mantener las conquistas de
la Revolución y la dignidad que nos legaron nuestros líderes (Aplausos), una
voluntad compartida por la mayoría absoluta del pueblo cubano.
José
Martí decía: “Ni pueblos ni hombres respetan a quien no se hace respetar (...)
Hombres y pueblos van por este mundo hincando el dedo en la carne ajena a ver
si es blanda o si resiste, y hay que poner la carne dura, de modo que eche
afuera los dedos atrevidos”. Che Guevara alertó después que no se puede confiar
en el imperialismo “pero ni tantito así”. Toda nuestra historia se ha
construido sobre firmes pilares de resistencia contra afanes anexionistas y
contra la intromisión imperial, no solo en nuestro propio destino, sino en los
destinos de toda Nuestra América y de todos los pueblos que luchan por su soberanía.
Fidel,
quien fue el mejor discípulo de Martí y un genial intérprete del ideal
revolucionario latinoamericano y universal, desde Bolívar hasta nuestros días,
nos educó en la solidaridad y el internacionalismo sin fronteras. En muchos
sentidos nos enseñó a entender y practicar el principio martiano de que Patria
es Humanidad, desde los confines de África hasta Nuestra América y el resto del
mundo, incluyendo a lo más noble del pueblo norteamericano.
Para
Cuba el reto es colosal. La hostilidad desproporcionada del actual Gobierno
norteamericano quebranta el Derecho Internacional y las normas de navegación y
comercio y nos ha obligado a encarar severas dificultades en el abastecimiento
de combustible.
Se
recrudece el bloqueo con la activación del Título III de la Ley Helms-Burton,
mediante la cual el Gobierno norteamericano incurre en violaciones masivas de
los derechos humanos de los cubanos, al tiempo que daña a empresas
internacionales y de terceros países soberanos.
Sin
embargo, esas amenazas ni nos detienen ni nos desvían de nuestro curso. Estamos
preparados para encarar las consecuencias de una campaña electoral en ese país,
que puede provocar que se acentúe el curso de confrontación con Cuba y con
otros países hermanos.
Lo
dijimos en la recién celebrada Cumbre del Movimiento de Países No Alineados, en
Azerbaijan, donde se expresó una alarma generalizada por la crisis del
multilateralismo que hoy pone en riesgo el sistema de las Naciones Unidas.
Es
decir, no estamos solos en esta lucha contra las amenazas a la paz y a la
estabilidad regional y planetaria. A nivel global se advierte una gran
preocupación por los retrocesos en ámbitos importantes como la
autodeterminación y la soberanía de las naciones, el medio ambiente y el
enfrentamiento al cambio climático, los derechos humanos, la justicia social y
la búsqueda de la equidad.
En
la lista de los retrocesos también ponemos al sistema interamericano, que
reactiva mecanismos de tan odiosa memoria como el Tratado de Asistencia
Recíproca (TIAR) que el propio imperio se encargó de hundir aquí, en las
Malvinas, al apoyar a potencias extrarregionales (Aplausos), mientras se
renueva la agresividad de la desprestigiada OEA y de su Secretario General,
cada vez más utilizados como instrumentos de presión política de Estados Unidos
contra Nuestra América.
Por
eso, para nosotros, como para el resto de los gobiernos de izquierda y
progresistas, sigue siendo una tarea de primer orden aquella que tantas veces
nos repitió Fidel: sembrar ideas y valores, crear conciencia y movilización
popular, unir fuerzas. Sobre todo, estar unidos; en toda nuestra diversidad,
pero ¡unidos! (Aplausos).
No
es casual que entre los objetivos de la embestida imperial y oligárquica estén
la Celac, la Unasur, el Mercosur y el ALBA, y que una y otra vez insistan en
que no pararán hasta derribar a Cuba, el ejemplo de Cuba, la osadía de Cuba.
Y
es lícito preguntarse: ¿Por qué Cuba? La Revolución, desde su raíz, no ha sido
más que la búsqueda permanente de los mejores modos de responder a las demandas
y los anhelos de las mayorías. ¿No es democracia verdadera?
Fidel,
Raúl y sus compañeros de la Generación del Centenario, que aún nos acompañan,
nos enseñaron el valor de la responsabilidad que se adquiere frente al pueblo.
Con ellos aprendimos no a decir cree, sino a decir lee; a transformar las
viejas estructuras del abuso y la desigualdad que dejaron los desgobiernos de
la seudorrepública en la que mandaban más los embajadores yanquis que los que
ocupaban el Palacio Presidencial y a elevar al pueblo a la condición de
protagonista de los cambios, desde la radical Reforma Agraria hasta el
ejercicio del poder popular.
Sobre
esa línea de principios trabajamos, con el oído pegado a la tierra, como dice
nuestro General de Ejército Raúl Castro Ruz, quien, desde el Partido, conduce
el proceso de tránsito generacional que en Cuba tiene por base el esfuerzo y
los resultados de trabajo de cuadros y dirigentes formados en las provincias,
los municipios y las organizaciones barriales.
En
esa relación viva e intensa con el pueblo, con sus demandas y necesidades, se
gobierna en Cuba. No somos la sociedad perfecta, porque somos, en primer lugar,
una sociedad humana y nuestro archipiélago no está protegido por una urna de
los efectos de un mundo globalizado donde predominan políticas absolutamente
contrarias, pero sí intentamos apenas que nuestra sociedad sea lo más justa e
igualitaria posible.
Podríamos
marchar más deprisa y con mejores resultados si el imperio nos librara del
cerco. Pero no vamos a renunciar a nuestros proyectos de justicia social por su
criminal bloqueo y la aberrante persecución financiera que, prácticamente, no
deja llegar un barril de petróleo a Cuba sin castigo para quienes se atreven a
transportarlo.
Con
Fidel aprendimos también a convertir los reveses en victoria y los obstáculos
en desafíos.
Si
el imperio pretende denigrar al socialismo ahogando cualquier esfuerzo de
desarrollo de Cuba, nuestra nación está demostrando justamente lo contrario:
gracias al socialismo, a la planificación socialista, al ideal socialista hemos
levantado un país donde la suerte de todos importa a todos (Aplausos); una
sociedad humana, educada, solidaria y justa en la medida en que puede serlo una
nación del Tercer Mundo, de escasos recursos naturales y cercada por el más
poderoso imperio de la historia.
¡Somos
Cuba! ¡Somos continuidad! Somos el hueso atravesado en la garganta del imperio
que intenta tragarnos hace casi un siglo y medio y no puede. Y otra vez, como
antes, como siempre: ¡Venceremos! (Aplausos.)
Hermanas
y hermanos:
Con
mentiras tan infames y ridículas como las que hoy lanzan contra el nuevo
Gobierno argentino, una vez cercaron a Cuba y durante años la separaron de sus
hermanos de la región, entre ellos la Argentina. ¡De Argentina nada menos!, la
hija de la Patria Grande a la que José Martí sirvió como cónsul y defendió en
la Conferencia Monetaria de las Américas. ¡La Argentina entrañable en la que
nació el Che Guevara! La misma Argentina que acogió a Fidel recién triunfada la
Revolución y que tanta solidaridad nos ha dado a lo largo de sesenta años. La
Argentina a cuyos hijos hemos podido acoger con amor en Cuba y con la cual
hemos compartido esfuerzos y resultados enaltecedores como la alfabetización,
la formación de médicos y otros profesionales, y la milagrosa Operación
Milagro, que ha devuelto la visión a millones en Latinoamérica y el Caribe
(Aplausos).
¡Que
lo sepan los imperialistas y los oligarcas: no hay fuerza en este mundo que
pueda separar a nuestros pueblos. No hay fuerza en este mundo que pueda separar
a Cuba y a Argentina! (Exclamaciones y aplausos).
Ustedes
encarnan el mejor espíritu de la Argentina profunda y verdadera. Ustedes
confirman el triunfo de los movimientos populares y campesinos, sindicatos,
fuerzas políticas, organizaciones estudiantiles y de mujeres, así como de
grupos de intelectuales. Por eso han vivido con toda justicia una jornada de
fiesta y compromiso.
Al
llegar aquí hemos sentido hasta en el aire el espíritu de alegría por la
esperanza rescatada otra vez del fondo del pozo neoliberal.
A
nombre de Cuba les ratificamos también que seguiremos siendo firmes y leales
revolucionarios, dignos de nuestros padres, y que no cederemos un milímetro en
defensa de la independencia, la soberanía y la justicia social, ni
renunciaremos a la solidaridad con los pueblos que luchan y resisten.
¡Luchemos
unidos por un mundo mejor y que es posible, justo y necesario!
¡Hasta
la victoria siempre!
(Ovación).
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