Círculo de Lectura # 161 – Septiembre
de 2022
“Cubanidades”
Por: Atilio Borón
22 febrero 2020 – Tomado de Cubadebate
http://www.cubadebate.cu/opinion/2020/02/22/cubanidades/
¿Qué es Cuba? ¿Cuál es el misterio de la isla rebelde? Trataré de decirlo en pocas palabras, como lo hacía el gran Eduardo Galeano aunque no tengo sus dones.
Cuba es música y más música. Música por doquier: al comienzo
de una ceremonia, cuando se termina, en el intervalo. Con músicos viejos o
jóvenes, o inclusive niños. En un teatro, en la calle o puertas adentro en una
casa o una institución. Música popular, música clásica, Mozart y Bethoven
mezclados con Ernesto Lecuona y el Buena Vista Social Club. Es Chucho Valdés y
Daniel Barenboim. Es Omara Portuondo, Polo Montañéz y Benny Moré junto a
Pavarotti, Plácido Domingo o John Lennon y Los Beatles. Es Alicia Alonso
bailando con Nureyev; es la “Colmenita” y los “Van Van”. Cuba es son, es salsa,
es Compay Segundo, la Nueva Trova; es Silvio, es reguetón, es cumbia, es jazz,
es guaguancó, es rumba, es bolero. Todo, absolutamente todo, en Cuba se vuelve
música, se hace con música, se celebra con música, se conmemora con música. Con
pianos de cola, saxos, violines, guitarras, oboes y flautas traversas hasta el
güiro, el chequeré, el bongó y las tumbadoras. Y a toda hora: a la mañana, a la
tarde, a la noche. Cuba es música y es parejas bailando en la calle, en el
malecón, en los jardines del excelso Hotel Nacional, en las casas, donde y a la
hora que sea. Su gente lleva la música en la sangre y no se cansa de
demostrarlo. Y la Revolución se encargó de potenciar como nadie ese gen
magnífico de cubanas y cubanos multiplicando a lo largo de la isla infinidad de
escuelas y conservatorios en donde, de forma gratuita, el pueblo aprende a
tocar los más variados instrumentos y a cantar profesionalmente.
Pero Cuba también es literatura, poesía, novelas, cuentos,
historias, revistas, libros, tertulias, mesas redondas. Cuba es ciencia y
conciencia, es humanismo y pensamiento crítico. Es Carpentier, Guillén, Lezama
Lima, Vitier y también Cortázar, Walsh y el Gabo; y Retamar que hace poco nos
abandonó para reunirse con ellos. Es sus dos excepcionales e imprescindibles
contribuciones a la cultura y la identidad latinocaribeñas: Casa de las
Américas y el ICAIC. También su multitudinaria Feria del Libro, no por
casualidad escenificada en el primer territorio libre de analfabetismo en las
Américas. Y es La Habana, uno de los principales centros culturales del mundo,
y no sólo de Latinoamérica y el Caribe. Su oferta en materia de teatro y
espectáculos de todo tipo es increíble, comparable a la de las más grandes
ciudades del continente como Buenos Aires, México o San Pablo.
Cuba es resistencia heroica a un criminal bloqueo sin perder
el finísimo y mordaz sentido del humor, la capacidad de reírse de sí mismos y
de burlarse de la tosquedad de sus descerebrados verdugos. Y también
solidaridad militante, práctica, concreta. El país más solidario del mundo, sin
duda. Reparte lo que tiene y lo que no tiene también, sin esperar nada a
cambio. Mientras el imperio y sus vasallos saquean al resto de los países y
mandan al exterior tropas, espías, torturadores y sicarios Cuba envía médicos,
alfabetizadores, profesores de música y danza y entrenadores deportivos. La
diferencia moral es aplastante.
Cuba es Martí, Mella, Guiteras, el Che, Camilo, Vilma; es
Frank País, Armando Hart, Abel y Haydée Santamaría. Y por supuesto Fidel, que
está en todas partes aunque no haya una sola plaza, calle, avenida, estadio,
hospital, edificio público, puente, puerto o camino que lleve su nombre, cosa
que el Comandante prohibió expresamente y se cumple a rajatabla. No hace falta
nombrarlo porque su espíritu y su legado impregnan toda la isla. Murió y se
convirtió en millones. Hoy todas y todos son Fidel.
Cuba es La Habana y Santiago; Guanabacoa y Trinidad; es
Cienfuegos y Holguín; es Birán y Sancti Spíritus; es el Moncada y la Sierra
Maestra; Girón y el Segundo Frente; es Santa Clara y el Granma. Es, por
increíble que parezca, los siete fusiles con los que Fidel empuñándolos con
firmeza le dijo a un atónito Raúl “ya ganamos la guerra”, pocos días después
del caótico desembarco del Granma y con la mayoría de los expedicionarios
dispersos por el monte procurando no ser ametrallados desde el aire por la
aviación de Batista. La voluntad revolucionaria en su máxima expresión se
combinó, en Fidel, con un formidable realismo a la hora de realizar una
correcta lectura de la coyuntura político-militar.
Cuba es una buena mesa con moros y cristianos, frijoles y
tostones, cerdo en lonjas, cordero asado, langostas y pescados rellenos de
camarones. También tamales en cazuela y la yuca con mojo de ajo, chicharrón y
limón. Además, sopas que te vuelven a la vida, helados riquísimos, postres a
cual más dulce y un elixir llamado café. Cuba es mojitos, piñas coladas y para
rematar el banquete y deleitarse hasta el infinito rones exquisitos y tabacos
incomparables, únicos en el mundo.
Cuba es también sus innumerables cayos, sus cientos de
kilómetros de playas de blancas arenas y aguas turquesas. Y el mar
estrellándose contra ese extenso y magnífico malecón habanero, con sus olas
elevándose a los cielos y dibujando por un instante figuras bellísimas y de un
blanco inmaculado que hipnotizan al paseante.
Cuba es los hermosos edificios de La Habana Vieja, que un
gobierno acosado y bloqueado por décadas se empeña en restaurar y devolverles
su esplendor y belleza originales de la mano del historiador de la ciudad, un
genial humanista del Renacimiento llamado Eusebio que los rezos de la santería
cubana hicieron que renaciera en La Habana con la misión de reconstruirla. Y lo
está haciendo. A pesar del bloqueo.
Es el país donde no ves niños de la calle, mendigando
descalzos y en harapos, revolviendo en la basura para encontrar algo que comer.
Sus niños todos, absolutamente todos, están en la escuela y bien vestidos y
calzados. Un país donde no hay hombres y mujeres, o familias enteras, durmiendo
en las calles como en tantas ciudades de Nuestra América e inclusive de Estados
Unidos. Donde la alimentación está garantizada, como la salud pública para
todas y todos. Cuba es educación universal, gratuita y de calidad desde el
jardín de infantes hasta el posgrado. Cuba es la seguridad ciudadana, el
transitar por sus ciudades sin los temores que atribulan a los citadinos de
tantísimos países en todo el mundo.
Estos logros hubieran sido imposibles sin la clarividencia y
coraje de Fidel y el liderazgo revolucionario y la asombrosa ingeniosidad del
pueblo cubano, uno de cuyos verbos idiosincráticos es “resolver”. Resuelven
todo, lo que sea; caso contrario el bloqueo los hubiera puesto de rodillas. Son
capaces de hacer funcionar eficientemente un Ford, Buick o Chevrolet de los
años cincuenta, una verdadera proeza mecánica que provoca la admiración (y la
envidia a veces) de los turistas estadounidenses. O transformar un decrépito
sedan de aquellas marcas en un resplandeciente convertible, eliminando su techo
original y hacerle los arreglos del caso. Carros que provocan la envidia de
Hollywood, que pagaría fortunas por llevárselos a sus estudios. Pero son
patrimonio de Cuba y no se irán. ¿Sólo con los automóviles estadounidenses?
¡No! Lo mismo hacen, en una operación ya de ribetes francamente milagrosos, con
un Lada soviético del año 1985 capaz de ir de La Habana hasta Santiago sin
ningún inconveniente a pesar de sus precarias comodidades. Cuba tiene una sola
conexión física por donde transitan los impulsos de la Internet: el cable
submarino de fibra óptica que llegó desde Venezuela en enero de 2011 gracias a
la ayuda de Chávez para romper el bloqueo informático al que estaba la isla.
Pese a la insuficiencia que dicho cable tiene para enfrentar los requerimientos
del elevado y creciente número de internautas de la isla cubanas y cubanos
“resuelven” las enormes dificultades que erige el acceso vía satelital a la
Internet con gran ingenio, lo que les permite acceder a través de programas
“made in Cuba” (que no ví en ninguna otro país) a casi todo lo que se encuentra
en la red. Me consta que Bill Gates y las empresas de Silicon Valley no saben
que más hacer para atraer a los avispados informáticos cubanos.
¿Hay un problema? “Tu vé y resuelve” es la seña de identidad
del cubano. ¿Hay que apoyar al gobierno del MPLA en Angola para impedir que la
CIA y los racistas sudafricanos arrasaran con ese país? Bien, allí está la
ingeniosidad cubana que logró otro milagro: transportar en innumerables viajes
de un viejo cuatrimotor a hélice, el Bristol Britannia, a una gran cantidad de
personal militar y pertrechos cubanos cubriendo, con una preparación muy
especial de esa aeronave (precarios tanques suplementarios de combustible,
reduciendo la carga no militar a un mínimo, regulando la velocidad y altura,
etcétera) los 10.952 kilómetros que separaban a La Habana de Luanda, lugar al
cual esos aviones llegaban casi sin un litro de combustible en sus tanques.
Fidel personalmente se involucró en la logística de la operación, supervisando
todo, desde las toneladas de carga posibles hasta la velocidad y altura crucero
necesarias para garantizar la feliz culminación del vuelo. Ni Washington ni
Moscú podían creer que ese puente aéreo funcionara con aquellos viejos
armatostes. Pero sucedió, los cubanos “resolvieron” el desafío y Cuba y el MPLA
ganaron la guerra.
Por eso la sociedad y la cultura cubanas han resistido
sesenta años de bloqueos de todo tipo. Pese a tamaña agresión, que por su
escala y duración no tiene precedentes en la historia universal, Cuba logra en
materias sensibles como alimentación, salud, educación y seguridad ciudadana lo
que casi nadie ha logrado ¡y el bárbaro de la Casa Blanca dice que el
socialismo es un fracaso! Imaginemos por un momento lo que sería Cuba si no
hubiese tenido que padecer el bloqueo impuesto por Estados Unidos, con toda su
secuela de agresiones, sabotajes, atentados y hostigamientos de todo tipo. Un
paraíso tropical. De ahí que la isla sea un pésimo ejemplo que Washington
combatió y combatirá sin tregua, apelando a los peores métodos y violando todas
las normas de la legalidad internacional. Tenía razón Oscar Wilde cuando
sentenció que “Estados Unidos es el único país que pasó de la barbarie a la
decadencia sin pasar por la civilización”.
Cuba es el David de nuestro tiempo que puso fin al apartheid
en Sudáfrica; el país que curó a centenares de miles de enfermos en más de cien
países y que creó la célebre ELAM, la Escuela Latinoamericana de Medicina
preparando médicos para atender a quienes jamás vieron uno en sus vidas. Cuba
es haberse hecho cargo de los niños de Chernóbil cuando Europa y Estados
Unidos, y Ucrania y la propia Unión Soviética, le daban la espalda. Sin pedir
nada a cambio.
Es haber colaborado con todas las luchas de liberación
nacional libradas en el Tercer Mundo, sin apoderarse de las riquezas de ningún
país y traer de regreso a casa otra cosa que no fueran los restos de los
cubanos caídos en combate. Sus detractores, con Mario Vargas Llosa en primera
fila, acusan a Cuba de estar “aislada del mundo”. Los datos contradicen esa
mentira no sólo por los millones de visitantes que año a año desafían las
prohibiciones y chantajes de Washington y llegan a recorrer la isla y disfrutar
de sus bellezas, de su gente, sus sabores, su música, su alegría, su cultura,
su gastronomía. También porque como expresión de la extraordinaria gravitación
internacional de la Revolución Cubana y de su muy activa integración en el
mundo hay radicadas en La Habana nada menos que 114 embajadas contra 86 que
están en Buenos Aires, 66 en Santiago, 60 en Bogotá, y 43 en Montevideo. ¿Quién
está más aislado?
Cuba es la voluntad férrea de construir el socialismo aún
bajo las peores condiciones posibles, de resistirse a arriar las banderas del
más noble anhelo de la humanidad. La deuda de nuestros países con Cuba es
inmensa por sus décadas de ayuda y por no haber permitido que se extinguiera el
faro que nos orientaba en la búsqueda del socialismo. Imaginemos lo que hubiera
ocurrido en Latinoamérica y el Caribe si la isla rebelde se rendía ante el
acoso de quienes, a comienzos de los noventas, le aconsejaban a Fidel que se
olvidara del socialismo, que el capitalismo había triunfado, que se había
llegado al fin de la historia. El “ciclo político” progresista y de izquierda
iniciado en 1999 con la presidencia de Chávez no habría existido y el ALCA,
como gran proyecto anexionista del imperio, se hubiera concretizado en Mar del
Plata en el 2005. Si tal cosa no ocurrió se la debemos, antes que a nadie, a
Cuba y a Fidel. Por supuesto también al mariscal de campo del genial estratega
cubano: Hugo Chávez Frías, y a Néstor Kirchner y Lula da Silva que se
embarcaron en esa homérica batalla. Claro está que sin el virtuoso
empecinamiento del Comandante por construir el socialismo no habrían tampoco existido
ni Chávez, ni Lula, ni Néstor, ni Evo, Correa, ni Tabaré, ni Lugo, ni Cristina,
ni Dilma, ni el Pepe, ni Maduro, ni Daniel. Sin duda, habrían sido políticos
importantes, difícilmente gobernantes de sus países, pero hubieran carecido del
trasfondo histórico que le otorgó la insolente permanencia de la Revolución
Cubana y que les permitió jugar un papel tan digno y sobresaliente en estos
últimos veinte años. Porque, los hombres y las mujeres son hacedores de la
historia, sí, pero sólo bajo determinadas circunstancias. Y estas las creó
aquella revolución en la mayor de las Antillas al mantenerse a pie firme
mientras se derrumbaba la Unión Soviética, desaparecía el COMECON, se
desintegraba el Pacto de Varsovia, las “democracias populares” del Este europeo
retornaban en tropel a su reaccionario pasado y se postraban a los pies del
emperador allende el Atlántico y los escribas del imperio celebraban el
advenimiento del “nuevo siglo americano”, que –como lo anticipara Fidel- ni
siquiera llegó a ser una década.
En una palabra, Cuba es lo que es porque para millones de personas en todo el mundo encarna en el aquí y ahora de la historia los bellos sueños del Quijote cuando decía que su misión era “soñar el sueño imposible, luchar contra el enemigo imposible, correr donde los valientes no se atrevieron, alcanzar la estrella inalcanzable. Ese es mi destino.” Por todo esto, ¡con Cuba siempre!
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